lunes, 26 de noviembre de 2018

Sufrimiento absurdo

El fútbol está lleno de frases. 

Algunas con sentido, otras sin él. Todas forman parte, no obstante, de ese mundo regido por un balón y poblado por las ilusiones de aficionados de todos los equipos que sueñan con vivir éxitos deportivos de esos colores a los que prestan fidelidad eterna a veces incluso sin saber bien el porqué.

Una de esas máximas preñadas de significado y verdad entre todas las que forman el vocabulario futbolístico es esa que dice "quien perdona lo paga". 
En esas cuatro palabras así ordenadas se encierra la circunstancia muy común en el balompié consistente en todas aquellas victorias que se van al limbo por no saber aprovechar las oportunidades propias para marcar y conceder solo una al rival que una vez transformada cambia el resultado de un partido que debió terminar indudablemente con otros guarismos.

Ayer el Pontevedra CF "no pasó por encima" del Coruxo. No dispuso de "tropecientas" ocasiones para hacer gol ni encandiló con su juego a su cada vez más menguada y callada parroquia. 

No, es cierto. 
Más también es verdad que hasta el minuto 70 aproximadamente de partido fue tremendamente superior a su rival y gozó de suficientes opciones para marcar como para haber dejado finiquitado el choque y no pasar los momentos de agobio de los últimos minutos en los que cualquier tontería podía haber echado por tierra un trabajo diligente y ordenado realizado sobre el maltrecho césped de Pasarón.

Esa circunstancia, el agobio del último cuarto de hora, se debió principalmente a la incapacidad del equipo para sentenciar ya el marcador en la primera parte y a esa desquiciante falta de gol que por segunda temporada consecutiva padece la plantilla pontevedresa.

Como tristemente viene siendo habitual en los últimos encuentros, el ambiente al comienzo del partido no era precísamente el más animado en las gradas del ex vetusto campo granate. 
La tarde negra, la lluvia persistente y las gradas demasiado vacías y silenciosas evocaban nostalgias de tardes más gloriosas y este atribulado bloguero no pudo sino volver a preguntarse como tantas veces lo ha hecho en las últimas temporadas como es posible que nada se haga para recuperar un Pasarón más nutrido, más presencia joven en las gradas y esa paz social que por lo menas permita que desde el fondo Norte se vuelva a animar sin fatiga al equipo y se eviten estos silencios que permiten incluso escuchar las voces de los protagonistas sobre la hierba.

Sea como fuere, el Pontevedra salió al campo decidido a ganar el encuentro y sin hacer nada del otro mundo encontró pronto caminos para inquietar la defensa "verde" y empezar a inclinar el choque hacia el territorio de juego vigués.
Los primeros minutos, esa vía se halló por nuestra banda derecha por la que primero Nacho (sólo unos minutos hasta que esas dichosas molestias le obligaron a retirarse), luego Campillo (su sustituto) y siempre Pedro Vázquez lograban penetrar por su banda y crear inquietud al equipo de Montes.
Solo el desacierto precísamente de Pedro a la hora de colocar buenos centros o elegir cual era la mejor opción para la jugada impedían que las ocasiones claras empezaran a llegar a la portería contraria.

A este jugador, Pedro Vázquez, le ve el que esto escribe algo mejor que en los primeros partidos en casa; con más ritmo y determinación a la hora de jugar pero le sigue faltando mucho acierto a la hora de crear verdadero peligro en sus acciones de ataque. Ayer, ni en la primera parte donde llegó muchas veces a línea de fondo ni en la segunda pudo sacar provecho a esa velocidad y mayor energía que empieza a mostrar en los últimos encuentros.

Aún así, el peligro empezó a llegar también por la otra banda. Por ese lado, como ya es habitual, Castro y Alex (aunque a este último le costó algo más en el día de ayer entrar en juego) comenzaron a hilvanar jugadas y darle un quebradero de cabeza más un Coruxo que no era capaz de superar la presión local y no aparecía ni de lejos por los dominios de Edu.

