lunes, 14 de diciembre de 2020
Columna no apta para un abonado ejemplar
jueves, 10 de diciembre de 2020
Los autógrafos perdidos
Casi nadie contaba con ella para ser protagonista en el torneo.
De hecho, las apuestas
la situaban en séptima posición a la hora de pronosticar quien sería la
selección vencedora del Mundial de España 82.
Esa lista la encabezaba
Brasil con Tele Santana en el banquillo y los Zico, Sócrates, Falcao o Toninho
Cerezo sobre el césped. Tras los “verdeamarelos” aparecían los alemanes como
segunda alternativa y (pásmense) el equipo español como tercer favorito a priori.
La campeona del mundo
anterior, Argentina (con Maradona a la cabeza), la URSS e Inglaterra también
figuraban con más opciones de brillar en el campeonato según la opinión de los
apostantes.
Y con la misma
discreción con la que aparecía en dicha lista, la “azzurra” apareció en
Pontevedra para establecer en el Parador su cuartel general de cara a la
disputa de la primera fase de la competición.
El sorteo había querido
que los italianos quedasen encuadrados en el grupo A junto a Polonia, Perú y
Camerún y que sus tres primeros encuentros se jugaran en la ciudad de Vigo.
Supongo que para buscar
la mayor tranquilidad posible en su concentración, Italia decidió que sería Pontevedra
el lugar en el que velarían armas durante toda la primera ronda del campeonato.
Lo cierto es que las
semanas previas al Mundial no fueron precisamente una balsa de aceite para la
selección dirigida por Enzo Bearzot entre otras cosas por la decisión del
entrenador trasalpino de convocar a Paolo Rossi para jugar el torneo poco tiempo
después de que el delantero italiano se viera envuelto en un turbio asunto de
apuestas deportivas que incluían posibles amaños de resultados de partidos
tanto de Serie A como de otras categorías de menor rango.
Si eran muy pocos los
que pensaban que Italia pudiera tener un papel relevante en nuestro Mundial
todavía eran menos los que imaginaban las actuaciones decisivas que el flaco
atacante toscano iba a tener la oportunidad de protagonizar en el transcurso
del campeonato.
Con la osadía de un
renacuajo de nueve años y acompañado de una no menos valiente prima de la misma
edad, nos plantamos en los alrededores del Parador provistos de una pequeña
libreta de hojas cuadriculadas con el claro objetivo de reunir los autógrafos
de aquellos maravillosos jugadores que no podían haber elegido mejor su primer
lugar de descanso en el Mundial de España.
Claro que ese arrojo
exuberante que exhibía al salir de mi casa iba disminuyendo poco a poco a
medida que la distancia entre aquella y la sede de la concentración “azurra”
iba disminuyendo.
Tanto menguó esa
determinación que en el momento en que mi prima y yo nos acomodamos tras una
barandilla en los aledaños del Parador a la espera de la llegada del bus que
devolviera a los jugadores tras el entrenamiento no me sentía capaz de decir
una palabra.
Pero el caso es que el dichoso
autobús hizo su aparición y poco a poco los componentes del equipo iban bajando
en dirección a sus habitaciones.
No me pregunten cómo
pero ya por aquella época me conocía el nombre y las caras de la mayoría de los
jugadores italianos y mis ojos se abrían como platos cada vez que reconocía a
alguno tan cerca de donde estaba que casi podía tocarlos de alargar un brazo.
Por su parte mi prima
no tenía ni “pajolera” idea de quién era quién y recuerdo como en un momento
dado me miró queriéndome decir que era el momento. Que dejara de poner esa cara
de papanatas integral y llamase a alguno de los futbolistas para que pusiera su
firma en el papelito. Tan agobiado debió verme que al oído me preguntó el
nombre del jugador que en ese momento bajaba las escalerillas y yo casi en un
susurro acerté a decirte: “Collovati, ese
es Collovati”. Ni corta ni perezosa Raquel (mi querida prima Raquel) rompía
el silencio que en ese momento existía entre los aficionados que allí nos
encontrábamos para con un macarrónico acento italiano exclamar: “Collovaatii aquí”. Cuando el aguerrido
central miró hacia nosotros por un momento creí que nos mandaría a “paseini”
sin contemplaciones pero lejos de hacer eso se acercó, cogió la libreta y
estampó su autógrafo con una sonrisa en sus labios.
Como un resorte ambos
le dijimos “grazie” o algo parecido y perdido el miedo casi de repente yo mismo
me dediqué a llamar a voz en grito al resto de jugadores que todavía quedaban
por abandonar el autobús. Recuerdo recibir la firma de un jovencísimo Baresi y
también de Bergomi, de Antognoni del malogrado Scirea, Conti e incluso del
mismísimo Paolo Rossi que fue de los últimos en acceder al hotel.
Con apenas nueve años
no supe apreciar cómo se merecía el valor histórico de aquellas hojas pobladas
de las firmas de los que en pocas semanas se convertirían en campeones del
mundo.
Seguí con interés el
desempeño del equipo italiano en el torneo animado por el hecho de que se
hubieran instalado aquí para preparar su debut.
Su decepcionante
primera fase en la que cosecharon tres empates (incluido el sorprendente 1-1
frente a la por aquel entonces exótica Camerún). Su exuberante segunda ronda
con ese inolvidable partido frente a Brasil a la que eliminaron aquel día
venciendo por 3-2 con un hat trick de Paolo Rossi. Su cómoda victoria ante
Polonia en semifinales …
Y por último esa final
en la que se impusieron por 3-1 a una Alemania quizá algo cansada tras la extenuante
semifinal que disputaron frente a Francia. En esa final Rossi abrió el marcador
y se coronó como máximo goleador del mundial con seis goles.
Tras ganar el torneo y
alzar el capitán Dino Zoff la Copa dorada, fui a mi habitación a recoger la
libreta con las firmas y repasar cuantas eran las que tenía de los veintidós
jugadores que habían conseguido la gloria.
Ya no recuerdo cuantos
autógrafos había recogido y cuantos se me habían “escapado” pero sí soy
consciente de que aquella pequeña libreta estuvo en una estantería de mi
habitación durante mucho tiempo en un lugar privilegiado entre mis álbumes de
cromos, tebeos de diferente índole y demás entretenimientos.
Hasta que un día no
sabría decir cuánto tiempo después, posiblemente una tarde al volver del colegio
o una noche antes de dormir busqué la libreta y no pude encontrarla.
Revolví la habitación
hasta ponerla patas arriba pero no hallé ni rastro de aquellas firmas que tanta
ilusión me había hecho reunir en esos papeles cuadriculados.
Me enfadé conmigo mismo
y renegué de mi desorden y de mi falta de atención para con esas firmas tan
importantes pero lo cierto es que nunca volví a encontrar la libreta ni el
precioso contenido que guardaba en su interior.
