martes, 27 de octubre de 2020

"Yo no quiero Domingos por la tarde..."

Creo que la primera vez que vi a Joaquín Sabina en televisión fue en aquel recordado programa de nombre "Si yo fuera Presidente" dirigido y presentado por Fernando García Tola.

Era un espacio divertido y sobre todo provocador de mediados de los 80 que llegó a despertar las protestas de diferentes colectivos incluida la Conferencia Episcopal por alguno de sus contenidos.

Y por aquellos lares aparecía un jovencísimo Sabina (con su grupo Viceversa y un Pancho Varona también muy joven) enseñando su música junto a otros autores inolvidables como Javier Krahe o Alberto Pérez.

En ese coqueto escenario del programa le vi interpretar “Pongamos que hablo de Madrid”, “Juana la Loca” o algunos otras canciones de aquella época y desde entonces me enamoré de unas letras en las que muchas de ellas reinaba el desamor, el paso del tiempo y en otras se describía esa sociedad española de los 80, sedienta de libertad, en la que apenas había límites y que en los tiempos actuales de oscuridad parece pertenecer a una realidad distópica.

No sé si por mi excesiva querencia a la melancolía, o por la sensación que me embarga a veces de vivir una vida que no me pertenece que poco o nada tiene que ver conmigo y que parece estar interpretada por alguien que no soy yo; no sé, repito, si por esos motivos o por otros que ni siquiera he llegado a descubrir todavía, lo cierto es que odio los domingos por la tarde.

“Tirarse” en un sofá a reflexionar sobre lo rápido que agoniza otro fin de semana o sobre las complicaciones que a buen seguro traerá consigo la nueva no es un ejercicio ni saludable ni recomendable para nadie que tenga un mínimo sentido común pero lo cierto es que domingo tras domingo suelo repetir tal ejercicio de tortura innecesaria individual sin que tenga la impresión de que en algún momento de mi vida futura pueda llegar a remediar tal disparate.

Claro que durante ocho o con suerte nueve meses de cada año, este espectáculo autodestructivo encontraba un aplazamiento cada 15 días gracias a que un buen día también de los albores de los años 80 me encontré con la aventura del Pontevedra CF.

Esos Domingos, sobre las cuatro de la tarde, ya no había sofá (por lo menos hasta las ocho) sino caminata hasta el Estadio en compañía de un amigo tan “alegría de la huerta” como el que esto escribe. No había, todavía, Lunes a las 9 de la mañana sino alineaciones, puntos importantes en juego y camisetas granates corriendo en pos de un balón acelerando un corazón que todavía no pensaba en mañana sino que vivía intensamente el ahora.

En esos momentos, en el vetusto que ahora ya no lo es; celebrando un gol a favor o lamentando uno en contra; aplaudiendo, gritando, riendo o incluso a veces llorando no venía a mi cabeza otra de esas letras maravillosas de Joaquín Sabina en este caso de su tema “Contigo” en el que el protagonista afirmaba “Yo no quiero Domingos por la tarde, yo no quiero columpio en el jardín; lo que yo quiero corazón cobarde es que mueras por mí…”     

En esos momentos de fútbol, en esas tardes de Domingo, ese corazón lo que quería es que muriesen por él y por el resto de los seguidores granates los privilegiados que vestían la camiseta y los fantasmas en forma de Lunes no tenían otra alternativa que resguardarse en el fondo del cerebro, aguardando su oportunidad de volver a pasear sus sábanas blancas en el preciso instante en el que los ecos del balón volvieran a apagarse por completo.

 

Después de 7 meses, de un confinamiento severo, una suspensión de Liga, una pretemporada atípica y un comienzo oficial de campaña tardío, volvía el Pontevedra CF a jugar un partido en Pasarón, otorgando la posibilidad a este más atribulado que nunca bloguero, de no pasarse una tarde de Domingo más en su casa pensando en lo infeliz que iba a ser a partir del día siguiente.

