Hace ya bastantes meses, a lo largo de buena parte de la primera vuelta de la Liga pasada, el Pontevedra jugaba tan bien y tan bonito al fútbol que me dio por bautizar lo que me hacía sentir el equipo como Lérez-taka.
Eran partidos
completamente controlados por el Pontevedra CF.
Cada uno de los
espacios del terreno de juego eran ocupados con inteligencia y maestría por los
futbolistas granates que borraban en muchas ocasiones del mapa a los rivales
ligueros que tenían enfrente.
Si se tenía acierto
ante el gol, el choque acababa en goleada. Si ese acierto no aparecía tanto, el
encuentro se ganaba por menos margen en el marcador pero con la misma sensación
de superioridad y autoridad sobre la hierba que a muchos nos llenó de rezones
para pensar que nuestra estancia en 2RFEF sería muy corta.
No se trataba solo,
insisto, en jugar vistoso o bonito (que en bastantes ocasiones se lograba) sino
sobre todo de jugar bien, de plasmar con acierto el estilo que el entrenador quería
inculcar a su equipo.
Ese estilo basado en la
posesión del balón, en tenerla el mayor tiempo en campo contrario, en arriesgar
incluso a veces mucho a la hora de sacarla jugada desde tu propio área de
castigo incluía por definición un aspecto vital del juego, defenderte con el
balón en tus pies.
No consistía ese
Lérez-taka solo en plantarte diez veces en área contraria acumulando ocasiones
para marcar en ataque sino en tener la pelota de una manera que dificultaba en
grado sumo al rival a la hora de robarla y progresar hacia tu zona vulnerable.
Por aquella época el
Pontevedra no perdía demasiados balones en partes comprometidas del campo y si
lo hacía, “encendía” el mecanismo de “recuperación rápida” y volvía a robar
inmediatamente sin dar opción al contrario de efectuar un pase que pudiera
romper nuestro entramado.
Era tal el dominio de
la situación que logramos adquirir en aquellos meses, que ni siquiera nos
generaban acciones a balón parado que pudieran sacar a luz nuestros defectos en
ese lance del juego.
En casa, por ejemplo,
solo encajamos goles en el primer partido de esa primera vuelta y en el último.
Luego, como todos
sabemos, todo empezó a torcerse, sino mucho, sí lo suficiente para que al final
otro equipo nos arrebatase el ascenso directo y luego otro en el play off nos
enviara a la lona.
Esa caída la
provocaron, en mi opinión, varios factores, pero no precisamente perder ese
estilo sino por ejecutarlo de una manera más deficiente.
Se empezó a circular el
balón de una manera más errática, confundiendo seguridad con exasperante
lentitud lo que a la larga provocaba pérdidas que originaban contras claras de
los contrarios.
No se recuperaba ya la
pelota rápido tras muchas de esas pérdidas y la máquina dejó de funcionar con
precisión sin que se pusiera remedio a las averías que cada vez eran más
evidentes en ese mecanismo que tiempo atrás parecía infalible.
Y contribuyó mucho,
muchísimo también, nuestra incapacidad para defender con orden el balón parado.
Ese balón parado que nos apuñaló una y otra vez
hasta dejarnos exánimes ante tanta sangre derramada.
En esta Liga 24/25, con
la continuidad del entrenador y gran parte de la plantilla titular, sabíamos
que ese estilo no iba a cambiar pero el reto consistiría en volver a hacerlo
funcionar con la exactitud de un
metrónomo y encontrar ajustes para no caer en los errores de la pasada campaña.
Al principio, todo
indicaba que no se había aprendido nada.
El partido de Santiago
resultó descorazonador. Setenta minutos de una superioridad insultante para acabar
empatando con una actitud defensiva lamentable y en Soria se puede decir que en
tramos casi nos pasaron por encima y no estuvimos nunca en partido.
Tampoco en casa las
sensaciones estaban siendo las mejores. Goles encajados evitables, demasiada
lentitud y falta de ritmo en buena parte de los partidos y algunos puntos que
se acabaron yendo lastimosamente.
