No resulta fácil explicar como el Pontevedra CF no acabó ganando el partido jugado hace un par de días frente al Rayo Cantabria y más aún escribir que estuvo a punto de perderlo.
Quizá sea mejor describir la situación sin
ambages y afirmar que el equipo ni puede ni debe fallar tan clamorosamente ante
la portería rival y que tanta torpeza ante el gol debe ser (como así sucedió)
justamente castigada en el marcador.
Solo en los primeros veinte
minutos de encuentro el Pontevedra acumuló las suficientes ocasiones para haber
dejado sentenciado el choque de haber materializado la mitad de las generadas
en ese tramo.
Dalisson en dos o tres
ocasiones, Alex o Bastos disfrutaron de oportunidades pintiparadas para marcar
y en todas y cada una de las veces la pelota se negó a entrar entre los tres
palos de la portería del filial racinguista.
Bueno, maticemos.
El balón sí entró una
vez, allá por el minuto 6, tras un gran centro hacia el segundo palo por donde
apareció tirándose en plancha Bastos para tocar la pelota en pugna con un
defensa y dejarla muerta para que Rufo solo tuviera que empujarla al fondo de
la red.
En el campo ya pareció
que la jugada no ofrecía motivo alguno para su anulación pero viéndola por la
televisión ni se aprecia mano o falta del menudo jugador de banda granate ni
fuera de juego del mismo y tampoco de Rufo al golpear la pelota.
El caso es que el
asistente dijo “nones” y, por tercera vez en cinco encuentros en casa, una decisión
arbitral cayó del lado del rival llevando el enfado y la incredulidad a la
grada.
Tan cierto es afirmar
que ese gol de haber sido concedido hubiera cambiado radicalmente el panorama y
facilitado mucho la victoria como injusto decir que el Pontevedra no ganó el
partido por el árbitro.
Fueron demasiadas las
ocasiones marradas y tan desesperante el desacierto ante la portería cántabra
de nuestros futbolistas que culpar en exclusiva a ese despistado asistente de
no haber vencido no sería del todo cabal.
Y es que el Pontevedra
volvió a jugar muy bien en el inicio del partido. Volvió a encontrar ambas
bandas con asiduidad ante el intento del contrario de taponar el medio campo e
incluso superó ese atasco que proponía el Rayo encontrando a Yelko pero sobre
todo a Dalisson en muchas ocasiones.
Pudo el hispano-
brasileño coronarse en Pasaron de manera definitiva pues lo hizo casi todo bien
sobre el césped menos lo más importante, acertar con alguna de las tres o
cuatro opciones de gol de las que disfrutó a lo largo de los 90 minutos.
Después de la
borrachera de ocasiones falladas en el primer tramo de encuentro, el rival se
asentó sobre el césped e incluso llegó con peligro dos veces convirtiendo a Edu
Sousa en protagonista positivo.
La primera en una
pérdida que nunca debe producirse y en un pasillo por el centro de la defensa
que propició un uno contra uno resuelto magistralmente por el meta con uno de
sus brazos. Y la segunda en uno de esos lances que no acabamos de dominar como
deberíamos, el balón parado. Falta lateral cruzada, remate al palo largo de cabeza
y paradón de Sousa para evitar el gol visitante con rechace al poste incluido.
Esas apariciones en
ataque del Rayo no amilanaron al Pontevedra que volvió a coger el timón del
choque y a dotar de calidad y velocidad a sus acciones. Todo ello conllevó que
antes del descanso se volviera a disfrutar de ocasiones clarísimas para marcar
como una de Bastos cuyo remate con la izquierda se marchó lamiendo el larguero
u otra en la última jugada de la primera mitad de Chiqui que envió
incomprensiblemente fuera.
Creo no exagerar al
decir que se había visto una primera parte de un 3-1 o un 4-1 que acababa con
ese empate sin goles por la incapacidad supina que manifestamos (asistente aparte) para cristalizar el buen
juego en goles.
El segundo tiempo no
empezó de una forma demasiado diferente. Quizá no asistimos a ese cuarto de
hora o veinte minutos fulgurante del primer tiempo, es cierto, pero a los cinco
minutos ya había Dalisson mandado un balón al larguero y en la grada ya
empezaba a calar el mensaje de que ese no era el día y que no meteríamos un gol
ni al mismísimo arco iris.
Siguió el Pontevedra
llevando el peso del partido y llegando con mucha claridad a las inmediaciones
del área cántabra. No vivíamos la sensación de partido de balonmano con
posesiones largas e infructuosas realizadas a 35 metros de la portería contraria
sino que la pelota llegaba con asiduidad a los extremos y la sensación de peligro
y de poder marcar en cualquier momento permanecía sobre el terreno de juego.
Luego, llegaron los
cambios de unos y otros.
Por nuestra parte, Yago
decidió retirar a Bastos y a Chiqui (amonestado) para meter a Jaichenco y
Carlos López.
Esto que voy a comentar
a continuación es fútbol-ficción. Es posible que de haberlo hecho de otra forma
el resultado tampoco hubiera variado y con él esa sensación insoportable de dos
puntos perdidos que jamás deberían haberse escapado.
Pero lo cierto es que
cuando vi movimientos en el banco y la inminencia de los cambios, el que yo me
imaginé junto al de banda derecha que solo supuso un cambio jugador por
jugador, fue el de Carlos Lopez “Charly” por Rufo para que tampoco cambiase
nada en la ubicación del resto de piezas.
Sin embargo, Yago optó
por Chiqui provocando ello que Dalisson se corriera a banda izquierda y Carlos
López ocupara, más o menos, el puesto de aquel.
