martes, 3 de noviembre de 2020

245 días después

El 1 de Marzo de 2020 llovía mucho, muchísimo, sobre la hierba del Estadio Municipal de Pasarón.

Venía el Real Madrid- Castilla con su leyenda Raúl González al mando y alguna de sus jóvenes y rutilantes estrellas como el brasileño Reiner, cedido meses después al Borussia Dortmund.

Había más gente de la habitual en las gradas y todos vibramos con la gama de remates de cabeza de Rufo y con el golazo espectacular de Alvaro Bustos.

Nos fuimos aquel día del estadio con los cuatro bonitos goles en la retina y con la esperanza de que la goleada pudiera ser la primera piedra para la remontada final en la clasificación.

Aquella lluviosa y ventosa tarde de Marzo no sabíamos todavía que nuestra vida iba a cambiar en pocos días de una forma que resultaba difícil de imaginar.

Mientras abandonábamos el campo con una sonrisa en la cara comentando el hat trick de Rufo o la vaselina preciosa de Bustos, desconocíamos que no volveríamos a pisar ese escenario de nuestros sueños hasta mucho tiempo después, incluso algunos no han podido hacerlo todavía y otros jamás lo harán.

El siguiente partido en casa ya no se disputaría y en lugar de volver a sentarnos en los asientos de Pasarón con la ilusión de conseguir la tercera victoria consecutiva, comenzamos un durísimo confinamiento domiciliario para luchar contra un virus maldito que ponía delante de nuestros ojos la extrema vulnerabilidad de muchas cosas que antes creíamos indestructibles.

El rival contra el que no pudimos enfrentarnos aquel día 15 de Marzo era, en otro guiño del destino, el Real Club Celta B.

245 días después; sí 245 días, uno detrás de otro, el que esto escribe volvía por fin al estadio que descubrió siendo un niño pequeño y del que nunca se había separado tal cantidad de tiempo.

Fue un regreso extraño, solitario y diferente al que tantas veces había imaginado pero regreso al fin al cabo.

Presentación del DNI junto al abono, toma de temperatura, gel hidroalcoholico, instrucciones que prohibían beber, comer, fumar o levantarse, salida ordenada al terminar (algo confusa por la deficiente megafonía del estadio, que esa sí, no ha cambiado), y por fin acceso a las escaleras de entrada a la parte superior de la grada en busca del asiento con un punto verde y el nº de abonado debajo.

Confieso que me esperaba un ambiente mucho más desangelado en el interior del estadio.

La semana pasada, viendo el partido frente a Unionistas a través de la web de la televisión gallega, apenas se escuchaba al público y me imaginé un silencio casi sobrecogedor solo roto por las voces de los jugadores y las órdenes de los técnicos desde el banquillo.

Pero la verdad es que no fue así.

A ver, no digo que el hecho de estar tan solo 300 espectadores no se notase, claro que se notó.

Lo que sí digo es que la animación de los que sí pudieron estar el Domingo fue llamativa y posiblemente la mejor que se podía transmitir al equipo en esas circunstancias tan extremas.

En ese sentido, como era ya habitual antes del comienzo de la pesadilla “covid 19”, la voz cantante la llevó el fondo norte con sus palmas y sus cánticos que al mismo tiempo que me daban la certeza que los jugadores no iban a estar nada solos en ningún momento, también me hacían pensar en el fenomenal ambiente que se podría haber vivido este año con más gente en el campo y con los ingredientes que esta temporada cuenta el equipo sobre la hierba.

El caso es que bajo la lluvia, como aquel lejano 1 de Marzo, el Pontevedra empezó a jugarse otros tres puntos vitales como todos los que esta campaña va a disputar.

Y el comienzo, con la misma alineación que hace 7 días con la excepción de Adrián Cruz que ocupaba el lugar de Romay, resultó interesante para los intereses granates.

Buena presión, agresividad, ritmo, menos balón largo y ocasiones de gol (especialmente una muy clara de Rufo) hacían presagiar que la tarde podría discurrir de forma algo plácida para el Pontevedra pero mediado el primer tiempo la decoración empezó a cambiar.

