lunes, 14 de diciembre de 2020

Columna no apta para un abonado ejemplar

Este no es un escrito elaborado para ser leído por el abonado ejemplar de una SAD. 

No son una líneas redactadas para loar las bondades inmensas de la plantilla y cuerpo técnico de la institución y pasar de puntillas por determinadas derrotas como si no hubiera pasado absolutamente nada.

Absténganse, por tanto, de leer esto aquellos que consideran que formular críticas negativas después de que un rival "pase por encima" a su equipo es atacar e ir contra la entidad derrotada.

Absténganse aquellos que creen que manifestar el bajo nivel de los futbolistas en días como los de ayer es enviarlos definitivamente al estercolero y no simplemente criticar una actuación muy por debajo de un nivel que otras veces sí han demostrado.

Absténganse también los que crean que expresar dudas sobre ciertas decisiones de un entrenador es querer mandarle a engrosar las listas del paro y no entiendan que quienes manifiestan dichas dudas lo único que quieren es que ese técnico triunfe por todo lo alto pues su éxito será el del propio equipo y su afición. 

Absténganse, en definitiva, los que quieran leer que espectáculos como los de ayer entran dentro de la normalidad de un equipo con aspiraciones y que "ya están los de siempre" buscándole cinco pies al gato.

Aquellos que sí crean que ayer al Pontevedra CF le atropellaron desde el principio. 

Los que estimen que no se compitió como es debido desde el minuto 1. 

Los que piensen que una cosa es perder y otra "que te saquen los colores". 
Aquellos que razonen que a pesar de todo ello seguimos teniendo un muy buen equipo que sigue aspirando a como mínimo estar en la nueva categoría de bronce y que por muchas críticas negativas que se formulen tras partidos como los de O Vao, nada les gustaría más que ver al Pontevedra CF con sus jugadores y entrenador en el sitio que esta entidad merece, estos quizá encuentren alguna acogida en esta columna bastante alejada de la gran mayoría de los editoriales tanto escritos como orales aparecidos en el día de hoy en los medios de comunicación locales.

Y es que en el campo de O Vao el Pontevedra perdió, sí, y eso ni es ningún drama ni es pensar que este grupo de futbolistas era inmune a salir derrotado en cualquier partido de este subgrupo.

Sin embargo, una cosa es perder y otra es salir casi con dos goles en contra del vestuario. Una cosa es encontrarte  un rival adaptado a su estadio, con buenos jugadores y entrenador que te va a dar batalla y que te puede ganar y otra diferente es encontrarte con el partido tremendamente cuesta arriba antes del minuto 20.

Habló Jesús Ramos en la rueda de prensa de "errores puntuales que nos habían matado" y yo con toda la humildad del mundo entiendo que si un jugador en el minuto 1 de encuentro se adelanta a la línea defensiva rompiendo el fuera de juego (o eso parece pues como siempre las tomas televisivas no lo dejan nada claro) y luego se hace un medio lío que provoca que un compañero llegue desde más atrás y fusile a Mario sin contemplaciones sin que en ningún momento ningún jugador granate se encuentre ni cerca de la acción, pues lo de "error puntual" no lo acabo de ver.

Si pocos minutos después, otro jugador coruxista remata solo de cabeza en el segundo palo una falta enviando el balón milagrosamente fuera; o sí no demasiado después, tras la mala anticipación de Churre, el "9" rival se recorre casi 40 metros hasta nuestra área, levanta la cabeza y le pone la pelota al punto de penalti no a uno sino a dos jugadores para machacar nuestra portería sin que de nuevo ninguno de los nuestros apareciera ni cerca de la zona de remate, entonces insisto, es que más que de errores puntuales y aciertos del rival que también juega, se puede estar hablando de una "puesta en escena" lamentable del Pontevedra CF que empezó a enterarse de que había un partido aproximadamente en el minuto 25 y cuando ya levaba dos goles en contra.

Eso es realmente lo que pasó. Que en esos 25 minutos de encuentro no nos enteramos de lo que iba la fiesta y cuando nos dimos cuenta de que estábamos en la pista ya habían sonado dos temas del rock and roll del bueno que nos dejaban con muchos bailes por hacer para recuperar el ritmo.

¿Significa esto que nuestros futbolistas no quisieron o no estaban por la labor de trabajar el partido y sacarlo adelante? Por supuesto que no. 

Lo que sí significa es que esta falta de concentración, esta forma de entrar al césped nos costó muy cara (ya en Santiago pasó algo parecido) y no debe bajo ningún concepto volver a repetirse.

Después del tsunami del principio se intentó, abusando de nuevo del eufemismo del "juego directo" que de nuevo no dio resultado alguno pero creando algún peligro cuando la pelota circulaba a ras de suelo y especialmente en las botas de un Alex Glez que intentó en varias ocasiones percutir por su banda generando alguna acción de peligro.

Este tema del "juego directo" y búsqueda de la segunda jugada, que no es que lo diga el que esto escribe sino que es el propio equipo el que lo coloca como su mejor argumento para hacer daño a los rivales, es merecedor sin duda de generar un interesante debate en torno al equipo.

¿Tiene verdaderamente el equipo futbolistas efectivos para jugar a eso como principal argumento ofensivo? 

Al margen de Rufo.. Son Charles, Calvillo, Alex, Jorge, Oscar, Imanol o Adrián Cruz jugadores para cristalizar esa legítima forma de juego, son Xisco o Churre centrales idóneos para esta misión de enviar balones precisos en largo?
¿Tiene esta plantilla (sobre todo antes de la lesión de Romay y ahora Adrián que resultan muy preocupantes pero incluso sin estos dos hombres) capacidad para utilizar otros argumentos en los que basar su juego de ataque?
Yo sinceramente creo que sí. 

Ojo no se trata de desterrar esa opción de usar el balón largo pues Rufo sí es cierto que puede manejarse bien en ese registro pero volver a utilizar ese arma casi con exclusividad en la primera parte de O Vao tuvo algo de sentido? 

La segunda parte de ayer no fue sino una repetición del desastre del comienzo de la primera.

Ramos movió ficha y decidió prescindir de ambos laterales para colocar tres atrás con Imanol ejerciendo de tercer central y usar a Oscar y a Alex de laterales largos.
La consecuencia de ello no fue otra que las dos autopistas que el Coruxo encontró por nuestras bandas defensivas y por ahí llegó el tercer tanto con un Rivera campando a sus anchas por banda derecha e incluso pudo llegar un cuarto por el otro lado.

Con ese tercer tanto el partido prácticamente terminó y asistimos a casi media hora que en la NBA sería calificada como "juego de la basura" en la que el Pontevedra lo intentó, corrió pero mostró una incapacidad supina para crear verdadero peligro ante la meta verde.

Eso sí, todavía habría tiempo para la lesión muscular de Adrián Cruz, que ya parecía inquietante "in situ", y que al parecer se confirma como lo suficiéntemente importante para tenerle de baja incluso hasta después de estas casi cuatro semanas en las que parará la Liga.

Llega ahora esta interrupción de la competición que durará hasta el segundo fin de semana de Enero.

Ya se han disputado 8 partidos que son casi la mitad de la Liga Regular de la primera fase.

De esos 8 solo hemos ganado 3 encuentros y nos encontramos todavía terceros pero en un subgrupo en el que el 7º (puesto para luchar por no bajar a la 5ª division el año próximo) está a solo 2 puntos de diferencia.

Lo que se está jugando el Pontevedra CF es muchísimo.

Estamos ante una temporada rara, extraña, agobiante pero crucial porque quedarse fuera de la 1ª RFEF la temporada que viene podría resultar catastrófico.

Por eso mismo las derrotas hay que venderlas caras. Por eso si te ganan al menos hay que dar la sensación de haber competido con garras, dientes y todo lo que haga falta y no verse fuera de un partido en los primeros minutos.

Por todo ello negar que la trayectoria del equipo a pesar de mantener la 3ª posición a día de hoy no es la que se esperaba y que ha habido más partidos en los que hemos estado mal que aquellos en los que se ha estado bien es no ver la realidad.

