lunes, 20 de mayo de 2024

A flor de piel

Hace no demasiados días, a raíz de alguna columna escrita en este mismo blog o de algún episodio grabado del podcast (no recuerdo bien) en la que hablaba de la necesidad de que el Pontevedra CF sacará a relucir la cara “B” del fútbol, su cara “B” particular, mi hijo acabó por preguntarme qué era eso de la cara B y como se aplicaba al entorno de la música.

Con paciencia y sin desalentarme por los gestos de incredulidad, asombro y hasta sorna que dibujaba su rostro a medida que le iba contando, hablé sobre aquellos cassettes o “cintas” en las que escuchábamos música o grabábamos alguna canción siempre pendientes de que las voces de disc- jockeys, especialmente entrenados para ello, no se colasen al principio o al final del tema para arruinar la grabación.

Le explicaba también que esas cintas contaban con dos caras, la A y la B que había que poner una detrás de otra para escuchar el álbum entero.

Generalmente las canciones de la cara A eran las que se ponían a todas horas en las emisoras especializadas en música y las recogidas en la B eran destinadas casi al olvido o al disfrute mucho más pequeño de los grandes seguidores de una banda determinada.

Me atreví incluso a contarle que incluso años antes de eso, salían “singles” en vinilo que contenían una canción por su cara A y otra de relleno por la cara B.

Después de que mi vástago comprobara una vez más la rareza de la era cuaternaria de la que procede su padre, me animé a realizar una breve búsqueda de canciones que en principio aparecieron en la cara B pero que lejos de instalarse en el olvido se convirtieron en algunos de los temas más famosos de sus compositores o intérpretes.

Encontré bastantes tanto de los Beatles como de los Rolling Stones y otros grupos pero me llamaron especialmente la atención dos canciones que yo mismo he tarareado multitud de veces en diferentes contextos, “We will rock you, de Queen y “Maggie may” de Rod Stewart que fueron colocadas en lugares secundarios para luego hacerse mundialmente célebres.

El caso es que el Pontevedra llevaba, no uno ni dos, sino más meses enseñando solo la cara A de su fútbol.

Esa cara principal en la que la calidad para la categoría seguía siendo incuestionable pero en la que faltaba el alma, el sentimiento, la fuerza o la personalidad que aporta la cara B y que solo junto a la primera convierten a un equipo en un grupo muy difícil de batir.

El Pontevedra tocaba la pelota pero muy poco tiempo con veneno y profundidad y muchos más minutos con desgana y somnolencia.

El Pontevedra seguía metiendo goles pero de la misma forma que un empleado de una oscura oficina sella papel tras papel de forma mecánica anhelando el fin de su jornada pero no como alguien entusiasta que disfruta realmente con lo que hace.

El Pontevedra encajaba goles con mucha facilidad (a balón parado, sobre todo, aunque no solo a balón parado) y lo hacía con esa dejadez que transmite aquel que se sabe el mejor en algo pero que no tiene ninguna gana de demostrarlo.

Y así, entre desidia y algo de suficiencia, llegó esa “final” contra el Ourense en la que esa ausencia por completo de la cara “B” acabó por liquidar todas las opciones de ascenso directo ante la mirada de más de 7.500 seguidores granates que se fueron aquel día con la sensación repetida de no haber visto, ni de lejos, la mejor versión de su equipo.

Y llegó la ida con el Aragon y en la primera parte sí se atisbaron destellos de esa cara B acompañando a la exquisita pero algo soberbia cara A.

Se tocó con más intención, no hubo complicaciones atrás, se dominó casi por completo al rival… aunque solo fueron eso, atisbos. En aquella segunda parte volvió a escasear la profundidad, la ambición, el entusiasmo, la energía, las ganas de ser mejor y así el disco se quedó no solo a medias sino incluso en un trabajo mediocre que habría que arreglar en el siguiente trabajo semanal.

No había más oportunidades. O la “banda” se esmeraba más que nunca a la hora de componer e interpretar sus canciones o el éxito se escaparía irremediablemente hasta dentro como mínimo de un año.

Y sí, es verdad, se cometieron errores de los que ahora se escribirá pero la versión del Pontevedra CF fue diferente desde el minuto 1.

Desde ese primer instante el equipo salió decidido a ir, a percutir, a insistir, a atacar y a derribar el muro zaragozano.

Lo que pasa (y aquí llega el tiempo de hablar de errores) es que cuando se lleva tanto tiempo sin entonar o afinar como se debe, hay aspectos que no se solucionan de un día para otro. Y es verdad que el Pontevedra a lo largo de buena parte de la primera mitad dio alguna muestra de fragilidad defensiva.

El pase horizontal de Bastos (aunque pueda existir falta sobre Mayo) no es de recibo y la facilidad con la que el Aragón hilvanó la contra que terminaría en el 0-1, quizá tampoco.

Nos habían tirado 3 veces en la eliminatoria y nos habían hecho 3 goles. Y pudo ser peor porque pocos minutos después, en un simple balón largo, volvimos a hacernos un lío que terminó con un balón rozando uno de los postes de Edu empujado por un defensa vestido de granate.

Esa debilidad atrás (que desapareció por completo en la segunda parte) fue el peor aspecto del choque pues los dos centrales ( a pesar de que insisto, el gol se genera en un pase de Bastos que no debió producirse) no mostraron en algunas acciones la contundencia que deben enseñar en todo momento.

A pesar del mazazo del 0-1, el Pontevedra no estaba por la labor ayer de de dejar de interpretar su fútbol de esa manera que nos encandiló en la primera vuelta.

