El 1 de Marzo de 2020 llovía mucho, muchísimo, sobre la hierba del Estadio Municipal de Pasarón.
Venía el Real Madrid-
Castilla con su leyenda Raúl González al mando y alguna de sus jóvenes y
rutilantes estrellas como el brasileño Reiner, cedido meses después al Borussia
Dortmund.
Había más gente de la
habitual en las gradas y todos vibramos con la gama de remates de cabeza de
Rufo y con el golazo espectacular de Alvaro Bustos.
Nos fuimos aquel día
del estadio con los cuatro bonitos goles en la retina y con la esperanza de que
la goleada pudiera ser la primera piedra para la remontada final en la
clasificación.
Aquella lluviosa y
ventosa tarde de Marzo no sabíamos todavía que nuestra vida iba a cambiar en
pocos días de una forma que resultaba difícil de imaginar.
Mientras abandonábamos
el campo con una sonrisa en la cara comentando el hat trick de Rufo o la
vaselina preciosa de Bustos, desconocíamos que no volveríamos a pisar ese
escenario de nuestros sueños hasta mucho tiempo después, incluso algunos no han
podido hacerlo todavía y otros jamás lo harán.
El siguiente partido en
casa ya no se disputaría y en lugar de volver a sentarnos en los asientos de
Pasarón con la ilusión de conseguir la tercera victoria consecutiva, comenzamos
un durísimo confinamiento domiciliario para luchar contra un virus maldito que
ponía delante de nuestros ojos la extrema vulnerabilidad de muchas cosas que
antes creíamos indestructibles.
El rival contra el que
no pudimos enfrentarnos aquel día 15 de Marzo era, en otro guiño del destino,
el Real Club Celta B.
245 días después; sí
245 días, uno detrás de otro, el que esto escribe volvía por fin al estadio que
descubrió siendo un niño pequeño y del que nunca se había separado tal cantidad
de tiempo.
Fue un regreso extraño,
solitario y diferente al que tantas veces había imaginado pero regreso al fin
al cabo.
Presentación del DNI
junto al abono, toma de temperatura, gel hidroalcoholico, instrucciones que
prohibían beber, comer, fumar o levantarse, salida ordenada al terminar (algo
confusa por la deficiente megafonía del estadio, que esa sí, no ha cambiado), y
por fin acceso a las escaleras de entrada a la parte superior de la grada en
busca del asiento con un punto verde y el nº de abonado debajo.
Confieso que me
esperaba un ambiente mucho más desangelado en el interior del estadio.
La semana pasada,
viendo el partido frente a Unionistas a través de la web de la televisión
gallega, apenas se escuchaba al público y me imaginé un silencio casi
sobrecogedor solo roto por las voces de los jugadores y las órdenes de los
técnicos desde el banquillo.
Pero la verdad es que
no fue así.
A ver, no digo que el
hecho de estar tan solo 300 espectadores no se notase, claro que se notó.
Lo que sí digo es que
la animación de los que sí pudieron estar el Domingo fue llamativa y
posiblemente la mejor que se podía transmitir al equipo en esas circunstancias
tan extremas.
En ese sentido, como
era ya habitual antes del comienzo de la pesadilla “covid 19”, la voz cantante
la llevó el fondo norte con sus palmas y sus cánticos que al mismo tiempo que
me daban la certeza que los jugadores no iban a estar nada solos en ningún
momento, también me hacían pensar en el fenomenal ambiente que se podría haber
vivido este año con más gente en el campo y con los ingredientes que esta
temporada cuenta el equipo sobre la hierba.
El caso es que bajo la
lluvia, como aquel lejano 1 de Marzo, el Pontevedra empezó a jugarse otros tres
puntos vitales como todos los que esta campaña va a disputar.
Y el comienzo, con la
misma alineación que hace 7 días con la excepción de Adrián Cruz que ocupaba el
lugar de Romay, resultó interesante para los intereses granates.
Buena presión,
agresividad, ritmo, menos balón largo y ocasiones de gol (especialmente una muy
clara de Rufo) hacían presagiar que la tarde podría discurrir de forma algo
plácida para el Pontevedra pero mediado el primer tiempo la decoración empezó a
cambiar.
