lunes, 14 de diciembre de 2020

Columna no apta para un abonado ejemplar

Este no es un escrito elaborado para ser leído por el abonado ejemplar de una SAD. 

No son una líneas redactadas para loar las bondades inmensas de la plantilla y cuerpo técnico de la institución y pasar de puntillas por determinadas derrotas como si no hubiera pasado absolutamente nada.

Absténganse, por tanto, de leer esto aquellos que consideran que formular críticas negativas después de que un rival "pase por encima" a su equipo es atacar e ir contra la entidad derrotada.

Absténganse aquellos que creen que manifestar el bajo nivel de los futbolistas en días como los de ayer es enviarlos definitivamente al estercolero y no simplemente criticar una actuación muy por debajo de un nivel que otras veces sí han demostrado.

Absténganse también los que crean que expresar dudas sobre ciertas decisiones de un entrenador es querer mandarle a engrosar las listas del paro y no entiendan que quienes manifiestan dichas dudas lo único que quieren es que ese técnico triunfe por todo lo alto pues su éxito será el del propio equipo y su afición. 

Absténganse, en definitiva, los que quieran leer que espectáculos como los de ayer entran dentro de la normalidad de un equipo con aspiraciones y que "ya están los de siempre" buscándole cinco pies al gato.

Aquellos que sí crean que ayer al Pontevedra CF le atropellaron desde el principio. 

Los que estimen que no se compitió como es debido desde el minuto 1. 

Los que piensen que una cosa es perder y otra "que te saquen los colores". 
Aquellos que razonen que a pesar de todo ello seguimos teniendo un muy buen equipo que sigue aspirando a como mínimo estar en la nueva categoría de bronce y que por muchas críticas negativas que se formulen tras partidos como los de O Vao, nada les gustaría más que ver al Pontevedra CF con sus jugadores y entrenador en el sitio que esta entidad merece, estos quizá encuentren alguna acogida en esta columna bastante alejada de la gran mayoría de los editoriales tanto escritos como orales aparecidos en el día de hoy en los medios de comunicación locales.

Y es que en el campo de O Vao el Pontevedra perdió, sí, y eso ni es ningún drama ni es pensar que este grupo de futbolistas era inmune a salir derrotado en cualquier partido de este subgrupo.

Sin embargo, una cosa es perder y otra es salir casi con dos goles en contra del vestuario. Una cosa es encontrarte  un rival adaptado a su estadio, con buenos jugadores y entrenador que te va a dar batalla y que te puede ganar y otra diferente es encontrarte con el partido tremendamente cuesta arriba antes del minuto 20.

Habló Jesús Ramos en la rueda de prensa de "errores puntuales que nos habían matado" y yo con toda la humildad del mundo entiendo que si un jugador en el minuto 1 de encuentro se adelanta a la línea defensiva rompiendo el fuera de juego (o eso parece pues como siempre las tomas televisivas no lo dejan nada claro) y luego se hace un medio lío que provoca que un compañero llegue desde más atrás y fusile a Mario sin contemplaciones sin que en ningún momento ningún jugador granate se encuentre ni cerca de la acción, pues lo de "error puntual" no lo acabo de ver.

Si pocos minutos después, otro jugador coruxista remata solo de cabeza en el segundo palo una falta enviando el balón milagrosamente fuera; o sí no demasiado después, tras la mala anticipación de Churre, el "9" rival se recorre casi 40 metros hasta nuestra área, levanta la cabeza y le pone la pelota al punto de penalti no a uno sino a dos jugadores para machacar nuestra portería sin que de nuevo ninguno de los nuestros apareciera ni cerca de la zona de remate, entonces insisto, es que más que de errores puntuales y aciertos del rival que también juega, se puede estar hablando de una "puesta en escena" lamentable del Pontevedra CF que empezó a enterarse de que había un partido aproximadamente en el minuto 25 y cuando ya levaba dos goles en contra.

Eso es realmente lo que pasó. Que en esos 25 minutos de encuentro no nos enteramos de lo que iba la fiesta y cuando nos dimos cuenta de que estábamos en la pista ya habían sonado dos temas del rock and roll del bueno que nos dejaban con muchos bailes por hacer para recuperar el ritmo.