Una vez consciente del
imperdonable extravío, me acordaba de la libreta cada vez que veía a Baresi ya
maduro y consagrado liderar el Milán de Sacchi. También la recordaba cuando la
televisión me enseñaba al fino Antognoni dirigir el mediocampo de la Fiorentina
o cuando Cabrini subía la banda del estadio de la Juventus.
Ahora, casi treinta y
cinco años después de aquel Mundial disputado en España, todavía hay ocasiones
en las que me recrimino no haber sido mucho más cuidadoso con aquellas firmas
de unos futbolistas que solo unas semanas más tarde iban a ver cumplido su
sueño de convertirse en vencedores de la competición más importante a nivel de
selecciones.
Incluso hay veces que
tras una comida familiar o cualquier otra celebración festiva me dejo caer por mi
antigua habitación de la infancia para contemplar los libros de Asterix,
Mortadelo o El Corsario de Hierro que todavía permanecen en sus sitios de
siempre esperando mis furtivas visitas.
No puedo evitar coger
algunos tomos al azar y hojearlos durante unos minutos para luego volcarlos y
confirmar que no hay nada escondido entre sus páginas.
No, la delgada
libretita nunca cae al suelo cada vez que vuelvo a examinar ingenuamente mis
antiguos cuentos que solo dejan al abrirse algunas motas de polvo y grandes
retazos de melancolía.
lunes, 7 de diciembre de 2020
Una previa imposible, un carácter impredecible y una lesión dolorosa
Es difícil calificar a un partido como “grande” o “especial” en las circunstancias que el mundo atraviesa en la actualidad y que ha puesto patas arriba la manera que teníamos de vivir antes de la llegada del covid 19.
¿Qué era un partido
“grande” antes de que la pandemia nos obligara a modificar nuestras costumbres
y a tomar todas las medidas posibles para proteger a los demás al tiempo que
nos protegemos a nosotros mismos?
Un partido “grande” era
una previa imprescindible en la Plaza de la Verdura con aquellos que sufrirían
y disfrutarían contigo el encuentro y con muchos más aficionados que soñaban
entre cervezas con los goles que llegarían algo más tarde.
Era enfundarse la
camiseta que siempre esperaba en el armario para ser utilizada en ocasiones
especiales y compartir media sonrisa cómplice con aquellos otros con los que te
cruzabas por la calle y que también lucían sus mejores galas para acompañar al
equipo.
Era sentir todavía el
calor interior de la última caña mientras bajabas hacía el río junto a muchos
otros seguidores granates y notar ese estremecimiento peculiar cuando las
torretas del estadio aparecían en el horizonte.
Era contemplar los
aledaños de Pasarón repletos de gente con bufandas, banderas y demás
“impedimenta” entre cánticos de apoyo al equipo mientras aquel estremecimiento
primero se convertía ya en una agitación desmedida.
Era, en fin, acceder a
las gradas y comprobar como se iban llenando de nuestra gente y la del equipo
rival en un ambiente de color, animación e ilusión que hace del fútbol un
acontecimiento tan importante para aquellos a los que nos hechizó en algún
momento de nuestras vidas.
Es cierto que el
Pontevedra CF llevaba bastante tiempo sin esos partidos “especiales” que eran
merecedores de esa previa que tantas veces disfrutamos los años de los play off
de ascenso a 2ª y la propia temporada vivida en la categoría de plata con
jornadas tan inolvidables como aquellas en las que nos visitaron equipos como
el Sporting, el Valladolid, el Cádiz o el propio Celta.
El Sábado sí que era un
día que invitaba a perderse por cualquiera de las plazas de nuestra ciudad para
compartir el previo de un partido tan importante como el que disputaríamos
contra el Deportivo de la Coruña.
No había play off, no
sería un choque decisivo pero la presencia después de tantísimos años del Depor
en Pontevedra para jugar un partido oficial (tantos años hacía que la última
vez que vino todavía se le llamaba por muchos “el Coruña”) bien merecía vivir
la jornada futbolística de una forma intensa, diferente y digna de la ocasión.
Nada de ello fue
posible, evidentemente.
Las circunstancias
obligan y la única buena noticia en las horas o días previos al partido vino
dada por la posibilidad de que fueran 500 y no 150 los abonados granates los
que pudieran asistir “in situ” al duelo.
Del partido ya se han
escrito muchas crónicas y vertido muchos comentarios desde el Sábado por la
tarde.
A este atribulado
bloguero lo que más le gustó es que el equipo compitió muy bien frente a un
rival coriáceo y casi hermético en el aspecto defensivo y al que el Pontevedra
CF logró incluso superar en varias fases del segundo tiempo especialmente tras
el gol afortunado conseguido por Rolán y el momento en que se produjo la doble
expulsión que dio con los huesos de Lara y Charles en el vestuario antes de
tiempo.
Quizá pude confirmar
algunas opiniones con las que me quedé tras el partido ante el Salamanca jugado
hace 15 días.
Así, al igual que
sucedió frente a los charros pero esta vez ante un rival de mucha más enjundia,
el Pontevedra CF pareció “pegar” mejor en defensa con la pareja
Borja-Imanol en el medio centro.
Es cierto, como bien apuntaron los comentaristas Luis García Silva y Luis Oliveira en la retransmisión del partido de radio Pontevedra en la que tuve la suerte de participar, que estos dos jugadores no escalonan su posición y se restan posibilidades de desbordar líneas rivales en medio campo con algún uno contra uno o pared rápida pero lo cierto es que el que esto escribe ni el día del Salamanca ni el Sábado pasado observó desconexiones entre líneas en el equipo y amplias lagunas por las que el rival pudiera progresar como sí pasó frente a Unionistas, Compostela y en algunos momentos frente al Celta B.
Es sin suda esta pareja
la que más aporta en el plano físico de las que el Pontevedra podía formar en
esa zona del campo (antes con cuatro aspirantes y ahora solo con 3 por la grave
y desgraciada lesión de Romay).
A mí me gustaron los
dos jugadores y entiendo que dotan al equipo de una mayor contundencia y presencia en el medio que ante equipos tan
poderosos en lo físico como el Depor resulta altamente recomendable.
Otro detalle importante
del partido fue la actuación de Santi Figueroa que debutaba esta temporada.
Aitor Núñez (a pesar de
que precisamente contra el Salamanca había mejorado algo sus prestaciones)
volvió a bajar el nivel en Santiago y Jesús Ramos optó por el canterano para
tratar de tapar las vías de agua que en varios partidos habíamos tenido por ese
flanco defensivo.
Y el chaval, en unas
circunstancias complicadas y con gente enfrente como Borja Galán, cumplió a las
mil maravillas y no fue desbordado en ninguna ocasión. Además, en la segunda
parte incluso se desplegó en ataque en alguna oportunidad con una fuerza física
que le convierte en clara alternativa a un puesto de lateral derecho que hasta
este momento había despertado cierta preocupación.
A este bloguero también
le pareció una buena noticia el despertar de un jugador que nos maravilló el
primer día en el campo de A Malata, Oier Calvillo.