Ahora estamos a tiempo de todo, quedan 10 partidos en los que la competición está abierta y esos tres primeros puestos están ahí, esperándonos.

Sin embargo, partidos como los de Zamora, segundas partes como las de Santiago o sobre todo actuaciones como las de O Vao deben encender obligatoriamente las luces de alarma.

Tras el parón, el margen de maniobra será mucho más estrecho. Casi no habrá tiempo para reaccionar y si este equipo lleva dentro el fútbol que algunos todavía creemos que tiene debe sacarlo con regularidad desde el mismo día 10 sin más demora, sin más dudas, sin más excusas; muchas cosas dependen de ello.

Las peores noticias en forma de lesiones de Adrían y sobre todo de Romay que ya no volverá a esta Liga obligará al equipo a moverse para alimentar a una plantilla demasiado adelgazada por estas bajas.

Será vital acertar también ahí. Traer un par de jugadores para rendir de inmediato pues la cortedad de la competición no va a admitir "puestas en forma" o adaptaciones costosas.

Nos jugamos todos mucho, insisto, desde la Presidenta del Consejo hasta el último abonado y por ello en estos últimos 10 partidos hay que darlo absolutamente todo. 

PD: Las imágenes que pudieron verse por la tvg2 de la grada principal de O Vao no pueden sino llevarnos a todos los granates al sonrojo y a la indignación.
Ya imágenes parecidas pudieron verse, por ejemplo, alguna otra semana en el campo de Barreiro.

Si a día de hoy a Pasaron pueden ir 500 espectadores ( no critico esto pues la pandemia "manda" y lo primordial es proteger la salud de todos) lo que no parece muy normal es que con aforos mucho más reducidos se permita el mismo número de gente.

Lo que pudimos ver por tv no es de recibo, más bien es una tomadura de pelo. 

  

    
  





  







    


 
   

jueves, 10 de diciembre de 2020

Los autógrafos perdidos

Casi nadie contaba con ella para ser protagonista en el torneo.

De hecho, las apuestas la situaban en séptima posición a la hora de pronosticar quien sería la selección vencedora del Mundial de España 82.

Esa lista la encabezaba Brasil con Tele Santana en el banquillo y los Zico, Sócrates, Falcao o Toninho Cerezo sobre el césped. Tras los “verdeamarelos” aparecían los alemanes como segunda alternativa y (pásmense) el equipo español como tercer favorito a priori.

La campeona del mundo anterior, Argentina (con Maradona a la cabeza), la URSS e Inglaterra también figuraban con más opciones de brillar en el campeonato según la opinión de los apostantes.

Y con la misma discreción con la que aparecía en dicha lista, la “azzurra” apareció en Pontevedra para establecer en el Parador su cuartel general de cara a la disputa de la primera fase de la competición.     

El sorteo había querido que los italianos quedasen encuadrados en el grupo A junto a Polonia, Perú y Camerún y que sus tres primeros encuentros se jugaran en la ciudad de Vigo.

Supongo que para buscar la mayor tranquilidad posible en su concentración, Italia decidió que sería Pontevedra el lugar en el que velarían armas durante toda la primera ronda del campeonato.

Lo cierto es que las semanas previas al Mundial no fueron precisamente una balsa de aceite para la selección dirigida por Enzo Bearzot entre otras cosas por la decisión del entrenador trasalpino de convocar a Paolo Rossi para jugar el torneo poco tiempo después de que el delantero italiano se viera envuelto en un turbio asunto de apuestas deportivas que incluían posibles amaños de resultados de partidos tanto de Serie A como de otras categorías de menor rango.

Si eran muy pocos los que pensaban que Italia pudiera tener un papel relevante en nuestro Mundial todavía eran menos los que imaginaban las actuaciones decisivas que el flaco atacante toscano iba a tener la oportunidad de protagonizar en el transcurso del campeonato.

Con la osadía de un renacuajo de nueve años y acompañado de una no menos valiente prima de la misma edad, nos plantamos en los alrededores del Parador provistos de una pequeña libreta de hojas cuadriculadas con el claro objetivo de reunir los autógrafos de aquellos maravillosos jugadores que no podían haber elegido mejor su primer lugar de descanso en el Mundial de España.

Claro que ese arrojo exuberante que exhibía al salir de mi casa iba disminuyendo poco a poco a medida que la distancia entre aquella y la sede de la concentración “azurra” iba disminuyendo.

Tanto menguó esa determinación que en el momento en que mi prima y yo nos acomodamos tras una barandilla en los aledaños del Parador a la espera de la llegada del bus que devolviera a los jugadores tras el entrenamiento no me sentía capaz de decir una palabra.

Pero el caso es que el dichoso autobús hizo su aparición y poco a poco los componentes del equipo iban bajando en dirección a sus habitaciones.

No me pregunten cómo pero ya por aquella época me conocía el nombre y las caras de la mayoría de los jugadores italianos y mis ojos se abrían como platos cada vez que reconocía a alguno tan cerca de donde estaba que casi podía tocarlos de alargar un brazo.

Por su parte mi prima no tenía ni “pajolera” idea de quién era quién y recuerdo como en un momento dado me miró queriéndome decir que era el momento. Que dejara de poner esa cara de papanatas integral y llamase a alguno de los futbolistas para que pusiera su firma en el papelito. Tan agobiado debió verme que al oído me preguntó el nombre del jugador que en ese momento bajaba las escalerillas y yo casi en un susurro acerté a decirte: “Collovati, ese es Collovati”. Ni corta ni perezosa Raquel (mi querida prima Raquel) rompía el silencio que en ese momento existía entre los aficionados que allí nos encontrábamos para con un macarrónico acento italiano exclamar: “Collovaatii aquí”. Cuando el aguerrido central miró hacia nosotros por un momento creí que nos mandaría a “paseini” sin contemplaciones pero lejos de hacer eso se acercó, cogió la libreta y estampó su autógrafo con una sonrisa en sus labios.

Como un resorte ambos le dijimos “grazie” o algo parecido y perdido el miedo casi de repente yo mismo me dediqué a llamar a voz en grito al resto de jugadores que todavía quedaban por abandonar el autobús. Recuerdo recibir la firma de un jovencísimo Baresi y también de Bergomi, de Antognoni del malogrado Scirea, Conti e incluso del mismísimo Paolo Rossi que fue de los últimos en acceder al hotel.

Con apenas nueve años no supe apreciar cómo se merecía el valor histórico de aquellas hojas pobladas de las firmas de los que en pocas semanas se convertirían en campeones del mundo.

Seguí con interés el desempeño del equipo italiano en el torneo animado por el hecho de que se hubieran instalado aquí para preparar su debut.

Su decepcionante primera fase en la que cosecharon tres empates (incluido el sorprendente 1-1 frente a la por aquel entonces exótica Camerún). Su exuberante segunda ronda con ese inolvidable partido frente a Brasil a la que eliminaron aquel día venciendo por 3-2 con un hat trick de Paolo Rossi. Su cómoda victoria ante Polonia en semifinales …

Y por último esa final en la que se impusieron por 3-1 a una Alemania quizá algo cansada tras la extenuante semifinal que disputaron frente a Francia. En esa final Rossi abrió el marcador y se coronó como máximo goleador del mundial con seis goles.

Tras ganar el torneo y alzar el capitán Dino Zoff la Copa dorada, fui a mi habitación a recoger la libreta con las firmas y repasar cuantas eran las que tenía de los veintidós jugadores que habían conseguido la gloria.

Ya no recuerdo cuantos autógrafos había recogido y cuantos se me habían “escapado” pero sí soy consciente de que aquella pequeña libreta estuvo en una estantería de mi habitación durante mucho tiempo en un lugar privilegiado entre mis álbumes de cromos, tebeos de diferente índole y demás entretenimientos.

Hasta que un día no sabría decir cuánto tiempo después, posiblemente una tarde al volver del colegio o una noche antes de dormir busqué la libreta y no pude encontrarla.