¿Significa esto que nuestros futbolistas no quisieron o no estaban por la labor de trabajar el partido y sacarlo adelante? Por supuesto que no. 

Lo que sí significa es que esta falta de concentración, esta forma de entrar al césped nos costó muy cara (ya en Santiago pasó algo parecido) y no debe bajo ningún concepto volver a repetirse.

Después del tsunami del principio se intentó, abusando de nuevo del eufemismo del "juego directo" que de nuevo no dio resultado alguno pero creando algún peligro cuando la pelota circulaba a ras de suelo y especialmente en las botas de un Alex Glez que intentó en varias ocasiones percutir por su banda generando alguna acción de peligro.

Este tema del "juego directo" y búsqueda de la segunda jugada, que no es que lo diga el que esto escribe sino que es el propio equipo el que lo coloca como su mejor argumento para hacer daño a los rivales, es merecedor sin duda de generar un interesante debate en torno al equipo.

¿Tiene verdaderamente el equipo futbolistas efectivos para jugar a eso como principal argumento ofensivo? 

Al margen de Rufo.. Son Charles, Calvillo, Alex, Jorge, Oscar, Imanol o Adrián Cruz jugadores para cristalizar esa legítima forma de juego, son Xisco o Churre centrales idóneos para esta misión de enviar balones precisos en largo?
¿Tiene esta plantilla (sobre todo antes de la lesión de Romay y ahora Adrián que resultan muy preocupantes pero incluso sin estos dos hombres) capacidad para utilizar otros argumentos en los que basar su juego de ataque?
Yo sinceramente creo que sí. 

Ojo no se trata de desterrar esa opción de usar el balón largo pues Rufo sí es cierto que puede manejarse bien en ese registro pero volver a utilizar ese arma casi con exclusividad en la primera parte de O Vao tuvo algo de sentido? 

La segunda parte de ayer no fue sino una repetición del desastre del comienzo de la primera.

Ramos movió ficha y decidió prescindir de ambos laterales para colocar tres atrás con Imanol ejerciendo de tercer central y usar a Oscar y a Alex de laterales largos.
La consecuencia de ello no fue otra que las dos autopistas que el Coruxo encontró por nuestras bandas defensivas y por ahí llegó el tercer tanto con un Rivera campando a sus anchas por banda derecha e incluso pudo llegar un cuarto por el otro lado.

Con ese tercer tanto el partido prácticamente terminó y asistimos a casi media hora que en la NBA sería calificada como "juego de la basura" en la que el Pontevedra lo intentó, corrió pero mostró una incapacidad supina para crear verdadero peligro ante la meta verde.

Eso sí, todavía habría tiempo para la lesión muscular de Adrián Cruz, que ya parecía inquietante "in situ", y que al parecer se confirma como lo suficiéntemente importante para tenerle de baja incluso hasta después de estas casi cuatro semanas en las que parará la Liga.

Llega ahora esta interrupción de la competición que durará hasta el segundo fin de semana de Enero.

Ya se han disputado 8 partidos que son casi la mitad de la Liga Regular de la primera fase.

De esos 8 solo hemos ganado 3 encuentros y nos encontramos todavía terceros pero en un subgrupo en el que el 7º (puesto para luchar por no bajar a la 5ª division el año próximo) está a solo 2 puntos de diferencia.

Lo que se está jugando el Pontevedra CF es muchísimo.

Estamos ante una temporada rara, extraña, agobiante pero crucial porque quedarse fuera de la 1ª RFEF la temporada que viene podría resultar catastrófico.

Por eso mismo las derrotas hay que venderlas caras. Por eso si te ganan al menos hay que dar la sensación de haber competido con garras, dientes y todo lo que haga falta y no verse fuera de un partido en los primeros minutos.

Por todo ello negar que la trayectoria del equipo a pesar de mantener la 3ª posición a día de hoy no es la que se esperaba y que ha habido más partidos en los que hemos estado mal que aquellos en los que se ha estado bien es no ver la realidad.

