En esta columna no se va a escribir sobre errores recurrentes a balón parado, penaltis como catedrales enviados al cajón de los nunca pitados o televisiones autonómicas cubiertas de oprobio y sesgos evidentes en su cobertura.
En esta columna se va a
hablar del Pontevedra CF.
Hay partidos que se
deben afrontar con la mirada al frente, el corazón henchido y la cabeza fría.
Partidos en los que la
victoria es tan importante que lo hecho hasta el momento, con sus grandes
aciertos y algunos errores, debe quedar aparcado para enfocar el pensamiento
solo en ese día, en ese choque, en esos 90 minutos en los que un equipo debe
demostrar para qué está hecho y para que lleva jugando toda la temporada.
Empuja Pontevedra,
empuja.
No hay mejor ocasión
que la que se dibuja este domingo para que la plantilla que tan buenos momentos
de fútbol nos ha regalado en esta campaña, se desprenda de cualquier duda,
incertidumbre o temor que pueda tener y exprese sobre el césped de Pasaron todo
ese juego que lleva dentro y que no puede tener otra consecuencia que el
ascenso a 1RFEF.
Es el día para que esa
posesión en la que fundamenta su estructura se haga magia sobre el césped y
alcance velocidad, profundidad y veneno para embotellar al rival en su parcela.
Es el día para que
todas esas vigilancias defensivas se desarrollen con la máxima diligencia
tratando de no dejar resquicio alguno a las transiciones que el contrario va a
querer desarrollar.
Es el día para que se
cuide la pelota como este equipo ya ha demostrado muchas veces que sabe hacerlo
y no se tengan pérdidas en zonas comprometidas que den alas a un contrincante
que no dudará en sacar rédito de esa circunstancia.
Es el día para
colocarnos muy bien en defensa cuando haya que defender faltas o corners y
hacerse gigantes, esta vez sí, ante los atacantes visitantes.
Es el día para machacar
la portería contraria cada vez que se tenga ocasión para ello y justificar la
razón por la que tenemos la mayor cifra goleadora de los 90 conjuntos que
forman la categoría.
Empuja Pontevedra,
empuja.
El Domingo debe
funcionar el colectivo, la ayuda entre todos los futbolistas y reinar la
convicción de que somos mejores y que se debe demostrar sobre el terreno de
juego.
Debemos estar por
encima de los mensajes mediocres e intencionados que ya desde el mismo sábado
por la tarde llegan desde el rival hablando de presupuestos y demás historias.
El mismo rival, por
cierto, que en el mercado de invierno no ha tenido problema alguno en
incorporar a 5 jugadores nuevos pagados, es de suponer, con sugus de limón y
piruletas de fresa.
El Domingo debe ser ese
día en el que nuestro equipo nos quite a base de fútbol, compromiso y esfuerzo
los disgustos y preocupaciones de esa última jugada de Santander, ese córner de
Aranda o ese otro de Santiago.
Edu, Mario y Churre deben
mandar; Borja, Dalisson, Yelko o Samu, crear; Garay, Alex, Bastos, Chiqui o
Gueye, llegar, quebrar y centrar; Carlos
y Rufo marcar.
Empuja Pontevedra,
empuja.
Y todo ello deben
hacerlo los nuestros (los citados y los que juegan menos pero se entregan igual
como Toño, Eneko, Hermelo, Barbeiro, Azael, Manu y el resto de canteranos)
acompañados de esa afición que en Santiago emocionó hasta las lágrimas y que
una vez más no fallará y poblará en mayor número las gradas del estadio.
Los jugadores deben
cumplir con lo suyo. Correr, luchar, desbordar, ser mejores y hacer todo por ganar.
Luego, insisto, estamos
nosotros.
Los veteranos entre los
veteranos que incluso llegaron a ver al Pontevedra en primera división y cuya
fidelidad enternece a la par que demuestra la grandeza de esta entidad.
Los que ya dejaron la
juventud hace tiempo y que ya no vieron la mejor versión del club pero sueñan y
sueñan con estar otra vez cerca de los grandes y a los que no les mella en su
orgullo granate el hecho de llevar décadas en las catacumbas de nuestro fútbol
a excepción de aquel año de oasis en el desierto.
Los jóvenes, que ya
vieron al Pontevedra luchar varias veces por subir a segunda en play off tan
dramáticos y decepcionantes como aquellos del Sevilla B, Córdoba o Alcorcón.
Y los niños, esos niños
con los ojos preñados de ilusión y desprovistos de mochila alguna que no sea la
sana alegría de ver al Pontevedra conseguir un ascenso que pueda resultar otra
oportunidad para que la institución pueda crecer con sentido común.
Todos, en definitiva, miembros
de diferentes generaciones pero unidos por el amor a la camiseta y el escudo
granate, debemos estar en Pasarón el Domingo para dejarnos el aliento, la voz y
parte de nuestra vida ayudando a nuestros jugadores y técnicos a ganar el
partido.
Existe una iniciativa
desde hace semanas promovida desde el fondo norte consistente en cantar el
himno del club en el minuto 41 de cada encuentro.
Las imágenes llegadas
desde San Lázaro de ese momento llegan al alma y anegan los ojos.
Los que quieran cantar
que canten, los que no se atrevan que alcen sus bufandas al viento en forma de
coro a los que sí lo hagan.
Y durante todo el
partido que esta afición que sin duda es merecedora de mucho, muchísimo más de
lo que le ha dado la entidad en las últimas décadas, anime, presione y se alíe
con sus futbolistas en pos de una victoria que dejaría muy cerca el objetivo.
El Pontevedra CF es
mucho más que cualquier jugador, entrenador, aficionado o directivo.
No es momento de filias
y fobias sino de saber que lo importante es la institución y que si estamos
juntos resultamos casi imparables.
EMPUJA PONTEVEDRA,
EMPUJA.
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