martes, 21 de noviembre de 2023

Tú a Boston y yo a California

Existen varias versiones de una película cuyo título es “Tu a Boston y yo a California”, incluso alguna en la que se cambia el nombre de la capital del Estado de Massachusetts por el de Londres, la capital inglesa.

Yo la que más recuerdo es la de comienzos de los años 60. Quizá porque entre el reparto aparece una siempre maravillosa Maureen O Hara cuya presencia ante la cámara me dificulta bastante cambiar la cadena sea cual sea el film en que la genial actriz irlandesa aparezca.

El caso es que en esta película, dos hermanas gemelas que se creen hijas únicas y que, por tanto, desconocen la existencia de la otra, se encuentran por casualidad en un campamento de verano al que ambas concurren desde puntos tan alejados como la costa este y la oeste estadounidense.

Las niñas descubren con el paso de los minutos que fueron separadas desde muy poco después de nacer por causa del divorcio de sus padres y deciden intercambiarse sin decir nada a nadie para conocer cada una de ellas a la parte de la familia hasta ahora desconocida para ellas, causando el estupor cuando se descubre el “invento”.

Imaginemos ahora algo imposible. Imaginemos que el Pontevedra CF tuviera un “hermano gemelo” pongamos, por ejemplo, en Ponte Vedra beach, ciudad del estado de Florida con la que incluso creo ha existido algún acto de hermanamiento no hace mucho tiempo.

Sigamos con nuestro caso hipotético y pensemos que el Pontevedra no sabía de la existencia del Ponte Vedra y viceversa pero que se encuentran en algún torneo amistoso de verano, se sorprenden hasta el infinito por verse prácticamente idénticos y deciden intercambiarse por un tiempo para conocer el ambiente de su “gemelo”.

Lo que falta ahora es conectar el argumento de la película y estos personajes que acabo de inventar con el partido jugado por el Pontevedra CF ante el Arandina y debo establecer esa conexión antes de que cualquier lector de esta columna concluya que su autor se ha vuelto completamente loco.

En busca de esa conexión mencionada, comenzaré por decir que en los primeros 15 o 20 primeros minutos de encuentro el que hizo acto de presencia fue el verdadero Pontevedra CF.

Fueron esos minutos claramente anteriores a que los “gemelos” se conocieran, empezaran a atar cabos y tramaran y ejecutaran su plan de intercambio.

El Pontevedra, por tanto, empezó llegando con alegría ante la portería rival y marcando en la primera ocasión de la que disfrutó en el minuto 2 de encuentro.

Y antes del minuto 20, en otra llegada eléctrica del equipo, Yelko hacía un auténtico golazo al golpear como los ángeles desde fuera del área una pelota que entró como una exhalación hasta el fondo de la red burgalesa.  

A partir de ese momento es cuando me imagino a los dos hermanos gemelos empezando a ejecutar su original plan.

El Pontevedra a partir del 2-0 empezó a despistarse, a cometer errores impropios en la salida de balón y a empezar a hacer el equipaje para su viaje a Ponte Vedra Beach.

Primero Mario Gómez y luego Samu Mayo perdieron inexplicablemente dos balones en zonas peligrosas que provocaron dos ocasiones pintiparadas para el Arandina que una vez Edu y otra un poste evitaron que terminaran en gol.

En otra acción defensiva presidida por la relajación fue el árbitro el que indultó al Pontevedra al no señalar un penalti que pareció claro de Mario sobre un atacante rival.

Se sumió, en definitiva, el equipo en un sopor y una aparente dejadez insólita hasta ahora en la época Yago Iglesias.

Este atribulado bloguero barruntaba a lo largo del descanso que en el vestuario granate se debería estar hablando de cómo ordenar la salida de pelota desde atrás para sortear la presión adelantada contraria y también un poco de la confusión entre la tranquilidad o el control y una excesiva dejadez que podía llegar a hacer peligrar el resultado.

Nada más lejos de la realidad.