Ahora estamos a tiempo de todo, quedan 10 partidos en los que la competición está abierta y esos tres primeros puestos están ahí, esperándonos.

Sin embargo, partidos como los de Zamora, segundas partes como las de Santiago o sobre todo actuaciones como las de O Vao deben encender obligatoriamente las luces de alarma.

Tras el parón, el margen de maniobra será mucho más estrecho. Casi no habrá tiempo para reaccionar y si este equipo lleva dentro el fútbol que algunos todavía creemos que tiene debe sacarlo con regularidad desde el mismo día 10 sin más demora, sin más dudas, sin más excusas; muchas cosas dependen de ello.

Las peores noticias en forma de lesiones de Adrían y sobre todo de Romay que ya no volverá a esta Liga obligará al equipo a moverse para alimentar a una plantilla demasiado adelgazada por estas bajas.

Será vital acertar también ahí. Traer un par de jugadores para rendir de inmediato pues la cortedad de la competición no va a admitir "puestas en forma" o adaptaciones costosas.

Nos jugamos todos mucho, insisto, desde la Presidenta del Consejo hasta el último abonado y por ello en estos últimos 10 partidos hay que darlo absolutamente todo. 

PD: Las imágenes que pudieron verse por la tvg2 de la grada principal de O Vao no pueden sino llevarnos a todos los granates al sonrojo y a la indignación.
Ya imágenes parecidas pudieron verse, por ejemplo, alguna otra semana en el campo de Barreiro.

Si a día de hoy a Pasaron pueden ir 500 espectadores ( no critico esto pues la pandemia "manda" y lo primordial es proteger la salud de todos) lo que no parece muy normal es que con aforos mucho más reducidos se permita el mismo número de gente.

Lo que pudimos ver por tv no es de recibo, más bien es una tomadura de pelo. 

  

    
  





  







    


 
   

jueves, 10 de diciembre de 2020

Los autógrafos perdidos

Casi nadie contaba con ella para ser protagonista en el torneo.

De hecho, las apuestas la situaban en séptima posición a la hora de pronosticar quien sería la selección vencedora del Mundial de España 82.

Esa lista la encabezaba Brasil con Tele Santana en el banquillo y los Zico, Sócrates, Falcao o Toninho Cerezo sobre el césped. Tras los “verdeamarelos” aparecían los alemanes como segunda alternativa y (pásmense) el equipo español como tercer favorito a priori.

La campeona del mundo anterior, Argentina (con Maradona a la cabeza), la URSS e Inglaterra también figuraban con más opciones de brillar en el campeonato según la opinión de los apostantes.

Y con la misma discreción con la que aparecía en dicha lista, la “azzurra” apareció en Pontevedra para establecer en el Parador su cuartel general de cara a la disputa de la primera fase de la competición.     

El sorteo había querido que los italianos quedasen encuadrados en el grupo A junto a Polonia, Perú y Camerún y que sus tres primeros encuentros se jugaran en la ciudad de Vigo.

Supongo que para buscar la mayor tranquilidad posible en su concentración, Italia decidió que sería Pontevedra el lugar en el que velarían armas durante toda la primera ronda del campeonato.

Lo cierto es que las semanas previas al Mundial no fueron precisamente una balsa de aceite para la selección dirigida por Enzo Bearzot entre otras cosas por la decisión del entrenador trasalpino de convocar a Paolo Rossi para jugar el torneo poco tiempo después de que el delantero italiano se viera envuelto en un turbio asunto de apuestas deportivas que incluían posibles amaños de resultados de partidos tanto de Serie A como de otras categorías de menor rango.

Si eran muy pocos los que pensaban que Italia pudiera tener un papel relevante en nuestro Mundial todavía eran menos los que imaginaban las actuaciones decisivas que el flaco atacante toscano iba a tener la oportunidad de protagonizar en el transcurso del campeonato.

Con la osadía de un renacuajo de nueve años y acompañado de una no menos valiente prima de la misma edad, nos plantamos en los alrededores del Parador provistos de una pequeña libreta de hojas cuadriculadas con el claro objetivo de reunir los autógrafos de aquellos maravillosos jugadores que no podían haber elegido mejor su primer lugar de descanso en el Mundial de España.