El navarro incluso había perdido la titularidad en los
últimos choques tras unos partidos en los que había estado algo oscuro pero
frente al Depor volvió a resultar importante en los minutos que disputó en la
segunda parte protagonizando varias internadas de mérito por la derecha incluyendo
la del gol del empate en la que tras recibir de Alex envió un centro venenoso
que acabó con el remate de Rufo que puso las tablas en el marcador.
Ese gol granate
contrarrestaba el anterior de Diego Rolan en casi la única indecisión defensiva
del Pontevedra cuyos centrales (que salvo en esa acción estuvieron muy bien) no
ataron en corto al uruguayo que eso sí luego tuvo fortuna al desviar su remate
la pierna de un Xisco que en esa acción debió ser más contundente.
Y digo “casi” la única
indecisión defensiva pues lo que no se debería volver a repetir es la contra de
dos contra uno que sufrimos en la última acción del partido tras tener un
córner a favor.
Solo el hecho de que
fuera Mujaid /(defensa central) el jugador deportivista que llegó a zona de remate
además de que Churre volvió a estar en esa acción muy acertado, impidió que nos
quedáramos con cara de tontos por una acción que era perfectamente evitable.
La mala noticia de la
tarde llegó con la expulsión de Charles por intervenir en una trifulca en la
que debió abstenerse de participar.
Vaya por delante que
las dos expulsiones (la nuestra y la del Deportivo) me parecieron excesivas y
susceptibles de ser resueltas con sendas tarjetas amarillas.
Ahora bien, a Charles
hay que quererle y aceptarle como es.
Con sus genialidades
que aunque no han aparecido en estos 7 partidos a buen seguro acabarán por
llegar; con su personalidad a la hora de asumir responsabilidades y transformar
penaltis cuando los partidos casi tocan a su fin; con su trabajo estajanovista
como el del pasado Sábado en el que bajó en muchas ocasiones a echar una mano
en defensa sin que en ningún momento se le cayeran los anillos… pero también
con ese carácter a veces incontrolable que provoca situaciones como la de hace
dos días u otra diferente pero con la misma consecuencia en pretemporada
precisamente también contra el equipo herculino.
No va a cambiar a estas
alturas Charles Días y este bloguero cree que casi ningún aficionado granate
quiere que lo haga.
Él es así y así se le quiere
y mucho por estos lares.
Peor noticia es la que
pudimos conocer días antes de enfrentarnos al Depor.
Romay se lesionaba en
un entrenamiento y aunque la gravedad de su dolencia se conoció tras el partido, la descripción de la misma dada por el comunicado oficial del club dejaba poco
margen a la esperanza de que esa rodilla no estuviera muy deteriorada.
Desde este blog, al
igual que han hecho muchos aficionados granates desde las redes sociales o a
través de otros medios, también se le desea la mejor de las suertes al fino
trescuartista de Malpica.
Echaremos de menos su
juego exquisito; ese que cuando está de dulce impide que cerremos la boca ni un
instante mientras gambetea por el césped, avanza cabeza arriba con el balón
pegado como una cuerda a su zapatilla o elabora pases imposibles para dejar a
un compañero en gran posición. O esa sensación en aquellos partidos en los que “no
está de quiero” de que cuando recibe la pelota puede pasar algo en cualquier
momento; otro pase genial o una finta maravillosa.
Lo más importante, lo
decisivo, es que esa rodilla se recupere bien y que cuando vuelva este jugador al
que algunos imaginan vestido de mago y otros lo hacemos investido con un gran esmoquin,
pueda sacar de nuevo conejos o palomas de la chistera o quedarse con la más
guapa del baile para interpretar un vals con esa clase que le sobra al 10
granate.
Sea como fuere, tras el
empate con el Deportivo la clasificación se ha vuelto a estrechar.
Caemos a la tercera plaza
y dos equipos más se sitúan a tan solo dos puntos por detrás.
Hemos empatado más
partidos (cuatro) que ganado (tres) y más nos valdría empezar a sumar "de a tres" para asentarnos definitivamente dentro de los 3 primeros de la tabla.
Con Romay de baja hasta
el final de la campaña (es posible que el club se plantee fichar para compensar
la situación) y con Charles además ausente por lo menos en O Vao, el partido
contra el Coruxo se plantea como uno de esos en los que no se puede ni debe
fallar.
Si el punto frente al
Depor no deja mal sabor de boca es porque se espera que en partidos como el que
nos espera en Vigo el equipo ofrezca su mejor cara y logre los tres puntos en
disputa.
Quien ocupará la plaza
del brasileño es una incógnita.
Con Rufo solo como
atacante puro, Ramos podría optar por colocar a Adrián (si está a tope) por
delante de los medio centros tratando de conectar con el “9” , en una posición
que ya ocupó bastantes veces en su primera etapa como granate.
Otra posibilidad es dar
entrada a Oier por derecha y situar a Jorge cerca de nuestro calvo goleador.
A buen seguro que el técnico estará estudiando las alternativas y ojalá escoja aquella que colabore a obtener una victoria que necesitamos mucho y que provocaría que nos fuéramos al largo parón sin tantas urgencias clasificatorias y menos fantasmas en la cabeza.
lunes, 23 de noviembre de 2020
El faro que ilumina las tinieblas
El día en que su regreso se hizo oficial tuve que releer la noticia varias veces para convencerme del todo que no estaba ante un fake.
A pesar de los rumores insistentes en los días anteriores; a pesar de su guiño unos meses antes en una entrevista realizada por los creadores del podcast no oficial "pontevedra cf.net"; a pesar del amor que siempre que tenía ocasión decía profesar por estos colores y esta ciudad...
Cuando ya no había dudas de que Charles Días volvía al Pontevedra CF no pude evitar experimentar la sensación de que esta vez iba en serio.
De que la entidad había entendido la excepcionalidad del momento; la trascendencia inmensa de no quedarse fuera de la nueva categoría que se había decidido crear en medio del desconcierto y la confusión de la covid 19 y de que al fin se iban a colocar sobre el césped argumentos de peso para alcanzar una buena clasificación deportiva.
Después se fueron conociendo más incorporaciones llamativas como la de Xisco Campos, otras menos "glamourosas " pero con buenos augurios como las de Imanol García u Oier Calvillo, fueron llegando las renovaciones de casi todos los miembros clave del bloque (no, no me olvido de un Edu que tuvo que salir en el momento en el que parce que por fin el despegue tiene un impulso real), se puso mucho sobre la mesa para que se quedase Bustos y a punto se estuvo de ganarle por la mano a todo un Racing de Santander...
Sin embargo, la primera piedra, el golpe de efecto para decir a todo el mundo "que aquí estamos" y que se quiere crecer fue la de Charles.
Como ya he tenido la oportunidad de escribir en su momento, la operación llegaba en el momento justo. Ese en el que el futbolista todavía marcaba goles en primera división un par de semanas antes de su fichaje y varios equipos punteros de 2ª se rifaban su incorporación. Ese en el que su vuelta a casa podría producir (y de hecho produjo) un impacto a nivel nacional.