No obstante, las noticias de las últimas semanas en cuanto a la expansión de la pandemia no podían ser más negativas y la ilusión de que una gran mayoría de abonados pudieran acudir a apoyar al equipo eran una quimera.

Al final, se permitió la entrada a 300 (igual número que el de aquellos espartanos que en un acto de heroísmo desmedido bajo el mando de Leónidas desafiaron al numeroso ejército de Jerjes I) y la elección de los “espartanos” se produciría por sorteo.

Que al incauto escritor de esta columna no le iba a tocar un “boleto” ni cotizaba. Más que nada porque lo único que me ha tocado en la vida fue un recopilatorio del grupo “Parchis” hace 40 años y no precisamente mediante el azar sino disputando el premio “al juego de la silla” y arriesgando mi por aquel entonces tiernas caderas frente a mi último rival en el juego que me sacaba muchos centímetros y algunos kilos de peso.

Lo cierto  es que como no podía ser de otra forma, ni en la lista de 300 titulares ni en la de 200 suplentes apareció mi nº de socio, con lo que me tocaba hacer memoria para recordar el último partido jugado en casa al que no pude asistir, ejercicio en el que fracasé pues no pude recordar la fecha de tal extraña efeméride.

 

Tocaba web para ver el partido y a pesar de los temores acerca de la calidad de la imagen, lo cierto es que por lo menos en mi caso la conexión fue perfecta y puede ver el encuentro con bastante nitidez.

Y lo que vi, lo cierto es que me decepcionó.

No ya tanto por el empate final sino por la forma en que se llegó a ese resultado.

Vi una primera parte en la que el Pontevedra abusó de forma exagerada del “pelotazo” y digo “pelotazo” y no “balón en largo” porque esta forma de juego podría dar alguna clase de fruto si se dirigiera la pelota con algo de sentido hacia jugadores que puedan imponerse en ese lance y sobre todo si se aprovechan las constantes segundas jugadas que esa forma de juego provoca.

Lejos de ello, el Pontevedra apenas ganó alguna de esas segundas jugadas y por el contrario el rival si salía vencedor en casi todas ellas en ambos terrenos de juego lo que daba lugar a demás a una mayor continuidad en las acciones de Unionistas que las nuestras que siempre pecaban de un apresuramiento incomprensible a esas alturas de partido.

Nuestro peligro en esa primera parte llegó en algunas contras provocadas por los espacios ofrecidos por el rival, sobre todo, en saques de esquina o faltas laterales a favor en las que arriesgaban mucho. Por ahí llegó una buena ocasión de Charles que frustró el portero charro en la única parada de la primera parte y otra acción en la que una dejada de tacón de Romay se quedó corta ante la llegada solo de Alex Glez.

Por el contrario, cada vez que el Unionistas merodeaba nuestra área existía una sensación de peligro evidente y tras varias llegadas de peligro consiguió su gol tras un lanzamiento precioso que sorprendió a Mario Fernández.   

Fue una primera parte, insisto, en la que no se controló la situación en ningún momento ni en ataque ni en defensa y en la que a mi juicio el Unionistas fue mejor que nosotros.

Por desgracia, la decoración no cambió demasiado al comienzo de la segunda parte. Los primeros minutos de la misma discurrieron por el mismo camino aunque ya se veía que el rival, contento con la renta, iba a arriesgar menos en ataque y resguardarse más en su parcela para conservar el resultado.

El primer cambio granate apenas cambió nada. La salida de Oscar por Calvillo apenas se notó y no fue hasta pasado el minuto 60 cuando Adrián y Jorge hicieron su entrada en lugar de Imanol y Alex.

No es que con esos cambios el partido cambiase radicalmente; no es que con las sustituciones el Pontevedra CF mejorase sobremanera en su rendimiento pero sí es cierto que en ocasiones se movió la pelota con algo más de pausa e incluso se consiguió penetrar algo por banda izquierda con un Jorge que no jugó malos minutos.

Es cierto que a todo ello colaboró la actitud ya mencionada de un Unionistas más defensivo pero por lo menos se logró jugar mucho más en campo visitante y forzar faltas o saques de esquina con los que tratar de hacer daño al contrario.