Todo empezó a cambiar
fuera de casa. Quién nos iba a decir que acumularíamos cuatro jornadas seguidas
ganando y sin encajar un solo gol tanto en campos sintéticos como de hierba
natural?
Se entendió de una vez
que introducir ajustes en el juego del equipo para hacerlo más agresivo, más
competitivo no significaba en absoluto renunciar al estilo primigenio?
En mi opinión, sí. Porque
de lo contrario no se hacen 12 de 12 y con la portería a cero.
El último partido en
casa frente al Bergantiños no fue ninguna maravilla aunque se mejoró algo con
respecto a los anteriores.
Volvió a ser mejor la
segunda parte que la primera pero en esta se logro dotar de un ritmo siquiera
un poco mayor al juego y no se cayó tantos minutos en esa abulia que parecía
presidir otras primeras partes en casa.
Se volvieron a fallar
ocasiones porque, a diferencia de aquella primera vuelta de la temporada pasada,
el Pontevedra está errando demasiado, sobre todo de local, ante la portería
contraria pero se encontró el gol del triunfo en el tramo final del partido.
Por qué se mejoró
también frente al Bergantiños? En un detalle vital, no regalar atrás innecesariamente
y mantener la portería a cero.
De esta forma, con la calidad
que sin duda tenemos para la categoría y el empuje que tarde o temprano
ejercemos en Pasarón, el hecho de marcar aunque sea un solo gol te lleva a
obtener victorias que al final son las que acaban ganando campeonatos.
Este dato que ofrezco a
continuación no es en absoluto baladí.
En esta pasada jornada,
unido nuestro triunfo a la derrota soriana en Torrelavega, alcanzamos el
liderato y precisamente lo hacemos en el mismo instante en el que nos
convertimos en el equipo menos goleado del grupo junto al equipo numantino con
8 goles encajados.
Es menos ofensivo el equipo
esta Liga que la pasada? En mi opinión, no.
Ha cambiado de manera
significativa su estilo de juego? Tampoco.
Lo que sucede es que
por fin, sobre todo a domicilio, se ha adquirido una manera de competir que
aúna ese estilo de posesión y combinación con una agresividad y concentración
que resulta imprescindible para ganar el grupo y subir de forma directa.
De que esto dure, de
que entendamos que el estilo de juego es una pauta, una guía sobre la que
edificar todo pero no un camino para inmolarse por no cambiar ni un ápice y de
entender que el mercado de invierno está para usarlo y mejorar al equipo, dependerá,
creo, nuestras opciones de éxito.
Empezaba esta larga
columna con el Lérez- taka de la primera vuelta del año pasado.
Y hay que volver a él
pero en una versión todavía más depurada: El Lérez-taka Premium.
Porque eso, la mejor
versión de este equipo en muchísimo tiempo, es lo que pudo verse ayer en el
partido de Copa ante el Levante.
Es evidente que se
comentará y opinará que jugar más de 70 minutos con un jugador más facilita las
cosas.
Sí, es cierto. Aunque
maticemos.
A lo largo de los
primeros 20 minutos de juego, once contra once, el Pontevedra ya había
demostrado con creces que había salido a Pasaron a comerse el mundo y a hacerlo
desempeñando con maestría ese estilo tantas veces comentado en este escrito.
El equipo optó por
asumir unos riesgos tremendos en la salida de pelota desde su propio área de
castigo sin importarle la presencia cercana de unos atacantes levantinistas que
afilaban sus espadas ante los errores que creían podían sobrevenir del rival
en zonas extremadamente vulnerables.
No hubo errores.
Nuestros corazones saltaron
en varias ocasiones viendo a Vizoso, a Igor, a Pelayo a Fontán, a Samu etc, caminando
sobre el alambre pero ese alambre jamás cedió.
Después de salir con el
balón jugado con éxito, las líneas del Levante se separaban y el Pontevedra
podía tocar y correr ya en zonas de ataque con fluidez y encandilando a su gente.
Y eso pasó incuso antes de la expulsión.
