martes, 28 de marzo de 2023

De creencias, toallas y otras hipocresías.

Mentiría si escribiera que la derrota del Pontevedra CF en Majadahonda me produjo sorpresa. Disgusto, tristeza, preocupación, sí. Sorpresa, no.

Si en los 14 partidos como visitante jugados antes habíamos ganado apenas 2 y solo en uno de ellos dando verdadera sensación de control (Algeciras); si en los 5 inmediatamente anteriores habíamos cosechado otras 5 derrotas y con un solo gol a favor, decir que me sorprendió caer en el Cerro del Espino sería algo bastante absurdo.

Otra cosa diferente es afirmar que el equipo no estuvo mal el Domingo pasado y que tuvo en sus botas la posibilidad de ganar el partido si hubiese sido capaz de dominar de verdad el juego en la zona en la que se ganan los partidos, el área contraria.

No fue así una vez más pues esta película ya la hemos visto muchas veces esta temporada, sobre todo fuera, pero también alguna vez en Pasarón.

La contundencia y acierto del día del Linares es la excepción.Es triste pero es así. Casi nunca el Pontevedra ha podido en esta Liga transformar las ocasiones claras de las que ha dispuesto a domicilio para cambiar el signo de los partidos y hacerse más fuerte.   

Tampoco se puede negar que esas ocasiones al menos ante el Rayo han sido más numerosas (sin ser tampoco muchas) que otras veces lejos de nuestro feudo y que marcar goles en jugadas a balón parado ya no resulta misión imposible siendo otro recurso del que poder sacar algo de rédito a lo largo de los 90 minutos.

Ahora, cuando tenían que entrar volvieron a no entrar y eso marca tu destino una y otra vez en la competición.

Y claro, cuando además de no ser verdaderamente letal ante el marco rival tampoco estás lo suficientemente atento, diligente o expeditivo en tu propia zona de castigo, lo normal no es ya que no ganes sino que acabes perdiendo.

Repito, un guión que casi conocemos ya de memoria.

En esta corta etapa todavía de Juan Señor al frente del equipo en la que se han dado señales de vida por lo menos en casa e incluso enseñado algo más en los partidos de fuera, me llama la atención el escaso valor que quizá se le hayan dado a los posibles empates a domicilio.

Tanto en Fuenlabrada (con una coyuntura más complicada por jugar con 10) como en Majadahonda se intentó ganar durante mucho tiempo y cuando no se pudo tampoco se cerró la puerta con seguridad para al menos no perder y nadie puede negar que la situación con 2 puntos más en la tabla seguiría siendo muy complicada pero tendríamos 2 puntos más en nuestro capazo.

Como decía al principio, lo que experimenté con el maldito gol de D.Rodríguez no fue tanto una sensación de cabreo sino más bien de desaliento, de desesperanza al volver a tener bastante cerca una victoria clave y no poder al final siquiera sacar un punto que no habría estado tan mal dado lo sucedido en el resto de la jornada.

Además, la distancia en los psicológico, al menos en mi opinión, de haber sacado ese empate al mazazo de la derrota es larga y otro motivo de inquietud cara al próximo Domingo por ver si el equipo es capaz todavía de creer en esto.

Llevo diciendo desde la derrota ante el Ceuta en Pasarón que la salvación es un milagro deportivo. 

Qué a veces se dan? Sí. Y a ello me aferró con fuerza a pesar de que el sentido común diga una cosa y el corazón, sobre el que escribía la semana pasada, otra.

Ahora. Considere posible el milagro o no, este atribuladísimo bloguero no abandonará a su equipo nunca por muy doloroso (desgraciadamente ya tenemos experiencia) que resulte un descenso de categoría.

No me enfadé, no, como ya he dicho tras el pitido final pero sí y bastante después del choque.

Navegando en alguna red social buscando opiniones y consuelo en otros "enfermos" que comparten esta pasión, me topé con un tweet de la cuenta oficial del Pontevedra CF pidiendo "+1, si crees" o "-1, si tiraste la toalla" a los aficionados granates  y rematando el estropicio afirmando que a los "+1" los vemos el Domingo en Pasaron.