Javi Pazos (que ya había contado con una ocasión anterior en la que su disparo algo flojo fue atrapado por el portero rival) dispuso a continuación de dos ocasiones muy claras de las que normalmente habría que aprovechar al menos una.
La primera llegó tras un buen centro de David Castro que le encontró algo desequilibrado a la hora de rematar de cabeza marchándose el balón cerca de un poste vigués. 
La segunda, de haberse transformado, habría significado sin duda el gol hasta ahora de la temporada.  Alex inicia su clásico avance en ziz zag en dirección al área contraria, encuentra a Romay con un bonito pase al espacio y el jugador coruñés (que sigue creciendo) ante la salida de Alberto deja con el tacón una asistencia de lujo a Pazos que a portería vacía envía el balón por encima del larguero.

Se frustraba así una ocasión de las que nunca se deben perdonar; lo suficiéntemente clara como para hacer buena la frase recitada al comienzo de este escrito y que evitaba, además, que una jugada tan bonita y que en gran parte justifica el precio de una entrada acabara sin el máximo premio.

Con esa sensación de haber sido más equipo y haber gozado de oportunidades más que suficientes para haber al menos encarrilado el partido se acababa una primera parte en la que se volvía a poner de manifiesto que tenemos muchas dificultades para encontrar el camino del gol.

Por fortuna, en la segunda mitad ese tanto llegó pronto. Kevin recogía un balón en la frontal y lo estampaba contra un poste de la portería del Coruxo para que Pazos sin que nadie le molestara y controlando el balón  previamente (en un segundo que a más de uno se nos hizo eterno) alojara mansamente el cuero en el fondo de las mallas.

Y a pesar de ese gol el partido no cambió demasiado de guión. El Pontevedra siguió mandando y rondando el área sobre un césped cada vez más deteriorado y pesado que dificultaba la evolución de los jugadores y el Coruxo seguía como encogido incapaz de llegar al área de un hasta ese instante casi inédito Edu.

Así se llegaba a los últimos veinte minutos en los que el partido si bien no cambió completamente de dueño sí que experimentó un giro suficiente como para crear inquietud en la parroquia granate.
Todo empezó con una indecisión defensiva que permitió a Trigo cabecear en buena posición en área granate mandando el balón fuera y en un error absurdo de posicionamiento defensivo del Pontevedra que permitió a un delantero rival encontrar un autopista de tres carriles por el centro de la retaguardia y dilapidar esa ocasión con un lanzamiento algo inocente fuera.

A esta situación de incertidumbre no ayudó (siempre en mi opinión) las decisiones de Luismi desde el banquillo. No tanto por los hombres que decidió introducir (Mouriño y Pibe) sino por los dos que decidió sustituir.   
El primero un Manuel Romay que volvió a demostrar que va para arriba y que le habría venido muy bien al equipo en ese último cuarto de hora para tener un poco más el balón y frenar los desesperados intentos del Coruxo. 
Y el segundo a falta de nueve minutos, Kevin Presa, a cuyo cambio no encuentro todavía explicación pues con un marcador ajustado a favor le ofrece al equipo un trabajo, un equilibrio y una presencia que compensa cualquier cansancio que pudiera sufrir.
Incluso pareció ponerse el Pontevedra con ese último cambio en defensa de tres (Campillo de tercer central) con Pibe de carrilero derecho largo. Digo parece porque no quedó del todo claro si la intención con esa sustitución era mudar el sistema pues después de un par de minutos el Pontevedra pareció volver a la defensa de cuatro. 

A todo esto se unió una inusual circunstancia como la de cierta inseguridad de su mejor defensa hasta ahora, Victor Vázquez, que mostró ciertas dudas en lances en los que se suele desempeñar con mayor contundencia y arrojo.

Pudo aún así el Pontevedra marcar el segundo en otra de esas acciones casi "infallables" en las que por partida triple ni Pedro ni Alex ni Pibe lograron convertir y el partido entraba así en unos minutos finales en los que apareció Edu en un despeje a corner y en los que el Coruxo disfrutó de varios saques de esquina afortunadamente bien defendidos por el equipo.

Al final, en un partido que se debió ganar con más margen y sin esas apreturas, el silbato del árbitro puso fin al sufrimiento granate y permitió al Pontevedra CF sumar tres puntos importantes sin que el Coruxo hubiera encontrado esa jugada afortunada que nos hubiera mandado a casa a todos con un "cabreo del quince". 