Luego, ya contra 10 y
con el primer gol logrado poco después, había que gestionar la forma en la que se
debía seguir jugando y el Pontevedra decidió hacerlo de la misma manera, sin
meterse atrás y tratando de poner más diferencia que pudiera evitar agobios
finales.
El resto de la primera parte, salvo un desajuste que propició una clara ocasión del Levante desbaratada por Vizoso, fue dominada de cabo a rabo por un Pontevedra que volvió fallar mucho en la definición.
Eso y no otra cosa, fue lo que impidió
que la eliminatoria quedase zanjada en la media parte.
Tras el descanso, más
de lo mismo.
Empezamos errando
ocasiones claras hasta que llegó el segundo tras una jugada iniciada por una
anticipación bestial de Pelayo Suárez.
Ayer funcionó todo el
bloque, todos estuvieron muy bien pero la actuación de este central asturiano
me pareció descomunal.
Supongo que su cambio
en el 70 estaría más o menos pactado para no inundarlo de minutos pero,
casualidad o no, el gol del Levante llegó en un saque de esquina botado
inmediatamente después de su cambio.
Ese fue el peor
momento.
Triple cambio del
Levante y entrada de dos jugadores muy buenos, Morales y Carlos Alvarez,
llegada del 2-1 a balón parado y veinte minutos por delante.
Volvería el fatalismo
granate? Se nos escaparía otra vez algo que debía estar completamente decidido
dese mucho antes?
No se escapó. Tras
algunos minutos asimilando el gol y de alguna duda, el equipo volvió a tomar el
mando, llevar el balón a las zonas a las que había que llevarlo y a volver a
tener ocasiones que volvieron a marrarse.
Hasta el descuento.
Primero sentenció
Chiqui con ese 3-1 que significaba un justo premio a un partido tremendo del
extremo solo un poquito afeado por malas decisiones a la hora de definir.
Y luego el cuarto de
Yelko que colocaba en el marcador un resultado más acorde con lo que se había
visto en el campo.
He destacado
individualmente a Pelayo y Chiqui pero el encuentro que se “sacaron de la manga”
Samu Mayo y Yelko fue igualmente digno de elogio. Estuvieron magistrales
dominando el medio campo.
Sería injusto no
destacar a aquellos que no juegan tanto pero que ayer eran necesarios para dar
descansos y mantener el nivel.
Xabi Domínguez, que ya
apuntó mejoría en los minutos que disputó frente al “Bergan”, asumió
protagonismo especialmente en la segunda parte. No estuvo certero ante el gol
pero exhibió velocidad, decisión y constancia.
Vizoso estuvo en su sitio
y abortó ese uno contra uno que tuvo el Levante e Igor Irazu, además de asumir
responsabilidades en la salida de balón desde atrás, no se arrugó ante en sus
continuos duelos con el gigantesco Espí.
Es verdad y no se puede
negar que no es lo mismo jugar contra un equipo de segunda división que te va a
dar más espacios, que te va a ofrecer más opciones de lucirte que contra un
equipo de 2RFEF que te va a hacer un partido rocoso, feo y lleno de obstáculos en el
camino.
No obstante, tan cierto
es lo anterior como el hecho de que mostrarse tan superior a un equipo de la LFP (por mucho que se
jugara con uno más y ante un conjunto
sin duda afectado por la inmensa tragedia de Valencia) es
muy pero que muy difícil y el Pontevedra ayer lo consiguió.
Son días de ilusión y
alegría en el pontevedresismo que ya hacían falta pero, ojo, no nos
despistemos.
El próximo Domingo
vuelve la cruda realidad y además en su versión más dura.
Por la mañana, en un
campo sintético y pequeño, con bajas importantes y ante un conjunto que se hace
fuerte en su feudo.
La prueba de madurez
competitiva que tiene el Pontevedra CF en Llanera es de las grandes.
No fallar (como no se falló
en Guijuelo, o ante el Escobedo o Coruxo) sería fundamental para sentir que
este equipo está más fuerte que la Liga pasada y que se encuentra preparado
para beber champán a orillas del Sena pero también para tomar vino peleón cerca
de una mina profunda.
Veremos.