¿Qué hace Charles bajando dos categorías de golpe si todavía cuenta con cuerda para seguir en el fútbol "profesional"?, ¿Cómo es posible que no recale en un segunda con aspiraciones y en cambio se marcha a un equipo que lleva 15 años sin estar en segunda y que navega con dificultades por la 2B? Se preguntaban los "maxmedia" que entienden mucho de números y de audiencia pero poco de conceptos como el arraigo o el sentimiento.
Bueno, pues ese futbolista que dejó un gran recuerdo en Córdoba, fue pichichi en 2º con el Almería y que rindió a gran nivel en primera en el Celta, Málaga o Eibar había decidido volver al club que lo trajo a España y cumplir su último sueño de progresar de nuevo con "su" Pontevedra CF.
¿Cómo olvidar su debut oficial con nosotros en la primera jornada en segunda contra el Poli Ejido en la que casi nos levanta de los asientos con un remate acrobático al poste y poco después nos hacía torcer el gesto al ser expulsado de manera directa? ¿Cómo no recordar ese mismo año con apenas 19 años su gol "imposible" en Murcia o aquel tan bonito en casa contra el Nastic?
¿Cómo obviar sus fenomenales campañas en 2ºB marcadas por los constantes desengaños en los play off de ascenso por los que tantas lágrimas derramamos? ¿Y aquel último partido oficial con la camiseta granate en la ida de la eliminatoria frente al Alcorcón en el que fue expulsado de forma muy rigurosa, quizá como siniestro adelanto del aquelarre vivido días después en la ciudad madrileña?
El caso es que Charles Días Barbosa quiso volver a jugar aquí para poner el colofón a una gran carrera y todo el mundo empezó ya a imaginarse desde ese mismo momento al brasileño evolucionando sobre el terreno de juego con esa camiseta que llevaba más de una década sin poder vestir.
El que esto escribe, prudente en términos futbolisticos desde hace mucho, no se imaginó a Charles marcando goles por doquier y arrasando desde el primer día.
Se lo imaginó, en cambio, trabajando con la intensidad que en él es habitual y marcando diferencias en varias facetas del juego algunas visibles y otras invisibles.
Se lo imaginaba, por ejemplo, en algún partido difícil, trabado y algo "pestoso"como el disputado ayer mismo en Pasarón, convirtiéndose en Faro para sus compañeros poniendo aquella luz que disipase las tinieblas provocadas por las dificultades de un rival nulo en ataque pero numeroso, de gran envergadura e incluso duro en ocasiones en el aspecto defensivo.
Ese Faro apareció ayer en los peores y decisivos momentos del partido.
Ese Charles algo más oscuro, aunque siempre con chispazos, de Ferrol, Zamora o en casa frente al Celta dejó paso al Charles omnipresente y protagonista de muchas de las acciones mediante las cuales el Pontevedra acabó por imponerse al Salamanca.
La primera parte jugada ayer volvió a ser mala, al menos a juicio de este atribulado bloguero.
Sobre todo a lo largo de la primera media hora de juego se volvió a abusar del "patadón y tente tieso" pues no se puede siquiera denominar "balón largo" a pelotazos sin sentido de los dos centrales que casi nunca acababan con la progresión adecuada a través de la segunda jugada.
En medio de ese atoramiento en el juego, Charles empezó a producir para el equipo y a minar siquiera de manera indirecta al Salamanca.
Así, hasta tres tarjetas amarillas (que debieron ser 4) provocó el brasileño tras una entrada por detrás, un codazo en un salto y una patada absurda y a destiempo en una acción que ya estaba previamente anulada.
No eran jugadores salmantinos cualquiera sino los dos centrales y una de sus torres de contención en medio campo.
No obstante, el partido en esa primera parte no marchaba lo bien que a todos nos hubiera gustado y aún a pesar de que en el tramo final se raseó algo más la pelota, en los primeros 45 minutos el equipo no fue capaz de probar al portero rival y las ocasiones se limitaron a dos cabezazos, uno de Rufo y otro de Xisco, que se marcharon fuera.
Además del trabajo "sucio" de Charles que se vio acompañado con algunas acciones de mérito adicionales del brasileño en tres cuartos que casi siempre mejoraban la jugada, sí se podrían destacar un par de circunstancias más.
La primera es que el equipo no dio en ningún momento la sensación de "romperse" o de "despegarse" por la mitad en ningún momento y se vio un conjunto más cohesionado y con menos lagunas en medio campo.
Si a ello contribuyó la pareja de medios centro utilizada que mezclaban por primera vez ( Imanol y Borja, claramente los dos más posicionales con los que contamos) o bien solo la nula capacidad ofensiva del rival, es algo que no está claro pero lo que sí fue un hecho es que eso pasillos enormes que a veces quedaron libres en partidos anteriores, ayer no aparecieron.
El bagaje ofensivo del Salamanca en la primera parte, de hecho ,se limitó a un peligroso lanzamiento de Fer Llorente desde la frontal del área que se fue fuera por poco, aprovechando una descoordinación defensiva, quizá la única ayer, del conjunto granate.
La segunda circunstancia, en el aspecto individual, fue la actuación más llamativa de Aitor Nuñez que hasta ahora había pasado algo desapercibido pero que ayer en tramos de esa primera mitad sí consiguió en alguna ocasión desplegarse en ataque y poner algún centro de calidad a sus compañeros
El segundo tiempo fue otra cosa prácticamente desde el principio.
No es que el Pontevedra encandilara ni practicase un juego maravilloso pero sí es verdad que desde los primeros minutos se le dio más ritmo al partido, no se abusó tanto del balón largo y se consiguió jugar mucho más cerca del área rival.
Alex apareció mucho más y con peligro, Jorge tocó con acierto en ocasiones y sí parecía que la balanza acabaría por inclinarse de nuestra parte en cualquier momento.
Para poner las cosas todavía mejor, Charles aprovechaba un balón al espacio para progresar en velocidad y con todo el oficio del mundo colocarse sobre la pelota de una manera en la que el defensa rival no tenía más opción que dejarle encarar al portero o derribarle abortando la oportunidad. Fue el derribo lo que se produjo y con él la tarjeta roja del jugador del Salamanca, De Lorenzi, que ya había recibido una amarilla en el primer tiempo.
Antes de la expulsión, el Pontevedra ya había gozado de ocasiones en las botas de Alex o Rufo para marcar pero quien más quien menos pensó que en superioridad y con casi media hora por delante el triunfo no podría escaparse.
A diferencia de lo que ocurrió en Zamora, Jesús Ramos sí reaccionó pronto ante el cambio de guión del choque y decidió retirar a los dos laterales para dar entrada a Romay y Oier.