Revolví la habitación hasta ponerla patas arriba pero no hallé ni rastro de aquellas firmas que tanta ilusión me había hecho reunir en esos papeles cuadriculados.

Me enfadé conmigo mismo y renegué de mi desorden y de mi falta de atención para con esas firmas tan importantes pero lo cierto es que nunca volví a encontrar la libreta ni el precioso contenido que guardaba en su interior.

Una vez consciente del imperdonable extravío, me acordaba de la libreta cada vez que veía a Baresi ya maduro y consagrado liderar el Milán de Sacchi. También la recordaba cuando la televisión me enseñaba al fino Antognoni dirigir el mediocampo de la Fiorentina o cuando Cabrini subía la banda del estadio de la Juventus.

Ahora, casi treinta y cinco años después de aquel Mundial disputado en España, todavía hay ocasiones en las que me recrimino no haber sido mucho más cuidadoso con aquellas firmas de unos futbolistas que solo unas semanas más tarde iban a ver cumplido su sueño de convertirse en vencedores de la competición más importante a nivel de selecciones.

Incluso hay veces que tras una comida familiar o cualquier otra celebración festiva me dejo caer por mi antigua habitación de la infancia para contemplar los libros de Asterix, Mortadelo o El Corsario de Hierro que todavía permanecen en sus sitios de siempre esperando mis furtivas visitas.

No puedo evitar coger algunos tomos al azar y hojearlos durante unos minutos para luego volcarlos y confirmar que no hay nada escondido entre sus páginas.

No, la delgada libretita nunca cae al suelo cada vez que vuelvo a examinar ingenuamente mis antiguos cuentos que solo dejan al abrirse algunas motas de polvo y grandes retazos de melancolía.

lunes, 7 de diciembre de 2020

Una previa imposible, un carácter impredecible y una lesión dolorosa

Es difícil calificar a un partido como “grande” o “especial” en las circunstancias que el mundo atraviesa en la actualidad y que ha puesto patas arriba la manera que teníamos de vivir antes de la llegada del covid 19.

¿Qué era un partido “grande” antes de que la pandemia nos obligara a modificar nuestras costumbres y a tomar todas las medidas posibles para proteger a los demás al tiempo que nos protegemos a nosotros mismos?

Un partido “grande” era una previa imprescindible en la Plaza de la Verdura con aquellos que sufrirían y disfrutarían contigo el encuentro y con muchos más aficionados que soñaban entre cervezas con los goles que llegarían algo más tarde.

Era enfundarse la camiseta que siempre esperaba en el armario para ser utilizada en ocasiones especiales y compartir media sonrisa cómplice con aquellos otros con los que te cruzabas por la calle y que también lucían sus mejores galas para acompañar al equipo.

Era sentir todavía el calor interior de la última caña mientras bajabas hacía el río junto a muchos otros seguidores granates y notar ese estremecimiento peculiar cuando las torretas del estadio aparecían en el horizonte.

Era contemplar los aledaños de Pasarón repletos de gente con bufandas, banderas y demás “impedimenta” entre cánticos de apoyo al equipo mientras aquel estremecimiento primero se convertía ya en una agitación desmedida.

Era, en fin, acceder a las gradas y comprobar como se iban llenando de nuestra gente y la del equipo rival en un ambiente de color, animación e ilusión que hace del fútbol un acontecimiento tan importante para aquellos a los que nos hechizó en algún momento de nuestras vidas.

Es cierto que el Pontevedra CF llevaba bastante tiempo sin esos partidos “especiales” que eran merecedores de esa previa que tantas veces disfrutamos los años de los play off de ascenso a 2ª y la propia temporada vivida en la categoría de plata con jornadas tan inolvidables como aquellas en las que nos visitaron equipos como el Sporting, el Valladolid, el Cádiz o el propio Celta.

El Sábado sí que era un día que invitaba a perderse por cualquiera de las plazas de nuestra ciudad para compartir el previo de un partido tan importante como el que disputaríamos contra el Deportivo de la Coruña.

No había play off, no sería un choque decisivo pero la presencia después de tantísimos años del Depor en Pontevedra para jugar un partido oficial (tantos años hacía que la última vez que vino todavía se le llamaba por muchos “el Coruña”) bien merecía vivir la jornada futbolística de una forma intensa, diferente y digna de la ocasión.

Nada de ello fue posible, evidentemente.

Las circunstancias obligan y la única buena noticia en las horas o días previos al partido vino dada por la posibilidad de que fueran 500 y no 150 los abonados granates los que pudieran asistir “in situ” al duelo.

Del partido ya se han escrito muchas crónicas y vertido muchos comentarios desde el Sábado por la tarde.

A este atribulado bloguero lo que más le gustó es que el equipo compitió muy bien frente a un rival coriáceo y casi hermético en el aspecto defensivo y al que el Pontevedra CF logró incluso superar en varias fases del segundo tiempo especialmente tras el gol afortunado conseguido por Rolán y el momento en que se produjo la doble expulsión que dio con los huesos de Lara y Charles en el vestuario antes de tiempo.

Quizá pude confirmar algunas opiniones con las que me quedé tras el partido ante el Salamanca jugado hace 15 días.

Así, al igual que sucedió frente a los charros pero esta vez ante un rival de mucha más enjundia, el Pontevedra CF pareció “pegar” mejor en defensa con la pareja Borja-Imanol  en el medio centro.

 Es cierto, como bien apuntaron los comentaristas Luis García Silva y Luis Oliveira en la retransmisión del partido de radio Pontevedra en la que tuve la suerte de participar, que estos dos jugadores no escalonan su posición y se restan posibilidades de desbordar líneas rivales en medio campo con algún uno contra uno o pared rápida pero lo cierto es que el que esto escribe ni el día del Salamanca ni el Sábado pasado observó desconexiones entre líneas en el equipo y amplias lagunas por las que el rival pudiera progresar como sí pasó frente a Unionistas, Compostela y en algunos momentos frente al Celta B.

Es sin suda esta pareja la que más aporta en el plano físico de las que el Pontevedra podía formar en esa zona del campo (antes con cuatro aspirantes y ahora solo con 3 por la grave y desgraciada lesión de Romay).

A mí me gustaron los dos jugadores y entiendo que dotan al equipo de una mayor contundencia y  presencia en el medio que ante equipos tan poderosos en lo físico como el Depor resulta altamente recomendable.

Otro detalle importante del partido fue la actuación de Santi Figueroa que debutaba esta temporada.

Aitor Núñez (a pesar de que precisamente contra el Salamanca había mejorado algo sus prestaciones) volvió a bajar el nivel en Santiago y Jesús Ramos optó por el canterano para tratar de tapar las vías de agua que en varios partidos habíamos tenido por ese flanco defensivo.

Y el chaval, en unas circunstancias complicadas y con gente enfrente como Borja Galán, cumplió a las mil maravillas y no fue desbordado en ninguna ocasión. Además, en la segunda parte incluso se desplegó en ataque en alguna oportunidad con una fuerza física que le convierte en clara alternativa a un puesto de lateral derecho que hasta este momento había despertado cierta preocupación.

A este bloguero también le pareció una buena noticia el despertar de un jugador que nos maravilló el primer día en el campo de A Malata, Oier Calvillo.

El navarro  incluso había perdido la titularidad en los últimos choques tras unos partidos en los que había estado algo oscuro pero frente al Depor volvió a resultar importante en los minutos que disputó en la segunda parte protagonizando varias internadas de mérito por la derecha incluyendo la del gol del empate en la que tras recibir de Alex envió un centro venenoso que acabó con el remate de Rufo que puso las tablas en el marcador.

Ese gol granate contrarrestaba el anterior de Diego Rolan en casi la única indecisión defensiva del Pontevedra cuyos centrales (que salvo en esa acción estuvieron muy bien) no ataron en corto al uruguayo que eso sí luego tuvo fortuna al desviar su remate la pierna de un Xisco que en esa acción debió ser más contundente.