No quiero hacer una crítica dirigida al autor del tweet que razones tendrá para escribir tal chorrada (es mejor que escriba. Lo que sea pero que no enmudezca como a veces pasa durante semanas y semanas) pero sí voy a aprovechar el guante que me ofrece esta cuenta oficial para recordar algunas cosas sobre creencias y toallas.

No me voy a remontar demasiado en el tiempo pues muchas de estas cosas ya están más que relatadas pero sí es bueno volver a recordar que el estadio (salvo ocasiones muy contadas) presenta habitualmente un aspecto bastante más desangelado de lo que debería y que no creo que sea el momento para "citar" solo a los que creen y mandar al limbo a los que no lo hacen tanto.

¿No le parece suficientemente vacío el campo de Pasarón a la "cúpula" que hay que mandar estos tweets eligiendo a los selectos que deben estar el Domingo y desechando a otros?  A este, paso ya no seremos cuatro sino dos y medio.

¿No le pareció suficiente a dicha "cúpula" la humillación sufrida esta misma Liga el día del Racing de Ferrol en la que no hubo ni una sola campaña de promoción y pareció que jugábamos en campo neutral?

Sí. Ya sé que en los días siguientes a aquel esperpento se multiplicaron las palmeras periféricas y no periféricas para darle sombra y cobijo al alcornoque que ocupa el lugar central del bosque pero aquello fue lamentable y no es sencillo de olvidar.

El Domingo no pasará lo mismo porque Córdoba está muy lejos y aunque cuentan con una afición tremenda no serán muchos los que se aventuren a cruzarse la península. 

Ahora, si había otro día para hacer una promoción más fuerte en el comienzo de la Semana Santa y el inicio de las vacaciones escolares de los niños, era este y otra vez nos hemos quedado cortos para un partido en el que quien sabe si nos estamos jugando las últimas papeletas en esta "rifa del milagro" y además contra un conjunto que a pesar de su mala racha tiene un potencial fuera de toda duda.

Pero la toalla la tiran los demás.

Hablando más de toallas tiradas.

¿Es tirar o no tirar la toalla protagonizar el mercado de invierno indecente que hemos hecho y que tampoco resulta fácil de soslayar? 

¿Es tirar o no tirar la toalla acabar dicho mercado con una ficha senior menos y cubrirla 15 días después con un jugador en paro que terminará el mes de Marzo sin jugar un solo minuto?

¿Es tirar o no la toalla gestionar de manera tan penosa el tema Gueye introduciendo un elemento de distracción y quien sabe si de disenso cuando menos lo necesitaba un vestuario que lucha por aferrarse a las últimas posibilidades de quedarnos en 1RFEF?

¿Es tirar o no tirar la toalla concederle como entrenador seis jornadas a Toni Otero en vez de dejarle como secretario técnico hasta final de temporada aunque fuera sin funciones o echarlo directamente junto a Antonio que es lo que realmente se quería hacer y no se hizo? ¿Alguien de la "cúpula" va a salir a responsabilizarse de esas 6 semanas preciosas perdidas? 

¿Es o no tirar la toalla estar jugando toda esta Liga con los mismos que en 2RFEF más Borja y Bastos (con lesión larga incluida de este último) y no hacer nada en Enero para fortalecer de verdad los puntos débiles de la plantilla?

Un descenso de categoría siempre resulta un trauma deportivo para los aficionados de un equipo. 

Y como duele enormemente perder un escalón en el fútbol de nuestro país da igual si se cree mucho, poco o regular, lo importante es acompañar y sentir.

Lo trascendente es acudir a Pasarón, aún con el vértigo de saber que ya estás andando por un cable de funambulista sin red, y vivir, sufrir y si es necesario "morir" deportivamente con tu equipo y con los que comparten este sentimiento. Crean más o crean menos. Tengan la toalla colgada del cuello, de la cintura o en la butaca de al lado.

Otra vez me temo que seremos menos de los que deberíamos el próximo Domingo y poco o casi nada se ha hecho desde dentro para remediarlo.

Lecciones por parte del Consejo de fe, de identificación, de sentimiento granate las justas, por favor.

