Existen dos circunstancias importantes con respecto al partido disputado ayer por el Pontevedra CF que resultan de obligada reseña antes de profundizar en el tema central de esta columna que girará sobre algún mal hábito del equipo que debe desterrarse cuanto antes.
La primera no es otra que afirmar que a lo largo del primer cuarto de hora del choque, los granates volvieron a ser ese conjunto dinámico, rápido en la circulación y alegre que había aparecido no solo en Copa sino en los últimos encuentros de Liga.
Fueron exactamente 14 minutos en los que el Pontevedra generó hasta cinco claras oportunidades para marcar y solo esa ingenuidad y falta de agresividad en el remate (que ya hemos visto otras veces esta temporada) impidieron que el partido no se terminara casi antes de su comienzo.
Yelko dos veces, Chiqui, Dalisson y Rufo fueron los protagonistas finales de esas ocasiones creadas por salir al encuentro como había que salir.
La segunda de las circunstancias citadas al principio de este escrito, es la actitud y el planteamiento elaborado por la Gimnástica, desde el principio, pero más intensamente después de ese cuarto de hora.
Como ese preso desahuciado que comprueba en el último instante como su pena de muerte es conmutada por una cadena de reclusión perpetua y aprecia por unos días la comodidad de una celda lúgubre, la Gimnástica que no podía entender del todo como no yacía ya bajo los efectos mortales de la inyección letal, se dedicó a plantar un autobús de dos plantas dentro de su propio área para dificultar lo más posible el fútbol creativo de su contrincante.
Por contra, el Pontevedra empezó a comportarse desde ese momento como el verdugo sediento de sangre al que le arrebatan el hacha en el último momento gracias a la clemencia de una autoridad superior.
El equipo empezó a trabarse, a ralentizar su fútbol y a caer en el atasco que provocaban los cántabros que tras esos 15 minutos de "tambaleo" empezó a aplicarse a base de bien en defensa.
El equipo no era capaz de entrar por banda al toparse tanto Xabi como Chiqui con ayudas constantes y no aparecer tanto en la ofensiva ni un Fontán especialmente desacertado ni Héctor Hernández.
Por el centro, también se acumulaban piernas y se cerraban espacios para que ni Yelko ni Dalisson, que no tuvieron su mejor día, pudieran filtrar pases decisivos en la "zona caliente".
Todo ello provocó que el Pontevedra tuviera controlado el partido en todo momento, sí, pero también que la última media hora del primer tiempo se convirtiera en un ejercicio de impotencia ofensiva sin que el rival sufriera en exceso los intentos granates.
Es importante destacar igualmente que la única llegada peligrosa de la Gimnástica en la primera parte se produjo por querer rizar el rizo en un córner a favor que terminó con una contra en superioridad clara de los cántabros abortada en último momento por la carrera desbocada de Pelayo Suárez.
Una cosa es que no nos caractericemos por ser un equipo especialmente peligroso a balón parado y otra es que de un saque de esquina a favor creemos nosotros solos un galimatias de ese calibre.
Esa espesura, ese juego lento y bastante inocuo para el rival continuó tras el paso por los vestuarios y no cambió especialmente a raíz de los relevos ordenados por Iago.
El primero llevó a Xabi al banco en sustitución de Alex que está vez no fue titular y luego llegó el triple cambio que volvió a dejar claras algunas cosas.
La primera es que ni empatando en casa un partido que había que ganar, Iago es partidario de colocar juntos a Rufo y Carlos para tratar de poblar más el área y tratar de alternar la posesión con centros laterales que pudieran generar dudas al contrario.
La segunda es que esta temporada el lateral derecho está bien cubierto y ante el mal partido de Fontán (tan importante otras veces) Garay subió el nivel hasta incluso marcar un gol muy bonito.
Y la tercera es que Novo, que entró por Chiqui, sigue mostrando esa mejoría que al menos el que esto escribe aprecia desde el enfrentamiento contra el Villarreal.
Con todo, la espesura continuó y solo un disparo afortunado de Dalisson (que rebotó en un defensa haciendo imposible la intervención del portero) llevó el 1-0 al marcador provocando el alivio de una afición bastante "cloromorfizada" en su mayoría en el día de ayer y que ya veía peligrar el resultado.
Tras ese gol llegaron algunos minutos buenos del Pontevedra culminados por ese 2-0 precioso de Garay y un balón al poste de Carlos López que aunque parece que mejora sigue peleado con la fortuna ante el gol.
Y ahí, en ese momento, alrededor del minuto 80, llegó lo peor con diferencia del partido.
Esta columna se titula "malos hábitos" y es cierto que para este atribulado bloguero jugar tantos minutos con esa lentitud y esa monotonía constituye una mala costumbre pero con atenuantes.
Qué atenuantes?