En uno de esos balones parados llegó un penalti de esos que si te los pitan a favor dices que es claro pero si te lo pitan en contra te acuerdas de los ancestros del árbitro.

Charles asumió el lanzamiento con personalidad y anotó un empate que quizá ya se estaba mereciendo aún sin crear excesivo peligro real sobre la portería de Serna.

Antes del penalti el propio Charles había gozado de la mejor ocasión al cabecear rozando el palo un buen centro desde la derecha y alguna otra llegada peligrosa que no encontró remate también había inquietado algo a Unionistas.

Tras el empate, el rival pareció despertar y volvió a desplegarse en ataque en alguna ocasión sembrando la inquietud en una defensa granate con un Churre extrañamente nervioso y un Nuñez no demasiado expeditivo en ocasiones.

Aún tuvimos la última para ganar en un remate escorado dentro del área de Oscar que despejó a la esquina el portero contrario en la única parada que se vio a obligado a realizar en la segunda parte. Pero no era el día y el partido terminaba con un reparto de puntos que reflejaba bastante bien lo ocurrido sobre el césped de Pasaron.

No fue un buen partido del Pontevedra.

A diferencia de lo acontecido siete días antes en Ferrol en el que el equipo disputó 20 o 25 minutos muy buenos tras el descanso, contra Unionistas prácticamente nunca pudimos imponernos en fase alguna del partido.

Demasiado balón de la defensa a los puntas sin sentido, casi nula elaboración de juego cuando el rival estaba más encerrado, pocas o poquísimas llegadas desde las bandas para colocar centros hacia Rufo o Charles y cierta inseguridad defensiva provocada casi siempre por no imponerse en segundas jugadas y balones divididos que sobre todo durante el primer tiempo eran siempre para el rival.

Es evidente que la categoría es tan complicada como siempre. Esta temporada, además, mucho más estresante por el sistema de competición y la reestructuración en ciernes.

Pensar en que el equipo se iba a pasear por su subgrupo como un “obús” sin encontrar problemas ni dificultades es absurdo.

Todos los equipos tienen su peligro, todos los equipos se juegan muchísimo, todos los equipos nos estudian y estudiarán minuciosamente para tratar de neutralizar nuestras virtudes que sin duda las tenemos y muchas.

El reto está en encontrar las soluciones a las trampas y emboscadas que nos van a poner los contrincantes; en poder variar el guión de un partido que se complica para hacerlo caer de nuestro lado explotando la mayor calidad de plantilla con la que contamos este año; en no ponerse nerviosos demasiado pronto y mantener la serenidad sobre el césped, en definitiva, en conseguir que todo el fútbol que este conjunto tiene de mediocampo para arriba fluya con más naturalidad aunque a veces haya que cambiar dibujos tácticos para conseguirlo.

El problema no es el empate, sino como se llega a ese empate.

En pocos días, tendremos otra oportunidad de plasmar mejoría sobre el terreno de juego.

Será en Pasarón y con otros 300 aficionados tan solo en el campo. El factor cancha por lo menos en Galicia ha perdido mucho peso y con ello debe lidiar también nuestro equipo.

Cuanto antes se acostumbre a esta penosa y desalentadora situación, mucho mejor.  

lunes, 19 de octubre de 2020

El regreso más esperado

El fútbol se paró para el Pontevedra CF una mañana del mes de Marzo de 2020 en la que el equipo acabó imponiéndose por dos goles a tres al filial del Getafe Club de Fútbol. 

El último chispazo en forma de gol que alteró nuestros corazones lo protagonizó en primera persona Alex González al recibir desde la derecha un centro al segundo palo de Zabaleta, hacer un rápido control de balón y rematar con su pierna izquierda al fondo de las mallas madrileñas.

Después de aquella jornada de Domingo, la Covid 19 que ya se extendía como una mancha de aceite por todo el mundo desde semanas atrás, alteró definitivamente nuestras vidas y también las del Pontevedra y el resto del fútbol "no profesional", que a excepción del play off "expréss" de ascenso jugado en Verano en el Sur de España, se vio obligado a una "hibernación" prolongada de la que acaba de salir no se sabe realmente hasta cuando.