No están ni medianamente legitimados para ello.

lunes, 20 de marzo de 2023

El corazón salta pero la cabeza necesita más pruebas.

Conseguir la permanencia en 1ºRFEF me parecía un milagro deportivo hace 3 semanas cuando caímos en casa ante el Ceuta y un milagro deportivo con tirabuzón después de perder en Fuenlabrada.

En ese momento, tras la dolorosa derrota en el Fernando Torres, restaban doce partidos para el final, éramos últimos y la distancia con la salvación se iba hasta los 8 puntos.

Dos jornadas más tarde, a falta de diez y con el equipo logrando algo que parecía imposible, vencer en dos partidos seguidos, la permanencia todavía me parece un milagro deportivo, quizá ya con ese tirabuzón menos rocambolesco pero, en definitiva, un milagro deportivo.

Los dos encuentros consecutivos ganados en casa han supuesto (al margen de la inyección lógica de alegría y confianza) que el margen que era de ocho puntos se haya quedado en cuatro y que ya no ocupemos el último lugar en la tabla.

Sí. Si dejo hablar solo a mi corazón, el Pontevedra acabaría la Liga con 58 puntos y todo este mal trago que estamos bebiendo en la temporada se habría digerido como una pesadilla disuelta por la vuelta a la realidad consciente.

Sí. Si dejo que sea mi corazón el que reine, el que mande, llegaré a la conclusión que el Pontevedra CF aprovechará este empujón de los 6 puntos conseguidos en casa para lanzarse hacia adelante y salir airoso de los duelos que nos quedan por delante.

Lo que pasa es que el  corazón deja de situarse en primer plano a medida que los ilusionantes efectos de las victorias se van alejando en el tiempo. A medida que pasan los días y se acerca la siguiente jornada, la cabeza vuelve a tomar protagonismo y la idea de lograr la tan aislada salvación no decae pero se atempera ante la lógica implacable del sentido común.

Se ha recortado la distancia a la mitad, desde luego, pero el trecho que queda es empinado, pedregoso y lleno de trampas que amenazarán al equipo y tratarán de empujarlo de nuevo más hacia un abismo del que todavía no ha salido.

Lo cierto, sin embargo, es que la primera parte frente al Linares trajo por fin el acierto y la contundencia en ataque que tanto hemos echado de menos a lo largo de toda la competición y que tanto vamos a seguir necesitando en lo que resta.

Los datos del rival (segundo equipo con más goles encajados aunque con buena marca en los marcados) hacía presagiar que el Pontevedra podría encontrar los caminos hacia la portería andaluza con más asiduidad que otras veces; que no nos encontraríamos con un contrario pegajoso, cerrado y defensivo contra el que estrellarnos una y otra vez.

Y lo cierto es que esa predicción se cumplió desde el principio.

El Linares jugó y dejó jugar y el Pontevedra CF recogió el guante y deleitó por fin a su gente con buena puntería a la hora de encarar la suerte suprema del gol.

El primero fue una obra de arte que quizá en el campo le pasó algo desapercibida al atribulado bloguero que esto escribe pues además de su irremediable atormentamiento, acumula en sus ojos bastante más dioptrías de las que tenía la última vez que se revisó la vista, allá por el paelolítico superior.  

Charles recibe de espaldas y con un solo toque genial se acomoda la pelota para darse la vuelta y empalmarla todavía en el aire logrando un remate maravilloso, estético y certero ante el que nada pudo hacer el arquero rival. 

Todo parecía bonito y ese tanto de tan bella factura ayudó a muchos de los que llegamos con la comida en la boca a ir digiriendo mejor esos alimentos deglutidos con más prisa de lo recomendable.

Claro que esa digestión benigna sufrió un sobresalto muy poco después del gol de Charles.

En una jugada que demostró, por un lado, que en ataque el Linares no era manco y, por otro lado, que el Pontevedra no acaba de dejar de dar facilidades a sus contrarios, llegaba el gol del empate del Linares que pudo tocar de lado a lado del área el balón con total facilidad hasta introducirla en la meta de Cacharron.