Se llegó en muchas ocasiones por las dos bandas, Dalisson y Yelko generaban peligro en tres cuartos y solo la falta de acierto en el remate o en el último pase impedían que el resultado empezara a cambiar.

Llegó el golazo de Yelko y el Pontevedra se reafirmó en el camino. En el camino del fútbol, sí, pero en el del fútbol profundo, constante, con espíritu, con garra y con esa energía que resulta indispensable para afrontar cualquier partido y más una eliminatoria de ascenso.

Nada más volver del vestuario, Carlos López (que ayer estuvo fallón) la tuvo para hacer el segundo y luego volvió a tenerla el de Ares después de que el portero aragonés rechazara en portentosa intervención un lanzamiento de Alex.

Al cuarto de hora se fue Bastos y entró Toño Calvo.

No resulta exagerado escribir que la media hora disputada por este futbolista resultó antológica.

Además de aportar ese “plus” en los balones divididos, de meter fuerza en medio campo y enardecer con su trabajo aún más a la grada (detalles que forman parte también de esa cara B que tanto echamos en falta), hizo el segundo tanto tras acción de Dalisson y primer remate de Carlos López rechazado por el portero y que Toño pudo remachar por estar en el sitio exacto.

Luego se sacó una jugada impresionante de la manga arrancando desde medio campo y aguantando incluso un intento de placaje de un rival que no pudo frenarlo. Se fue de no se cuanta gente y tras algún rechace estuvo él mismo a punto de hacer un gol tremendo.

Y qué decir de la traca final en el 92. Antes, hay que decirlo, en el 87 todos nuestros corazones se pararon al provocar el Aragon un córner que provocó que todos nuestros peores pensamientos salieran a la superficie. No tuvo consecuencias

En ese minuto 92, Toño arranca otra vez desde muy atrás y cede a la derecha para Dalisson. Este manda un centro algo bombeado hacia Rufo que despeja un defensa de cabeza hacia dentro del área y allí, otra vez viniendo desde atrás, Toño conecta un derechazo que mandó la pelota a las mallas y a todos los espectadores granates al mayor de los júbilos.

Después del partido, en rueda de prensa, un Iago Iglesias expulsado nada más hacer su equipo el 2-1 y por tanto en un momento difícilmente entendible, decía que Toño era “un as en la manga” que tenía y que aporta fuerza, llegada y no sé cuantas cosas más al equipo.

Menos mal que ese as salió de debajo de esa manga ayer. Si no hubiera sido así, no habría quedado más remedio que devolverlo a la baraja para siempre.

Después, el Pontevedra posiblemente acordándose del “teatrillo” final del Aragon en la ida, mostró otra faceta de la carta B parando el partido mucho tiempo y pasando alguna factura generada hace 7 días.

Eso sí, esas pérdidas supusieron que los 5 de prolongación se convirtieran en 9 y que en el 53 y medio (tras fallar Gueye una muy clara) el rival gozase de otro corner que fue recogido por alto por Edu Sousa quien sabe si poniendo punto y final a tanta negligencia colectiva en ese lance del juego.

El final llegó y con él la clasificación del Pontevedra para la eliminatoria definitiva.

El Pontevedra volvió a mostrar fútbol, algo que casi nunca ha dejado de hacer esta temporada, pero dotó a ese fútbol de casi todo aquello que había abandonado en los últimos tiempos: garra, ímpetu, amor propio, resiliencia, ganas de ganar, ambición y la gente, que lo vio desde el primer instante, se entregó como en las mejores ocasiones provocando que todos los allí presentes sintiéramos el pontevedresismo, el granatismo a flor de piel, de una manera profunda y emocionante.

Eso es lo que no se puede olvidar en la eliminatoria final.

Y en ese cruce decisivo nos ha tocado el único quinto que superó la primera criba, el Real Betis Deportivo.

Forma parte del grupo IV que ha clasificado a todos sus componentes para esta segunda ronda.

Este sí es un filial de un primera división y además de un Real Betis que lleva años tocando Europa.

Ha cosechado menos puntos fuera, 16, que el Deportivo Aragón (los maños hicieron 21) pero, ojo, no ha perdido a domicilio ni con el Sevilla At (equipo ascendido directamente con el que empató) ni con el Orihuela (empate) ni con el Marbella o Yeclano a los que venció.

De hecho, en Yecla y Marbella fueron los dos únicos encuentros que ganó fuera. Eso sí, ha empatado 10 y solo ha perdido 5.

En casa tiene grandes números y solo ha perdido dos veces.

Otro enemigo será el calor. En la ida en Sevilla es posible que hasta las palomas salgan a volar con cantimploras y ese es otro factor que debemos saber manejar con un adecuado sistema de relevos a lo largo del partido.

Como datos random, cuentan con un hermano de Fekir que ya no es un niño y que el año pasado nos hizo un gol con el Linense y con un hijo de Zidane.

Como todos los hipotéticos rivales cuenta con puntos fuertes y débiles pero no olvidemos una cosa, no la olvidemos nunca:

Si el Pontevedra CF es capaz de mostrar su mejor nivel, esa versión en la que la cara A se ve bien arropada por la B, no hay ningún rival al que debemos temer, a ninguno.

Todo el respeto del mundo, faltaría más, pero miedo en absoluto.

Hay que estar a la altura en Sevilla. Entregarse como nunca sabiendo que luego la eliminatoria volverá a aquí.

Y aquí…. Pues eso.

Pasaron nunca se rinde y estará encantado de volver a dictar sentencia.

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