Y en otro guiño de este destino empeñado en zarandear nuestra existencia, la "rentrée" goleadora del Pontevedra en la competición oficial empezó con una jugada muy similar a  aquella que nos otorgaba el triunfo en el sintético de Getafe.

Esta vez fue Oier Calvillo quien se desplegó por banda derecha y envío un centro al segundo palo algo mordido al tocar en un defensa. Por aquellos lares apareció de nuevo Alex González quien, a escasos metros de la línea de gol, golpeó la pelota con el pecho para subir al marcador el primer gol granate en una temporada tan trascendente como complicada que ayer pudo empezar y que no sabemos si podrá terminar.

Horas antes de ese tanto logrado por nuestro nuevo capitán que volvió a agitar nuestro organismo como solo un gol de nuestro equipo puede provocar, los corazones de la familia granate ya bombeaban sangre de forma más acelerada de lo habitual.

Volvía la Liga de 2ºB, volvía el Pontevedra CF y lo hacía con Charles, con Rufo, con el resto de fichajes y casi todas las piezas angulares de la última campaña; y lo hacía en esta Liga estresante en la que todos los puntos (absolutamente todos) cuentan de manera decisiva desde el primer día; y además lo hacía en un campo tan complicado como Ferrol tras siete meses de espera y con algo de público en las gradas con lo que la condición de local volvía a cobrar ese sentido que lleva meses perdido en el fútbol profesional.

¿Cómo no llevar varias horas ya antes de la hora de comienzo del choque con los biorritmos corporales algo alterados?

Las sensaciones se sucedían alborotadas en el cerebro mientras el reloj se decidía a acercarse a las cinco del a tarde con más lentitud de lo habitual.

Ilusión, incertidumbre, nervios, inquietud, confianza... desfilaban atropelladamente por el interior del que esto escribe, arrinconando siquiera durante unas pocas horas los problemas y quebraderos de cabeza que la emergencia sanitaria está causando a todos los niveles.

La primera curiosidad se produjo con la primera alineación del Pontevedra anunciada en algunos medios que situaban a Jorge Fernández como el ocupante de la banda izquierda de nuestro centro del campo. Poco después, se rectificaba la noticia y era Alex el que aparecía como inquilino de esa ubicación del campo.

El resto eran los esperados. 

Y empezó el partido y casi sin anestesia nos encontramos con ese gol que nos daba ventaja y que empezaba a encauzar un partido muy complicado.

Sin embargo, el 0-1 no sentó tan bien al equipo como se podía pensar. 

El rival, con muy buenos jugadores en sus filas y una envergadura en algunos de ellos realmente notable, empezó a apretar.

Los balones divididos empezaron a caer del lado "verde" y nuestra banda izquierda defensiva a tener problemas con la profundidad del rival por esa zona.

Charles empezó a recibir alguna entrada algo excesiva no castigada adecuadamente por el colegiado que sí se dedicó a sancionar con amarillas saltos normales que se aderezan por los jugadores con alaridos criminales y manos a los rostros que luego las repeticiones dejan en evidencia.

El caso es que Mario Fernández ya se había visto obligado a realizar una gran intervención en un remate de cabeza ferrolano, cuando poco después fue "atropellado" en área pequeña por Jefferson Quintana (central del Racing con más de 1,90 de estatura) y cuando todo el mundo pensaba que el árbitro anularía el tanto, la sorpresa general llegó cuando el "trencilla" decidió que esa norma reglamentaria que afirma que en área pequeña a un portero no se le pude casi ni tocar en la pugna por la pelota había pasado a mejor vida y que el empate a uno debía subir al marcador.   

Fueron minutos, esos que transcurrieron entre el gol de Alex y el empate, en los que el Pontevedra no fue capaz de templar el encuentro y aprovechar la ventaja obtenida en el marcador. 