No dio tiempo, no obstante, a que los jugos gástricos se envenenaran pues sin margen de continuidad una jugada de estrategia en un corner permitía a a Román enviar la pelota al a red tras un pase desde la esquina de Borja a ras de suelo que cogió algo más que dormida a la defensa azul.

Y como colofón a esta bacanal de goles muy poco vista por estos andurriales esta temporada, llegó la cabalgada por la izquierda del gran capitán que terminó con un lanzamiento seco, potente, cruzado y precioso que ponía el tercero en el marcador y enviaba, además esa comida al pozo de las digestiones completas.

Habían sido 25 minutos de gran acierto rematador granate y de ciertas inseguridades atrás (el Linares logró otro gol anulado por fuera de juego), sobre todo, por banda derecha, pero el saldo resultaba muy favorable a nuestros intereses con ese 3-1.

Fue una primera parte, por lo demás, en la que Alex recuperó la chispa que no tuvo ante el Algeciras, en la que Borja volvió a mover bien al equipo con la inestimable ayuda de un Román con el que forma un buen tándem y en la que Bastos demostró que sin hacer nada del otro mundo su presencia es muy importante aunque solo sea (que lo es por más cosas) porque permite a Alex no exiliarse al lateral y perder gran parte de su recorrido en ataque.

Las sensaciones al descanso eran buenas.

Es cierto que se había cometido algún error atrás pero arriba el equipo había sido al fin contundente y nada hacía indicar que no se tuvieran más opciones tras el descanso para seguir llegando al ataque.

No fue así.

El Pontevedra volvió a salir mal en el segundo tiempo en Pasarón y poco a poco el Linares (que como es lógico dio un paso todavía más adelante y se hizo con el balón) creo incertidumbre y momentos de zozobra en buena parte de esa segunda mitad.

Entra dentro de lo normal y lo previsible que ganando 3-1 el equipo busque resguardarse más en defensa buscando los espacios que el rival a buen seguro tendría que dejar sí de verdad se iba en busca de remontar el marcador.

Eso hizo el Pontevedra pero la sensación en el campo no era la de un conjunto confiado y tranquilo por ese margen de 2 goles en el tanteador sino que una sensación de nervios y de inseguridad se fue apoderando del ambiente de manera irremediable.

Además de mostrar esa inseguridad o "medio" fragilidad en defensa (no de los defensas sino del equipo en general en esa faceta), el Pontevedra fue incapaz de hacerse con el balón ya fuera para alternar el dominio visitante con alguna posesión larga que desgastara al Linares y nos tranquilizara a nosotros o ya para encontrar el camino de los contraataques ante el espacio que dejaba a su espalda el conjunto jienense.

En esa situación de nerviosismo llegó la jugada del penalti a favor del cuadro andaluz cuando todavía faltaban más de 20 minutos para el final y los fantasmas volvieron a aparecer uno detrás de otro mientras el encargado de lanzarlo se disponía a empezar la carrerilla.

Claro que en ese momento apareció, en forma de Bill Murray, Pablo Cacharron para cazar todos los espectros que resultasen necesarios y rechazar en gran intervención el disparo desde los 11 metros.

Lleva ya muchos partidos Cacharrón realizando grandes actuaciones y otra vez el Sábado resultó providencial para frenar el ímpetu de los de Linarejos y despertar un poco a unos compañeros que en ese momento no sabían donde estaba la máquina de engullir ectoplasmas.

De ahí al final, el Linares perdió algo de fuerza y el Pontevedra incluso encontró dos contragolpes en los que Bakero (que había sustituido a Charles) no consiguió reconciliarse con el gol mandando el balón cruzado y fuera en la primera jugada que él mismo fabricó y "rehuyendo" la portería contraria en la segunda  que le fabricaron sus compañeros.

Los minutos fueron transcurriendo sin demasiados sobresaltos y con la impresión de que en ese tramo de segunda parte el Linares metió miedo pero, al margen del penalti, sin disfrutar de ocasiones claras y que incluso (salvo en una ocasión que se fue por encima del larguero) se había vuelto a defender decentemente el balón aéreo rival.

Como ya señalé al principio de esta columna, con el pitido final  el que mandaba era todavía el corazón  y la ilusión y la esperanza desmedida reinó durante un tiempo en el cerebro del que esto escribe.

