lunes, 23 de noviembre de 2020

El faro que ilumina las tinieblas

 El día en que su regreso se hizo oficial tuve que releer la noticia varias veces para convencerme del todo que no estaba ante un fake.

A pesar de los rumores insistentes en los días anteriores; a pesar de su guiño unos meses antes en una entrevista realizada por los creadores del  podcast no oficial "pontevedra cf.net"; a pesar del amor que siempre que tenía ocasión decía profesar por estos colores y esta ciudad...

Cuando ya no había dudas de que Charles Días volvía al Pontevedra CF no pude evitar experimentar la sensación de que esta vez iba en serio. 

De que la entidad había entendido la excepcionalidad del momento; la trascendencia inmensa de no quedarse fuera de la nueva categoría que se había decidido crear en medio del desconcierto y la confusión de la covid 19 y de que al fin se iban a colocar sobre el césped argumentos de peso para alcanzar una buena clasificación deportiva.

Después se fueron conociendo más incorporaciones llamativas como la de Xisco Campos, otras menos "glamourosas " pero con buenos augurios como las de Imanol García u Oier Calvillo, fueron llegando las renovaciones de casi todos los miembros clave del bloque (no, no me olvido de un Edu que tuvo que salir en el momento en el que parce que por fin el despegue tiene un impulso real), se puso mucho sobre la mesa para que se quedase Bustos y a punto se estuvo de ganarle por la mano a todo un Racing de Santander...

Sin embargo, la primera piedra, el golpe de efecto para decir a todo el mundo "que aquí estamos" y que se quiere crecer fue la de Charles.

Como ya he tenido la oportunidad de escribir en su momento, la operación llegaba en el momento justo. Ese en el que el futbolista todavía marcaba goles en primera división un par de semanas antes de su fichaje y varios equipos punteros de 2ª se rifaban su incorporación. Ese en el que su vuelta a casa podría producir (y de hecho produjo) un impacto a nivel nacional.

¿Qué hace Charles bajando dos categorías de golpe si todavía cuenta con cuerda para seguir en el fútbol "profesional"?, ¿Cómo es posible que no recale en un segunda con aspiraciones y en cambio se marcha a un equipo que lleva 15 años sin estar en segunda y que navega con dificultades por la 2B? Se preguntaban los "maxmedia" que entienden mucho de números y de audiencia pero poco de conceptos como el arraigo o el sentimiento.

Bueno, pues ese futbolista que dejó un gran recuerdo en Córdoba, fue pichichi en 2º con el Almería y que rindió a gran nivel en primera en el Celta, Málaga o Eibar había decidido volver al club que lo trajo a España y cumplir su último sueño de progresar de nuevo con "su" Pontevedra CF.

¿Cómo olvidar su debut oficial con nosotros en la primera jornada en segunda contra el Poli Ejido en la que casi nos levanta de los asientos con un remate acrobático al poste y poco después nos hacía torcer el gesto al ser expulsado de manera directa? ¿Cómo no recordar ese mismo año con apenas 19 años su gol "imposible" en Murcia o aquel tan bonito en casa contra el Nastic? 

¿Cómo obviar sus fenomenales campañas en 2ºB marcadas por los constantes desengaños en los play off de ascenso por los que tantas lágrimas derramamos? ¿Y aquel último partido oficial con la camiseta granate en la ida de la eliminatoria frente al Alcorcón en el que fue expulsado de forma muy rigurosa, quizá como siniestro adelanto del aquelarre vivido días después en la ciudad madrileña?

El caso es que Charles Días Barbosa quiso volver a jugar aquí para poner el colofón a una gran carrera y todo el mundo empezó ya a imaginarse desde ese mismo momento al brasileño evolucionando sobre el terreno de juego con esa camiseta que llevaba más de una década sin poder vestir.

El que esto escribe, prudente en términos futbolisticos desde hace mucho, no se imaginó a Charles marcando goles por doquier y arrasando desde el primer día. 

Se lo imaginó, en cambio, trabajando con la intensidad que en él es habitual y marcando diferencias en varias facetas del juego algunas visibles y otras invisibles.