Deja este partido en opinión del que esto escribe además de lo más importante, la victoria, otros detalles para la esperanza.
El primero no es otro que volver a dejar la portería a cero lo que ya se ha demostrado como condición casi imprescindible para sumar "de a tres".
Y el segundo (más en el aspecto individual y dado que la calidad técnica no es algo que abunde en esta plantilla ) el crecimiento constante de un Romay que aporta otra solución ofensiva al conjunto y ofrece una alternativa diferente a esa chispa y desborde incesante de Alex González que hasta ahora estaba demasiado solo a la hora de generar peligro a los equipos contrarios.

Viene ahora el partido de Bouzas. 

En mi opinión, será un choque muy complicado. El Rápido desde que Michel se ha puesto al mando puntúa con regularidad y en su casa se hará fuerte sin duda alguna.

Vital será no encajar pues de lo contrario el partido se puede acabar en el primer cuarto de hora tal y como pasó el año pasado en el que salimos dormidos y a los quince minutos ya nos habían metido dos goles.
No somos un equipo goleador y a medida que avanza la competición tenemos más pruebas de ello.

En el Baltasar Pujales habrá que tener la misma actitud de ayer en el choque, la segunda jugada, el balón dividido y todos esos lances que determinan que en un campo como ese se pueda salir airoso o no.

Veremos como sale. 
     

                

martes, 20 de noviembre de 2018

Ese listón que no para de bajar.

Aquellos que visitan habitualmente este blog (circunstancia para la que me faltan palabras de agradecimiento) posiblemente sepan ya de sobra que una de mis actividades predilectas a lo largo de mi infancia y adolescencia no era otra que "tirarme" horas y horas delante de una televisión para ver cualquier campeonato que se pusiera por delante de casi todas las especialidades deportivas habidas y por haber.
El atletismo siempre estaba entre las acontecimientos que más interés me despertaban y no era nada raro para mí poner el despertador a primera hora de la mañana de cualquier día de verano para no perderme ni la primera prueba de la sesión matutina de un campeonato de Europa, mundial o no digamos ya Juegos Olímpicos.
Con un vaso de proporciones gigantescas lleno de cola cao, galletas chiquilín  y un poco de leche que a duras penas sobrevivía entre el maremagnum de grumos achocolatados y trozos de esas deliciosas representantes del mundo "galleteril", me sumergía en las interminables series de la primera ronda de los 100 metros, las primeras pruebas de las combinadas o diferentes calificaciones de los  denominados  inexplicablemente concursos.

Una de las especialidades que más me gustaban por aquellas época era el salto de altura. En chicos, veía los tremendos impulsos de alemanes como Carlo Thrainhardt o Dietmar Mogenburck, al inolvidable sueco de la melena Patrick Sjoeberg o al todavía recordman mundial Javier Sotomayor que un día de Julio de 1993 logró superar en Salamanca el listón situado en 2,45, altura que más de veinticinco años después nadie ha superado.

En mujeres (y con esa dichosa propensión a enamorarme platónicamente de algunas de las deportistas que protagonizaban sueños deportivos) gocé con Sara Simeoni y con Ulrike Meifarth y un poco más tarde presencié en pleno éxtasis de palomitas de maíz y aquella bebida azucarada llamada "tang" del récord del mundo establecido por la  búlgara Stefka Kostadinova que con esas piernas interminables que poseía logró saltar 2,09 en 1987 estableciendo un top mundial que tampoco ninguna mujer ha podido rebasar hasta el día de hoy.
Incluso en aquellos años 80 y primeros de los noventa el español Arturo Ortiz colocó el récord de España en unos 2,34 muy notables a los que ahora ni se acercan los más cualificados saltadores de altura patrios.

Ha habido en los últimos años buenos representantes de esta modalidad. En mujeres, nuestra campeona olímpica Ruth Beitia y, sobre todo, Blanca Vlasic y ahora Latsiskene que coquetea en los últimos tiempos con ese legendario récord de Kostadinova. En hombres, también hay gente que llega de vez en cuando a los 2,40 pero en general el listón ha bajado considerablemente desde aquellos tiempos dorados para la altura.
Ese listón que permanece inalcanzable en sus mejores marcas desde hace tanto tiempo para varias generaciones de atletas sigue siendo la meta que persiguen los más cualificados y cualificadas deportistas que practican esta especialidad tan bonita y que revolucionó en su día Foxbury cambiando por completo el estilo del salto.