La fase más importante del plan de intercambio de los dos “gemelos” se plasmó tras ese descanso y como si se tratase de una verdadera película, los espectadores tendrían que estar ya descubriendo como el “hermano” gallego se había colado en la casa de Florida y como el americano se había metido hasta la cocina en el campo de juego de Pontevedra para jugar a algo más parecido al fútbol americano que al europeo.

Desde el primer momento, el equipo optó por el saque en largo como recurso principal actuando Edu como “quarterback” y  Rufo primero y Carlos López después como presuntos receptores.

La consecuencia es que no se ganó un solo balón por arriba (tampoco demasiadas pelotas divididas de las que iban a ras de suelo) y la posesión pasó a ser del equipo visitante no ya porque hubiera conseguido sacarle la pelota al Pontevedra sino porque este se la entregó directamente a su rival.

Es cierto que al no querer sacar la pelota como es habitual dejaron de producirse fallos groseros y el Arandina no dispuso de las claras ocasiones del primer tiempo pero también es verdad que sobre el césped se apreciaba que el equipo no estaba del todo cómodo y que un gol de los castellanos podría complicar bastante el panorama pues daba la impresión de que el Pontevedra no podría volver en esta ocasión a su modo de juego habitual.

Al margen de una ocasión muy buena de Dalisson que se fue fuera por poco, el Pontevedra no volvió a contraatacar con peligro hasta casi el final tras un gran pase de Yelko a Bastos cuyo remate se fue fuera.

Por el contrario, el rival solo encontró el peligro en ese lance del juego inmune a cualquier cambio de identidad que el Pontevedra pueda urdir (no ya con el Ponte Vedra Beach sino con cualquier otra ciudad), el balón parado.

En la primera parte nos remataron todos los corners y en la segunda también. En uno de ellos tras un primer cabezazo de un atacante, otro jugador rival empujaba el balón a las mallas  anulando el tanto el árbitro por un fuera de juego que sí lo pareció.

En esa decisión que pareció voluntaria del Pontevedra de entregarle el balón por completo a su rival por primera vez en casa (a excepción de los minutos jugados en inferioridad frente al Guijuelo aunque incluso en aquella ocasión se consiguió tener más la pelota que el Domingo pasado), pudo influir no solo la inseguridad manifestada de forma sorprendente en la primera parte sino también el estado del césped de Pasarón.

A ver. La hierba comparada con estas últimas campañas sigue bastante mejor pero tras este mes de constantes lluvias ya no es la misma que en los primeros partidos y da la impresión que esa pesadez del terreno de juego es acusada en exceso por el equipo.

A pesar de ello, por lo menos al que esto escribe, le llamó mucho la atención tanto el recurso al pelotazo constante (digo pelotazo porque no se conseguía en ningún caso sacar partido de ese recurso para el que no parece muy preparado el Pontevedra ya que la separación del equipo hacía también complicado que pudiera construir o progresar a raíz de cualquier dejada) como esa dimisión a la hora de defenderse con la pelota que por lo menos en casa había sido hasta ahora la primera alternativa usada por el conjunto de Yago Iglesias.

No sé si lo que sucedió es que el “hermano” de Florida del Pontevedra le suplantó durante unas horas mientras el verdadero Pontevedra disputaba un partido de golf en el reconocido campo de su ciudad homónima o que esta opción será a partir de ahora más habitual en lo que queda de Liga.

Ojalá se trate de lo primero o, si es lo segundo, se consiga hacer más daño a la contra; o se alterne la defensa sin la pelota con otras fases en las que se conserve más el esférico.

Otra de las afirmaciones de Yago en algunas ruedas de prensa es que desea que su equipo domine también otros registros y eso es una buena idea.

Lo que pasa es que el registro de la segunda parte fue demasiado diferente al que venía utilizando el Pontevedra hasta ahora y no se cambiaron matices sino casi el plan entero y por lo menos al que esto escribe no le transmitió el equipo la seguridad ni autoridad de otras veces.

Sea como fuere, lo más importante que es el resultado se consiguió y estos tres puntos dejan la diferencia con el Zamora en un solo punto al caer derrotados los rojiblancos en Torrelavega en el segundo partido de Liga en el que encajan goles.