Luego, con el paso de las horas, el "souffle" de sentimientos vuelve a su sitio para dejar paso a la seca, racional (y cada vez más desprovista de cabello) cabeza.

Y es la cabeza la que pone sobre la mesa esa realidad que dice que la cuestión todavía es improbable aunque posible.

Es la cabeza la que sí concede que el equipo ha logrado algo que esta temporada en Liga parecía irrealizable, ganar dos partidos seguidos y que en casa parece que volvemos a adquirir más seguridad  a pesar de los nervios que aparecieron más de la cuenta en la primera media hora del segundo tiempo.

Es la cabeza, sin embargo, la que también razona que el Pontevedra necesita, y lo necesita ya, hacerse más fuerte lejos de casa. Que llevamos 5 derrotas seguidas de visitante en la que solo hemos marcado un gol y que, de los dos partidos ganados a domicilio, solo en Algeciras dimos sensación de sobriedad.

La misma cabeza que dice que vamos a necesitar muchos de los 30 puntos que quedan en disputa y que no van a llegar los de casa aún en el caso de que se hiciera la "machada" de ganar todos los que quedan aquí hasta el final (Córdoba o Deportivo incluidos).

Ahora, insiste y repite de nuevo mi cabeza, es improbable pero posible y la misión ímproba que queda por delante es conseguir que cada vez sea un poquito menos improbable y un poquito más posible.

Sí, y en eso no solo el corazón sino también la cabeza está de acuerdo, todavía estamos a tiempo.

Improbable pero posible.  



  


lunes, 13 de marzo de 2023

Penumbras, esperanzas e inesperados regresos.

Muchos años hace ya desde que este atribulado bloguero tenía el hábito de salir los fines de semana por partida doble.

El Sábado era el día de probar el hígado con la introducción de brebajes sin marca en un maravilloso tugurio sito en la calle Isabel II en el que empezábamos la tarde noche entre vodkas con lima y triple secos ardientes.

Algunos amigos y el que esto escribe nos pasábamos allí horas y horas viendo como algún que otro gato pululaba cerca de las raciones de patatas bravas y la máquina de pinball te daba "calambre" cada vez que tocabas sus mandos en los días de lluvia.

Luego un par de locales más, algún que otro pub lleno de gente y humo que empezaban a cambiarte el humor y como colofón, ya con el cuerpo pidiendo a gritos algo de comer que compensase las imprudencias anteriores con una nueva imprudencia, la estancia furtiva (y torpemente simulada con una cortina oscura) en un famoso establecimiento ya desaparecido, como el anterior,  en el que te llevabas a casa un perrito  caliente(como mínimo) repleto de mostaza o mayonesa que engullías con desesperación canina en aquellos lejanos tiempos en los que el estómago funcionaba todavía con esa precisión mecánica de los 20 o 25 años.

El Viernes era otra cosa.

Como preludio a una noche en la que dormiría un número de horas seguidas que en la actualidad no es que me parezcan obscenas sino completamente imposibles, solía ir con un número más reducido de amigos a un conocido en su época ( porque tampoco existe ya) café concierto ( o como se llamara) al que se entraba bajando unas escaleras en espiral y cuyo ambiente venía presidido por una luz no demasiado potente sino tenue que resultaba ideal para después de pasar allí un par de horas de conversación agradable, llegar a tu cama y abandonarte al sueño como solamente se puede hacer cuando no has llegado todavía a la tercera década.

El pasado Sábado, mientras asistía desde mi asiento al calentamiento previo de los futbolistas y veía una de las torretas de Pasarón con tan solo dos focos encendidos, me acordé de aquel local de la calle Naranjo en el que tan feliz fui durante un tiempo entre la penumbra genialmente creada por sus dueños y las conversaciones siempre agradables e interesantes de aquellos a los que tengo el placer de llamar amigos.

Quizá no se trate de tener encendidas todas las luminarias del estadio, quizá no se trate siquiera de hacer funcionar las 3/4 partes de las mismas). Ahora, quizá también sería recomendable jugar los partidos con un poquito más de luz para que los miopes o los que sufran de algún otro problema ocular no se pasen todo el partido tratando de identificar a aquellos que tocan el cuero.