Claro que ese arrojo exuberante que exhibía al salir de mi casa iba disminuyendo poco a poco a medida que la distancia entre aquella y la sede de la concentración “azurra” iba disminuyendo.

Tanto menguó esa determinación que en el momento en que mi prima y yo nos acomodamos tras una barandilla en los aledaños del Parador a la espera de la llegada del bus que devolviera a los jugadores tras el entrenamiento no me sentía capaz de decir una palabra.

Pero el caso es que el dichoso autobús hizo su aparición y poco a poco los componentes del equipo iban bajando en dirección a sus habitaciones.

No me pregunten cómo pero ya por aquella época me conocía el nombre y las caras de la mayoría de los jugadores italianos y mis ojos se abrían como platos cada vez que reconocía a alguno tan cerca de donde estaba que casi podía tocarlos de alargar un brazo.

Por su parte mi prima no tenía ni “pajolera” idea de quién era quién y recuerdo como en un momento dado me miró queriéndome decir que era el momento. Que dejara de poner esa cara de papanatas integral y llamase a alguno de los futbolistas para que pusiera su firma en el papelito. Tan agobiado debió verme que al oído me preguntó el nombre del jugador que en ese momento bajaba las escalerillas y yo casi en un susurro acerté a decirte: “Collovati, ese es Collovati”. Ni corta ni perezosa Raquel (mi querida prima Raquel) rompía el silencio que en ese momento existía entre los aficionados que allí nos encontrábamos para con un macarrónico acento italiano exclamar: “Collovaatii aquí”. Cuando el aguerrido central miró hacia nosotros por un momento creí que nos mandaría a “paseini” sin contemplaciones pero lejos de hacer eso se acercó, cogió la libreta y estampó su autógrafo con una sonrisa en sus labios.

Como un resorte ambos le dijimos “grazie” o algo parecido y perdido el miedo casi de repente yo mismo me dediqué a llamar a voz en grito al resto de jugadores que todavía quedaban por abandonar el autobús. Recuerdo recibir la firma de un jovencísimo Baresi y también de Bergomi, de Antognoni del malogrado Scirea, Conti e incluso del mismísimo Paolo Rossi que fue de los últimos en acceder al hotel.

Con apenas nueve años no supe apreciar cómo se merecía el valor histórico de aquellas hojas pobladas de las firmas de los que en pocas semanas se convertirían en campeones del mundo.

Seguí con interés el desempeño del equipo italiano en el torneo animado por el hecho de que se hubieran instalado aquí para preparar su debut.

Su decepcionante primera fase en la que cosecharon tres empates (incluido el sorprendente 1-1 frente a la por aquel entonces exótica Camerún). Su exuberante segunda ronda con ese inolvidable partido frente a Brasil a la que eliminaron aquel día venciendo por 3-2 con un hat trick de Paolo Rossi. Su cómoda victoria ante Polonia en semifinales …

Y por último esa final en la que se impusieron por 3-1 a una Alemania quizá algo cansada tras la extenuante semifinal que disputaron frente a Francia. En esa final Rossi abrió el marcador y se coronó como máximo goleador del mundial con seis goles.

Tras ganar el torneo y alzar el capitán Dino Zoff la Copa dorada, fui a mi habitación a recoger la libreta con las firmas y repasar cuantas eran las que tenía de los veintidós jugadores que habían conseguido la gloria.

Ya no recuerdo cuantos autógrafos había recogido y cuantos se me habían “escapado” pero sí soy consciente de que aquella pequeña libreta estuvo en una estantería de mi habitación durante mucho tiempo en un lugar privilegiado entre mis álbumes de cromos, tebeos de diferente índole y demás entretenimientos.

Hasta que un día no sabría decir cuánto tiempo después, posiblemente una tarde al volver del colegio o una noche antes de dormir busqué la libreta y no pude encontrarla.

Revolví la habitación hasta ponerla patas arriba pero no hallé ni rastro de aquellas firmas que tanta ilusión me había hecho reunir en esos papeles cuadriculados.