Y digo “casi” la única indecisión defensiva pues lo que no se debería volver a repetir es la contra de dos contra uno que sufrimos en la última acción del partido tras tener un córner a favor.

Solo el hecho de que fuera Mujaid /(defensa central) el jugador deportivista que llegó a zona de remate además de que Churre volvió a estar en esa acción muy acertado, impidió que nos quedáramos con cara de tontos por una acción que era perfectamente evitable.

La mala noticia de la tarde llegó con la expulsión de Charles por intervenir en una trifulca en la que debió abstenerse de participar.

Vaya por delante que las dos expulsiones (la nuestra y la del Deportivo) me parecieron excesivas y susceptibles de ser resueltas con sendas tarjetas amarillas.

Ahora bien, a Charles hay que quererle y aceptarle como es.

Con sus genialidades que aunque no han aparecido en estos 7 partidos a buen seguro acabarán por llegar; con su personalidad a la hora de asumir responsabilidades y transformar penaltis cuando los partidos casi tocan a su fin; con su trabajo estajanovista como el del pasado Sábado en el que bajó en muchas ocasiones a echar una mano en defensa sin que en ningún momento se le cayeran los anillos… pero también con ese carácter a veces incontrolable que provoca situaciones como la de hace dos días u otra diferente pero con la misma consecuencia en pretemporada precisamente también contra el equipo herculino.

No va a cambiar a estas alturas Charles Días y este bloguero cree que casi ningún aficionado granate quiere que lo haga.

Él es así y así se le quiere y mucho por estos lares.

Peor noticia es la que pudimos conocer días antes de enfrentarnos al Depor.

Romay se lesionaba en un entrenamiento y aunque la gravedad de su dolencia se conoció tras el partido, la descripción de la misma dada por el comunicado oficial del club dejaba poco margen a la esperanza de que esa rodilla no estuviera muy deteriorada.

Desde este blog, al igual que han hecho muchos aficionados granates desde las redes sociales o a través de otros medios, también se le desea la mejor de las suertes al fino trescuartista de Malpica.

Echaremos de menos su juego exquisito; ese que cuando está de dulce impide que cerremos la boca ni un instante mientras gambetea por el césped, avanza cabeza arriba con el balón pegado como una cuerda a su zapatilla o elabora pases imposibles para dejar a un compañero en gran posición. O esa sensación en aquellos partidos en los que “no está de quiero” de que cuando recibe la pelota puede pasar algo en cualquier momento; otro pase genial o una finta maravillosa.

Lo más importante, lo decisivo, es que esa rodilla se recupere bien y que cuando vuelva este jugador al que algunos imaginan vestido de mago y otros lo hacemos investido con un gran esmoquin, pueda sacar de nuevo conejos o palomas de la chistera o quedarse con la más guapa del baile para interpretar un vals con esa clase que le sobra al 10 granate.

Sea como fuere, tras el empate con el Deportivo la clasificación se ha vuelto a estrechar.

Caemos a la tercera plaza y dos equipos más se sitúan a tan solo dos puntos por detrás.

Hemos empatado más partidos (cuatro) que ganado (tres) y más nos valdría empezar a sumar "de a tres" para asentarnos definitivamente dentro de los 3 primeros de la tabla.

Con Romay de baja hasta el final de la campaña (es posible que el club se plantee fichar para compensar la situación) y con Charles además ausente por lo menos en O Vao, el partido contra el Coruxo se plantea como uno de esos en los que no se puede ni debe fallar.

Si el punto frente al Depor no deja mal sabor de boca es porque se espera que en partidos como el que nos espera en Vigo el equipo ofrezca su mejor cara y logre los tres puntos en disputa.

Quien ocupará la plaza del brasileño es una incógnita.

Con Rufo solo como atacante puro, Ramos podría optar por colocar a Adrián (si está a tope) por delante de los medio centros tratando de conectar con el “9” , en una posición que ya ocupó bastantes veces en su primera etapa como granate.

Otra posibilidad es dar entrada a Oier por derecha y situar a Jorge cerca de nuestro calvo goleador.

A buen seguro que el técnico estará estudiando las alternativas y ojalá escoja aquella que colabore a obtener una victoria que necesitamos mucho y que provocaría que nos fuéramos al largo parón sin tantas urgencias clasificatorias y menos fantasmas en la cabeza.   


lunes, 23 de noviembre de 2020

El faro que ilumina las tinieblas

 El día en que su regreso se hizo oficial tuve que releer la noticia varias veces para convencerme del todo que no estaba ante un fake.

A pesar de los rumores insistentes en los días anteriores; a pesar de su guiño unos meses antes en una entrevista realizada por los creadores del  podcast no oficial "pontevedra cf.net"; a pesar del amor que siempre que tenía ocasión decía profesar por estos colores y esta ciudad...

Cuando ya no había dudas de que Charles Días volvía al Pontevedra CF no pude evitar experimentar la sensación de que esta vez iba en serio. 

De que la entidad había entendido la excepcionalidad del momento; la trascendencia inmensa de no quedarse fuera de la nueva categoría que se había decidido crear en medio del desconcierto y la confusión de la covid 19 y de que al fin se iban a colocar sobre el césped argumentos de peso para alcanzar una buena clasificación deportiva.

Después se fueron conociendo más incorporaciones llamativas como la de Xisco Campos, otras menos "glamourosas " pero con buenos augurios como las de Imanol García u Oier Calvillo, fueron llegando las renovaciones de casi todos los miembros clave del bloque (no, no me olvido de un Edu que tuvo que salir en el momento en el que parce que por fin el despegue tiene un impulso real), se puso mucho sobre la mesa para que se quedase Bustos y a punto se estuvo de ganarle por la mano a todo un Racing de Santander...

Sin embargo, la primera piedra, el golpe de efecto para decir a todo el mundo "que aquí estamos" y que se quiere crecer fue la de Charles.

Como ya he tenido la oportunidad de escribir en su momento, la operación llegaba en el momento justo. Ese en el que el futbolista todavía marcaba goles en primera división un par de semanas antes de su fichaje y varios equipos punteros de 2ª se rifaban su incorporación. Ese en el que su vuelta a casa podría producir (y de hecho produjo) un impacto a nivel nacional.

¿Qué hace Charles bajando dos categorías de golpe si todavía cuenta con cuerda para seguir en el fútbol "profesional"?, ¿Cómo es posible que no recale en un segunda con aspiraciones y en cambio se marcha a un equipo que lleva 15 años sin estar en segunda y que navega con dificultades por la 2B? Se preguntaban los "maxmedia" que entienden mucho de números y de audiencia pero poco de conceptos como el arraigo o el sentimiento.

Bueno, pues ese futbolista que dejó un gran recuerdo en Córdoba, fue pichichi en 2º con el Almería y que rindió a gran nivel en primera en el Celta, Málaga o Eibar había decidido volver al club que lo trajo a España y cumplir su último sueño de progresar de nuevo con "su" Pontevedra CF.

¿Cómo olvidar su debut oficial con nosotros en la primera jornada en segunda contra el Poli Ejido en la que casi nos levanta de los asientos con un remate acrobático al poste y poco después nos hacía torcer el gesto al ser expulsado de manera directa? ¿Cómo no recordar ese mismo año con apenas 19 años su gol "imposible" en Murcia o aquel tan bonito en casa contra el Nastic? 

¿Cómo obviar sus fenomenales campañas en 2ºB marcadas por los constantes desengaños en los play off de ascenso por los que tantas lágrimas derramamos? ¿Y aquel último partido oficial con la camiseta granate en la ida de la eliminatoria frente al Alcorcón en el que fue expulsado de forma muy rigurosa, quizá como siniestro adelanto del aquelarre vivido días después en la ciudad madrileña?

El caso es que Charles Días Barbosa quiso volver a jugar aquí para poner el colofón a una gran carrera y todo el mundo empezó ya a imaginarse desde ese mismo momento al brasileño evolucionando sobre el terreno de juego con esa camiseta que llevaba más de una década sin poder vestir.