Después de esos minutos
en los que se robaba rápido, se llegaba fácil y bien pudo marcarse algún tanto,
nuestra presión decayó e incluso se descoordinó lo que dio la oportunidad al
rival de hacerse con el balón, tocar con sentido e incluso crear alguna ocasión
que de haber sido transformada nos habría colocado el encuentro cuesta arriba.
Fueron minutos en los
que el equipo no se encontró, volvió a partirse en demasía y dejó de tener el
control de la situación.
Apareció, eso sí, Mario
para salvar la oportunidad del partido del equipo vigués.
Esta llegó tras fallar
clamorosamente por arriba la defensa en un centro desde la derecha que
posibilitó un remate a bocajarro franco de cabeza que fue rechazado con muchos
reflejos por el guardameta, que todavía más felino tuvo que mostrarse para
rechazar desde el suelo el segundo remate del delantero tras su primer rechace
y desbaratar así una acción en la que el gol parecía inevitable.
Fue ese un tramo del
partido otra vez algo preocupante del que se pudo salir haciendo el primer gol
de la tarde.
Si algo está
demostrando el Pontevedra en este inicio de competición es que con espacio por
delante para correr el equipo es otro.
De un saque de esquina
celeste se produce un rebote que acaba con la pelota en los pies de Calvillo
tras un buen control del navarro. Oier encontró vía libre para conducir durante
muchos metros y fabricar un pase venenoso a Alex Glez que desde el corazón del
área, algo escorado a la izquierda, conectó un zurdazo espectacular haciendo el
primer gol del encuentro.
Fue una jugada
eléctrica, fulminante y extraordinariamente definida y que además surgió de las
botas de dos jugadores importantes que hasta ese momento habían intentado
muchas cosas pero casi ninguna de ellas con acierto.
Tras el 1-0, el
Pontevedra recuperó la alegría y achuchó de nuevo al rival en esos minutos finales
del primer tiempo impulsado por la ventaja en el marcador.
Y esa dinámica continuó
tras el descanso.
Nada más reanudarse el
choque, Zabaleta hacía el segundo tras otro zurdazo inconmensurable desde la
frontal del área después de un saque de esquina y el Pontevedra disfrutó de
unos minutos pletóricos en el que fue amo y señor del partido.
Fueron sobre 20 o 25
minutos en los que se presionó arriba, se ahogó al Celta B, se pudo sentenciar
definitivamente con algunas ocasiones en las que casi siempre falló el último pase
y en los que Charles nos deleitó con uno de esos remates semi acrobáticos tan
suyos (que tan bien conocemos por estos
andurriales) que rebotó en un defensa cuando llevaba marchamo de gol.
Ni siquiera el doble cambio
efectuado por el equipo alteró esa dinámica de control del choque por parte de
los granates.
Dos hombres con tarjeta,
Imanol y Alex, dejaban su lugar a Jorge y a Romay con lo que el doble medio
centro pasaba a ser el más creativo que este equipo puede alinear con el de
Malpica y Adrián juntos en el césped.
Y como decía, esos
cambios no impidieron en un principio que el Pontevedra siguiese mostrándose
superior al Celta. Tampoco el cambio de Oier por Oscar aunque el cántabro
volvió a estar algo gris sobre el terreno de juego.
No obstante, alrededor
del minuto 70 el partido volvió a cambiar de manera gradual.
El Pontevedra ya no
presionaba tan arriba y el Celta volvía a coger la pelota y a jugar más en
campo granate.
Lo peor no fue eso,
pues resulta normal que el equipo con una buena renta se otorgue un respiro.
Lo inquietante se
produjo cuando los de Onésimo empezaron a encontrar verdaderas vías de agua en
forma de espacio entre los medios y los centrales pontevedreses con lo que el
problema no era que el Celta acumulara posesión sino que lo hacía merodeando
constantemente con peligro el área local.
Mario tuvo que
intervenir otra vez tras un disparo algo lejano y se notaba sobre el césped que
el equipo se partía y que sufría en exceso para parar las acometidas de un
Celta bastante potente en el aspecto físico.