Me enfadé conmigo mismo y renegué de mi desorden y de mi falta de atención para con esas firmas tan importantes pero lo cierto es que nunca volví a encontrar la libreta ni el precioso contenido que guardaba en su interior.

Una vez consciente del imperdonable extravío, me acordaba de la libreta cada vez que veía a Baresi ya maduro y consagrado liderar el Milán de Sacchi. También la recordaba cuando la televisión me enseñaba al fino Antognoni dirigir el mediocampo de la Fiorentina o cuando Cabrini subía la banda del estadio de la Juventus.

Ahora, casi treinta y cinco años después de aquel Mundial disputado en España, todavía hay ocasiones en las que me recrimino no haber sido mucho más cuidadoso con aquellas firmas de unos futbolistas que solo unas semanas más tarde iban a ver cumplido su sueño de convertirse en vencedores de la competición más importante a nivel de selecciones.

Incluso hay veces que tras una comida familiar o cualquier otra celebración festiva me dejo caer por mi antigua habitación de la infancia para contemplar los libros de Asterix, Mortadelo o El Corsario de Hierro que todavía permanecen en sus sitios de siempre esperando mis furtivas visitas.

No puedo evitar coger algunos tomos al azar y hojearlos durante unos minutos para luego volcarlos y confirmar que no hay nada escondido entre sus páginas.

No, la delgada libretita nunca cae al suelo cada vez que vuelvo a examinar ingenuamente mis antiguos cuentos que solo dejan al abrirse algunas motas de polvo y grandes retazos de melancolía.

lunes, 7 de diciembre de 2020

Una previa imposible, un carácter impredecible y una lesión dolorosa

Es difícil calificar a un partido como “grande” o “especial” en las circunstancias que el mundo atraviesa en la actualidad y que ha puesto patas arriba la manera que teníamos de vivir antes de la llegada del covid 19.

¿Qué era un partido “grande” antes de que la pandemia nos obligara a modificar nuestras costumbres y a tomar todas las medidas posibles para proteger a los demás al tiempo que nos protegemos a nosotros mismos?

Un partido “grande” era una previa imprescindible en la Plaza de la Verdura con aquellos que sufrirían y disfrutarían contigo el encuentro y con muchos más aficionados que soñaban entre cervezas con los goles que llegarían algo más tarde.

Era enfundarse la camiseta que siempre esperaba en el armario para ser utilizada en ocasiones especiales y compartir media sonrisa cómplice con aquellos otros con los que te cruzabas por la calle y que también lucían sus mejores galas para acompañar al equipo.

Era sentir todavía el calor interior de la última caña mientras bajabas hacía el río junto a muchos otros seguidores granates y notar ese estremecimiento peculiar cuando las torretas del estadio aparecían en el horizonte.

Era contemplar los aledaños de Pasarón repletos de gente con bufandas, banderas y demás “impedimenta” entre cánticos de apoyo al equipo mientras aquel estremecimiento primero se convertía ya en una agitación desmedida.

Era, en fin, acceder a las gradas y comprobar como se iban llenando de nuestra gente y la del equipo rival en un ambiente de color, animación e ilusión que hace del fútbol un acontecimiento tan importante para aquellos a los que nos hechizó en algún momento de nuestras vidas.

Es cierto que el Pontevedra CF llevaba bastante tiempo sin esos partidos “especiales” que eran merecedores de esa previa que tantas veces disfrutamos los años de los play off de ascenso a 2ª y la propia temporada vivida en la categoría de plata con jornadas tan inolvidables como aquellas en las que nos visitaron equipos como el Sporting, el Valladolid, el Cádiz o el propio Celta.

El Sábado sí que era un día que invitaba a perderse por cualquiera de las plazas de nuestra ciudad para compartir el previo de un partido tan importante como el que disputaríamos contra el Deportivo de la Coruña.

No había play off, no sería un choque decisivo pero la presencia después de tantísimos años del Depor en Pontevedra para jugar un partido oficial (tantos años hacía que la última vez que vino todavía se le llamaba por muchos “el Coruña”) bien merecía vivir la jornada futbolística de una forma intensa, diferente y digna de la ocasión.