De esa forma, se pasaba a jugar con una defensa de tres (con Imanol incrustado con Churre y Xisco), con las dos bandas enteras para Alex y Calvillo, Borja de medio centro más posicional y Jorge y Romay tratando de enlazar con los puntas.
El caso es que durante unos minutos el cambio de dibujo pareció frenar el ímpetu granate y se volvió a un tramo de indecisión en el que las llegadas se hicieron más escasas por nuestra parte.
Eso volvió a cambiar en el tramo final del partido en el que volvieron a llegar oportunidades claras por medio de Charles, Calvillo o un cabezazo de Xisco en inmejorable posición.
Y fue en el preciso instante en el que parecía que los puntos se iban a marchar, cuando llegó el último giro dramático de los acontecimientos (como diría el "picaro de playa" más famoso de la televisión ,Fermin Trujillo).
Después de la llegada más venenosa del rival en la segunda parte abortada fenomenalmente por Borja Martínez cuando Mora se aprestaba a ejecutar un disparo venenoso, por fin un balón largo funcionaba, eso sí, acompañado por un desajuste salvador del Salamanca en defensa.
Rufo recepcionó dicha pelota para encarar portería y caer derribado por el portero que hasta ese momento había contribuido al empate con tres o cuatro paradas de mérito.
Penalti sobre el minuto 90 y dos puntos de oro que no debían ni podían escaparse se jugarían en un lanzamiento desde los 11 metros.
Ahí volvió a aparecer el Faro. Ese que en la primera parte desgastó al rival recibiendo palos y en la segunda les dejó con 10 tras otra tarascada.
Ese que sabe lo que su figura significa aquí y que como ya hizo ante Unionistas sabe que debe asumir responsabilidades en instantes como estos.
Chales cogió la pelota, miró al portero y envió el esférico al fondo de las mallas engañando al buen cancerbero castellano y disipando con su luz las tinieblas que hasta ese momento envolvían al partido.
Aún tuvo tiempo el de Belem en el 91 de protagonizar otra carrera tras pase de Oier, levantar la cabeza y mandar un balón medido a Rufo que delante otra vez del guardameta no desaprovechó la ocasión de hacer el segundo y ahorrarnos el sufrimiento del último minuto.
No es detalle baladí la autoría del segundo tanto que sirvió para redondear el encuentro. Rufo ayer estuvo tan voluntarioso como siempre pero el acierto le seguía siendo esquivo.
Ayer incluso estuvo algo impreciso en determinados controles o pases pero en la jugada del penalti empezó a arreglar su partido y con el segundo gol ha tornarlo incluso en bueno.
Ojalá ese tanto celebrado con rabia y desahogo por el "9" le sirva para ganar confianza y empezar a marcar goles a borbotones.
Los tres puntos logrados son importantísimos. Nos aúpan otra vez al primer puesto con los mismos once puntos que el Depor y con tres de margen sobre el cuarto clasificado.
Se va abriendo brecha con alguno de los equipos del subgrupo como el Coruxo o el propio Salamanca y también con el Celta B o Guijuelo.
Llegan también buenas noticias del subgrupo 1B cuyos componentes se cruzarán con nosotros en la 2ºfase.
El Numancia y la Cultural se han dejado a estas alturas más puntos de los esperados y es el Langreo el equipo que lidera incluso con un partido menos que de ganarlo (es contra el colista) le catapultaría hasta los 13 puntos.
A día de hoy, a falta de ese partido aplazado, el líder de los dos subgrupos somos nosotros.
Ahora llega San Lázaro y un Compostela cuya imagen en lo que llevamos de Liga es muy positiva.
El Sábado pasado plantó cara al Racing y consiguió llevarse un meritorio punto manejando bien el choque en los momentos clave.
Será muy complicado pero victorias como las de ayer deben llenar al grupo de tranquilidad, confianza y dotarles de ese impulso que nos haga fuertes en cada partido que disputemos.
En Santiago cayó goleado el Guijuelo y el Depor solo empató.
Avisados estamos. Será necesario una gran versión del equipo para ganar.
martes, 3 de noviembre de 2020
245 días después
El 1 de Marzo de 2020 llovía mucho, muchísimo, sobre la hierba del Estadio Municipal de Pasarón.
Venía el Real Madrid-
Castilla con su leyenda Raúl González al mando y alguna de sus jóvenes y
rutilantes estrellas como el brasileño Reiner, cedido meses después al Borussia
Dortmund.
Había más gente de la
habitual en las gradas y todos vibramos con la gama de remates de cabeza de
Rufo y con el golazo espectacular de Alvaro Bustos.
Nos fuimos aquel día
del estadio con los cuatro bonitos goles en la retina y con la esperanza de que
la goleada pudiera ser la primera piedra para la remontada final en la
clasificación.
Aquella lluviosa y
ventosa tarde de Marzo no sabíamos todavía que nuestra vida iba a cambiar en
pocos días de una forma que resultaba difícil de imaginar.
Mientras abandonábamos
el campo con una sonrisa en la cara comentando el hat trick de Rufo o la
vaselina preciosa de Bustos, desconocíamos que no volveríamos a pisar ese
escenario de nuestros sueños hasta mucho tiempo después, incluso algunos no han
podido hacerlo todavía y otros jamás lo harán.
El siguiente partido en
casa ya no se disputaría y en lugar de volver a sentarnos en los asientos de
Pasarón con la ilusión de conseguir la tercera victoria consecutiva, comenzamos
un durísimo confinamiento domiciliario para luchar contra un virus maldito que
ponía delante de nuestros ojos la extrema vulnerabilidad de muchas cosas que
antes creíamos indestructibles.
El rival contra el que
no pudimos enfrentarnos aquel día 15 de Marzo era, en otro guiño del destino,
el Real Club Celta B.
245 días después; sí
245 días, uno detrás de otro, el que esto escribe volvía por fin al estadio que
descubrió siendo un niño pequeño y del que nunca se había separado tal cantidad
de tiempo.
Fue un regreso extraño,
solitario y diferente al que tantas veces había imaginado pero regreso al fin
al cabo.
Presentación del DNI
junto al abono, toma de temperatura, gel hidroalcoholico, instrucciones que
prohibían beber, comer, fumar o levantarse, salida ordenada al terminar (algo
confusa por la deficiente megafonía del estadio, que esa sí, no ha cambiado), y
por fin acceso a las escaleras de entrada a la parte superior de la grada en
busca del asiento con un punto verde y el nº de abonado debajo.
Confieso que me
esperaba un ambiente mucho más desangelado en el interior del estadio.
La semana pasada,
viendo el partido frente a Unionistas a través de la web de la televisión
gallega, apenas se escuchaba al público y me imaginé un silencio casi
sobrecogedor solo roto por las voces de los jugadores y las órdenes de los
técnicos desde el banquillo.
Pero la verdad es que
no fue así.
A ver, no digo que el
hecho de estar tan solo 300 espectadores no se notase, claro que se notó.
Lo que sí digo es que
la animación de los que sí pudieron estar el Domingo fue llamativa y
posiblemente la mejor que se podía transmitir al equipo en esas circunstancias
tan extremas.
