lunes, 14 de diciembre de 2020
Columna no apta para un abonado ejemplar
jueves, 10 de diciembre de 2020
Los autógrafos perdidos
Casi nadie contaba con ella para ser protagonista en el torneo.
De hecho, las apuestas
la situaban en séptima posición a la hora de pronosticar quien sería la
selección vencedora del Mundial de España 82.
Esa lista la encabezaba
Brasil con Tele Santana en el banquillo y los Zico, Sócrates, Falcao o Toninho
Cerezo sobre el césped. Tras los “verdeamarelos” aparecían los alemanes como
segunda alternativa y (pásmense) el equipo español como tercer favorito a priori.
La campeona del mundo
anterior, Argentina (con Maradona a la cabeza), la URSS e Inglaterra también
figuraban con más opciones de brillar en el campeonato según la opinión de los
apostantes.
Y con la misma
discreción con la que aparecía en dicha lista, la “azzurra” apareció en
Pontevedra para establecer en el Parador su cuartel general de cara a la
disputa de la primera fase de la competición.
El sorteo había querido
que los italianos quedasen encuadrados en el grupo A junto a Polonia, Perú y
Camerún y que sus tres primeros encuentros se jugaran en la ciudad de Vigo.
Supongo que para buscar
la mayor tranquilidad posible en su concentración, Italia decidió que sería Pontevedra
el lugar en el que velarían armas durante toda la primera ronda del campeonato.
Lo cierto es que las
semanas previas al Mundial no fueron precisamente una balsa de aceite para la
selección dirigida por Enzo Bearzot entre otras cosas por la decisión del
entrenador trasalpino de convocar a Paolo Rossi para jugar el torneo poco tiempo
después de que el delantero italiano se viera envuelto en un turbio asunto de
apuestas deportivas que incluían posibles amaños de resultados de partidos
tanto de Serie A como de otras categorías de menor rango.
Si eran muy pocos los
que pensaban que Italia pudiera tener un papel relevante en nuestro Mundial
todavía eran menos los que imaginaban las actuaciones decisivas que el flaco
atacante toscano iba a tener la oportunidad de protagonizar en el transcurso
del campeonato.
Con la osadía de un
renacuajo de nueve años y acompañado de una no menos valiente prima de la misma
edad, nos plantamos en los alrededores del Parador provistos de una pequeña
libreta de hojas cuadriculadas con el claro objetivo de reunir los autógrafos
de aquellos maravillosos jugadores que no podían haber elegido mejor su primer
lugar de descanso en el Mundial de España.
Claro que ese arrojo
exuberante que exhibía al salir de mi casa iba disminuyendo poco a poco a
medida que la distancia entre aquella y la sede de la concentración “azurra”
iba disminuyendo.
Tanto menguó esa
determinación que en el momento en que mi prima y yo nos acomodamos tras una
barandilla en los aledaños del Parador a la espera de la llegada del bus que
devolviera a los jugadores tras el entrenamiento no me sentía capaz de decir
una palabra.
Pero el caso es que el dichoso
autobús hizo su aparición y poco a poco los componentes del equipo iban bajando
en dirección a sus habitaciones.
No me pregunten cómo
pero ya por aquella época me conocía el nombre y las caras de la mayoría de los
jugadores italianos y mis ojos se abrían como platos cada vez que reconocía a
alguno tan cerca de donde estaba que casi podía tocarlos de alargar un brazo.
Por su parte mi prima
no tenía ni “pajolera” idea de quién era quién y recuerdo como en un momento
dado me miró queriéndome decir que era el momento. Que dejara de poner esa cara
de papanatas integral y llamase a alguno de los futbolistas para que pusiera su
firma en el papelito. Tan agobiado debió verme que al oído me preguntó el
nombre del jugador que en ese momento bajaba las escalerillas y yo casi en un
susurro acerté a decirte: “Collovati, ese
es Collovati”. Ni corta ni perezosa Raquel (mi querida prima Raquel) rompía
el silencio que en ese momento existía entre los aficionados que allí nos
encontrábamos para con un macarrónico acento italiano exclamar: “Collovaatii aquí”. Cuando el aguerrido
central miró hacia nosotros por un momento creí que nos mandaría a “paseini”
sin contemplaciones pero lejos de hacer eso se acercó, cogió la libreta y
estampó su autógrafo con una sonrisa en sus labios.
Como un resorte ambos
le dijimos “grazie” o algo parecido y perdido el miedo casi de repente yo mismo
me dediqué a llamar a voz en grito al resto de jugadores que todavía quedaban
por abandonar el autobús. Recuerdo recibir la firma de un jovencísimo Baresi y
también de Bergomi, de Antognoni del malogrado Scirea, Conti e incluso del
mismísimo Paolo Rossi que fue de los últimos en acceder al hotel.