Nada de ello fue posible, evidentemente.

Las circunstancias obligan y la única buena noticia en las horas o días previos al partido vino dada por la posibilidad de que fueran 500 y no 150 los abonados granates los que pudieran asistir “in situ” al duelo.

Del partido ya se han escrito muchas crónicas y vertido muchos comentarios desde el Sábado por la tarde.

A este atribulado bloguero lo que más le gustó es que el equipo compitió muy bien frente a un rival coriáceo y casi hermético en el aspecto defensivo y al que el Pontevedra CF logró incluso superar en varias fases del segundo tiempo especialmente tras el gol afortunado conseguido por Rolán y el momento en que se produjo la doble expulsión que dio con los huesos de Lara y Charles en el vestuario antes de tiempo.

Quizá pude confirmar algunas opiniones con las que me quedé tras el partido ante el Salamanca jugado hace 15 días.

Así, al igual que sucedió frente a los charros pero esta vez ante un rival de mucha más enjundia, el Pontevedra CF pareció “pegar” mejor en defensa con la pareja Borja-Imanol  en el medio centro.

 Es cierto, como bien apuntaron los comentaristas Luis García Silva y Luis Oliveira en la retransmisión del partido de radio Pontevedra en la que tuve la suerte de participar, que estos dos jugadores no escalonan su posición y se restan posibilidades de desbordar líneas rivales en medio campo con algún uno contra uno o pared rápida pero lo cierto es que el que esto escribe ni el día del Salamanca ni el Sábado pasado observó desconexiones entre líneas en el equipo y amplias lagunas por las que el rival pudiera progresar como sí pasó frente a Unionistas, Compostela y en algunos momentos frente al Celta B.

Es sin suda esta pareja la que más aporta en el plano físico de las que el Pontevedra podía formar en esa zona del campo (antes con cuatro aspirantes y ahora solo con 3 por la grave y desgraciada lesión de Romay).

A mí me gustaron los dos jugadores y entiendo que dotan al equipo de una mayor contundencia y  presencia en el medio que ante equipos tan poderosos en lo físico como el Depor resulta altamente recomendable.

Otro detalle importante del partido fue la actuación de Santi Figueroa que debutaba esta temporada.

Aitor Núñez (a pesar de que precisamente contra el Salamanca había mejorado algo sus prestaciones) volvió a bajar el nivel en Santiago y Jesús Ramos optó por el canterano para tratar de tapar las vías de agua que en varios partidos habíamos tenido por ese flanco defensivo.

Y el chaval, en unas circunstancias complicadas y con gente enfrente como Borja Galán, cumplió a las mil maravillas y no fue desbordado en ninguna ocasión. Además, en la segunda parte incluso se desplegó en ataque en alguna oportunidad con una fuerza física que le convierte en clara alternativa a un puesto de lateral derecho que hasta este momento había despertado cierta preocupación.

A este bloguero también le pareció una buena noticia el despertar de un jugador que nos maravilló el primer día en el campo de A Malata, Oier Calvillo.

El navarro  incluso había perdido la titularidad en los últimos choques tras unos partidos en los que había estado algo oscuro pero frente al Depor volvió a resultar importante en los minutos que disputó en la segunda parte protagonizando varias internadas de mérito por la derecha incluyendo la del gol del empate en la que tras recibir de Alex envió un centro venenoso que acabó con el remate de Rufo que puso las tablas en el marcador.

Ese gol granate contrarrestaba el anterior de Diego Rolan en casi la única indecisión defensiva del Pontevedra cuyos centrales (que salvo en esa acción estuvieron muy bien) no ataron en corto al uruguayo que eso sí luego tuvo fortuna al desviar su remate la pierna de un Xisco que en esa acción debió ser más contundente.

Y digo “casi” la única indecisión defensiva pues lo que no se debería volver a repetir es la contra de dos contra uno que sufrimos en la última acción del partido tras tener un córner a favor.