El que esto escribe, prudente en términos futbolisticos desde hace mucho, no se imaginó a Charles marcando goles por doquier y arrasando desde el primer día. 

Se lo imaginó, en cambio, trabajando con la intensidad que en él es habitual y marcando diferencias en varias facetas del juego algunas visibles y otras invisibles.

Se lo imaginaba, por ejemplo, en algún partido difícil, trabado y algo "pestoso"como el disputado ayer mismo en Pasarón, convirtiéndose en Faro para sus compañeros poniendo aquella luz que disipase las tinieblas provocadas por las dificultades de un rival nulo en ataque pero numeroso, de gran envergadura e incluso duro en ocasiones en el aspecto defensivo.

Ese Faro apareció ayer en los peores y decisivos momentos del partido. 

Ese Charles algo más oscuro, aunque siempre con chispazos, de Ferrol, Zamora o en casa frente al Celta dejó paso al Charles omnipresente y protagonista de muchas de las acciones mediante las cuales el Pontevedra acabó por imponerse al Salamanca.

La primera parte jugada ayer volvió a ser mala, al menos a juicio de este atribulado bloguero.

Sobre todo a lo largo de la primera media hora de juego se volvió a abusar del "patadón y tente tieso" pues no se puede siquiera denominar "balón largo" a pelotazos sin sentido de los dos centrales que casi nunca acababan con la progresión adecuada a través de la segunda jugada.

En medio de ese atoramiento en el juego, Charles empezó a producir para el equipo y a minar siquiera de manera indirecta al Salamanca.

Así, hasta tres tarjetas amarillas (que debieron ser 4) provocó el brasileño tras una entrada por detrás, un codazo en un salto y una patada absurda y a destiempo en una acción que ya estaba previamente anulada.

No eran jugadores salmantinos cualquiera sino los dos centrales y una de sus torres de contención en medio campo.

No obstante, el partido en esa primera parte no marchaba lo bien que a todos nos hubiera gustado y aún a pesar de que en el tramo final se raseó algo más la pelota, en los primeros 45 minutos el equipo no fue capaz de probar al portero rival y las ocasiones se limitaron a dos cabezazos, uno de Rufo y otro de Xisco, que se marcharon fuera.

Además del trabajo "sucio" de Charles que se vio acompañado con algunas acciones de mérito adicionales del brasileño en tres cuartos que casi siempre mejoraban la jugada, sí se podrían destacar un par de circunstancias más.

La primera es que el equipo no dio en ningún momento la sensación de "romperse" o de "despegarse" por la mitad en ningún momento y se vio un conjunto más cohesionado y con menos lagunas en medio campo.

Si a ello contribuyó la pareja de medios centro utilizada que mezclaban por primera vez ( Imanol y Borja, claramente los dos más posicionales con los que contamos) o bien solo la nula capacidad ofensiva del rival, es algo que no está claro pero lo que sí fue un hecho es que eso pasillos enormes que a veces quedaron libres en partidos anteriores, ayer no aparecieron.

El bagaje ofensivo del Salamanca en la primera parte, de hecho ,se limitó a un peligroso lanzamiento de Fer Llorente desde la frontal del área que se fue fuera por poco, aprovechando una descoordinación defensiva, quizá la única ayer, del conjunto granate. 

La segunda circunstancia, en el aspecto individual, fue la actuación más llamativa de Aitor Nuñez que hasta ahora había pasado algo desapercibido pero que ayer en tramos de esa primera mitad sí consiguió en alguna ocasión desplegarse en ataque y poner algún centro de calidad a sus compañeros 

El segundo tiempo fue otra cosa prácticamente desde el principio.

No es que el Pontevedra encandilara ni practicase un juego maravilloso pero sí es verdad que desde los primeros minutos se le dio más ritmo al partido, no se abusó tanto del balón largo y se consiguió jugar mucho más cerca del área rival.

Alex apareció mucho más y con peligro, Jorge tocó con acierto en ocasiones y sí parecía que la balanza acabaría por inclinarse de nuestra parte en cualquier momento.

Para poner las cosas todavía mejor, Charles aprovechaba un balón al espacio para progresar en velocidad y con todo el oficio del mundo colocarse sobre la pelota de una manera en la que el defensa rival no tenía más opción que dejarle encarar al portero o derribarle abortando la oportunidad. Fue el derribo lo que se produjo y con él la tarjeta roja del jugador del Salamanca, De Lorenzi, que ya había recibido una amarilla en el primer tiempo.  

Antes de la expulsión, el Pontevedra ya había gozado de ocasiones en las botas de Alex o Rufo para marcar pero quien más quien menos pensó que en superioridad y con casi media hora por delante el triunfo no podría escaparse.

A diferencia de lo que ocurrió en Zamora, Jesús Ramos sí reaccionó pronto ante el cambio de guión del choque y decidió retirar a los dos laterales para dar entrada a Romay y Oier.

De esa forma, se pasaba a jugar con una defensa de tres (con Imanol incrustado con Churre y Xisco), con las dos bandas enteras para Alex y Calvillo, Borja de medio centro más posicional y Jorge y Romay tratando de enlazar con los puntas.

El caso es que durante unos minutos el cambio de dibujo pareció frenar el ímpetu granate y se volvió a un tramo de indecisión en el que las llegadas se hicieron más escasas por nuestra parte.

Eso volvió a cambiar en el tramo final del partido en el que volvieron a llegar oportunidades claras por medio de Charles, Calvillo o un cabezazo de Xisco en inmejorable posición.

Y fue en el preciso instante en el que parecía que los puntos se iban a marchar, cuando llegó el último giro dramático de los acontecimientos (como diría el "picaro de playa" más famoso de la televisión ,Fermin Trujillo).

Después de la llegada más venenosa del rival en la segunda parte abortada fenomenalmente por Borja Martínez cuando Mora se aprestaba a ejecutar un disparo venenoso, por fin un balón largo funcionaba, eso sí,  acompañado por un desajuste salvador del Salamanca en defensa. 

Rufo recepcionó dicha pelota para encarar portería y caer derribado por el portero que hasta ese momento había contribuido al empate con tres o cuatro paradas de mérito.

Penalti sobre el minuto 90 y dos puntos de oro que no debían ni podían escaparse se jugarían en un lanzamiento desde los 11 metros.

Ahí volvió a aparecer el Faro. Ese que en la primera parte desgastó al rival recibiendo palos y en la segunda les dejó con 10 tras otra tarascada.

Ese que sabe lo que su figura significa aquí y que como ya hizo ante Unionistas sabe que debe asumir responsabilidades en instantes como estos.

Chales cogió la pelota, miró al portero y envió el esférico al fondo de las mallas engañando al buen cancerbero castellano y disipando con su luz las tinieblas que hasta ese momento envolvían al partido.

Aún tuvo tiempo el de Belem en el 91 de protagonizar otra carrera tras pase de Oier, levantar la cabeza y mandar un balón medido a Rufo que delante otra vez del guardameta no desaprovechó la ocasión de hacer el segundo y ahorrarnos el sufrimiento del último minuto.

No es detalle baladí la autoría del segundo tanto que sirvió para redondear el encuentro. Rufo ayer estuvo tan voluntarioso como siempre pero el acierto le seguía siendo esquivo. 

Ayer incluso estuvo algo impreciso en determinados controles o pases pero en la jugada del penalti empezó a arreglar su partido y con el segundo gol ha tornarlo incluso en bueno. 

Ojalá ese tanto celebrado con rabia y desahogo por el "9" le sirva para ganar confianza y empezar a marcar goles a borbotones.   

Los tres puntos logrados son importantísimos. Nos aúpan otra vez al primer puesto con los mismos once puntos que el Depor y con tres de margen sobre el cuarto clasificado. 

Se va abriendo brecha con alguno de los equipos del subgrupo como el Coruxo o el propio Salamanca y también con el Celta B o Guijuelo.

Llegan también buenas noticias del subgrupo 1B cuyos componentes se cruzarán con nosotros en la 2ºfase.