Minutos en los que no se trenzaron tres pasos seguidos, se abusó del balón largo desde la defensa sin sentido y no se igualó, incluso, la fuerza que en ese tramo del partido utilizó un Racing que no se achicó con ese gol inicial de Alex y que presionó todo lo que pudo (con su capitán Alex López a la cabeza) a un árbitro que en algún momento pareció perder el rumbo. 

El resto de la primera parte transcurrió más o menos con la misma tónica y aunque el equipo local no gozó de más ocasiones claras daba la impresión de que el descanso le iba a sentar mejor a los nuestros para buscar soluciones y aclarar algo las ideas.  

Y algo de eso debió haber en la caseta porque el Pontevedra que se vio en los veinte primeros minutos del segundo tiempo empezó a mostrar lo que este equipo puede conseguir con los cinco sentidos colocados sobre el césped.

El equipo salió mandón y con más control de la pelota en medio campo. Imanol creció mucho y el trabajo que ya había hecho en la primera mitad en el aspecto defensivo tratando de parar la agresividad local, se vio acompañado con un correcto trato de pelota que ayudó mucho al equipo a mostrarse superior a su rival.

No obstante, si hay un nombre que destacar por los nuestros en este primer día ese debe ser el de Oier Calvillo. 

El navarro ya había enviado el centro del primer tanto pero el balón que le coloca en la cabeza a Romay para el 1-2 fue realmente tan maravilloso como plástico el remate del jugador de Malpica.

Otra vez en ventaja, el Pontevedra pareció haber aprendido la lección de primer tiempo y tras otro ataque generado por la izquierda, Rufo se hizo con una pelota que cede a Calvillo para que este haga un recorte precioso con la derecha y un remate certero y preciso con la izquierda para hacer el 1-3, ilusionar a toda la parroquia granate y empezar a demostrar que las buenas credenciales con las que llegó no eran puro humo sino realidad de la buena.

En ese instante del choque, el Racing parecía noqueado y la sensación que se desprendía desde fuera era que el Pontevedra podría incluso hacer más sangre.

Más, he aquí que no demasiados minutos después del 1-3 llegó una falta rigurosa pero algo ingenua de Manuel Romay cerca del área que volvió a insuflar vida al equipo departamental

La pelota estuvo bien botada, es cierto, pero la marca sobre Yefferson que ya había avisado en la primera parte resultó muy floja e incluso Mario colaboró al dudar por un momento si salir o no por hacia el despeje del balón.

El caso es que el Racing viéndose a solo un gol de distancia volvió a creer en su suerte y durante unos minutos se volvió a experimentar esa sensación de la primera parte en la que se veía a un Pontevedra con alguna duda sobre el terreno de juego.

Justo en el momento de encajar ese segundo tanto, Jesús Ramos decidió realizar una doble sustitución (minutos antes Jorge había ya entrado al césped en lugar de Alex)  una de las cuales aunque con algún retraso acabó siendo importante para el devenir del último tramo del partido. Oscar entraba por Oier y Adrián Cruz por Romay. Este es el cambio al que me refiero pues tras esos minutos de arreón del Racing tras recortar diferencias, el Pontevedra logró hacerse un poco más con la posesión del balón y jugar algo más en campo contrario bajando los ánimos locales y pausando el ritmo de juego que era lo que en ese momento nos interesaba.

Adrían empezó a coger ese protagonismo con la pelota y a conectar más con Imanol y Jorge para desahogar al equipo y provocar que el paso de los minutos no fuera tan estresante.

A ello contribuyó también el último cambio mediante el cual Borja Martínez relevaba a Charles para tratar de controlar todavía más la situación y acabar con la resistencia ferrolana.

Claro que el Racing también quemó sus naves e hizo debutar a otra de sus torres enormes, Nathan Palafox, para intentar por todos los medios conectar algún balón aéreo al ser este el último recurso utilizado por los de Larraz para tratar de empatar.

Sin embargo, el Pontevedra ya en los 5 últimos minutos y en el descuento enseñó un oficio interesante para el futuro y supo pausar el saque de cada falta pitada a nuestro favor por ese auténtico tren de mercancías llamado Nathan y manejar esos ultimísimos instantes del partido con personalidad y veteranía.