Eso sí, el nuevo líder es el Ourense CF que está con dos puntos más que nosotros y que de momento se mantiene realmente firme en los puestos altos de la tabla.

Ahora llega el desplazamiento a Covadonga que ocupa el último puesto en la clasificación.

Ojo. Este equipo asturiano tuvo eliminado al Deportivo de la Copa hace un mes hasta el último instante del tiempo reglamentario en el que el equipo coruñés encontró un gol salvador que le llevó a la prórroga.   

Además, cuenta con gente alta y de envergadura que dará problemas en esos balones colgados cuya defensa le cuesta tanto al Pontevedra.

A pesar de que el terreno de juego no será el más adecuado para ello y que la condición de colista del rival podría hacer pensar que el partido puede ser fácil, el Pontevedra debe mostrarse, en mi opinión, algo más fiel que el otro día al estilo que le ha hecho reconocible (con todos los matices que quiera imponer Yago) y no convertir el partido en un “pim pam pum” en el que podríamos salir escaldados.

Ojalá el “hermano” americano se haya vuelto a EE.UU y el Pontevedra CF regresado a nuestra preciosa ciudad gallega en la que ha venido jugando muy bien al “soccer” y no a otra variedad del fútbol.    

martes, 7 de noviembre de 2023

Sequía entre temporales.

No resulta fácil explicar como el Pontevedra CF no acabó ganando el partido jugado hace un par de días frente al Rayo Cantabria y más aún escribir que estuvo a punto de perderlo.

 Quizá sea mejor describir la situación sin ambages y afirmar que el equipo ni puede ni debe fallar tan clamorosamente ante la portería rival y que tanta torpeza ante el gol debe ser (como así sucedió) justamente castigada en el marcador.

Solo en los primeros veinte minutos de encuentro el Pontevedra acumuló las suficientes ocasiones para haber dejado sentenciado el choque de haber materializado la mitad de las generadas en ese tramo.

Dalisson en dos o tres ocasiones, Alex o Bastos disfrutaron de oportunidades pintiparadas para marcar y en todas y cada una de las veces la pelota se negó a entrar entre los tres palos de la portería del filial racinguista.

Bueno, maticemos.

El balón sí entró una vez, allá por el minuto 6, tras un gran centro hacia el segundo palo por donde apareció tirándose en plancha Bastos para tocar la pelota en pugna con un defensa y dejarla muerta para que Rufo solo tuviera que empujarla al fondo de la red.

En el campo ya pareció que la jugada no ofrecía motivo alguno para su anulación pero viéndola por la televisión ni se aprecia mano o falta del menudo jugador de banda granate ni fuera de juego del mismo y tampoco de Rufo al golpear la pelota.

El caso es que el asistente dijo “nones” y, por tercera vez en cinco encuentros en casa, una decisión arbitral cayó del lado del rival llevando el enfado y la incredulidad a la grada.

Tan cierto es afirmar que ese gol de haber sido concedido hubiera cambiado radicalmente el panorama y facilitado mucho la victoria como injusto decir que el Pontevedra no ganó el partido por el árbitro.

Fueron demasiadas las ocasiones marradas y tan desesperante el desacierto ante la portería cántabra de nuestros futbolistas que culpar en exclusiva a ese despistado asistente de no haber vencido no sería del todo cabal.

Y es que el Pontevedra volvió a jugar muy bien en el inicio del partido. Volvió a encontrar ambas bandas con asiduidad ante el intento del contrario de taponar el medio campo e incluso superó ese atasco que proponía el Rayo encontrando a Yelko pero sobre todo a Dalisson en muchas ocasiones.

Pudo el hispano- brasileño coronarse en Pasaron de manera definitiva pues lo hizo casi todo bien sobre el césped menos lo más importante, acertar con alguna de las tres o cuatro opciones de gol de las que disfrutó a lo largo de los 90 minutos.

Después de la borrachera de ocasiones falladas en el primer tramo de encuentro, el rival se asentó sobre el césped e incluso llegó con peligro dos veces convirtiendo a Edu Sousa en protagonista positivo.

