lunes, 7 de octubre de 2024

Cristal, Tito Clemente y una mejoría que nunca llega

A veces, escribiendo en mi blog, confieso detalles de mi vida que no dudo sería mejor que se quedasen guardados en ese cajón situado al fondo del cerebro, cerrado bajo veinte llaves.

El caso es que hace muchos años, muchos la verdad, me puse a ver con mi siempre añorada abuela materna una telenovela venezolana titulada Cristal.

Con esa capacidad cuasi infinita que otorga la juventud, trufada ella con mi inveterada manía de antaño de embarcarme en aventuras de amor platónico con la primera actriz o cantante que me llamase algo la atención, me encandilé de Jeanette Rodríguez y todas las desventuras vividas por su personaje llamado Cristina Expósito, luego bautizada como Cristal una vez llegaron los éxitos en la pasarela.

Su enamoramiento de Luis Alfredo siempre amenazado por la intrigante mujer de este llamada Victoria que en realidad, aunque no lo sabía, era la madre de la propia Cristal y todas esas circunstancias adyacentes que se dan en los culebrones como el embarazo de la pobre Inocencia o la paternidad de un sacerdote carcomido por los avatares de su vida...

Veías un capítulo y ya podías estar doce o catorce más sin ver la novela que cuando la retomabas te enganchabas casi en el mismo momento de la “trama” pues casi nunca pasaba nada y si pasaba lo hacía a velocidad de tortuga.    

Mi bobalicón enamoramiento de Jeanete Rodríguez que duraría hasta el mismo instante en que la vi presentando el mismo programa en el que Jesús Gil aparecía en bañador metido en un jacuzzi con varias “marichicho”, (traumático fin, sin duda, para una historia de amor vivida intensamente en silencio dentro de mi atribulada cabeza), todavía crecería más cuando la vi en otra telenovela entre cuyos creadores se hallaba el mismísimo Boris Izaguirre.

Se trataba de “La dama de Rosa” en la que una muy joven Gabriela Suárez quedaba prendada del acaudalado y atractivo Tito Clemente (encarnado al igual que Luis Alfredo por aquel actor, que un día también quiso ser cantante, llamado Carlos Mata, lo que dotaba de más sensación de inmovilidad, de repetición en bucle a todo lo que pasaba en cada episodio).

El caso es que la joven Suárez, enamorada inocente y profundamente de su galán, terminaba por una serie de circunstancias ajenas a ella metida en la cárcel en la que se pasaría un buen puñado de años.

Ya fuera de prisión, con un cambio de color de pelo y lentillas en los ojos, resurgía como la gran Emperatriz Ferrer y se adentraba en la vida de Tito Clemente para conseguir su venganza pues estaba convencida, erróneamente, que él era el culpable de sus desgracias.

Otra vez episodios a cámara lenta, otra vez frases repetidas y la sensación de que no pasaba gran cosa aunque a veces pasasen.

Episodios parecidos, bucles incesantes pero Jeanete compensando todo delante de las cámaras.

 

El Pontevedra CF lleva desde el mes de Diciembre de 2023 pareciéndose mucho más a un culebrón venezolano de finales de los 80 que a un equipo de fútbol fuerte, serio, autoritario y dominante en una categoría en la que debería por obligación sacar a la luz todas esas cualidades.

La primera parte del partido de ayer fue la misma primera parte que tantas y tantas otras en las que lo único que se impone es el bostezo, en el que se juega a ritmo de tortuga con reuma, en la que se desespera a la gente con gambeteos incesantes, con giros más propios del salto de trampolín pero sin agua, en la que apenas se tira a portería (dos remates en el mismo minuto, el segundo a la salida del córner propiciado por el primero). En el que no se ve ni un solo ápice de mejora en un conjunto que volvió a jugar con 10 futbolistas del año pasado más Iago Novo, que nada está demostrando pero al que tampoco creo beneficia en nada tirarse muchos minutos acostado en una banda derecha que el Pontevedra (salvo cuando recurre a Dalisson) tiene completamente inutilizada.

Fue otra vez una primera parte insoportable, lenta, tediosa y desesperante en la que Cristal o Gabriela Suárez se pasaban minutos y minutos viendo a Luis Alfredo o Tito Clemente en planos cortos mientras ambos se confesaban de manera interminable su amor imposible por las circunstancias.

Insisto, la primera parte no tiene perdón de Dios, se repite con demasiada asiduidad y echa literalmente a la gente de las gradas.

Ni siquiera el hecho de haber ganado hace 7 días fuera de casa manteniendo la portería a 0 ( no se lograba desde Enero) propició que se diera continuidad al “once”.

En este caso Yelko volvió para dar banquillo a Cambil y el que apareció en ataque fue Carlos en lugar de Rufo.

Si con eso se intentó dotar de algo más al equipo, ni se consiguió ni se atisbó por donde iban los tiros.

La segunda parte fue algo mejor, claro. Faltaría más.

Incluso en los culebrones citados existen episodios donde pasan cosas. La entrada en la cárcel de Gabriela; el descubrimiento impactante de Victoria de su maternidad respecto a Cristal.

Era imposible jugar más lento que en los primeros 45 minutos. Por un mínimo de vergüenza profesional había que hacer algo más tras el descanso. Y algo más se hizo.