El Numancia y la Cultural se han dejado a estas alturas más puntos de los esperados y es el Langreo el equipo que lidera incluso con un partido menos que de ganarlo (es contra el colista) le catapultaría hasta los 13 puntos.

A día de hoy, a falta de ese partido aplazado, el líder de los dos subgrupos somos nosotros.

Ahora llega San Lázaro y un Compostela cuya imagen en lo que llevamos de Liga es muy positiva. 

El Sábado pasado plantó cara al Racing y consiguió llevarse un meritorio punto manejando bien el choque en los momentos clave.

Será muy complicado pero victorias como las de ayer deben llenar al grupo de tranquilidad, confianza y dotarles de ese impulso que nos haga fuertes en cada partido que disputemos.

En Santiago cayó goleado el Guijuelo y el Depor solo empató. 

Avisados estamos. Será necesario una gran versión del equipo para ganar.



 




  

martes, 3 de noviembre de 2020

245 días después

El 1 de Marzo de 2020 llovía mucho, muchísimo, sobre la hierba del Estadio Municipal de Pasarón.

Venía el Real Madrid- Castilla con su leyenda Raúl González al mando y alguna de sus jóvenes y rutilantes estrellas como el brasileño Reiner, cedido meses después al Borussia Dortmund.

Había más gente de la habitual en las gradas y todos vibramos con la gama de remates de cabeza de Rufo y con el golazo espectacular de Alvaro Bustos.

Nos fuimos aquel día del estadio con los cuatro bonitos goles en la retina y con la esperanza de que la goleada pudiera ser la primera piedra para la remontada final en la clasificación.

Aquella lluviosa y ventosa tarde de Marzo no sabíamos todavía que nuestra vida iba a cambiar en pocos días de una forma que resultaba difícil de imaginar.

Mientras abandonábamos el campo con una sonrisa en la cara comentando el hat trick de Rufo o la vaselina preciosa de Bustos, desconocíamos que no volveríamos a pisar ese escenario de nuestros sueños hasta mucho tiempo después, incluso algunos no han podido hacerlo todavía y otros jamás lo harán.

El siguiente partido en casa ya no se disputaría y en lugar de volver a sentarnos en los asientos de Pasarón con la ilusión de conseguir la tercera victoria consecutiva, comenzamos un durísimo confinamiento domiciliario para luchar contra un virus maldito que ponía delante de nuestros ojos la extrema vulnerabilidad de muchas cosas que antes creíamos indestructibles.

El rival contra el que no pudimos enfrentarnos aquel día 15 de Marzo era, en otro guiño del destino, el Real Club Celta B.

245 días después; sí 245 días, uno detrás de otro, el que esto escribe volvía por fin al estadio que descubrió siendo un niño pequeño y del que nunca se había separado tal cantidad de tiempo.

Fue un regreso extraño, solitario y diferente al que tantas veces había imaginado pero regreso al fin al cabo.

Presentación del DNI junto al abono, toma de temperatura, gel hidroalcoholico, instrucciones que prohibían beber, comer, fumar o levantarse, salida ordenada al terminar (algo confusa por la deficiente megafonía del estadio, que esa sí, no ha cambiado), y por fin acceso a las escaleras de entrada a la parte superior de la grada en busca del asiento con un punto verde y el nº de abonado debajo.

Confieso que me esperaba un ambiente mucho más desangelado en el interior del estadio.

La semana pasada, viendo el partido frente a Unionistas a través de la web de la televisión gallega, apenas se escuchaba al público y me imaginé un silencio casi sobrecogedor solo roto por las voces de los jugadores y las órdenes de los técnicos desde el banquillo.

Pero la verdad es que no fue así.

A ver, no digo que el hecho de estar tan solo 300 espectadores no se notase, claro que se notó.

Lo que sí digo es que la animación de los que sí pudieron estar el Domingo fue llamativa y posiblemente la mejor que se podía transmitir al equipo en esas circunstancias tan extremas.

En ese sentido, como era ya habitual antes del comienzo de la pesadilla “covid 19”, la voz cantante la llevó el fondo norte con sus palmas y sus cánticos que al mismo tiempo que me daban la certeza que los jugadores no iban a estar nada solos en ningún momento, también me hacían pensar en el fenomenal ambiente que se podría haber vivido este año con más gente en el campo y con los ingredientes que esta temporada cuenta el equipo sobre la hierba.

El caso es que bajo la lluvia, como aquel lejano 1 de Marzo, el Pontevedra empezó a jugarse otros tres puntos vitales como todos los que esta campaña va a disputar.

Y el comienzo, con la misma alineación que hace 7 días con la excepción de Adrián Cruz que ocupaba el lugar de Romay, resultó interesante para los intereses granates.

Buena presión, agresividad, ritmo, menos balón largo y ocasiones de gol (especialmente una muy clara de Rufo) hacían presagiar que la tarde podría discurrir de forma algo plácida para el Pontevedra pero mediado el primer tiempo la decoración empezó a cambiar.

Después de esos minutos en los que se robaba rápido, se llegaba fácil y bien pudo marcarse algún tanto, nuestra presión decayó e incluso se descoordinó lo que dio la oportunidad al rival de hacerse con el balón, tocar con sentido e incluso crear alguna ocasión que de haber sido transformada nos habría colocado el encuentro cuesta arriba.

Fueron minutos en los que el equipo no se encontró, volvió a partirse en demasía y dejó de tener el control de la situación.

Apareció, eso sí, Mario para salvar la oportunidad del partido del equipo vigués.

Esta llegó tras fallar clamorosamente por arriba la defensa en un centro desde la derecha que posibilitó un remate a bocajarro franco de cabeza que fue rechazado con muchos reflejos por el guardameta, que todavía más felino tuvo que mostrarse para rechazar desde el suelo el segundo remate del delantero tras su primer rechace y desbaratar así una acción en la que el gol parecía inevitable.

Fue ese un tramo del partido otra vez algo preocupante del que se pudo salir haciendo el primer gol de la tarde.

Si algo está demostrando el Pontevedra en este inicio de competición es que con espacio por delante para correr el equipo es otro.

De un saque de esquina celeste se produce un rebote que acaba con la pelota en los pies de Calvillo tras un buen control del navarro. Oier encontró vía libre para conducir durante muchos metros y fabricar un pase venenoso a Alex Glez que desde el corazón del área, algo escorado a la izquierda, conectó un zurdazo espectacular haciendo el primer gol del encuentro.

Fue una jugada eléctrica, fulminante y extraordinariamente definida y que además surgió de las botas de dos jugadores importantes que hasta ese momento habían intentado muchas cosas pero casi ninguna de ellas con acierto.

Tras el 1-0, el Pontevedra recuperó la alegría y achuchó de nuevo al rival en esos minutos finales del primer tiempo impulsado por la ventaja en el marcador.

Y esa dinámica continuó tras el descanso.

Nada más reanudarse el choque, Zabaleta hacía el segundo tras otro zurdazo inconmensurable desde la frontal del área después de un saque de esquina y el Pontevedra disfrutó de unos minutos pletóricos en el que fue amo y señor del partido.

Fueron sobre 20 o 25 minutos en los que se presionó arriba, se ahogó al Celta B, se pudo sentenciar definitivamente con algunas ocasiones en las que casi siempre falló el último pase y en los que Charles nos deleitó con uno de esos remates semi acrobáticos tan suyos  (que tan bien conocemos por estos andurriales) que rebotó en un defensa cuando llevaba marchamo de gol.

Ni siquiera el doble cambio efectuado por el equipo alteró esa dinámica de control del choque por parte de los granates.

Dos hombres con tarjeta, Imanol y Alex, dejaban su lugar a Jorge y a Romay con lo que el doble medio centro pasaba a ser el más creativo que este equipo puede alinear con el de Malpica y Adrián juntos en el césped.

Y como decía, esos cambios no impidieron en un principio que el Pontevedra siguiese mostrándose superior al Celta. Tampoco el cambio de Oier por Oscar aunque el cántabro volvió a estar algo gris sobre el terreno de juego.