Ese primer cuarto de hora lleno de ocasiones de las cuales alguna hay que materializar, el sistema defensivo muy poblado del contrario que es de esos que no nos vienen nada bien, el partido discreto de jugadores clave como Yelko, Dali o Chiqui, el buen momento (a pesar de que tenía muchas bajas) por el que atraviesa la Gimnástica...
No son excusas.
Sigo pensando que el Pontevedra no debe caer muchas veces más en esa especie de abulia en la que cayó desde el minuto 15 hasta casi el 70 pero es verdad que hay veces en los que las piernas no van o en los que no se tiene un buen día y no se debe exagerar tampoco la nota.
Simplemente, apuntar cosas y tratar de buscar si esto vuelve a pasar soluciones para salir del bosque espeso y llegar a zonas más despejadas.
Lo que no tiene atenuante alguno y por lo menos al autor de estas líneas cabreó mucho, es lo que sucedió poco después del 2-0.
El equipo dio literalmente por terminado el partido.
Cuando podía progresar y buscar el tercero no lo hacía porque no le daba la gana.
Se empezó a tocar el balón con displicencia, como diciendo que "guapos somos y que culito tenemos" y la única consecuencia de ello es la misma que ya apareció la Liga pasada: problemas.
Un equipo derrotado ya como la Gimnástica vio el panorama y ante la relajación general hiló una jugada ante la mirada en primera fila (mirada pasiva y complaciente) de los jugadores granates.
2-1 y el rival otra vez "resucitado" por nuestra propia indolencia.
Y lo peor que tiene desconectarse de esa manera es que resulta imposible volver a apretar el botón de encendido.
El partido transcurrió a lo largo de los dos o tres minutos antes del 90 y la prolongación, en una situación en la que parecía que el Pontevedra había sido despertado de la siesta de repente y no tenía muy claro por donde se movía.
Hubo una situación real de nervios aún sin sufrir ocasión alguna pero en la última acción del choque pudo haberse pitado una falta en el lateral del área de Igor (había salido minutos antes por un tocado Héctor) a un atacante visitante.
Por suerte, el árbitro ignoró esa jugada y nos evitó el agobio de ver como en el noventa y tantos un equipo completamente derrotado diez minutos antes, disfrutaba de una falta peligrosísima para tratar de llevarse un punto.
Esto es lo que no puede ser.
Lo que pasó varias veces la Liga pasada y esta misma en Santiago de Compostela.
Este hábito hay que alejarlo de una vez por todas y dejar de tramitar "indultos" a rivales que no van a dudar a la hora de coger el documento sin permiso y dejarte con cara de tonto.
En ese sentido, me gustó que en la rueda de prensa posterior al partido Iago Iglesias no se mordiera la lengua y dijera claramente que el equipo "se había gustado demasiado" y que encajar ese gol le había fastidiado.
La temporada pasada no se decían esas cosas y es bueno que ahora sí se haga porque para hacer regalos están los Reyes de Oriente y para ganar una Liga, que es lo que tenemos que hacer, no se puede convertir la relajación en un hábito, todo lo contrario, esa relajación no debería aparecer casi nunca.
Queda ya un solo partido para acabar el año y que además no será fácil en la ciudad de Avila.
La actitud deberá cambiar a mejor para salir airosos de un choque que es de esos en los que sería relevante dar otro golpe encima de la mesa y más teniendo en cuenta que el Numancia visita Avilés.
El mercado de invierno está ya ahí y el que esto escribe no va a "bajarse de la burra".
HAY QUE FICHAR DOS JUGADORES.
Buscar un relevo para Cambil es obligatorio, absolutamente obligatorio para no quedarnos desnudos en el medio si a Mayo le pasara algo.
Incorporar a otro delantero debería ser también obligado.
Con Pelayo se acertó y además en circunstancias complicadas pues no había "ventana general" de fichajes abierta.
Ahora es el momento de volver a acertar y traer estas dos piezas que podrían incluso (de hacerse bien) tener por adelantado algún trabajo del verano que viene.
Si le pedimos a los futbolistas y al entrenador que estén a la altura, cómo no se lo vamos a pedir a los dirigentes?
No se trata, insisto, de gastar por encima de las posibilidades de la entidad sino de utilizar bien los recursos que se tienen y que se han visto incrementados por el buen hacer del equipo en Copa del Rey.
Por eso también, aunque el momento ideal y más fácil era al final de la Liga pasada, no se debe cejar en el empeño de tratar de renovar a Mayo y Dalisson que terminan contrato en Junio.
Hay que intentarlo y además saber que si subimos a 1RFEF no habrá demasiados equipos más atractivos que el Pontevedra en esa categoría.
Eso hay que "vendérselo "bien a los futbolistas. Que tengan claro donde están y lo que significa.
Hay que evitar por todos los medios que más jugadores con esta proyección se vayan sin dejar un euro.
Que no se consigue? Pongan ustedes, por lo menos, toda la carne en el asador para lograrlo.