Ese listón, por otra parte, que al igual que ocurre en Salto de altura parece cada vez más bajo en cuanto a las exigencias deportivas de un histórico de nuestro fútbol que navega sin pena ni gloria una temporada más por las catacumbas de la 2ªB, el Pontevedra CF.

El Domingo pasado el equipo perdía por dos tantos a uno en el campo del San Sebastián de los Reyes y desechaba otra oportunidad de reafirmarse en la competición tras los tropiezos en Guijuelo y en casa ante el Fabril.

Como ya viene ocurriendo hace demasiado tiempo, junto a esa sensación de disgusto y decepción que siempre acarrea una derrota del Pontevedra, se une otro sentimiento quizá incluso todavía más corrosivo que el de la pérdida misma del partido, el de la justificación constante de los resultados negativos por un entorno que en opinión de este atribulado bloguero no hace sino contribuir a la irritante pérdida de prestigio de un equipo, insisto, histórico del fútbol español y que nunca debería navegar a la deriva en una segunda división B formada por ochenta equipos.

No entiendo como tras caer en Matapiñoneras se puede afirmar (como se ha hecho) que en esta población de la capital de España pudo verse a un "gran" Pontevedra o que en tramos del choque se jugó de manera "espectacular".

El propio entrenador del Pontevedra CF (cabal, comedido y realista en la mayor parte de las ocasiones en las que comparece) reconoció en la rueda de prensa posterior al encuentro que el primer gol encajado se debió a un error "muy grave" en el posicionamiento defensivo del equipo y que tampoco se estuvo muy feliz en la jugada del segundo.

Que luego se haya "tocado" bastante bien en algunas fases del encuentro (ya con el marcador en contra)? Nadie lo niega; que se dispuso de alguna ocasión de gol al margen del logrado? Pues también.
¿Es suficiente lo expuesto el Domingo por la mañana para calificar al equipo de "grande" o "espectacular"? Todos tendrán su opinión, pero la mía desde luego es que no y que lo único que se consigue así ( no sé si de forma intencionada o involuntaria) es normalizar de manera irritante la derrota y no situar las exigencias de esta institución al nivel que requiere su grandeza y su lugar en nuestro balompié.

La jugada del primer tanto madrileño sencillamente no se debería permitir a un equipo que hasta hace un par de jornadas estaba consiguiendo un notable hermetismo defensivo. La línea de fondo la adquiere el rival con una facilidad pasmosa y tras su centro los centrales pontevedreses estaban uno en Cáceres y otro en Valencia dejando campar a sus anchas nada menos que a Cristian Perales.
Esta jugada no obedece a la misma causa que ocasionó el primer tanto en Guijuelo. Allí un error individual costó ese gol que desequilibró la balanza pero una cosa es esa y otra muy diferente es naufragar en defensa no solo en ese primer tanto franjirrojo sino también en el segundo.

Las victorias seguidas que se consiguieron hace semanas vinieron provocadas por no conceder nada (o casi nada porque el día del Salamanca al principio ellos tuvieron una clarísima) y aprovechar después alguna en ataque para ganar el partido. Así se hizo en Fuenlabrada (sufriendo algo más al principio), en Burgos o en casa frente a la Ponferradina para arrancar el empate sin goles.

El Domingo el guión no fue ese sino que se volvieron a dar facilidades y de verdad que no entiendo los halagos posteriores que ponen el listón granate a la altura de las rodillas del club y que lo hacen un poquito más pequeño.

Como no he leído ni he escuchado las preguntas que yo habría hecho tras el partido me daré el gusto de formular alguna de ellas.
¿Por qué el S.Sebastián de los Reyes tiene dos delanteros a los que al parecer se le caen los goles de las botas y nosotros no?

¿Es este Sanse otro equipo mastodóntico en la categoría al que no podemos aspirar a superar ni en lo deportivo ni en los económico como a la Cultural, Ponferradina, Funlabrada, Castilla etc ect?

¿El liderato que ahora ocupa nuestro rival del Domingo no nos hace comprender que haciendo un poquito bien las cosas a la hora de configurar una plantilla "sin tirar la casa por la ventana" el estar verdaderamente arriba no es ninguna quimera? 