No obstante, alrededor del minuto 70 el partido volvió a cambiar de manera gradual.

El Pontevedra ya no presionaba tan arriba y el Celta volvía a coger la pelota y a jugar más en campo granate.

Lo peor no fue eso, pues resulta normal que el equipo con una buena renta se otorgue un respiro.

Lo inquietante se produjo cuando los de Onésimo empezaron a encontrar verdaderas vías de agua en forma de espacio entre los medios y los centrales pontevedreses con lo que el problema no era que el Celta acumulara posesión sino que lo hacía merodeando constantemente con peligro el área local.

Mario tuvo que intervenir otra vez tras un disparo algo lejano y se notaba sobre el césped que el equipo se partía y que sufría en exceso para parar las acometidas de un Celta bastante potente en el aspecto físico.

La situación parecía requerir otro relevo, ese que reforzara el medio campo para entorpecer el juego “celtiña” e incluso consolidar alguna “contra mortal” con la que apagar las llamas del empuje visitante.

En opinión de este atribulado bloguero, se tardó un poco en reaccionar y el 2-1 llegó mientras Borja Martínez se encontraba preparado para saltar al campo cuando lo cierto es que desde minutos antes esa posibilidad de encajar se estaba viendo venir.

La sorpresa (al menos para el que esto escribe) vino en el jugador elegido para ser sustituido nada más producirse el gol vigués.

Ese hombre fue Adrián Cruz (notable partido el suyo tanto creando como destruyendo, por cierto) cuando quien más quien menos pensaba que a ocho minutos para el final tocaba reforzar la medular a costa de un hombre de ataque para intentar pausar un poco el partido y que no siguiera convirtiéndose en una especie de correcalles en el que éramos nosotros los que más teníamos que perder.

Este dilema, cuando sacar del campo a Rufo o Charles, es posible que se convierta en uno de los debates más interesantes en torno al equipo durante la temporada.

En Ferrol, ganando 2-3, Ramos sí decidió a falta de pocos minutos sustituir a Charles para dar entrada a Borja y terminar por cerrar aquel partido. Lo cierto es que salió bastante bien aquel día y el equipo contuvo con oficio los últimos estertores ferrolanos.

El domingo pasado, en cambio, se optó por cambiar un mediocentro por otro y la dinámica del partido no varió en absoluto.

El equipo siguió sufriendo, siguió partiéndose a veces en exceso por el medio y la sensación era de un cierto descontrol y de que el empate podría acabar llegando en algún despiste.

Sí, es cierto que también se tuvo algún contragolpe bastante claro que no se definió en gol por esa falta de acierto o elección en el último instante pero lo que no se puede negar es que esos últimos minutos no estuvieron sujetos tan bien como deberían haber estado y que acabamos claramente pidiendo la hora.

Al final, con córner incluido en la última jugada para el rival que arrugó por última vez el corazón de los allí presentes, el partido llegó a su fin con la victoria y otros tres puntos vitales que nos colocan arriba y con buenas perspectivas para el futuro.

Tenemos siete puntos de nueve y todos conseguidos con sufrimiento hasta el último instante como da la impresión de que así va a suceder durante los 18 partidos de la primera fase.

La próxima estación, covid 19 mediante, será Zamora.

Nos esperará un equipo lleno de moral que comparte el liderato con nosotros y Depor y que aprovecha esa inercia poderosa que otorgan los ascensos de categoría.

Será difícil domar a este equipo pero contamos con potencial suficiente como para hacerlo y dar un buen golpe encima de la mesa.

No puedo terminar este escrito sin mostrar mi decepción y disgusto por algunas circunstancias incomprensibles que rodearon el sorteo del club para asignar las plazas de este segundo partido en casa.

Ya he repetido bastantes veces que resulta indudable que en estos tiempos que nos ha tocado vivir todo es más difícil y el trabajo se complica mucho.

El sorteo estaba previsto para el Jueves por la tarde y el Viernes se anunciaron más restricciones y fuertes para nuestra zona sanitaria que incluso hicieron pensar en un primer momento que le partido tuviera que celebrarse a puerta cerrada.

Eso es así y es innegable.

Ahora bien, si por el propio club se dice que los abonados que no fueron elegidos para el primer partido tendrían preferencia para el segundo y así sucesivamente, eso hay que cumplirlo.   

Creo que no es tan complicado retirar los nº de aquellos que sí fueron contra Unionistas del segundo sorteo para que otros 300 socios pudieran asistir contra el Celta.

Si se dice una cosa es mejor cumplirla para generar confianza y pertenencia en vez de enfado, indignación y desapego.

La masa social ha respondido y renovado sus abonos en un porcentaje altísimo a pesar de las circunstancias, se merece siempre, y más ahora, el mejor trato posible por parte de la  Entidad.                

martes, 27 de octubre de 2020

"Yo no quiero Domingos por la tarde..."

Creo que la primera vez que vi a Joaquín Sabina en televisión fue en aquel recordado programa de nombre "Si yo fuera Presidente" dirigido y presentado por Fernando García Tola.

Era un espacio divertido y sobre todo provocador de mediados de los 80 que llegó a despertar las protestas de diferentes colectivos incluida la Conferencia Episcopal por alguno de sus contenidos.

Y por aquellos lares aparecía un jovencísimo Sabina (con su grupo Viceversa y un Pancho Varona también muy joven) enseñando su música junto a otros autores inolvidables como Javier Krahe o Alberto Pérez.

En ese coqueto escenario del programa le vi interpretar “Pongamos que hablo de Madrid”, “Juana la Loca” o algunos otras canciones de aquella época y desde entonces me enamoré de unas letras en las que muchas de ellas reinaba el desamor, el paso del tiempo y en otras se describía esa sociedad española de los 80, sedienta de libertad, en la que apenas había límites y que en los tiempos actuales de oscuridad parece pertenecer a una realidad distópica.

No sé si por mi excesiva querencia a la melancolía, o por la sensación que me embarga a veces de vivir una vida que no me pertenece que poco o nada tiene que ver conmigo y que parece estar interpretada por alguien que no soy yo; no sé, repito, si por esos motivos o por otros que ni siquiera he llegado a descubrir todavía, lo cierto es que odio los domingos por la tarde.

“Tirarse” en un sofá a reflexionar sobre lo rápido que agoniza otro fin de semana o sobre las complicaciones que a buen seguro traerá consigo la nueva no es un ejercicio ni saludable ni recomendable para nadie que tenga un mínimo sentido común pero lo cierto es que domingo tras domingo suelo repetir tal ejercicio de tortura innecesaria individual sin que tenga la impresión de que en algún momento de mi vida futura pueda llegar a remediar tal disparate.

Claro que durante ocho o con suerte nueve meses de cada año, este espectáculo autodestructivo encontraba un aplazamiento cada 15 días gracias a que un buen día también de los albores de los años 80 me encontré con la aventura del Pontevedra CF.

Esos Domingos, sobre las cuatro de la tarde, ya no había sofá (por lo menos hasta las ocho) sino caminata hasta el Estadio en compañía de un amigo tan “alegría de la huerta” como el que esto escribe. No había, todavía, Lunes a las 9 de la mañana sino alineaciones, puntos importantes en juego y camisetas granates corriendo en pos de un balón acelerando un corazón que todavía no pensaba en mañana sino que vivía intensamente el ahora.

En esos momentos, en el vetusto que ahora ya no lo es; celebrando un gol a favor o lamentando uno en contra; aplaudiendo, gritando, riendo o incluso a veces llorando no venía a mi cabeza otra de esas letras maravillosas de Joaquín Sabina en este caso de su tema “Contigo” en el que el protagonista afirmaba “Yo no quiero Domingos por la tarde, yo no quiero columpio en el jardín; lo que yo quiero corazón cobarde es que mueras por mí…”     

En esos momentos de fútbol, en esas tardes de Domingo, ese corazón lo que quería es que muriesen por él y por el resto de los seguidores granates los privilegiados que vestían la camiseta y los fantasmas en forma de Lunes no tenían otra alternativa que resguardarse en el fondo del cerebro, aguardando su oportunidad de volver a pasear sus sábanas blancas en el preciso instante en el que los ecos del balón volvieran a apagarse por completo.