Con el silbido final del colegiado los gestos de alegría invadieron a los jugadores granates y a buen seguro a los aficionados en sus casas porque empezar esta Liga tan especial con una victoria en el campo de uno de los rivales más duros del subgrupo tiene y debe otorgar al grupo una fuerte dosis de confianza para lo que viene, sin olvidar que cualquier equipo nos puede hacer daño y que nada se conseguirá sin tener permanentemente los pies en el suelo y la cabeza lo más fría posible.

De la victoria podemos quedarnos con varios detalles que para este atribulado bloguero (tenía que decirlo, perdón) tienen bastante importancia.

El primero es que parece confirmarse lo que todo el mundo preveía y es que este Pontevedra tiene muchas posibilidades ante el gol. 

Fijémonos en que se han conseguido 3 goles a domicilio y ante un muy buen rival y ninguno de ellos ha sido marcado por nuestros dos maravillosas puntas, Rufo y Charles, lo que pone de manifiesto que hay mucho gol en esta plantilla y eso debe llevarnos a un optimismo siempre bien informado.

La capacidad para marcar algunos tantos por temporada de Romay o Alex ya nos era conocida pero Oier traía buenas cifras de Pamplona y ya desde el principio las empieza a confirmar y habrá que ver más a un Jorge Fernández que sobre todo a balón parado nos puede dar mucho.

Otro de esos detalles lo proporciona la actuación de Imanol García. No era un jugador desconocido ya que su bagaje en 2a es importante pero ya desde el primer partido oficial ha dejado una impronta de despliegue físico, buena capacidad de quite e incluso nada desdeñable trato con la pelota y creo no equivocarme (aunque sea algo pronto) si digo que el Pontevedra CF vuelve a tener en esa clave posición del campo a un jugador importante después de un par de temporadas un poco a la deriva en esa demarcación.

Otros detalles no son tan positivos.

El equipo tiene problemas en la defensa del balón parado (no me refiero al primer gol de ayer, para mi ilegal) que se reflejaron en el segundo tanto en contra y en alguna otra jugada de la primera parte.

Es cierto que no todos los equipos tienen a hombres tan poderosos en ese sentido como Yefferson, Elsinho, Joselu o Nathan pero también es verdad que ya en pretemporada cometimos algún error en esos lances que tenemos que trabajar hasta la extenuación.

Por otro lado, en la primera parte de ayer, el equipo sufrió bastante por las bandas defensivas y esas ayudas de los interiores a los laterales deben automatizarse más aunque es evidente que si subes una manta para taparte la cabeza acabarás por dejarte los pies al aire pero no vendría nada mal acoplar ese 4-4-2 para que no se convierta demasiadas veces en un peligroso 4-2-4.

 Por último, no se puede dejar de mencionar los demasiados "palos" recibidos por Charles a lo largo del partido. Es cierto y hasta puede ser normal que los equipos rivales quieren tener muy controlado a una de las indiscutibles estrellas de toda la categoría pero también es verdad que si ese "control" se excede en las formas debería haber un juez que pusiese orden al respecto.

Ayer, en tramos sobre todo del primer tiempo, me pareció que esa actuación "judicial" no acabó de aparecer y por momentos vi un tanto desamparado al "justiciable".

Empieza, en fin, la semana del retorno a Pasaron (siempre que la covid lo permita). Siete meses, siete, (como se diría por otros andurriales) sin poder ver al equipo "in situ", sin oler la hierba del estadio, sin mirar el cielo sentado en la grada del ex vetusto.

La victoria en Ferrol multiplica exponencialmente ese deseo y esas ganas de volver a ver a los nuestros de cerca. 

Vendrá el Unionistas y lo hará también con 3 puntos.

Otra batalla, pues esta extraña campaña no entiende de treguas, espera al equipo. 

Ojalá todos o por lo menos algunos podamos o puedan estar con apoyando a nuestros jugadores.