Después de esos minutos en los que se robaba rápido, se llegaba fácil y bien pudo marcarse algún tanto, nuestra presión decayó e incluso se descoordinó lo que dio la oportunidad al rival de hacerse con el balón, tocar con sentido e incluso crear alguna ocasión que de haber sido transformada nos habría colocado el encuentro cuesta arriba.

Fueron minutos en los que el equipo no se encontró, volvió a partirse en demasía y dejó de tener el control de la situación.

Apareció, eso sí, Mario para salvar la oportunidad del partido del equipo vigués.

Esta llegó tras fallar clamorosamente por arriba la defensa en un centro desde la derecha que posibilitó un remate a bocajarro franco de cabeza que fue rechazado con muchos reflejos por el guardameta, que todavía más felino tuvo que mostrarse para rechazar desde el suelo el segundo remate del delantero tras su primer rechace y desbaratar así una acción en la que el gol parecía inevitable.

Fue ese un tramo del partido otra vez algo preocupante del que se pudo salir haciendo el primer gol de la tarde.

Si algo está demostrando el Pontevedra en este inicio de competición es que con espacio por delante para correr el equipo es otro.

De un saque de esquina celeste se produce un rebote que acaba con la pelota en los pies de Calvillo tras un buen control del navarro. Oier encontró vía libre para conducir durante muchos metros y fabricar un pase venenoso a Alex Glez que desde el corazón del área, algo escorado a la izquierda, conectó un zurdazo espectacular haciendo el primer gol del encuentro.

Fue una jugada eléctrica, fulminante y extraordinariamente definida y que además surgió de las botas de dos jugadores importantes que hasta ese momento habían intentado muchas cosas pero casi ninguna de ellas con acierto.

Tras el 1-0, el Pontevedra recuperó la alegría y achuchó de nuevo al rival en esos minutos finales del primer tiempo impulsado por la ventaja en el marcador.

Y esa dinámica continuó tras el descanso.

Nada más reanudarse el choque, Zabaleta hacía el segundo tras otro zurdazo inconmensurable desde la frontal del área después de un saque de esquina y el Pontevedra disfrutó de unos minutos pletóricos en el que fue amo y señor del partido.

Fueron sobre 20 o 25 minutos en los que se presionó arriba, se ahogó al Celta B, se pudo sentenciar definitivamente con algunas ocasiones en las que casi siempre falló el último pase y en los que Charles nos deleitó con uno de esos remates semi acrobáticos tan suyos  (que tan bien conocemos por estos andurriales) que rebotó en un defensa cuando llevaba marchamo de gol.

Ni siquiera el doble cambio efectuado por el equipo alteró esa dinámica de control del choque por parte de los granates.

Dos hombres con tarjeta, Imanol y Alex, dejaban su lugar a Jorge y a Romay con lo que el doble medio centro pasaba a ser el más creativo que este equipo puede alinear con el de Malpica y Adrián juntos en el césped.

Y como decía, esos cambios no impidieron en un principio que el Pontevedra siguiese mostrándose superior al Celta. Tampoco el cambio de Oier por Oscar aunque el cántabro volvió a estar algo gris sobre el terreno de juego.

No obstante, alrededor del minuto 70 el partido volvió a cambiar de manera gradual.

El Pontevedra ya no presionaba tan arriba y el Celta volvía a coger la pelota y a jugar más en campo granate.

Lo peor no fue eso, pues resulta normal que el equipo con una buena renta se otorgue un respiro.

Lo inquietante se produjo cuando los de Onésimo empezaron a encontrar verdaderas vías de agua en forma de espacio entre los medios y los centrales pontevedreses con lo que el problema no era que el Celta acumulara posesión sino que lo hacía merodeando constantemente con peligro el área local.

Mario tuvo que intervenir otra vez tras un disparo algo lejano y se notaba sobre el césped que el equipo se partía y que sufría en exceso para parar las acometidas de un Celta bastante potente en el aspecto físico.