En ese sentido, como
era ya habitual antes del comienzo de la pesadilla “covid 19”, la voz cantante
la llevó el fondo norte con sus palmas y sus cánticos que al mismo tiempo que
me daban la certeza que los jugadores no iban a estar nada solos en ningún
momento, también me hacían pensar en el fenomenal ambiente que se podría haber
vivido este año con más gente en el campo y con los ingredientes que esta
temporada cuenta el equipo sobre la hierba.
El caso es que bajo la
lluvia, como aquel lejano 1 de Marzo, el Pontevedra empezó a jugarse otros tres
puntos vitales como todos los que esta campaña va a disputar.
Y el comienzo, con la
misma alineación que hace 7 días con la excepción de Adrián Cruz que ocupaba el
lugar de Romay, resultó interesante para los intereses granates.
Buena presión,
agresividad, ritmo, menos balón largo y ocasiones de gol (especialmente una muy
clara de Rufo) hacían presagiar que la tarde podría discurrir de forma algo
plácida para el Pontevedra pero mediado el primer tiempo la decoración empezó a
cambiar.
Después de esos minutos
en los que se robaba rápido, se llegaba fácil y bien pudo marcarse algún tanto,
nuestra presión decayó e incluso se descoordinó lo que dio la oportunidad al
rival de hacerse con el balón, tocar con sentido e incluso crear alguna ocasión
que de haber sido transformada nos habría colocado el encuentro cuesta arriba.
Fueron minutos en los
que el equipo no se encontró, volvió a partirse en demasía y dejó de tener el
control de la situación.
Apareció, eso sí, Mario
para salvar la oportunidad del partido del equipo vigués.
Esta llegó tras fallar
clamorosamente por arriba la defensa en un centro desde la derecha que
posibilitó un remate a bocajarro franco de cabeza que fue rechazado con muchos
reflejos por el guardameta, que todavía más felino tuvo que mostrarse para
rechazar desde el suelo el segundo remate del delantero tras su primer rechace
y desbaratar así una acción en la que el gol parecía inevitable.
Fue ese un tramo del
partido otra vez algo preocupante del que se pudo salir haciendo el primer gol
de la tarde.
Si algo está
demostrando el Pontevedra en este inicio de competición es que con espacio por
delante para correr el equipo es otro.
De un saque de esquina
celeste se produce un rebote que acaba con la pelota en los pies de Calvillo
tras un buen control del navarro. Oier encontró vía libre para conducir durante
muchos metros y fabricar un pase venenoso a Alex Glez que desde el corazón del
área, algo escorado a la izquierda, conectó un zurdazo espectacular haciendo el
primer gol del encuentro.
Fue una jugada
eléctrica, fulminante y extraordinariamente definida y que además surgió de las
botas de dos jugadores importantes que hasta ese momento habían intentado
muchas cosas pero casi ninguna de ellas con acierto.
Tras el 1-0, el
Pontevedra recuperó la alegría y achuchó de nuevo al rival en esos minutos finales
del primer tiempo impulsado por la ventaja en el marcador.
Y esa dinámica continuó
tras el descanso.
Nada más reanudarse el
choque, Zabaleta hacía el segundo tras otro zurdazo inconmensurable desde la
frontal del área después de un saque de esquina y el Pontevedra disfrutó de
unos minutos pletóricos en el que fue amo y señor del partido.
Fueron sobre 20 o 25
minutos en los que se presionó arriba, se ahogó al Celta B, se pudo sentenciar
definitivamente con algunas ocasiones en las que casi siempre falló el último pase
y en los que Charles nos deleitó con uno de esos remates semi acrobáticos tan
suyos (que tan bien conocemos por estos
andurriales) que rebotó en un defensa cuando llevaba marchamo de gol.
Ni siquiera el doble cambio
efectuado por el equipo alteró esa dinámica de control del choque por parte de
los granates.
Dos hombres con tarjeta,
Imanol y Alex, dejaban su lugar a Jorge y a Romay con lo que el doble medio
centro pasaba a ser el más creativo que este equipo puede alinear con el de
Malpica y Adrián juntos en el césped.
Y como decía, esos
cambios no impidieron en un principio que el Pontevedra siguiese mostrándose
superior al Celta. Tampoco el cambio de Oier por Oscar aunque el cántabro
volvió a estar algo gris sobre el terreno de juego.
No obstante, alrededor
del minuto 70 el partido volvió a cambiar de manera gradual.
El Pontevedra ya no
presionaba tan arriba y el Celta volvía a coger la pelota y a jugar más en
campo granate.
Lo peor no fue eso,
pues resulta normal que el equipo con una buena renta se otorgue un respiro.
Lo inquietante se
produjo cuando los de Onésimo empezaron a encontrar verdaderas vías de agua en
forma de espacio entre los medios y los centrales pontevedreses con lo que el
problema no era que el Celta acumulara posesión sino que lo hacía merodeando
constantemente con peligro el área local.
Mario tuvo que
intervenir otra vez tras un disparo algo lejano y se notaba sobre el césped que
el equipo se partía y que sufría en exceso para parar las acometidas de un
Celta bastante potente en el aspecto físico.
La situación parecía
requerir otro relevo, ese que reforzara el medio campo para entorpecer el juego
“celtiña” e incluso consolidar alguna “contra mortal” con la que apagar las
llamas del empuje visitante.
En opinión de este
atribulado bloguero, se tardó un poco en reaccionar y el 2-1 llegó mientras
Borja Martínez se encontraba preparado para saltar al campo cuando lo cierto es
que desde minutos antes esa posibilidad de encajar se estaba viendo venir.
La sorpresa (al menos
para el que esto escribe) vino en el jugador elegido para ser sustituido nada
más producirse el gol vigués.
Ese hombre fue Adrián
Cruz (notable partido el suyo tanto creando como destruyendo, por cierto)
cuando quien más quien menos pensaba que a ocho minutos para el final tocaba
reforzar la medular a costa de un hombre de ataque para intentar pausar un poco
el partido y que no siguiera convirtiéndose en una especie de correcalles en el
que éramos nosotros los que más teníamos que perder.
Este dilema, cuando
sacar del campo a Rufo o Charles, es posible que se convierta en uno de los debates
más interesantes en torno al equipo durante la temporada.
En Ferrol, ganando 2-3,
Ramos sí decidió a falta de pocos minutos sustituir a Charles para dar entrada a
Borja y terminar por cerrar aquel partido. Lo cierto es que salió bastante bien
aquel día y el equipo contuvo con oficio los últimos estertores ferrolanos.
El domingo pasado, en
cambio, se optó por cambiar un mediocentro por otro y la dinámica del partido
no varió en absoluto.
El equipo siguió sufriendo,
siguió partiéndose a veces en exceso por el medio y la sensación era de un
cierto descontrol y de que el empate podría acabar llegando en algún despiste.