Con apenas nueve años
no supe apreciar cómo se merecía el valor histórico de aquellas hojas pobladas
de las firmas de los que en pocas semanas se convertirían en campeones del
mundo.
Seguí con interés el
desempeño del equipo italiano en el torneo animado por el hecho de que se
hubieran instalado aquí para preparar su debut.
Su decepcionante
primera fase en la que cosecharon tres empates (incluido el sorprendente 1-1
frente a la por aquel entonces exótica Camerún). Su exuberante segunda ronda
con ese inolvidable partido frente a Brasil a la que eliminaron aquel día
venciendo por 3-2 con un hat trick de Paolo Rossi. Su cómoda victoria ante
Polonia en semifinales …
Y por último esa final
en la que se impusieron por 3-1 a una Alemania quizá algo cansada tras la extenuante
semifinal que disputaron frente a Francia. En esa final Rossi abrió el marcador
y se coronó como máximo goleador del mundial con seis goles.
Tras ganar el torneo y
alzar el capitán Dino Zoff la Copa dorada, fui a mi habitación a recoger la
libreta con las firmas y repasar cuantas eran las que tenía de los veintidós
jugadores que habían conseguido la gloria.
Ya no recuerdo cuantos
autógrafos había recogido y cuantos se me habían “escapado” pero sí soy
consciente de que aquella pequeña libreta estuvo en una estantería de mi
habitación durante mucho tiempo en un lugar privilegiado entre mis álbumes de
cromos, tebeos de diferente índole y demás entretenimientos.
Hasta que un día no
sabría decir cuánto tiempo después, posiblemente una tarde al volver del colegio
o una noche antes de dormir busqué la libreta y no pude encontrarla.
Revolví la habitación
hasta ponerla patas arriba pero no hallé ni rastro de aquellas firmas que tanta
ilusión me había hecho reunir en esos papeles cuadriculados.
Me enfadé conmigo mismo
y renegué de mi desorden y de mi falta de atención para con esas firmas tan
importantes pero lo cierto es que nunca volví a encontrar la libreta ni el
precioso contenido que guardaba en su interior.
Una vez consciente del
imperdonable extravío, me acordaba de la libreta cada vez que veía a Baresi ya
maduro y consagrado liderar el Milán de Sacchi. También la recordaba cuando la
televisión me enseñaba al fino Antognoni dirigir el mediocampo de la Fiorentina
o cuando Cabrini subía la banda del estadio de la Juventus.
Ahora, casi treinta y
cinco años después de aquel Mundial disputado en España, todavía hay ocasiones
en las que me recrimino no haber sido mucho más cuidadoso con aquellas firmas
de unos futbolistas que solo unas semanas más tarde iban a ver cumplido su
sueño de convertirse en vencedores de la competición más importante a nivel de
selecciones.
Incluso hay veces que
tras una comida familiar o cualquier otra celebración festiva me dejo caer por mi
antigua habitación de la infancia para contemplar los libros de Asterix,
Mortadelo o El Corsario de Hierro que todavía permanecen en sus sitios de
siempre esperando mis furtivas visitas.
No puedo evitar coger
algunos tomos al azar y hojearlos durante unos minutos para luego volcarlos y
confirmar que no hay nada escondido entre sus páginas.
No, la delgada
libretita nunca cae al suelo cada vez que vuelvo a examinar ingenuamente mis
antiguos cuentos que solo dejan al abrirse algunas motas de polvo y grandes
retazos de melancolía.
lunes, 7 de diciembre de 2020
Una previa imposible, un carácter impredecible y una lesión dolorosa
Es difícil calificar a un partido como “grande” o “especial” en las circunstancias que el mundo atraviesa en la actualidad y que ha puesto patas arriba la manera que teníamos de vivir antes de la llegada del covid 19.
¿Qué era un partido
“grande” antes de que la pandemia nos obligara a modificar nuestras costumbres
y a tomar todas las medidas posibles para proteger a los demás al tiempo que
nos protegemos a nosotros mismos?
Un partido “grande” era
una previa imprescindible en la Plaza de la Verdura con aquellos que sufrirían
y disfrutarían contigo el encuentro y con muchos más aficionados que soñaban
entre cervezas con los goles que llegarían algo más tarde.
Era enfundarse la
camiseta que siempre esperaba en el armario para ser utilizada en ocasiones
especiales y compartir media sonrisa cómplice con aquellos otros con los que te
cruzabas por la calle y que también lucían sus mejores galas para acompañar al
equipo.
Era sentir todavía el
calor interior de la última caña mientras bajabas hacía el río junto a muchos
otros seguidores granates y notar ese estremecimiento peculiar cuando las
torretas del estadio aparecían en el horizonte.