En fin, no sé si en un futuro cercano el equipo conseguirá retomar su seguridad defensiva como bloque que visto lo visto parece la única oportunidad de intentar acercarse los más posibles a los puestos cabeceros.
No sé tampoco lo que se dirá si no somos capaces de ganar en casa el Domingo al Coruxo (no descarto que se "venda" que el rival cuenta con mejores posibilidades a la hora de competir en la categoría).
Lo que sí sé es que o sellamos otra vez nuestra portería o los equipos de arriba se acabarán por alejarse sin remedio alguno y los de abajo se acercarán sin prisa pero sin pausa.

Para más Inri, mañana vuelve la dichosa Copa Federación que como se ha visto ha multiplicado el prestigio y las apariciones mediáticas del club al ganarla la temporada pasada.

Como ya sucediera el año pasado, el club cobrará cinco euros a sus abonados no especiales si quieren presenciar el acontecimiento.

Genial, todo genial o, si se quiere, espectacular. 



          
         
    

lunes, 12 de noviembre de 2018

La "intensidad"

Entre los términos que en las últimas décadas se han colado de rondón en el vocabulario futbolístico encontramos el famoso de la "intensidad". 

Cuando un equipo está "intenso" lo que se quiere decir es que está metido de lleno en su trabajo; que presiona en conjunto; que mete la pierna con nobleza pero con fuerza; que pelea los balones divididos o las segundas jugadas con gallardía o que alcanza una concentración extrema en el juego que le permite llegar más y mejor a todos los lances del choque.

"A sensu contrario", cuando afirmamos que al equipo le falta esa intensidad lo que realmente queremos decir es que tiene la cabeza en otro sitio; que está despistado; que parece haber salido más a jugar un partido de solteros contra casados que uno oficial o, en suma, que ofrece unas facilidades al rival que causan frustración, exasperación y bastante asombro.

Jugar con "intensidad" no provoca que un equipo vulgar se convierta en excelente. No convierte a jugadores normales en estrellas del balón pero jugar con un ritmo adecuado de juego (o con "intensidad", demonios) sí consigue que ese equipo con sus virtudes pero también con sus carencias alcance una  buena versión de sí mismo que en teoría es a lo que debe aspirar siempre un grupo de jugadores: alcanzar el mayor rendimiento para el que está capacitado.

Si a un partido de fútbol oficial, de Liga y además jugado en casa se sale medio dormido, al "tran tran" y casi de paseo, es decir, sin la "intensidad" mínima exigible, lo previsible es que el equipo de enfrente llegue antes a todos los balones, encuentre de manera fácil todas tus carencias y te dé una pequeña lección de lo que no hay que hacer sobre un terreno de juego.

El Pontevedra ayer salió mal al césped. No es cuestión de que haya jugado este en lugar de aquel o si se alinearon dos, tres o dieciocho centrales. De lo que realmente se trataba es que mientras un equipo, el blanquiazul, había salido al campo en cuarta velocidad tú tan solo lo hiciste en segunda y así es muy difícil que el marcador permaneciera, al menos, con empate a cero.

A medida que avanza la competición estamos comprobando como el Pontevedra CF vuelve a ser este año un equipo con no demasiada calidad técnica y escaseando la misma, sobre todo, en la parcela ancha del terreno de juego. 
Asumiendo dicha circunstancia, el entrenador y sus jugadores no han dudado en los últimos tiempos en elegir una forma de jugar más cautelosa, con la clara idea de evitar ponerse por detrás en el marcador y tratar de ganar los encuentros aprovechando alguna de las ocasiones de las que se pueda disfrutar en ataque.
El plan salió bien en varias ocasiones y hace ocho días en Guijuelo (a pesar de las bajas) el equipo se mantuvo firme hasta que el rival encontró esa jugada aislada en forma de penalti que decantó el choque.
Ayer los goles del Fabril no vinieron, en cambio, de la mano de lances aislados o afortunados sino por la pasividad y facilidad defensiva otorgada por el Pontevedra que sorprendió en gran medida por la alta concentración que en esa faceta había tenido el equipo en las últimas semanas.

El primer gol es muy bonito. El lanzamiento del jugador del Fabril es precioso pero el océano existente en la zona de tres cuartos de ataque fabrilista sin que ningún jugador granate estuviera medianamente cerca para entorpecer el disparo fue igualmente inmenso.