Cuestión de respeto al abonado no accionista, al abonado accionista e incluso al accionista no abonado.

Ganó el Pontevedra y eso es lo único que importa.

Ganó su partido y eso le permite seguir soñando alguna semana más con una remontada que debe ser de tal calibre que a día de hoy todavía parece muy improbable.

Jugó el equipo una primera parte aceptable en la que Borja Domínguez se pareció bastante al Borja que conocimos una vez y mejoraba cada pelota que le llegaba a los pies. En la que a excepción de una jugada a balón parado, bien salvada a última hora por Churre, apenas sufrimos atrás y en la que volvimos a demostrar el poco veneno que tenemos a la hora de definir las jugadas en la portería contraria.

Existió buena circulación de pelota; llegadas por banda, especialmente esta vez por la derecha porque extrañamente no apareció la mejor versión del capitán por la izquierda y bastante contundencia atrás (aunque con algunos problemas sobre todo a la espalda de nuestro flanco derecho defensivo).

Sobre esa contundencia, no me resisto a hablar de Victor Vázquez Churre.

Está siendo la temporada del central de Marín algo extraña.

En ocasiones, me cuesta reconocer al corajudo Churre y sus errores me han dolido como creo a cualquier aficionado que conoce la ya cada vez más larga trayectoria del jugador aquí.

Otras veces, en cambio aparece ese Churre expeditivo al cruce, pegajoso en la marca, rápido a la hora de cubrir a sus compañeros, experto a la hora de forzar faltas al delantero rival, en suma, ese central de garantías que muchas veces hemos podido disfrutar sobre la hierba.    

El pasado sábado esta última versión, la fetén, fue la que se vio de Churre y como otras ocasiones en la que ha aparecido, el equipo lo agradece de tal forma que ojalá (es posible que no sea así por esos dichosos problemas físicos que forzaron su cambio muy cerca del final) siga en esta línea de seguridad pues resulta vital para sus compañeros.

La segunda parte empezó como tantas otras veces en casa, mal.

Y por ello el Algeciras contó con la primera de sus dos grandes ocasiones pocos minutos después de la reanudación en una acción que Alex no pudo parar pues habría significado su expulsión pero en la que faltó después contundencia y firmeza para abortarla antes de que un atacante mandara un peligroso remate que se fue rozando uno de los postes de la portería de Cacharron.

De ese comienzo dubitativo y preocupante que ya se está convirtiendo en tradición en Pasarón, nos salvó la jugada del gol del partido.

Saque de puerta, peinada de cabeza, balón a Charles que filtra un pase genial al desmarque de Brais y remate con fortuna aunque con picardía del atacante que nos ponía por delante en el marcador.

Y luego, al menos a juicio de este atribulado bloguero, llegaron los minutos en los que menos me gustó el equipo.

Y fue así porque como ya ocurrió con los anteriores entrenadores (léase Majadahonda con Antonio o Ceuta con Toni), el Pontevedra fue incapaz de aplomarse con el marcador a favor y dotar al juego de la pausa y la interrupción que requería el nuevo escenario.

Los minutos siguientes al gol de Brais fueron un correcalles en el que el rival nos llegaba con demasiada facilidad a las inmediaciones del área sin que lográsemos mantener el control del juego.

El colmo llegó sobre el minuto 70 en el que tras un lanzamiento nuestro de una falta en las cercanías del área contraria, nos construyen una "contra" tremenda en la que un jugador andaluz se planta solo delante de "Cacha" salvando este el empate tras intuir la vaselina del delantero y sacar un brazo salvador.

En la situación en la que estamos, ganando 1-0 y con una falta a unos metros del área visitante, no nos pueden hacer nunca esa jugada. Resulta realmente casi inadmisible y es de esperar que Juan Señor haya tomado nota del asunto.

A parar ese "correcalles" no contribuyó tampoco el primer doble cambio del equipo (Diz y Rufo por Rubio y Charles) pues seguimos después del mismo sin recuperar el rumbo del juego e incluso Señor modificó la posición de Brais, incrustándolo más en medio campo para tratar de frenar la circulación del Algeciras.