Se crearon ocasiones suficientes para ganar que fueron falladas desesperantemente por los delanteros y por los que no son delanteros.

Se produjeron dos jugadas muy polémicas en las que desde la grada pareció que se habían cometido dos penaltis que un árbitro muy pagado de sí mismo, muy estiloso en sus “correres” y gestualidad pero tan malo como la 2RFEF, decidió no pitar.

A cambio, en la única jugada que el Marino (que jamás había ganado aquí, otro éxito de la gestión Murillo) pasó de medio camponi estuvimos atentos, ni coordinados, ni serios y encajamos un gol evitable que nos llevaría en última instancia a una derrota humillante.

Se sacaron multitud de saques de esquina y no se remató prácticamente ninguno (ya sabemos que habría pasado si fuera al revés).

Con un resultado que no era el que se quería se decide quitar a un delantero (por desacertado que estuviera ante el gol) por un hombre de banda con lo que los minutos en los que los dos únicos puntas que tiene el equipo jugaron juntos fueron escasos en un partido en casa ante un rival asequible al que no se estaba ganando.

Alex volvió a ser la mejor solución ofensiva aún a pesar de tener que arrancar 25 o 30 metros más atrás de lo recomendable por tener que estar en el lateral.

Lo mismo de siempre, lo mismo pero además con ese 0-1 lamentable en el marcador ante un rival que no acababa de creerse que estaba ganando en el campo de Pasarón.

Indefendible, intolerable y además con esa sensación recorriendo el ambiente de que no se mejora nada. Que el equipo juega cada vez el mismo partido. Que se hace aguas atrás, que se falla demasiado delante, que no hay agresividad, que no hay ritmo alto de juego, que no hay nada de nada.

Esa sensación de culebrón venezolano que el equipo ofrece en el campo raya ya lo kafkiano en rueda de prensa.

Es que escuchando a Iago ayer al que esto escribe se le caía el alma a los pies.

Que si el Marino jugó muy atrás cuando no suele hacerlo y eso es “mérito” nuestro que hacemos cambiar a los equipos rivales; que si tenemos margen de mejora; que sí no hacemos “el otro fútbol”; que si el rival había perdido mucho tiempo (mi sensación no fue esa); que sí queremos crecer cada semana.

Lo de siempre. Palabras, palabras y palabras que luego casi nunca se reflejan sobre el terreno de juego.

El Pontevedra CF no debe perder nunca un partido como el de ayer.

El Pontevedra CF no puede “entregar” de manera lastimosa una primera parte en la que se limitó a andar por el césped y luego estar luchando contra el reloj en la segunda parte.

Que ya se ganó al Fabril aquí de milagro y en la última jugada.

Que no.

Que no se puede seguir así.

Que es una vergüenza que el equipo tenga una ficha senior libre.

Que es una vergüenza que una vez más los sub 23, todos, parecen estar de relleno y no aporten minutos de calidad.

Que es una vergüenza que dos de los fichajes estén en el dique seco desde el comienzo de Liga (por cierto, me gustaría saber si en lo de Fontán tiene algo que ver haber jugado los 90 minutos contra el Depor con solo 5 días de pretemporada).

Que es una vergüenza que tengamos peor plantilla que la del año pasado.

Que es una vergüenza que en las ruedas de prensa del entrenador ni haya autocrítica casi nunca ni se diga que perder ayer no es de recibo.

Que es una vergüenza que ni la Presidenta, ni el coordinador técnico (o como se llame el cargo de Maestre), ni el secretario técnico (o como se llame el de Charles) ni el “hombre en la sombra” que siempre se marcha para nunca irse, salgan en días como el de ayer a pedir disculpas, a decir que esto no puede seguir así y que el Pontevedra, por mucha tranquilidad que digan que se respira, no puede seguir arrastrándose de esta forma.

 

En las telenovelas que he citado en esta columna siempre hay un final feliz.

Cristal acaba feliz con Luis Alfredo; Emperatriz Ferrer vuelve a convertirse en Gabriela Súarez y se casa con su queridísimo Tito Clemente una vez desenredada la madeja de sus desencuentros.

Acaba bien Topacio, Rubí, Betty la fea etc etc.

El Pontevedra no va a acabar bien de esta forma.

La gestión desde arriba cada vez es más calamitosa, más desapegada de la realidad, más contraria a los intereses deportivos de una entidad que va camino de ser uno más nada menos que en 2RFEF.

Aquí no hay un guionista como Delia Fiallo o Boris Izaguirre que diseñan su historia para que los protagonistas acaben felices y comiendo perdices.  

Aquí el dueño de la serie, el productor, el guionista, el director y los protagonistas van camino de estrellarse una temporada más.

Estamos en Octubre, a tiempo de rectificar aunque con las lagunas y cortedad de la plantilla no será fácil.

A pesar de ello, mantenemos el rumbo.

Aquí no pasa nada y si pasa se le saluda.

El Numancia con 6 de ventaja y subiendo pero da igual.

"Estamos en construcción", nos sobran jugadores por eso dejamos plazas vacías y toda va genial entre suspiros de calma, de tranquilidad y de suficiencia.

Patético.



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