El segundo gol deportivista tampoco encontró a nadie en nuestra banda derecha defensiva que impidiera la penetración hasta casi linea de fondo del interior contrario y a pesar de la buena maniobra de Uxio dejando pasar la pelota hasta el corazón del área, el jugador que marca el tanto tuvo tiempo hasta de controlar el esférico en esa zona tan caliente antes de fusilar a Edu Sousa sin remisión.   

El problema de esa primera parte, por tanto, no fue ya que el Pontevedra fuese incapaz de generar más peligro que un remate desde lejos de Kevin con un segundo lanzamiento de Pedro Vázquez tras el rechace sino la pasividad mostrada en defensa que propició que el partido se pusiera muy cuesta arriba al descanso.  

La segunda parte fue diferente casi desde el principio pero sobre todo tras la salida al campo de Romay por un Javi López otra vez decepcionante y carente de todo peligro. 

Ya antes de la salida del ex fabrilista el Pontevedra había dado muestras de otra actitud con algún lanzamiento sobre la portería rival pero con la incorporación de este jugador el equipo, además de ese empuje que pareció adquirir tras el descanso, consiguió reunir algunas gotas de fútbol que contribuyeron a mejorar bastante la imagen.

Antes del chaparrón granate, no obstante, debió aparecer el de casi siempre para evitar la sentencia al desbaratar un mano a mano de Uxío con una buena parada. Sin esa intervención de Edu es posible (casi seguro) que nada de lo que pasó después hubiera sucedido y es bueno recordar lo importante de esa actuación del portero.

Y llegó la última media hora y el Pontevedra que parecía otro empezó a avasallar al Fabril. Con Alex González otra vez eléctrico, incansable y  muy peligroso por la izquierda, con un Romay que en ocasiones racionalizaba un poco el juego por abajo del equipo y, sobre todo, con los problemas defensivos del rival en los balones aéreos, el Pontevedra acumulaba ocasiones de gol solo falladas por una desesperante falta de decisión en el último instante de las jugadas.

Ya se habían fallado dos o tres muy claras cuando en un saque de esquina Romay recortaba distancias con un buen cabezazo conectado en difícil posición y solo tres minutos después, tras otro balón parado, Javi Pazos utilizaba de manera muy hábil y estética el recurso del tacón para empatar un partido que en ese momento parecía que se podía remontar.

No obstante, tras el 2-2, el Fabril también cambió un poco su negativa actitud del segundo tiempo y volvió a querer la pelota y conseguirla alcanzando algunas posesiones largas que si bien no terminaban en ocasiones de ningún tipo si paraban un poco las acometidas granates.

Llegaron los últimos minutos y quizá se echó en falta en ese instante la presencia en el banquillo de un Mouriño que con su habilidad en el balón parado bien habría podido crear mucho peligro en los corners y alguna falta lateral de los que todavía pudo disfrutar el Pontevedra. 

Se pudo hacer también el tercero en una bonita jugada a cuyo remate no llegó por centímetros un exhausto Alex González pero al final no su pudo culminar la remontada y la sensación  (por la menos la de este atribulado bloguero) es que se habían escapado dos puntos que jamás debieron volar de Pasarón si en la primera parte no se hubieran cometido tantos errores. 


Con el punto conseguido el equipo se acomoda en al novena posición de la tabla a la misma distancia de los de arriba que de los de abajo (al menos del play out). 

No tengo nada claro que esta plantilla pueda aspirar a más (ojalá sí ya que al igual que la temporada pasada la igualdad es la nota predominante sin que aparezcan demasiados equipos que muestren autoridad) pero lo que es evidente es que no se puede dar tanta ventaja al rival como ayer se dio en los primeros 45 minutos.
Si el equipo está concentrado desde el principio (o "intenso" como se dice ahora) ya ha demostrado que puede pero si no lo está las posibilidades de éxito caerán en picado.

La vuelta de Victor Vázquez "Churre" está felizmente próxima y posiblemente ayude siempre y cuando no se salga a los partidos con el despiste de ayer.
La línea del rendimiento de Romay sigue en ascenso y también ello constituye una buena noticia.

Más esos ingredientes que pueden darle mejor sabor al plato necesitan sobre todo que la base de la receta (concentración, seguridad y, sí, intensidad) no se quiebre como ayer se rompió en la primera parte.
Si esa base funciona, todavía habrá tiempo más que de sobra para soñar.