Solo el hecho de que fuera Mujaid /(defensa central) el jugador deportivista que llegó a zona de remate además de que Churre volvió a estar en esa acción muy acertado, impidió que nos quedáramos con cara de tontos por una acción que era perfectamente evitable.

La mala noticia de la tarde llegó con la expulsión de Charles por intervenir en una trifulca en la que debió abstenerse de participar.

Vaya por delante que las dos expulsiones (la nuestra y la del Deportivo) me parecieron excesivas y susceptibles de ser resueltas con sendas tarjetas amarillas.

Ahora bien, a Charles hay que quererle y aceptarle como es.

Con sus genialidades que aunque no han aparecido en estos 7 partidos a buen seguro acabarán por llegar; con su personalidad a la hora de asumir responsabilidades y transformar penaltis cuando los partidos casi tocan a su fin; con su trabajo estajanovista como el del pasado Sábado en el que bajó en muchas ocasiones a echar una mano en defensa sin que en ningún momento se le cayeran los anillos… pero también con ese carácter a veces incontrolable que provoca situaciones como la de hace dos días u otra diferente pero con la misma consecuencia en pretemporada precisamente también contra el equipo herculino.

No va a cambiar a estas alturas Charles Días y este bloguero cree que casi ningún aficionado granate quiere que lo haga.

Él es así y así se le quiere y mucho por estos lares.

Peor noticia es la que pudimos conocer días antes de enfrentarnos al Depor.

Romay se lesionaba en un entrenamiento y aunque la gravedad de su dolencia se conoció tras el partido, la descripción de la misma dada por el comunicado oficial del club dejaba poco margen a la esperanza de que esa rodilla no estuviera muy deteriorada.

Desde este blog, al igual que han hecho muchos aficionados granates desde las redes sociales o a través de otros medios, también se le desea la mejor de las suertes al fino trescuartista de Malpica.

Echaremos de menos su juego exquisito; ese que cuando está de dulce impide que cerremos la boca ni un instante mientras gambetea por el césped, avanza cabeza arriba con el balón pegado como una cuerda a su zapatilla o elabora pases imposibles para dejar a un compañero en gran posición. O esa sensación en aquellos partidos en los que “no está de quiero” de que cuando recibe la pelota puede pasar algo en cualquier momento; otro pase genial o una finta maravillosa.

Lo más importante, lo decisivo, es que esa rodilla se recupere bien y que cuando vuelva este jugador al que algunos imaginan vestido de mago y otros lo hacemos investido con un gran esmoquin, pueda sacar de nuevo conejos o palomas de la chistera o quedarse con la más guapa del baile para interpretar un vals con esa clase que le sobra al 10 granate.

Sea como fuere, tras el empate con el Deportivo la clasificación se ha vuelto a estrechar.

Caemos a la tercera plaza y dos equipos más se sitúan a tan solo dos puntos por detrás.

Hemos empatado más partidos (cuatro) que ganado (tres) y más nos valdría empezar a sumar "de a tres" para asentarnos definitivamente dentro de los 3 primeros de la tabla.

Con Romay de baja hasta el final de la campaña (es posible que el club se plantee fichar para compensar la situación) y con Charles además ausente por lo menos en O Vao, el partido contra el Coruxo se plantea como uno de esos en los que no se puede ni debe fallar.

Si el punto frente al Depor no deja mal sabor de boca es porque se espera que en partidos como el que nos espera en Vigo el equipo ofrezca su mejor cara y logre los tres puntos en disputa.

Quien ocupará la plaza del brasileño es una incógnita.

Con Rufo solo como atacante puro, Ramos podría optar por colocar a Adrián (si está a tope) por delante de los medio centros tratando de conectar con el “9” , en una posición que ya ocupó bastantes veces en su primera etapa como granate.

Otra posibilidad es dar entrada a Oier por derecha y situar a Jorge cerca de nuestro calvo goleador.

A buen seguro que el técnico estará estudiando las alternativas y ojalá escoja aquella que colabore a obtener una victoria que necesitamos mucho y que provocaría que nos fuéramos al largo parón sin tantas urgencias clasificatorias y menos fantasmas en la cabeza.