Se lo imaginaba, por ejemplo, en algún partido difícil, trabado y algo "pestoso"como el disputado ayer mismo en Pasarón, convirtiéndose en Faro para sus compañeros poniendo aquella luz que disipase las tinieblas provocadas por las dificultades de un rival nulo en ataque pero numeroso, de gran envergadura e incluso duro en ocasiones en el aspecto defensivo.

Ese Faro apareció ayer en los peores y decisivos momentos del partido. 

Ese Charles algo más oscuro, aunque siempre con chispazos, de Ferrol, Zamora o en casa frente al Celta dejó paso al Charles omnipresente y protagonista de muchas de las acciones mediante las cuales el Pontevedra acabó por imponerse al Salamanca.

La primera parte jugada ayer volvió a ser mala, al menos a juicio de este atribulado bloguero.

Sobre todo a lo largo de la primera media hora de juego se volvió a abusar del "patadón y tente tieso" pues no se puede siquiera denominar "balón largo" a pelotazos sin sentido de los dos centrales que casi nunca acababan con la progresión adecuada a través de la segunda jugada.

En medio de ese atoramiento en el juego, Charles empezó a producir para el equipo y a minar siquiera de manera indirecta al Salamanca.

Así, hasta tres tarjetas amarillas (que debieron ser 4) provocó el brasileño tras una entrada por detrás, un codazo en un salto y una patada absurda y a destiempo en una acción que ya estaba previamente anulada.

No eran jugadores salmantinos cualquiera sino los dos centrales y una de sus torres de contención en medio campo.

No obstante, el partido en esa primera parte no marchaba lo bien que a todos nos hubiera gustado y aún a pesar de que en el tramo final se raseó algo más la pelota, en los primeros 45 minutos el equipo no fue capaz de probar al portero rival y las ocasiones se limitaron a dos cabezazos, uno de Rufo y otro de Xisco, que se marcharon fuera.

Además del trabajo "sucio" de Charles que se vio acompañado con algunas acciones de mérito adicionales del brasileño en tres cuartos que casi siempre mejoraban la jugada, sí se podrían destacar un par de circunstancias más.

La primera es que el equipo no dio en ningún momento la sensación de "romperse" o de "despegarse" por la mitad en ningún momento y se vio un conjunto más cohesionado y con menos lagunas en medio campo.

Si a ello contribuyó la pareja de medios centro utilizada que mezclaban por primera vez ( Imanol y Borja, claramente los dos más posicionales con los que contamos) o bien solo la nula capacidad ofensiva del rival, es algo que no está claro pero lo que sí fue un hecho es que eso pasillos enormes que a veces quedaron libres en partidos anteriores, ayer no aparecieron.

El bagaje ofensivo del Salamanca en la primera parte, de hecho ,se limitó a un peligroso lanzamiento de Fer Llorente desde la frontal del área que se fue fuera por poco, aprovechando una descoordinación defensiva, quizá la única ayer, del conjunto granate. 

La segunda circunstancia, en el aspecto individual, fue la actuación más llamativa de Aitor Nuñez que hasta ahora había pasado algo desapercibido pero que ayer en tramos de esa primera mitad sí consiguió en alguna ocasión desplegarse en ataque y poner algún centro de calidad a sus compañeros 

El segundo tiempo fue otra cosa prácticamente desde el principio.

No es que el Pontevedra encandilara ni practicase un juego maravilloso pero sí es verdad que desde los primeros minutos se le dio más ritmo al partido, no se abusó tanto del balón largo y se consiguió jugar mucho más cerca del área rival.

Alex apareció mucho más y con peligro, Jorge tocó con acierto en ocasiones y sí parecía que la balanza acabaría por inclinarse de nuestra parte en cualquier momento.

Para poner las cosas todavía mejor, Charles aprovechaba un balón al espacio para progresar en velocidad y con todo el oficio del mundo colocarse sobre la pelota de una manera en la que el defensa rival no tenía más opción que dejarle encarar al portero o derribarle abortando la oportunidad. Fue el derribo lo que se produjo y con él la tarjeta roja del jugador del Salamanca, De Lorenzi, que ya había recibido una amarilla en el primer tiempo.  