Minutos después, el propio Brais abandonaba el campo para dar entrada a Robles y el que esto escribe pensó por un instante sino habría resultado más interesante haber incluido a Robles en vez de Diz en el primer cambio mandando a Brais a la derecha y luego dar entrada a Diz por el propio jugador de Val de Dubra.     

Sea como fuere, el Algeciras no encontró más ocasiones claras  e incluso el Pontevedra CF pudo vivir un final mucho más plácido si Rufo hubiera transformado una ocasión clarísima de gol que de haberla fallado Bakero hubiera puesto el campo patas arriba y no precisamente de emoción.

El equipo también necesita mucho a Rufo, mucho. Ojalá el madrileño recupere el gol porque para hacer el "porrón" de puntos que se necesita para obrar el milagro, que el "pelado" este "on fire" resulta primordial.

Como dato a destacar de los últimos minutos es la seguridad mostrada por arriba en algunos córners y faltas que tuvo el Algeciras en los últimos minutos del choque. El propio Rufo ayudó mucho en ese sentido y colaboró con sus despejes a que el corazón ya muy baqueteado del que estas líneas escribe volviera a bombear sangre con normalidad.

El caso es que felizmente se ganó el partido.

Es una victoria. Nada más que una victoria por imprescindible que resulte.

El primer paso antes de crearse falsas expectativas e ilusionarse en demasía es conseguir ahora algo que no se ha hecho en toda la Liga, ganar dos partidos seguidos de esta competición.

Y el caso es que se nos da la posibilidad de hacerlo en nuestra casa y ante un Linares actualmente lejos de arriba y de abajo y con números en cuanto a goles a favor y en contra no demasiado diferentes a los del Algeciras.

Toca centrarse ahí, en el próximo Sábado y no ver más allá. Ganar dos partidos seguidos por vez primera y luego ya se verá.

Tras el partido frente al conjunto algecireño nos enteramos que nuestro jugador mundialmente conocido Libasse Gueye nos había hecho el honor no solo de regresar a la ciudad (que abandonó a finales de Diciembre) sino de presenciar el partido embozado en una amplia capucha  en el fondo sur.

En la rueda de prenda posterior al choque se le preguntó por ello a Señor que abrió la posibilidad de contar con él como uno más (madre mía) y a Charles de cuyas prudentes palabras se deduce que el tema no va a ser tan fácil con un vestuario que sí ha estado al pie del cañón desde el primer día y sufriendo por la pésima clasificación que tiene el equipo.

Viendo a Charles recordé aquella serie americana de finales de los 80, Cosas de Casa, en la que un entrañable Carl Winslow se desesperaba con el peculiar Steve Urkle y ensayaba su particular remedio para acumular paciencia profiriendo la frase "Un, dos,tres,cuatro,cinco,seis yo me calmaré todos lo veréis" hasta  que en un nuevo acceso de ira provocado por alguno de los dislates de Urkle, acaba en el hospital tras fracasar su "remedio casero".

Espero que no se juegue demasiado más con la paciencia de ese vestuario que lo último que necesita ahora es que nos volvamos a dar un tiro en el pié y se desestabilice por esta circunstancia. 

A la hora de escribir esta columna, lo único que se sabe es que la entidad lanzó un comunicado oficial sobre las 11 de la mañana informando que a lo largo de la mañana se mantendrían reuniones con el jugador tras su regreso para  tomar decisiones.

Es decir, mandar un comunicado para "comunicar que comunicaremos luego".

Resulta casi imposible pensar que el club no sabía que Gueye estaba aquí desde hace unos días pero la gestión de este asunto ha sido tan rocambolesca y absurda por parte del Consejo que no se puede descartar hasta que les haya cogido por sorpresa el regreso, lo que sería auténticamente alucinante

Como ya se ha escrito más arriba, por favor, señores del Consejo: Respeto al resto de los jugadores, respeto a los abonados, respeto a los accionistas y respeto a la camiseta, al escudo y a la historia de esta entidad que no se merece que sea otra vez pisoteada.

Ustedes verán.