La situación parecía
requerir otro relevo, ese que reforzara el medio campo para entorpecer el juego
“celtiña” e incluso consolidar alguna “contra mortal” con la que apagar las
llamas del empuje visitante.
En opinión de este
atribulado bloguero, se tardó un poco en reaccionar y el 2-1 llegó mientras
Borja Martínez se encontraba preparado para saltar al campo cuando lo cierto es
que desde minutos antes esa posibilidad de encajar se estaba viendo venir.
La sorpresa (al menos
para el que esto escribe) vino en el jugador elegido para ser sustituido nada
más producirse el gol vigués.
Ese hombre fue Adrián
Cruz (notable partido el suyo tanto creando como destruyendo, por cierto)
cuando quien más quien menos pensaba que a ocho minutos para el final tocaba
reforzar la medular a costa de un hombre de ataque para intentar pausar un poco
el partido y que no siguiera convirtiéndose en una especie de correcalles en el
que éramos nosotros los que más teníamos que perder.
Este dilema, cuando
sacar del campo a Rufo o Charles, es posible que se convierta en uno de los debates
más interesantes en torno al equipo durante la temporada.
En Ferrol, ganando 2-3,
Ramos sí decidió a falta de pocos minutos sustituir a Charles para dar entrada a
Borja y terminar por cerrar aquel partido. Lo cierto es que salió bastante bien
aquel día y el equipo contuvo con oficio los últimos estertores ferrolanos.
El domingo pasado, en
cambio, se optó por cambiar un mediocentro por otro y la dinámica del partido
no varió en absoluto.
El equipo siguió sufriendo,
siguió partiéndose a veces en exceso por el medio y la sensación era de un
cierto descontrol y de que el empate podría acabar llegando en algún despiste.
Sí, es cierto que
también se tuvo algún contragolpe bastante claro que no se definió en gol por
esa falta de acierto o elección en el último instante pero lo que no se puede
negar es que esos últimos minutos no estuvieron sujetos tan bien como deberían
haber estado y que acabamos claramente pidiendo la hora.
Al final, con córner
incluido en la última jugada para el rival que arrugó por última vez el corazón
de los allí presentes, el partido llegó a su fin con la victoria y otros tres
puntos vitales que nos colocan arriba y con buenas perspectivas para el futuro.
Tenemos siete puntos de
nueve y todos conseguidos con sufrimiento hasta el último instante como da la
impresión de que así va a suceder durante los 18 partidos de la primera fase.
La próxima estación, covid
19 mediante, será Zamora.
Nos esperará un equipo
lleno de moral que comparte el liderato con nosotros y Depor y que aprovecha
esa inercia poderosa que otorgan los ascensos de categoría.
Será difícil domar a
este equipo pero contamos con potencial suficiente como para hacerlo y dar un
buen golpe encima de la mesa.
No puedo terminar este
escrito sin mostrar mi decepción y disgusto por algunas circunstancias
incomprensibles que rodearon el sorteo del club para asignar las plazas de este
segundo partido en casa.
Ya he repetido
bastantes veces que resulta indudable que en estos tiempos que nos ha tocado
vivir todo es más difícil y el trabajo se complica mucho.
El sorteo estaba previsto
para el Jueves por la tarde y el Viernes se anunciaron más restricciones y
fuertes para nuestra zona sanitaria que incluso hicieron pensar en un primer momento
que le partido tuviera que celebrarse a puerta cerrada.
Eso es así y es
innegable.
Ahora bien, si por el
propio club se dice que los abonados que no fueron elegidos para el primer partido
tendrían preferencia para el segundo y así sucesivamente, eso hay que
cumplirlo.
Creo que no es tan
complicado retirar los nº de aquellos que sí fueron contra Unionistas del
segundo sorteo para que otros 300 socios pudieran asistir contra el Celta.
Si se dice una cosa es
mejor cumplirla para generar confianza y pertenencia en vez de enfado,
indignación y desapego.
La masa social ha
respondido y renovado sus abonos en un porcentaje altísimo a pesar de las
circunstancias, se merece siempre, y más ahora, el mejor trato posible por
parte de la Entidad.
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