Sí, es cierto que
también se tuvo algún contragolpe bastante claro que no se definió en gol por
esa falta de acierto o elección en el último instante pero lo que no se puede
negar es que esos últimos minutos no estuvieron sujetos tan bien como deberían
haber estado y que acabamos claramente pidiendo la hora.
Al final, con córner
incluido en la última jugada para el rival que arrugó por última vez el corazón
de los allí presentes, el partido llegó a su fin con la victoria y otros tres
puntos vitales que nos colocan arriba y con buenas perspectivas para el futuro.
Tenemos siete puntos de
nueve y todos conseguidos con sufrimiento hasta el último instante como da la
impresión de que así va a suceder durante los 18 partidos de la primera fase.
La próxima estación, covid
19 mediante, será Zamora.
Nos esperará un equipo
lleno de moral que comparte el liderato con nosotros y Depor y que aprovecha
esa inercia poderosa que otorgan los ascensos de categoría.
Será difícil domar a
este equipo pero contamos con potencial suficiente como para hacerlo y dar un
buen golpe encima de la mesa.
No puedo terminar este
escrito sin mostrar mi decepción y disgusto por algunas circunstancias
incomprensibles que rodearon el sorteo del club para asignar las plazas de este
segundo partido en casa.
Ya he repetido
bastantes veces que resulta indudable que en estos tiempos que nos ha tocado
vivir todo es más difícil y el trabajo se complica mucho.
El sorteo estaba previsto
para el Jueves por la tarde y el Viernes se anunciaron más restricciones y
fuertes para nuestra zona sanitaria que incluso hicieron pensar en un primer momento
que le partido tuviera que celebrarse a puerta cerrada.
Eso es así y es
innegable.
Ahora bien, si por el
propio club se dice que los abonados que no fueron elegidos para el primer partido
tendrían preferencia para el segundo y así sucesivamente, eso hay que
cumplirlo.
Creo que no es tan
complicado retirar los nº de aquellos que sí fueron contra Unionistas del
segundo sorteo para que otros 300 socios pudieran asistir contra el Celta.
Si se dice una cosa es
mejor cumplirla para generar confianza y pertenencia en vez de enfado,
indignación y desapego.
La masa social ha
respondido y renovado sus abonos en un porcentaje altísimo a pesar de las
circunstancias, se merece siempre, y más ahora, el mejor trato posible por
parte de la Entidad.
martes, 27 de octubre de 2020
"Yo no quiero Domingos por la tarde..."
Creo que la primera vez que vi a Joaquín Sabina en televisión fue en aquel recordado programa de nombre "Si yo fuera Presidente" dirigido y presentado por Fernando García Tola.
Era un espacio
divertido y sobre todo provocador de mediados de los 80 que llegó a despertar
las protestas de diferentes colectivos incluida la Conferencia Episcopal por
alguno de sus contenidos.
Y por aquellos lares
aparecía un jovencísimo Sabina (con su grupo Viceversa y un Pancho Varona
también muy joven) enseñando su música junto a otros autores inolvidables como
Javier Krahe o Alberto Pérez.
En ese coqueto escenario
del programa le vi interpretar “Pongamos que hablo de Madrid”, “Juana la Loca”
o algunos otras canciones de aquella época y desde entonces me enamoré de unas
letras en las que muchas de ellas reinaba el desamor, el paso del tiempo y en
otras se describía esa sociedad española de los 80, sedienta de libertad, en la
que apenas había límites y que en los tiempos actuales de oscuridad parece pertenecer
a una realidad distópica.
No sé si por mi
excesiva querencia a la melancolía, o por la sensación que me embarga a veces
de vivir una vida que no me pertenece que poco o nada tiene que ver conmigo y
que parece estar interpretada por alguien que no soy yo; no sé, repito, si por
esos motivos o por otros que ni siquiera he llegado a descubrir todavía, lo
cierto es que odio los domingos por la tarde.
“Tirarse” en un sofá a
reflexionar sobre lo rápido que agoniza otro fin de semana o sobre las
complicaciones que a buen seguro traerá consigo la nueva no es un ejercicio
ni saludable ni recomendable para nadie que tenga un mínimo sentido común pero
lo cierto es que domingo tras domingo suelo repetir tal ejercicio de tortura
innecesaria individual sin que tenga la impresión de que en algún momento de mi
vida futura pueda llegar a remediar tal disparate.
Claro que durante ocho
o con suerte nueve meses de cada año, este espectáculo autodestructivo
encontraba un aplazamiento cada 15 días gracias a que un buen día también de
los albores de los años 80 me encontré con la aventura del Pontevedra CF.
Esos Domingos, sobre
las cuatro de la tarde, ya no había sofá (por lo menos hasta las ocho) sino
caminata hasta el Estadio en compañía de un amigo tan “alegría de la huerta” como
el que esto escribe. No había, todavía, Lunes a las 9 de la mañana sino
alineaciones, puntos importantes en juego y camisetas granates corriendo en pos
de un balón acelerando un corazón que todavía no pensaba en mañana sino que
vivía intensamente el ahora.
En esos momentos, en el
vetusto que ahora ya no lo es; celebrando un gol a favor o lamentando uno en
contra; aplaudiendo, gritando, riendo o incluso a veces llorando no venía a mi
cabeza otra de esas letras maravillosas de Joaquín Sabina en este caso de su
tema “Contigo” en el que el protagonista afirmaba “Yo no quiero Domingos por la tarde, yo no quiero columpio en el jardín;
lo que yo quiero corazón cobarde es que mueras por mí…”
En esos momentos de fútbol,
en esas tardes de Domingo, ese corazón lo que quería es que muriesen por él y
por el resto de los seguidores granates los privilegiados que vestían la
camiseta y los fantasmas en forma de Lunes no tenían otra alternativa que
resguardarse en el fondo del cerebro, aguardando su oportunidad de volver a
pasear sus sábanas blancas en el preciso instante en el que los ecos del balón
volvieran a apagarse por completo.
Después de 7 meses, de
un confinamiento severo, una suspensión de Liga, una pretemporada atípica y un
comienzo oficial de campaña tardío, volvía el Pontevedra CF a jugar un partido
en Pasarón, otorgando la posibilidad a este más atribulado que nunca bloguero, de
no pasarse una tarde de Domingo más en su casa pensando en lo infeliz que iba a
ser a partir del día siguiente.
No obstante, las
noticias de las últimas semanas en cuanto a la expansión de la pandemia no
podían ser más negativas y la ilusión de que una gran mayoría de abonados
pudieran acudir a apoyar al equipo eran una quimera.
Al final, se permitió
la entrada a 300 (igual número que el de aquellos espartanos que en un acto de
heroísmo desmedido bajo el mando de Leónidas desafiaron al numeroso ejército de
Jerjes I) y la elección de los “espartanos” se produciría por sorteo.