Era contemplar los
aledaños de Pasarón repletos de gente con bufandas, banderas y demás
“impedimenta” entre cánticos de apoyo al equipo mientras aquel estremecimiento
primero se convertía ya en una agitación desmedida.
Era, en fin, acceder a
las gradas y comprobar como se iban llenando de nuestra gente y la del equipo
rival en un ambiente de color, animación e ilusión que hace del fútbol un
acontecimiento tan importante para aquellos a los que nos hechizó en algún
momento de nuestras vidas.
Es cierto que el
Pontevedra CF llevaba bastante tiempo sin esos partidos “especiales” que eran
merecedores de esa previa que tantas veces disfrutamos los años de los play off
de ascenso a 2ª y la propia temporada vivida en la categoría de plata con
jornadas tan inolvidables como aquellas en las que nos visitaron equipos como
el Sporting, el Valladolid, el Cádiz o el propio Celta.
El Sábado sí que era un
día que invitaba a perderse por cualquiera de las plazas de nuestra ciudad para
compartir el previo de un partido tan importante como el que disputaríamos
contra el Deportivo de la Coruña.
No había play off, no
sería un choque decisivo pero la presencia después de tantísimos años del Depor
en Pontevedra para jugar un partido oficial (tantos años hacía que la última
vez que vino todavía se le llamaba por muchos “el Coruña”) bien merecía vivir
la jornada futbolística de una forma intensa, diferente y digna de la ocasión.
Nada de ello fue
posible, evidentemente.
Las circunstancias
obligan y la única buena noticia en las horas o días previos al partido vino
dada por la posibilidad de que fueran 500 y no 150 los abonados granates los
que pudieran asistir “in situ” al duelo.
Del partido ya se han
escrito muchas crónicas y vertido muchos comentarios desde el Sábado por la
tarde.
A este atribulado
bloguero lo que más le gustó es que el equipo compitió muy bien frente a un
rival coriáceo y casi hermético en el aspecto defensivo y al que el Pontevedra
CF logró incluso superar en varias fases del segundo tiempo especialmente tras
el gol afortunado conseguido por Rolán y el momento en que se produjo la doble
expulsión que dio con los huesos de Lara y Charles en el vestuario antes de
tiempo.
Quizá pude confirmar
algunas opiniones con las que me quedé tras el partido ante el Salamanca jugado
hace 15 días.
Así, al igual que
sucedió frente a los charros pero esta vez ante un rival de mucha más enjundia,
el Pontevedra CF pareció “pegar” mejor en defensa con la pareja
Borja-Imanol en el medio centro.
Es cierto, como bien apuntaron los comentaristas Luis García Silva y Luis Oliveira en la retransmisión del partido de radio Pontevedra en la que tuve la suerte de participar, que estos dos jugadores no escalonan su posición y se restan posibilidades de desbordar líneas rivales en medio campo con algún uno contra uno o pared rápida pero lo cierto es que el que esto escribe ni el día del Salamanca ni el Sábado pasado observó desconexiones entre líneas en el equipo y amplias lagunas por las que el rival pudiera progresar como sí pasó frente a Unionistas, Compostela y en algunos momentos frente al Celta B.
Es sin suda esta pareja
la que más aporta en el plano físico de las que el Pontevedra podía formar en
esa zona del campo (antes con cuatro aspirantes y ahora solo con 3 por la grave
y desgraciada lesión de Romay).
A mí me gustaron los
dos jugadores y entiendo que dotan al equipo de una mayor contundencia y presencia en el medio que ante equipos tan
poderosos en lo físico como el Depor resulta altamente recomendable.
Otro detalle importante
del partido fue la actuación de Santi Figueroa que debutaba esta temporada.
Aitor Núñez (a pesar de
que precisamente contra el Salamanca había mejorado algo sus prestaciones)
volvió a bajar el nivel en Santiago y Jesús Ramos optó por el canterano para
tratar de tapar las vías de agua que en varios partidos habíamos tenido por ese
flanco defensivo.
Y el chaval, en unas
circunstancias complicadas y con gente enfrente como Borja Galán, cumplió a las
mil maravillas y no fue desbordado en ninguna ocasión. Además, en la segunda
parte incluso se desplegó en ataque en alguna oportunidad con una fuerza física
que le convierte en clara alternativa a un puesto de lateral derecho que hasta
este momento había despertado cierta preocupación.
A este bloguero también
le pareció una buena noticia el despertar de un jugador que nos maravilló el
primer día en el campo de A Malata, Oier Calvillo.
El navarro incluso había perdido la titularidad en los
últimos choques tras unos partidos en los que había estado algo oscuro pero
frente al Depor volvió a resultar importante en los minutos que disputó en la
segunda parte protagonizando varias internadas de mérito por la derecha incluyendo
la del gol del empate en la que tras recibir de Alex envió un centro venenoso
que acabó con el remate de Rufo que puso las tablas en el marcador.