El Pontevedra siguió
atacando y llegando a las inmediaciones del área visitante pero lo cierto es que
no encontró nunca a Carlos López como sí encontraba a veces a Dalisson en tres
cuartos y además dio la impresión que el hispano brasileño se diluyó algo en
esa posición más cercana a banda.
Esos son los dos únicos
cambios que Yago decidió efectuar y debo confesar también que en algún instante
de la segunda parte me hubiera parecido interesante haber probado con Alex más
arriba sacando a Zabaleta o a Hermelo en el lateral para que el capitán tratará
de llegar con más frescura arriba e incluso en los últimos minutos, con un Samu
Mayo amonestado y el rival sacando contras peligrosas, creí que se decidiría
contar con el empuje y piernas frescas de Toño, algo que tampoco sucedió.
Que la plantilla
granate es corta lo sabemos todos y así parece haber sido buscado por la
dirección deportiva pero es posible que parezca más menguada en efectivos si
los cambios, a veces, brillan por su ausencia.
Todas estas cuestiones
son conjeturas porque lo cierto es que el Pontevedra jugó lo suficiente al
fútbol con cambios o sin ellos para haber ganado el partido y haberlo hecho con
soltura en el marcador.
Lo que pasa es que el
fútbol es caprichoso y de lo que pudo ser una victoria cómoda que se estaba
convirtiendo en un empate a cero goles, se corrió el riesgo enorme de haberse
producido la derrota en dos contras clarísimas de las que disfrutó el R. Cantabria
en los últimos minutos del partido.
Ambas fueron conducidas
de manera exuberante por un delantero potente que salió en las postrimerías del
choque. Sin embargo, en la resolución de las mismas, actuó como un juvenil.
En la primera ocasión,
en la que se fue junto a un compañero para encarar a Edu, ni disparó cuando
pudo hacerlo ni pasó cuando debía, desbaratando una oportunidad que no podía
ser más clara y en la segunda vio como en el último momento aparecía Churre, en
acción defensiva soberbia, para arrebatarle limpiamente el balón.
Después de fallarlo todo,
de marrar ocasiones enormes, el Pontevedra acabó salvando un punto en esas dos
jugadas en el que el castigo pudo ser mayor.
Y eso que Rufo en el último
minuto de la prolongación tuvo la suya para evitarnos el disgusto pero remató
de manera inocente y deficiente un balón suelto que le cayó en su cabeza cuando
tenía toda la portería para él.
Me agrada bastante cada
vez que escucho a Yago Iglesias o a los jugadores en las ruedas de prensa
concedidas a lo largo de la semana, apelar constantemente a la necesidad de
mejorar cada día y ser mejor equipo cada jornada, no puedo estar más de
acuerdo.
En partidos como este
el punto en el que hay que incidir para que se produzca esa mejora está claro,
la eficacia y el acierto ante la portería rival. No desbaratar tantas ocasiones
que luego te llevan a perder puntos muy dolorosos.
Eso es lo evidente.
Pero yo propongo dos facetas
más en las que se puede mejorar bastante lo realizado el pasado Domingo.
La primera, la calidad
de los centros una vez has llegado con ventaja a las bandas.
Como ya viene siendo
habitual por la derecha, ni Bastos ni luego Jaichenco aportaron la lucidez
suficiente en las bastantes veces que pudieron conectar esos centros en zonas
de peligro hacia Rufo primero y hacia el madrileño y “Charly” después.
Tampoco llegaron esos
buenos centros por la izquierda aunque eso sí suene a algo más excepcional por
no ser frecuente que Chiqui y sobre todo Alex no encuentren ese toque adecuado
para convertir esos pases en medio goles.
El Domingo,
especialmente en el segundo tiempo, llegó a ser frustrante observar la cantidad
de veces que se llegaba por las bandas sin conseguir efectividad alguna de esas
llegadas.
La segunda cuestión a
la que me refería es el balón parado en ataque.
No sé cuantos corners
se sacaron hace dos días pero fueron muchos y tan solo en uno de ellos Mario Gómez
pudo rematar en buena posición marchándose el balón cerca de un poste.
Creo que ahí sería
bueno también hacer hincapié, mostrar más colmillo y más intención en los
saques pues cuando el balón no quiere entrar fruto de jugadas bien elaboradas,
el recurso del balón parado siempre puede sacarnos de más de un atolladero.
Esos puntos que se salieron
del capazo lastiman mucho. Lo hacen porque en casa hay que amarrar siempre los
tres en disputa. Lo hacen porque el Pontevedra fue mejor y debió vencer con
holgura. Lo hacen porque ya nunca más volverán.
Ahora, la herida del
empate cicatrizará con el paso de los días y lo realmente importante, lo
mollar, es que el equipo no acumule dudas.
Es clave que los
futbolistas no se “rompan la cabeza” con los 4 de ventaja del Zamora o el gran
inicio del Ourense que ya está por delante.
El camino a seguir está
marcado y lo raro, de seguir jugando así, es lo que pasó el Domingo. Que no
acabes ganando a pesar de tenerlas de todos los colores.
Mejorar en la
definición, en el último pase, en el balón parado. Sí.
Continuar en esa línea
de juego sin merma alguna de confianza y seguir creyendo a pie juntillas en que
lo normal es que entre alguna de las muchas que se sigan generando, también.
Frente al Marino de
Luanco, cuyos números dejan bien a las claras que es un equipo bien armado
defensivamente, la paciencia y la mejora en el acierto ante el gol serán
fundamentales para poder volver a la senda de las victorias.
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