 

Después de 7 meses, de un confinamiento severo, una suspensión de Liga, una pretemporada atípica y un comienzo oficial de campaña tardío, volvía el Pontevedra CF a jugar un partido en Pasarón, otorgando la posibilidad a este más atribulado que nunca bloguero, de no pasarse una tarde de Domingo más en su casa pensando en lo infeliz que iba a ser a partir del día siguiente.

No obstante, las noticias de las últimas semanas en cuanto a la expansión de la pandemia no podían ser más negativas y la ilusión de que una gran mayoría de abonados pudieran acudir a apoyar al equipo eran una quimera.

Al final, se permitió la entrada a 300 (igual número que el de aquellos espartanos que en un acto de heroísmo desmedido bajo el mando de Leónidas desafiaron al numeroso ejército de Jerjes I) y la elección de los “espartanos” se produciría por sorteo.

Que al incauto escritor de esta columna no le iba a tocar un “boleto” ni cotizaba. Más que nada porque lo único que me ha tocado en la vida fue un recopilatorio del grupo “Parchis” hace 40 años y no precisamente mediante el azar sino disputando el premio “al juego de la silla” y arriesgando mi por aquel entonces tiernas caderas frente a mi último rival en el juego que me sacaba muchos centímetros y algunos kilos de peso.

Lo cierto  es que como no podía ser de otra forma, ni en la lista de 300 titulares ni en la de 200 suplentes apareció mi nº de socio, con lo que me tocaba hacer memoria para recordar el último partido jugado en casa al que no pude asistir, ejercicio en el que fracasé pues no pude recordar la fecha de tal extraña efeméride.

 

Tocaba web para ver el partido y a pesar de los temores acerca de la calidad de la imagen, lo cierto es que por lo menos en mi caso la conexión fue perfecta y puede ver el encuentro con bastante nitidez.

Y lo que vi, lo cierto es que me decepcionó.

No ya tanto por el empate final sino por la forma en que se llegó a ese resultado.

Vi una primera parte en la que el Pontevedra abusó de forma exagerada del “pelotazo” y digo “pelotazo” y no “balón en largo” porque esta forma de juego podría dar alguna clase de fruto si se dirigiera la pelota con algo de sentido hacia jugadores que puedan imponerse en ese lance y sobre todo si se aprovechan las constantes segundas jugadas que esa forma de juego provoca.

Lejos de ello, el Pontevedra apenas ganó alguna de esas segundas jugadas y por el contrario el rival si salía vencedor en casi todas ellas en ambos terrenos de juego lo que daba lugar a demás a una mayor continuidad en las acciones de Unionistas que las nuestras que siempre pecaban de un apresuramiento incomprensible a esas alturas de partido.

Nuestro peligro en esa primera parte llegó en algunas contras provocadas por los espacios ofrecidos por el rival, sobre todo, en saques de esquina o faltas laterales a favor en las que arriesgaban mucho. Por ahí llegó una buena ocasión de Charles que frustró el portero charro en la única parada de la primera parte y otra acción en la que una dejada de tacón de Romay se quedó corta ante la llegada solo de Alex Glez.

Por el contrario, cada vez que el Unionistas merodeaba nuestra área existía una sensación de peligro evidente y tras varias llegadas de peligro consiguió su gol tras un lanzamiento precioso que sorprendió a Mario Fernández.   

Fue una primera parte, insisto, en la que no se controló la situación en ningún momento ni en ataque ni en defensa y en la que a mi juicio el Unionistas fue mejor que nosotros.

Por desgracia, la decoración no cambió demasiado al comienzo de la segunda parte. Los primeros minutos de la misma discurrieron por el mismo camino aunque ya se veía que el rival, contento con la renta, iba a arriesgar menos en ataque y resguardarse más en su parcela para conservar el resultado.

El primer cambio granate apenas cambió nada. La salida de Oscar por Calvillo apenas se notó y no fue hasta pasado el minuto 60 cuando Adrián y Jorge hicieron su entrada en lugar de Imanol y Alex.

No es que con esos cambios el partido cambiase radicalmente; no es que con las sustituciones el Pontevedra CF mejorase sobremanera en su rendimiento pero sí es cierto que en ocasiones se movió la pelota con algo más de pausa e incluso se consiguió penetrar algo por banda izquierda con un Jorge que no jugó malos minutos.

Es cierto que a todo ello colaboró la actitud ya mencionada de un Unionistas más defensivo pero por lo menos se logró jugar mucho más en campo visitante y forzar faltas o saques de esquina con los que tratar de hacer daño al contrario.

En uno de esos balones parados llegó un penalti de esos que si te los pitan a favor dices que es claro pero si te lo pitan en contra te acuerdas de los ancestros del árbitro.

Charles asumió el lanzamiento con personalidad y anotó un empate que quizá ya se estaba mereciendo aún sin crear excesivo peligro real sobre la portería de Serna.

Antes del penalti el propio Charles había gozado de la mejor ocasión al cabecear rozando el palo un buen centro desde la derecha y alguna otra llegada peligrosa que no encontró remate también había inquietado algo a Unionistas.

Tras el empate, el rival pareció despertar y volvió a desplegarse en ataque en alguna ocasión sembrando la inquietud en una defensa granate con un Churre extrañamente nervioso y un Nuñez no demasiado expeditivo en ocasiones.

Aún tuvimos la última para ganar en un remate escorado dentro del área de Oscar que despejó a la esquina el portero contrario en la única parada que se vio a obligado a realizar en la segunda parte. Pero no era el día y el partido terminaba con un reparto de puntos que reflejaba bastante bien lo ocurrido sobre el césped de Pasaron.

No fue un buen partido del Pontevedra.

A diferencia de lo acontecido siete días antes en Ferrol en el que el equipo disputó 20 o 25 minutos muy buenos tras el descanso, contra Unionistas prácticamente nunca pudimos imponernos en fase alguna del partido.

Demasiado balón de la defensa a los puntas sin sentido, casi nula elaboración de juego cuando el rival estaba más encerrado, pocas o poquísimas llegadas desde las bandas para colocar centros hacia Rufo o Charles y cierta inseguridad defensiva provocada casi siempre por no imponerse en segundas jugadas y balones divididos que sobre todo durante el primer tiempo eran siempre para el rival.

Es evidente que la categoría es tan complicada como siempre. Esta temporada, además, mucho más estresante por el sistema de competición y la reestructuración en ciernes.

Pensar en que el equipo se iba a pasear por su subgrupo como un “obús” sin encontrar problemas ni dificultades es absurdo.

Todos los equipos tienen su peligro, todos los equipos se juegan muchísimo, todos los equipos nos estudian y estudiarán minuciosamente para tratar de neutralizar nuestras virtudes que sin duda las tenemos y muchas.

El reto está en encontrar las soluciones a las trampas y emboscadas que nos van a poner los contrincantes; en poder variar el guión de un partido que se complica para hacerlo caer de nuestro lado explotando la mayor calidad de plantilla con la que contamos este año; en no ponerse nerviosos demasiado pronto y mantener la serenidad sobre el césped, en definitiva, en conseguir que todo el fútbol que este conjunto tiene de mediocampo para arriba fluya con más naturalidad aunque a veces haya que cambiar dibujos tácticos para conseguirlo.

El problema no es el empate, sino como se llega a ese empate.

En pocos días, tendremos otra oportunidad de plasmar mejoría sobre el terreno de juego.

Será en Pasarón y con otros 300 aficionados tan solo en el campo. El factor cancha por lo menos en Galicia ha perdido mucho peso y con ello debe lidiar también nuestro equipo.

Cuanto antes se acostumbre a esta penosa y desalentadora situación, mucho mejor.