Antes de la expulsión, el Pontevedra ya había gozado de ocasiones en las botas de Alex o Rufo para marcar pero quien más quien menos pensó que en superioridad y con casi media hora por delante el triunfo no podría escaparse.

A diferencia de lo que ocurrió en Zamora, Jesús Ramos sí reaccionó pronto ante el cambio de guión del choque y decidió retirar a los dos laterales para dar entrada a Romay y Oier.

De esa forma, se pasaba a jugar con una defensa de tres (con Imanol incrustado con Churre y Xisco), con las dos bandas enteras para Alex y Calvillo, Borja de medio centro más posicional y Jorge y Romay tratando de enlazar con los puntas.

El caso es que durante unos minutos el cambio de dibujo pareció frenar el ímpetu granate y se volvió a un tramo de indecisión en el que las llegadas se hicieron más escasas por nuestra parte.

Eso volvió a cambiar en el tramo final del partido en el que volvieron a llegar oportunidades claras por medio de Charles, Calvillo o un cabezazo de Xisco en inmejorable posición.

Y fue en el preciso instante en el que parecía que los puntos se iban a marchar, cuando llegó el último giro dramático de los acontecimientos (como diría el "picaro de playa" más famoso de la televisión ,Fermin Trujillo).

Después de la llegada más venenosa del rival en la segunda parte abortada fenomenalmente por Borja Martínez cuando Mora se aprestaba a ejecutar un disparo venenoso, por fin un balón largo funcionaba, eso sí,  acompañado por un desajuste salvador del Salamanca en defensa. 

Rufo recepcionó dicha pelota para encarar portería y caer derribado por el portero que hasta ese momento había contribuido al empate con tres o cuatro paradas de mérito.

Penalti sobre el minuto 90 y dos puntos de oro que no debían ni podían escaparse se jugarían en un lanzamiento desde los 11 metros.

Ahí volvió a aparecer el Faro. Ese que en la primera parte desgastó al rival recibiendo palos y en la segunda les dejó con 10 tras otra tarascada.

Ese que sabe lo que su figura significa aquí y que como ya hizo ante Unionistas sabe que debe asumir responsabilidades en instantes como estos.

Chales cogió la pelota, miró al portero y envió el esférico al fondo de las mallas engañando al buen cancerbero castellano y disipando con su luz las tinieblas que hasta ese momento envolvían al partido.

Aún tuvo tiempo el de Belem en el 91 de protagonizar otra carrera tras pase de Oier, levantar la cabeza y mandar un balón medido a Rufo que delante otra vez del guardameta no desaprovechó la ocasión de hacer el segundo y ahorrarnos el sufrimiento del último minuto.

No es detalle baladí la autoría del segundo tanto que sirvió para redondear el encuentro. Rufo ayer estuvo tan voluntarioso como siempre pero el acierto le seguía siendo esquivo. 

Ayer incluso estuvo algo impreciso en determinados controles o pases pero en la jugada del penalti empezó a arreglar su partido y con el segundo gol ha tornarlo incluso en bueno. 

Ojalá ese tanto celebrado con rabia y desahogo por el "9" le sirva para ganar confianza y empezar a marcar goles a borbotones.   

Los tres puntos logrados son importantísimos. Nos aúpan otra vez al primer puesto con los mismos once puntos que el Depor y con tres de margen sobre el cuarto clasificado. 

Se va abriendo brecha con alguno de los equipos del subgrupo como el Coruxo o el propio Salamanca y también con el Celta B o Guijuelo.

Llegan también buenas noticias del subgrupo 1B cuyos componentes se cruzarán con nosotros en la 2ºfase.

El Numancia y la Cultural se han dejado a estas alturas más puntos de los esperados y es el Langreo el equipo que lidera incluso con un partido menos que de ganarlo (es contra el colista) le catapultaría hasta los 13 puntos.

A día de hoy, a falta de ese partido aplazado, el líder de los dos subgrupos somos nosotros.

Ahora llega San Lázaro y un Compostela cuya imagen en lo que llevamos de Liga es muy positiva. 

El Sábado pasado plantó cara al Racing y consiguió llevarse un meritorio punto manejando bien el choque en los momentos clave.