La primera en una pérdida que nunca debe producirse y en un pasillo por el centro de la defensa que propició un uno contra uno resuelto magistralmente por el meta con uno de sus brazos. Y la segunda en uno de esos lances que no acabamos de dominar como deberíamos, el balón parado. Falta lateral cruzada, remate al palo largo de cabeza y paradón de Sousa para evitar el gol visitante con rechace al poste incluido.

Esas apariciones en ataque del Rayo no amilanaron al Pontevedra que volvió a coger el timón del choque y a dotar de calidad y velocidad a sus acciones. Todo ello conllevó que antes del descanso se volviera a disfrutar de ocasiones clarísimas para marcar como una de Bastos cuyo remate con la izquierda se marchó lamiendo el larguero u otra en la última jugada de la primera mitad de Chiqui que envió incomprensiblemente fuera.

Creo no exagerar al decir que se había visto una primera parte de un 3-1 o un 4-1 que acababa con ese empate sin goles por la incapacidad supina que manifestamos  (asistente aparte) para cristalizar el buen juego en goles.

El segundo tiempo no empezó de una forma demasiado diferente. Quizá no asistimos a ese cuarto de hora o veinte minutos fulgurante del primer tiempo, es cierto, pero a los cinco minutos ya había Dalisson mandado un balón al larguero y en la grada ya empezaba a calar el mensaje de que ese no era el día y que no meteríamos un gol ni al mismísimo arco iris.

Siguió el Pontevedra llevando el peso del partido y llegando con mucha claridad a las inmediaciones del área cántabra. No vivíamos la sensación de partido de balonmano con posesiones largas e infructuosas realizadas a 35 metros de la portería contraria sino que la pelota llegaba con asiduidad a los extremos y la sensación de peligro y de poder marcar en cualquier momento permanecía sobre el terreno de juego.

Luego, llegaron los cambios de unos y otros.

Por nuestra parte, Yago decidió retirar a Bastos y a Chiqui (amonestado) para meter a Jaichenco y Carlos López.

Esto que voy a comentar a continuación es fútbol-ficción. Es posible que de haberlo hecho de otra forma el resultado tampoco hubiera variado y con él esa sensación insoportable de dos puntos perdidos que jamás deberían haberse escapado.

Pero lo cierto es que cuando vi movimientos en el banco y la inminencia de los cambios, el que yo me imaginé junto al de banda derecha que solo supuso un cambio jugador por jugador, fue el de Carlos Lopez “Charly” por Rufo para que tampoco cambiase nada en la ubicación del resto de piezas.

Sin embargo, Yago optó por Chiqui provocando ello que Dalisson se corriera a banda izquierda y Carlos López ocupara, más o menos, el puesto de aquel.

El Pontevedra siguió atacando y llegando a las inmediaciones del área visitante pero lo cierto es que no encontró nunca a Carlos López como sí encontraba a veces a Dalisson en tres cuartos y además dio la impresión que el hispano brasileño se diluyó algo en esa posición más cercana a banda.

Esos son los dos únicos cambios que Yago decidió efectuar y debo confesar también que en algún instante de la segunda parte me hubiera parecido interesante haber probado con Alex más arriba sacando a Zabaleta o a Hermelo en el lateral para que el capitán tratará de llegar con más frescura arriba e incluso en los últimos minutos, con un Samu Mayo amonestado y el rival sacando contras peligrosas, creí que se decidiría contar con el empuje y piernas frescas de Toño, algo que tampoco sucedió.

Que la plantilla granate es corta lo sabemos todos y así parece haber sido buscado por la dirección deportiva pero es posible que parezca más menguada en efectivos si los cambios, a veces, brillan por su ausencia.

Todas estas cuestiones son conjeturas porque lo cierto es que el Pontevedra jugó lo suficiente al fútbol con cambios o sin ellos para haber ganado el partido y haberlo hecho con soltura en el marcador.