Ese gol granate
contrarrestaba el anterior de Diego Rolan en casi la única indecisión defensiva
del Pontevedra cuyos centrales (que salvo en esa acción estuvieron muy bien) no
ataron en corto al uruguayo que eso sí luego tuvo fortuna al desviar su remate
la pierna de un Xisco que en esa acción debió ser más contundente.
Y digo “casi” la única
indecisión defensiva pues lo que no se debería volver a repetir es la contra de
dos contra uno que sufrimos en la última acción del partido tras tener un
córner a favor.
Solo el hecho de que
fuera Mujaid /(defensa central) el jugador deportivista que llegó a zona de remate
además de que Churre volvió a estar en esa acción muy acertado, impidió que nos
quedáramos con cara de tontos por una acción que era perfectamente evitable.
La mala noticia de la
tarde llegó con la expulsión de Charles por intervenir en una trifulca en la
que debió abstenerse de participar.
Vaya por delante que
las dos expulsiones (la nuestra y la del Deportivo) me parecieron excesivas y
susceptibles de ser resueltas con sendas tarjetas amarillas.
Ahora bien, a Charles
hay que quererle y aceptarle como es.
Con sus genialidades
que aunque no han aparecido en estos 7 partidos a buen seguro acabarán por
llegar; con su personalidad a la hora de asumir responsabilidades y transformar
penaltis cuando los partidos casi tocan a su fin; con su trabajo estajanovista
como el del pasado Sábado en el que bajó en muchas ocasiones a echar una mano
en defensa sin que en ningún momento se le cayeran los anillos… pero también
con ese carácter a veces incontrolable que provoca situaciones como la de hace
dos días u otra diferente pero con la misma consecuencia en pretemporada
precisamente también contra el equipo herculino.
No va a cambiar a estas
alturas Charles Días y este bloguero cree que casi ningún aficionado granate
quiere que lo haga.
Él es así y así se le quiere
y mucho por estos lares.
Peor noticia es la que
pudimos conocer días antes de enfrentarnos al Depor.
Romay se lesionaba en
un entrenamiento y aunque la gravedad de su dolencia se conoció tras el partido, la descripción de la misma dada por el comunicado oficial del club dejaba poco
margen a la esperanza de que esa rodilla no estuviera muy deteriorada.
Desde este blog, al
igual que han hecho muchos aficionados granates desde las redes sociales o a
través de otros medios, también se le desea la mejor de las suertes al fino
trescuartista de Malpica.
Echaremos de menos su
juego exquisito; ese que cuando está de dulce impide que cerremos la boca ni un
instante mientras gambetea por el césped, avanza cabeza arriba con el balón
pegado como una cuerda a su zapatilla o elabora pases imposibles para dejar a
un compañero en gran posición. O esa sensación en aquellos partidos en los que “no
está de quiero” de que cuando recibe la pelota puede pasar algo en cualquier
momento; otro pase genial o una finta maravillosa.
Lo más importante, lo
decisivo, es que esa rodilla se recupere bien y que cuando vuelva este jugador al
que algunos imaginan vestido de mago y otros lo hacemos investido con un gran esmoquin,
pueda sacar de nuevo conejos o palomas de la chistera o quedarse con la más
guapa del baile para interpretar un vals con esa clase que le sobra al 10
granate.
Sea como fuere, tras el
empate con el Deportivo la clasificación se ha vuelto a estrechar.
Caemos a la tercera plaza
y dos equipos más se sitúan a tan solo dos puntos por detrás.
Hemos empatado más
partidos (cuatro) que ganado (tres) y más nos valdría empezar a sumar "de a tres" para asentarnos definitivamente dentro de los 3 primeros de la tabla.
Con Romay de baja hasta
el final de la campaña (es posible que el club se plantee fichar para compensar
la situación) y con Charles además ausente por lo menos en O Vao, el partido
contra el Coruxo se plantea como uno de esos en los que no se puede ni debe
fallar.
Si el punto frente al
Depor no deja mal sabor de boca es porque se espera que en partidos como el que
nos espera en Vigo el equipo ofrezca su mejor cara y logre los tres puntos en
disputa.
Quien ocupará la plaza
del brasileño es una incógnita.
Con Rufo solo como
atacante puro, Ramos podría optar por colocar a Adrián (si está a tope) por
delante de los medio centros tratando de conectar con el “9” , en una posición
que ya ocupó bastantes veces en su primera etapa como granate.
Otra posibilidad es dar
entrada a Oier por derecha y situar a Jorge cerca de nuestro calvo goleador.
A buen seguro que el técnico estará estudiando las alternativas y ojalá escoja aquella que colabore a obtener una victoria que necesitamos mucho y que provocaría que nos fuéramos al largo parón sin tantas urgencias clasificatorias y menos fantasmas en la cabeza.