La situación parecía requerir otro relevo, ese que reforzara el medio campo para entorpecer el juego “celtiña” e incluso consolidar alguna “contra mortal” con la que apagar las llamas del empuje visitante.

En opinión de este atribulado bloguero, se tardó un poco en reaccionar y el 2-1 llegó mientras Borja Martínez se encontraba preparado para saltar al campo cuando lo cierto es que desde minutos antes esa posibilidad de encajar se estaba viendo venir.

La sorpresa (al menos para el que esto escribe) vino en el jugador elegido para ser sustituido nada más producirse el gol vigués.

Ese hombre fue Adrián Cruz (notable partido el suyo tanto creando como destruyendo, por cierto) cuando quien más quien menos pensaba que a ocho minutos para el final tocaba reforzar la medular a costa de un hombre de ataque para intentar pausar un poco el partido y que no siguiera convirtiéndose en una especie de correcalles en el que éramos nosotros los que más teníamos que perder.

Este dilema, cuando sacar del campo a Rufo o Charles, es posible que se convierta en uno de los debates más interesantes en torno al equipo durante la temporada.

En Ferrol, ganando 2-3, Ramos sí decidió a falta de pocos minutos sustituir a Charles para dar entrada a Borja y terminar por cerrar aquel partido. Lo cierto es que salió bastante bien aquel día y el equipo contuvo con oficio los últimos estertores ferrolanos.

El domingo pasado, en cambio, se optó por cambiar un mediocentro por otro y la dinámica del partido no varió en absoluto.

El equipo siguió sufriendo, siguió partiéndose a veces en exceso por el medio y la sensación era de un cierto descontrol y de que el empate podría acabar llegando en algún despiste.

Sí, es cierto que también se tuvo algún contragolpe bastante claro que no se definió en gol por esa falta de acierto o elección en el último instante pero lo que no se puede negar es que esos últimos minutos no estuvieron sujetos tan bien como deberían haber estado y que acabamos claramente pidiendo la hora.

Al final, con córner incluido en la última jugada para el rival que arrugó por última vez el corazón de los allí presentes, el partido llegó a su fin con la victoria y otros tres puntos vitales que nos colocan arriba y con buenas perspectivas para el futuro.

Tenemos siete puntos de nueve y todos conseguidos con sufrimiento hasta el último instante como da la impresión de que así va a suceder durante los 18 partidos de la primera fase.

La próxima estación, covid 19 mediante, será Zamora.

Nos esperará un equipo lleno de moral que comparte el liderato con nosotros y Depor y que aprovecha esa inercia poderosa que otorgan los ascensos de categoría.

Será difícil domar a este equipo pero contamos con potencial suficiente como para hacerlo y dar un buen golpe encima de la mesa.

No puedo terminar este escrito sin mostrar mi decepción y disgusto por algunas circunstancias incomprensibles que rodearon el sorteo del club para asignar las plazas de este segundo partido en casa.

Ya he repetido bastantes veces que resulta indudable que en estos tiempos que nos ha tocado vivir todo es más difícil y el trabajo se complica mucho.

El sorteo estaba previsto para el Jueves por la tarde y el Viernes se anunciaron más restricciones y fuertes para nuestra zona sanitaria que incluso hicieron pensar en un primer momento que le partido tuviera que celebrarse a puerta cerrada.

Eso es así y es innegable.

Ahora bien, si por el propio club se dice que los abonados que no fueron elegidos para el primer partido tendrían preferencia para el segundo y así sucesivamente, eso hay que cumplirlo.   

Creo que no es tan complicado retirar los nº de aquellos que sí fueron contra Unionistas del segundo sorteo para que otros 300 socios pudieran asistir contra el Celta.

Si se dice una cosa es mejor cumplirla para generar confianza y pertenencia en vez de enfado, indignación y desapego.

La masa social ha respondido y renovado sus abonos en un porcentaje altísimo a pesar de las circunstancias, se merece siempre, y más ahora, el mejor trato posible por parte de la  Entidad.                

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