Que al incauto escritor
de esta columna no le iba a tocar un “boleto” ni cotizaba. Más que nada porque
lo único que me ha tocado en la vida fue un recopilatorio del grupo “Parchis” hace
40 años y no precisamente mediante el azar sino disputando el premio “al juego
de la silla” y arriesgando mi por aquel entonces tiernas caderas frente a mi
último rival en el juego que me sacaba muchos centímetros y algunos kilos de
peso.
Lo cierto es que como no podía ser de otra forma, ni en
la lista de 300 titulares ni en la de 200 suplentes apareció mi nº de socio,
con lo que me tocaba hacer memoria para recordar el último partido jugado en
casa al que no pude asistir, ejercicio en el que fracasé pues no pude recordar
la fecha de tal extraña efeméride.
Tocaba web para ver el
partido y a pesar de los temores acerca de la calidad de la imagen, lo cierto es
que por lo menos en mi caso la conexión fue perfecta y puede ver el encuentro
con bastante nitidez.
Y lo que vi, lo cierto
es que me decepcionó.
No ya tanto por el
empate final sino por la forma en que se llegó a ese resultado.
Vi una primera parte en
la que el Pontevedra abusó de forma exagerada del “pelotazo” y digo “pelotazo”
y no “balón en largo” porque esta forma de juego podría dar alguna clase de
fruto si se dirigiera la pelota con algo de sentido hacia jugadores que puedan
imponerse en ese lance y sobre todo si se aprovechan las constantes segundas
jugadas que esa forma de juego provoca.
Lejos de ello, el
Pontevedra apenas ganó alguna de esas segundas jugadas y por el contrario el
rival si salía vencedor en casi todas ellas en ambos terrenos de juego lo que
daba lugar a demás a una mayor continuidad en las acciones de Unionistas que las nuestras que siempre pecaban de un apresuramiento incomprensible a esas
alturas de partido.
Nuestro peligro en esa
primera parte llegó en algunas contras provocadas por los espacios ofrecidos
por el rival, sobre todo, en saques de esquina o faltas laterales a favor en
las que arriesgaban mucho. Por ahí llegó una buena ocasión de Charles que
frustró el portero charro en la única parada de la primera parte y otra acción
en la que una dejada de tacón de Romay se quedó corta ante la llegada solo de
Alex Glez.
Por el contrario, cada
vez que el Unionistas merodeaba nuestra área existía una sensación de peligro
evidente y tras varias llegadas de peligro consiguió su gol tras un lanzamiento
precioso que sorprendió a Mario Fernández.
Fue una primera parte,
insisto, en la que no se controló la situación en ningún momento ni en ataque
ni en defensa y en la que a mi juicio el Unionistas fue mejor que nosotros.
Por desgracia, la
decoración no cambió demasiado al comienzo de la segunda parte. Los primeros
minutos de la misma discurrieron por el mismo camino aunque ya se veía que el
rival, contento con la renta, iba a arriesgar menos en ataque y resguardarse
más en su parcela para conservar el resultado.
El primer cambio
granate apenas cambió nada. La salida de Oscar por Calvillo apenas se notó y no
fue hasta pasado el minuto 60 cuando Adrián y Jorge hicieron su entrada en
lugar de Imanol y Alex.
No es que con esos
cambios el partido cambiase radicalmente; no es que con las sustituciones el
Pontevedra CF mejorase sobremanera en su rendimiento pero sí es cierto que en
ocasiones se movió la pelota con algo más de pausa e incluso se consiguió
penetrar algo por banda izquierda con un Jorge que no jugó malos minutos.
Es cierto que a todo
ello colaboró la actitud ya mencionada de un Unionistas más defensivo pero por
lo menos se logró jugar mucho más en campo visitante y forzar faltas o saques
de esquina con los que tratar de hacer daño al contrario.
En uno de esos balones
parados llegó un penalti de esos que si te los pitan a favor dices que es claro
pero si te lo pitan en contra te acuerdas de los ancestros del árbitro.
Charles asumió el
lanzamiento con personalidad y anotó un empate que quizá ya se estaba mereciendo
aún sin crear excesivo peligro real sobre la portería de Serna.
Antes del penalti el
propio Charles había gozado de la mejor ocasión al cabecear rozando el palo un
buen centro desde la derecha y alguna otra llegada peligrosa que no encontró
remate también había inquietado algo a Unionistas.
Tras el empate, el
rival pareció despertar y volvió a desplegarse en ataque en alguna ocasión
sembrando la inquietud en una defensa granate con un Churre extrañamente
nervioso y un Nuñez no demasiado expeditivo en ocasiones.
Aún tuvimos la última
para ganar en un remate escorado dentro del área de Oscar que despejó a la
esquina el portero contrario en la única parada que se vio a obligado a
realizar en la segunda parte. Pero no era el día y el partido terminaba con un
reparto de puntos que reflejaba bastante bien lo ocurrido sobre el césped de
Pasaron.
No fue un buen partido
del Pontevedra.
A diferencia de lo
acontecido siete días antes en Ferrol en el que el equipo disputó 20 o 25
minutos muy buenos tras el descanso, contra Unionistas prácticamente nunca
pudimos imponernos en fase alguna del partido.
Demasiado balón de la
defensa a los puntas sin sentido, casi nula elaboración de juego cuando el
rival estaba más encerrado, pocas o poquísimas llegadas desde las bandas para
colocar centros hacia Rufo o Charles y cierta inseguridad defensiva provocada
casi siempre por no imponerse en segundas jugadas y balones divididos que sobre
todo durante el primer tiempo eran siempre para el rival.
Es evidente que la
categoría es tan complicada como siempre. Esta temporada, además, mucho más
estresante por el sistema de competición y la reestructuración en ciernes.
Pensar en que el equipo se iba a pasear por su subgrupo como un “obús” sin encontrar problemas ni
dificultades es absurdo.
Todos los equipos
tienen su peligro, todos los equipos se juegan muchísimo, todos los equipos nos
estudian y estudiarán minuciosamente para tratar de neutralizar nuestras
virtudes que sin duda las tenemos y muchas.
El reto está en
encontrar las soluciones a las trampas y emboscadas que nos van a poner los
contrincantes; en poder variar el guión de un partido que se complica para
hacerlo caer de nuestro lado explotando la mayor calidad de plantilla con la
que contamos este año; en no ponerse nerviosos demasiado pronto y mantener la
serenidad sobre el césped, en definitiva, en conseguir que todo el fútbol que
este conjunto tiene de mediocampo para arriba fluya con más naturalidad aunque
a veces haya que cambiar dibujos tácticos para conseguirlo.
El problema no es el
empate, sino como se llega a ese empate.
En pocos días,
tendremos otra oportunidad de plasmar mejoría sobre el terreno de juego.
Será en Pasarón y con
otros 300 aficionados tan solo en el campo. El factor cancha por lo menos en
Galicia ha perdido mucho peso y con ello debe lidiar también nuestro equipo.
Cuanto antes se
acostumbre a esta penosa y desalentadora situación, mucho mejor.