Lo que pasa es que el fútbol es caprichoso y de lo que pudo ser una victoria cómoda que se estaba convirtiendo en un empate a cero goles, se corrió el riesgo enorme de haberse producido la derrota en dos contras clarísimas de las que disfrutó el R. Cantabria en los últimos minutos del partido.

Ambas fueron conducidas de manera exuberante por un delantero potente que salió en las postrimerías del choque. Sin embargo, en la resolución de las mismas, actuó como un juvenil.

En la primera ocasión, en la que se fue junto a un compañero para encarar a Edu, ni disparó cuando pudo hacerlo ni pasó cuando debía, desbaratando una oportunidad que no podía ser más clara y en la segunda vio como en el último momento aparecía Churre, en acción defensiva soberbia, para arrebatarle limpiamente el balón.

Después de fallarlo todo, de marrar ocasiones enormes, el Pontevedra acabó salvando un punto en esas dos jugadas en el que el castigo pudo ser mayor.

Y eso que Rufo en el último minuto de la prolongación tuvo la suya para evitarnos el disgusto pero remató de manera inocente y deficiente un balón suelto que le cayó en su cabeza cuando tenía toda la portería para él.

Me agrada bastante cada vez que escucho a Yago Iglesias o a los jugadores en las ruedas de prensa concedidas a lo largo de la semana, apelar constantemente a la necesidad de mejorar cada día y ser mejor equipo cada jornada, no puedo estar más de acuerdo.

En partidos como este el punto en el que hay que incidir para que se produzca esa mejora está claro, la eficacia y el acierto ante la portería rival. No desbaratar tantas ocasiones que luego te llevan a perder puntos muy dolorosos.

Eso es lo evidente.

Pero yo propongo dos facetas más en las que se puede mejorar bastante lo realizado el pasado Domingo.

La primera, la calidad de los centros una vez has llegado con ventaja a las bandas.

Como ya viene siendo habitual por la derecha, ni Bastos ni luego Jaichenco aportaron la lucidez suficiente en las bastantes veces que pudieron conectar esos centros en zonas de peligro hacia Rufo primero y hacia el madrileño y “Charly” después.

Tampoco llegaron esos buenos centros por la izquierda aunque eso sí suene a algo más excepcional por no ser frecuente que Chiqui y sobre todo Alex no encuentren ese toque adecuado para convertir esos pases en medio goles.

El Domingo, especialmente en el segundo tiempo, llegó a ser frustrante observar la cantidad de veces que se llegaba por las bandas sin conseguir efectividad alguna de esas llegadas.

La segunda cuestión a la que me refería es el balón parado en ataque.

No sé cuantos corners se sacaron hace dos días pero fueron muchos y tan solo en uno de ellos Mario Gómez pudo rematar en buena posición marchándose el balón cerca de un poste.

Creo que ahí sería bueno también hacer hincapié, mostrar más colmillo y más intención en los saques pues cuando el balón no quiere entrar fruto de jugadas bien elaboradas, el recurso del balón parado siempre puede sacarnos de más de un atolladero.  

Esos puntos que se salieron del capazo lastiman mucho. Lo hacen porque en casa hay que amarrar siempre los tres en disputa. Lo hacen porque el Pontevedra fue mejor y debió vencer con holgura. Lo hacen porque ya nunca más volverán.

Ahora, la herida del empate cicatrizará con el paso de los días y lo realmente importante, lo mollar, es que el equipo no acumule dudas.

Es clave que los futbolistas no se “rompan la cabeza” con los 4 de ventaja del Zamora o el gran inicio del Ourense que ya está por delante.

El camino a seguir está marcado y lo raro, de seguir jugando así, es lo que pasó el Domingo. Que no acabes ganando a pesar de tenerlas de todos los colores.

Mejorar en la definición, en el último pase, en el balón parado. Sí.

Continuar en esa línea de juego sin merma alguna de confianza y seguir creyendo a pie juntillas en que lo normal es que entre alguna de las muchas que se sigan generando, también.

Frente al Marino de Luanco, cuyos números dejan bien a las claras que es un equipo bien armado defensivamente, la paciencia y la mejora en el acierto ante el gol serán fundamentales para poder volver a la senda de las victorias.