Será muy complicado pero victorias como las de ayer deben llenar al grupo de tranquilidad, confianza y dotarles de ese impulso que nos haga fuertes en cada partido que disputemos.

En Santiago cayó goleado el Guijuelo y el Depor solo empató. 

Avisados estamos. Será necesario una gran versión del equipo para ganar.



 




  

martes, 3 de noviembre de 2020

245 días después

El 1 de Marzo de 2020 llovía mucho, muchísimo, sobre la hierba del Estadio Municipal de Pasarón.

Venía el Real Madrid- Castilla con su leyenda Raúl González al mando y alguna de sus jóvenes y rutilantes estrellas como el brasileño Reiner, cedido meses después al Borussia Dortmund.

Había más gente de la habitual en las gradas y todos vibramos con la gama de remates de cabeza de Rufo y con el golazo espectacular de Alvaro Bustos.

Nos fuimos aquel día del estadio con los cuatro bonitos goles en la retina y con la esperanza de que la goleada pudiera ser la primera piedra para la remontada final en la clasificación.

Aquella lluviosa y ventosa tarde de Marzo no sabíamos todavía que nuestra vida iba a cambiar en pocos días de una forma que resultaba difícil de imaginar.

Mientras abandonábamos el campo con una sonrisa en la cara comentando el hat trick de Rufo o la vaselina preciosa de Bustos, desconocíamos que no volveríamos a pisar ese escenario de nuestros sueños hasta mucho tiempo después, incluso algunos no han podido hacerlo todavía y otros jamás lo harán.

El siguiente partido en casa ya no se disputaría y en lugar de volver a sentarnos en los asientos de Pasarón con la ilusión de conseguir la tercera victoria consecutiva, comenzamos un durísimo confinamiento domiciliario para luchar contra un virus maldito que ponía delante de nuestros ojos la extrema vulnerabilidad de muchas cosas que antes creíamos indestructibles.

El rival contra el que no pudimos enfrentarnos aquel día 15 de Marzo era, en otro guiño del destino, el Real Club Celta B.

245 días después; sí 245 días, uno detrás de otro, el que esto escribe volvía por fin al estadio que descubrió siendo un niño pequeño y del que nunca se había separado tal cantidad de tiempo.

Fue un regreso extraño, solitario y diferente al que tantas veces había imaginado pero regreso al fin al cabo.

Presentación del DNI junto al abono, toma de temperatura, gel hidroalcoholico, instrucciones que prohibían beber, comer, fumar o levantarse, salida ordenada al terminar (algo confusa por la deficiente megafonía del estadio, que esa sí, no ha cambiado), y por fin acceso a las escaleras de entrada a la parte superior de la grada en busca del asiento con un punto verde y el nº de abonado debajo.

Confieso que me esperaba un ambiente mucho más desangelado en el interior del estadio.

La semana pasada, viendo el partido frente a Unionistas a través de la web de la televisión gallega, apenas se escuchaba al público y me imaginé un silencio casi sobrecogedor solo roto por las voces de los jugadores y las órdenes de los técnicos desde el banquillo.

Pero la verdad es que no fue así.

A ver, no digo que el hecho de estar tan solo 300 espectadores no se notase, claro que se notó.

Lo que sí digo es que la animación de los que sí pudieron estar el Domingo fue llamativa y posiblemente la mejor que se podía transmitir al equipo en esas circunstancias tan extremas.

En ese sentido, como era ya habitual antes del comienzo de la pesadilla “covid 19”, la voz cantante la llevó el fondo norte con sus palmas y sus cánticos que al mismo tiempo que me daban la certeza que los jugadores no iban a estar nada solos en ningún momento, también me hacían pensar en el fenomenal ambiente que se podría haber vivido este año con más gente en el campo y con los ingredientes que esta temporada cuenta el equipo sobre la hierba.

El caso es que bajo la lluvia, como aquel lejano 1 de Marzo, el Pontevedra empezó a jugarse otros tres puntos vitales como todos los que esta campaña va a disputar.

Y el comienzo, con la misma alineación que hace 7 días con la excepción de Adrián Cruz que ocupaba el lugar de Romay, resultó interesante para los intereses granates.

