No tardé demasiado tiempo en quedarme solo y pegado a mi asiento de la tan denostada para algunos grada de tribuna.
Ya fuera porque había
que coger el coche para evitar atascos o porque Pogacar corría esa tarde y
había que verlo aún en diferido, el caso es que nada más levantar al cielo Alex
González la Copa de campeones, me senté ya sin compañía para seguir viendo como
los futbolistas, el cuerpo técnico y el resto de miembros de la entidad
celebraban con la gente un ascenso que sus protagonistas se trabajaron desde el
primer día de pretemporada.
Me suele pasar siempre lo
mismo en estos casos.
Es ya el quinto ascenso
del Pontevedra que tengo el privilegio de vivir y junto a la alegría, que
existe; junto al alivio que también acude a su cita no tarda en apoderarse de
mi ánimo una sensación de vacío que me pega a la butaca sin contemplaciones y
coloniza mi cuerpo hasta que se mezcla con un cansancio que me hace dudar de si
yo mismo he salido a jugar al césped.
Debe ser algo parecido
a lo que sienten los adictos cuando exhalan una poderosa dosis de lo que sea
que domina su voluntad y los efectos de aquella se van aposentando en el
organismo al mismo tiempo que surge la certeza de que pasará un largo tiempo
hasta que puedan a volver a deleitarse con otra pequeña ración de su “vicio”.
Apoyado en el respaldo
de la silla veía a ese fondo norte (que otra vez animó sin descanso y exhibió otro
tifo maravilloso) saltar sobre el cemento al compás de la morocha que de nuevo
se moría de ganas de que alguien la sacara a bailar.
Y no se pudo quejar la
argentina de pelo azabache porque como el campeón no lo puede hacer todo,
cientos y cientos de seguidores de norte, sí, pero también del resto de las
gradas danzaron con ella junto a los futbolistas del Pontevedra para celebrar
un ascenso que ojalá esta vez sí suponga ese paso que se vea seguido de otras
sólidos y seguros siempre en dirección ascendente.
Veía saltar a Alex
González, partido espectacular el suyo, que se cansó de correr la banda
espoleando los corazones de los aficionados y dejando claro que tendrá sitio en
este equipo hasta que él y sus fuerzas decidan lo contrario.
Veía a Edu Sousa,
compromiso ineludible con este escudo desde hace tantos años, encaramado al
larguero de la portería (esa que volvió a defender ayer con acierto) dejando
paso a la euforia que sin duda requería ese momento y acordándose de los que no
están pero tendrían que haber estado con esa sensibilidad que le caracteriza.
Veía a Churre a Cambil
y sobre todo a Pelayo, todavía con muletas, lesionados de larga duración y
atravesando, por tanto, el peor de los tragos por los que debe pasar un
deportista.
Veía a Brais que ayer
volvió a destapar el tarro de las esencias que ha mantenido cerrado demasiado
tiempo desde que regresó y que es de esperar pueda abrir más a menudo en el
futuro más próximo.
Veía a Samu Mayo que me
conquistó desde el primer día que le vi en Pasarón a base de mover esas piernas
tan largas y aparentemente torpes con una maestría enorme ofreciendo un claro ejemplo
de lo que es un medio centro de un equilibrio y una clase descomunal.
Veía Rufo que se reencontró
a si mismo en este último tramo de competición y que sigue siendo muy querido
por gran parte de la afición granate.
Veía a Novo cuya salida
al campo ayer volvió a mejorar al equipo y que supo sobreponerse a un inicio
gris de temporada.
Veía a Igor y Garay preguntándome
porque habrían elegido precisamente el día de ayer para mostrar una inseguridad
defensiva que no había sido habitual esta temporada pero cuya campaña ha sido
igualmente buena.
Veía a Yelko y
reflexionaba para mis adentros que es lo que tendrá esta ciudad y este club
para que un futbolista como él (cuya calidad es incontestable) no hubiera
podido asentarse nunca en ningún sitio y sí lo haya hecho aquí.
Veía a Chiqui tratar la
copa como a veces lo hace con las defensas contrarias.
Veía a Héctor, Vizoso, Cuesta,
Fontán, Rares, Carlos López, Mario, Xabi.., algunos más importantes que otros,
algunos con más minutos y otros con menos, algunos más relegados en el último
trecho de la competición lo que podría dar pistas sobre el futuro pero todos
miembros de pleno derecho junto a Marqués de una plantilla que ha protagonizado
una temporada fantástica con esa copa del rey tan extraordinaria.
Veía a Dalisson que
ayer no tuvo su mejor día y me apenaba no poder seguir disfrutando de su clase
y de su fútbol que tan importante habría sido para el Pontevedra en 1RFEF.
Soñar no cuesta dinero
pero solo es eso, un sueño que casi nunca se hace realidad.
Y veía, junto a su
cuerpo técnico, a Yago Iglesias.
Reflexionaba sobre su
trayectoria desde que llegó al banquillo granate.
La Liga pasada no fue
mala en puntuación y en la gran imagen proyectada sobre todo en la primera
vuelta.
Pero se falló en casa.
Primero en Liga y luego en play off.
Confieso que algunas de
sus declaraciones tras el partido del Ourense y hasta final de temporada me
enfadaron, me causaron bastante desazón.
Murillo quiso que
siguiera y a pesar de que el que esto escribe no estaba del todo convencido del
acierto de la decisión, el propio Yago se encargó de demostrar que había sido
un gran acierto.
Y lo demostró manteniendo
el estilo que da sentido a su fútbol pero efectuando los ajustes que sobre todo
fuera de casa necesitaba el equipo.
Hasta la desgraciada
lesión de Cambil el equipo alcanzó una seguridad a domicilio sobresaliente y en
Pasarón no se dio opción prácticamente a nadie yendo de menos a más y
completando partidos como local realmente completos.
En la Copa,
especialmente el día del Villarreal, el fútbol de Yago, interpretado a las mil
maravillas por los jugadores, alcanzó el cenit y este ascenso, logrado con una
holgura ganada a pulso cavando mucha piedra el día del Numancia, hace justicia
a un equipo que pedía un salto hacia arriba auténticamente a gritos.
En espera de lo que
vaya pasando en las próximas semanas. Ciertamente expectante por ver si Lupe
Murillo profundiza en esta idea y sin prisa pero sin pausa dota de estabilidad
al conjunto consiguiendo la renovación de su entrenador.
Deseoso de que una vez
logrado ese punto clave se acierte en las renovaciones y en los fichajes ,muchos
de los cuales tendrá que venir con la clara vitola de titulares.
Hasta que todo eso,
insisto, vaya pasando (o no) con el tiempo, lo que me sale ahora es dar las
GRACIAS a estos futbolistas y a este cuerpo técnico por lograr el objetivo del
ascenso y llevar al club a lo que debería ser su suelo y por esa competición
del ko que nos permitió sentirnos muy grandes durante varias semanas
inolvidables.
GRACIAS por ser para
este humilde bloguero una tabla de salvación a la que aferrarme cuando no había
ganas de nada.
Y GRACIAS por seguir
siéndolo en el futuro porque por importantes que sean los futbolistas, los
entrenadores o los dirigentes, lo que da luz perpetua al horizonte, al mío y
creo que al de mucha gente, es la institución.
ES EL PONTEVEDRA CF.
Enhorabuena a todos los
que llevan al Pontevedra en su corazón.
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