Buena presión, agresividad, ritmo, menos balón largo y ocasiones de gol (especialmente una muy clara de Rufo) hacían presagiar que la tarde podría discurrir de forma algo plácida para el Pontevedra pero mediado el primer tiempo la decoración empezó a cambiar.

Después de esos minutos en los que se robaba rápido, se llegaba fácil y bien pudo marcarse algún tanto, nuestra presión decayó e incluso se descoordinó lo que dio la oportunidad al rival de hacerse con el balón, tocar con sentido e incluso crear alguna ocasión que de haber sido transformada nos habría colocado el encuentro cuesta arriba.

Fueron minutos en los que el equipo no se encontró, volvió a partirse en demasía y dejó de tener el control de la situación.

Apareció, eso sí, Mario para salvar la oportunidad del partido del equipo vigués.

Esta llegó tras fallar clamorosamente por arriba la defensa en un centro desde la derecha que posibilitó un remate a bocajarro franco de cabeza que fue rechazado con muchos reflejos por el guardameta, que todavía más felino tuvo que mostrarse para rechazar desde el suelo el segundo remate del delantero tras su primer rechace y desbaratar así una acción en la que el gol parecía inevitable.

Fue ese un tramo del partido otra vez algo preocupante del que se pudo salir haciendo el primer gol de la tarde.

Si algo está demostrando el Pontevedra en este inicio de competición es que con espacio por delante para correr el equipo es otro.

De un saque de esquina celeste se produce un rebote que acaba con la pelota en los pies de Calvillo tras un buen control del navarro. Oier encontró vía libre para conducir durante muchos metros y fabricar un pase venenoso a Alex Glez que desde el corazón del área, algo escorado a la izquierda, conectó un zurdazo espectacular haciendo el primer gol del encuentro.

Fue una jugada eléctrica, fulminante y extraordinariamente definida y que además surgió de las botas de dos jugadores importantes que hasta ese momento habían intentado muchas cosas pero casi ninguna de ellas con acierto.

Tras el 1-0, el Pontevedra recuperó la alegría y achuchó de nuevo al rival en esos minutos finales del primer tiempo impulsado por la ventaja en el marcador.

Y esa dinámica continuó tras el descanso.

Nada más reanudarse el choque, Zabaleta hacía el segundo tras otro zurdazo inconmensurable desde la frontal del área después de un saque de esquina y el Pontevedra disfrutó de unos minutos pletóricos en el que fue amo y señor del partido.

Fueron sobre 20 o 25 minutos en los que se presionó arriba, se ahogó al Celta B, se pudo sentenciar definitivamente con algunas ocasiones en las que casi siempre falló el último pase y en los que Charles nos deleitó con uno de esos remates semi acrobáticos tan suyos  (que tan bien conocemos por estos andurriales) que rebotó en un defensa cuando llevaba marchamo de gol.

Ni siquiera el doble cambio efectuado por el equipo alteró esa dinámica de control del choque por parte de los granates.

Dos hombres con tarjeta, Imanol y Alex, dejaban su lugar a Jorge y a Romay con lo que el doble medio centro pasaba a ser el más creativo que este equipo puede alinear con el de Malpica y Adrián juntos en el césped.

Y como decía, esos cambios no impidieron en un principio que el Pontevedra siguiese mostrándose superior al Celta. Tampoco el cambio de Oier por Oscar aunque el cántabro volvió a estar algo gris sobre el terreno de juego.

No obstante, alrededor del minuto 70 el partido volvió a cambiar de manera gradual.

El Pontevedra ya no presionaba tan arriba y el Celta volvía a coger la pelota y a jugar más en campo granate.

Lo peor no fue eso, pues resulta normal que el equipo con una buena renta se otorgue un respiro.

Lo inquietante se produjo cuando los de Onésimo empezaron a encontrar verdaderas vías de agua en forma de espacio entre los medios y los centrales pontevedreses con lo que el problema no era que el Celta acumulara posesión sino que lo hacía merodeando constantemente con peligro el área local.

Mario tuvo que intervenir otra vez tras un disparo algo lejano y se notaba sobre el césped que el equipo se partía y que sufría en exceso para parar las acometidas de un Celta bastante potente en el aspecto físico.

La situación parecía requerir otro relevo, ese que reforzara el medio campo para entorpecer el juego “celtiña” e incluso consolidar alguna “contra mortal” con la que apagar las llamas del empuje visitante.

En opinión de este atribulado bloguero, se tardó un poco en reaccionar y el 2-1 llegó mientras Borja Martínez se encontraba preparado para saltar al campo cuando lo cierto es que desde minutos antes esa posibilidad de encajar se estaba viendo venir.

La sorpresa (al menos para el que esto escribe) vino en el jugador elegido para ser sustituido nada más producirse el gol vigués.

Ese hombre fue Adrián Cruz (notable partido el suyo tanto creando como destruyendo, por cierto) cuando quien más quien menos pensaba que a ocho minutos para el final tocaba reforzar la medular a costa de un hombre de ataque para intentar pausar un poco el partido y que no siguiera convirtiéndose en una especie de correcalles en el que éramos nosotros los que más teníamos que perder.

Este dilema, cuando sacar del campo a Rufo o Charles, es posible que se convierta en uno de los debates más interesantes en torno al equipo durante la temporada.

En Ferrol, ganando 2-3, Ramos sí decidió a falta de pocos minutos sustituir a Charles para dar entrada a Borja y terminar por cerrar aquel partido. Lo cierto es que salió bastante bien aquel día y el equipo contuvo con oficio los últimos estertores ferrolanos.

El domingo pasado, en cambio, se optó por cambiar un mediocentro por otro y la dinámica del partido no varió en absoluto.

El equipo siguió sufriendo, siguió partiéndose a veces en exceso por el medio y la sensación era de un cierto descontrol y de que el empate podría acabar llegando en algún despiste.

Sí, es cierto que también se tuvo algún contragolpe bastante claro que no se definió en gol por esa falta de acierto o elección en el último instante pero lo que no se puede negar es que esos últimos minutos no estuvieron sujetos tan bien como deberían haber estado y que acabamos claramente pidiendo la hora.

Al final, con córner incluido en la última jugada para el rival que arrugó por última vez el corazón de los allí presentes, el partido llegó a su fin con la victoria y otros tres puntos vitales que nos colocan arriba y con buenas perspectivas para el futuro.

Tenemos siete puntos de nueve y todos conseguidos con sufrimiento hasta el último instante como da la impresión de que así va a suceder durante los 18 partidos de la primera fase.

La próxima estación, covid 19 mediante, será Zamora.

Nos esperará un equipo lleno de moral que comparte el liderato con nosotros y Depor y que aprovecha esa inercia poderosa que otorgan los ascensos de categoría.

Será difícil domar a este equipo pero contamos con potencial suficiente como para hacerlo y dar un buen golpe encima de la mesa.

No puedo terminar este escrito sin mostrar mi decepción y disgusto por algunas circunstancias incomprensibles que rodearon el sorteo del club para asignar las plazas de este segundo partido en casa.

Ya he repetido bastantes veces que resulta indudable que en estos tiempos que nos ha tocado vivir todo es más difícil y el trabajo se complica mucho.

El sorteo estaba previsto para el Jueves por la tarde y el Viernes se anunciaron más restricciones y fuertes para nuestra zona sanitaria que incluso hicieron pensar en un primer momento que le partido tuviera que celebrarse a puerta cerrada.

Eso es así y es innegable.

Ahora bien, si por el propio club se dice que los abonados que no fueron elegidos para el primer partido tendrían preferencia para el segundo y así sucesivamente, eso hay que cumplirlo.   

Creo que no es tan complicado retirar los nº de aquellos que sí fueron contra Unionistas del segundo sorteo para que otros 300 socios pudieran asistir contra el Celta.

Si se dice una cosa es mejor cumplirla para generar confianza y pertenencia en vez de enfado, indignación y desapego.

La masa social ha respondido y renovado sus abonos en un porcentaje altísimo a pesar de las circunstancias, se merece siempre, y más ahora, el mejor trato posible por parte de la  Entidad.