martes, 7 de noviembre de 2023

Sequía entre temporales.

No resulta fácil explicar como el Pontevedra CF no acabó ganando el partido jugado hace un par de días frente al Rayo Cantabria y más aún escribir que estuvo a punto de perderlo.

 Quizá sea mejor describir la situación sin ambages y afirmar que el equipo ni puede ni debe fallar tan clamorosamente ante la portería rival y que tanta torpeza ante el gol debe ser (como así sucedió) justamente castigada en el marcador.

Solo en los primeros veinte minutos de encuentro el Pontevedra acumuló las suficientes ocasiones para haber dejado sentenciado el choque de haber materializado la mitad de las generadas en ese tramo.

Dalisson en dos o tres ocasiones, Alex o Bastos disfrutaron de oportunidades pintiparadas para marcar y en todas y cada una de las veces la pelota se negó a entrar entre los tres palos de la portería del filial racinguista.

Bueno, maticemos.

El balón sí entró una vez, allá por el minuto 6, tras un gran centro hacia el segundo palo por donde apareció tirándose en plancha Bastos para tocar la pelota en pugna con un defensa y dejarla muerta para que Rufo solo tuviera que empujarla al fondo de la red.

En el campo ya pareció que la jugada no ofrecía motivo alguno para su anulación pero viéndola por la televisión ni se aprecia mano o falta del menudo jugador de banda granate ni fuera de juego del mismo y tampoco de Rufo al golpear la pelota.

El caso es que el asistente dijo “nones” y, por tercera vez en cinco encuentros en casa, una decisión arbitral cayó del lado del rival llevando el enfado y la incredulidad a la grada.

Tan cierto es afirmar que ese gol de haber sido concedido hubiera cambiado radicalmente el panorama y facilitado mucho la victoria como injusto decir que el Pontevedra no ganó el partido por el árbitro.

Fueron demasiadas las ocasiones marradas y tan desesperante el desacierto ante la portería cántabra de nuestros futbolistas que culpar en exclusiva a ese despistado asistente de no haber vencido no sería del todo cabal.

Y es que el Pontevedra volvió a jugar muy bien en el inicio del partido. Volvió a encontrar ambas bandas con asiduidad ante el intento del contrario de taponar el medio campo e incluso superó ese atasco que proponía el Rayo encontrando a Yelko pero sobre todo a Dalisson en muchas ocasiones.

Pudo el hispano- brasileño coronarse en Pasaron de manera definitiva pues lo hizo casi todo bien sobre el césped menos lo más importante, acertar con alguna de las tres o cuatro opciones de gol de las que disfrutó a lo largo de los 90 minutos.

Después de la borrachera de ocasiones falladas en el primer tramo de encuentro, el rival se asentó sobre el césped e incluso llegó con peligro dos veces convirtiendo a Edu Sousa en protagonista positivo.

La primera en una pérdida que nunca debe producirse y en un pasillo por el centro de la defensa que propició un uno contra uno resuelto magistralmente por el meta con uno de sus brazos. Y la segunda en uno de esos lances que no acabamos de dominar como deberíamos, el balón parado. Falta lateral cruzada, remate al palo largo de cabeza y paradón de Sousa para evitar el gol visitante con rechace al poste incluido.

Esas apariciones en ataque del Rayo no amilanaron al Pontevedra que volvió a coger el timón del choque y a dotar de calidad y velocidad a sus acciones. Todo ello conllevó que antes del descanso se volviera a disfrutar de ocasiones clarísimas para marcar como una de Bastos cuyo remate con la izquierda se marchó lamiendo el larguero u otra en la última jugada de la primera mitad de Chiqui que envió incomprensiblemente fuera.

Creo no exagerar al decir que se había visto una primera parte de un 3-1 o un 4-1 que acababa con ese empate sin goles por la incapacidad supina que manifestamos  (asistente aparte) para cristalizar el buen juego en goles.

El segundo tiempo no empezó de una forma demasiado diferente. Quizá no asistimos a ese cuarto de hora o veinte minutos fulgurante del primer tiempo, es cierto, pero a los cinco minutos ya había Dalisson mandado un balón al larguero y en la grada ya empezaba a calar el mensaje de que ese no era el día y que no meteríamos un gol ni al mismísimo arco iris.

Siguió el Pontevedra llevando el peso del partido y llegando con mucha claridad a las inmediaciones del área cántabra. No vivíamos la sensación de partido de balonmano con posesiones largas e infructuosas realizadas a 35 metros de la portería contraria sino que la pelota llegaba con asiduidad a los extremos y la sensación de peligro y de poder marcar en cualquier momento permanecía sobre el terreno de juego.

Luego, llegaron los cambios de unos y otros.

Por nuestra parte, Yago decidió retirar a Bastos y a Chiqui (amonestado) para meter a Jaichenco y Carlos López.

Esto que voy a comentar a continuación es fútbol-ficción. Es posible que de haberlo hecho de otra forma el resultado tampoco hubiera variado y con él esa sensación insoportable de dos puntos perdidos que jamás deberían haberse escapado.

Pero lo cierto es que cuando vi movimientos en el banco y la inminencia de los cambios, el que yo me imaginé junto al de banda derecha que solo supuso un cambio jugador por jugador, fue el de Carlos Lopez “Charly” por Rufo para que tampoco cambiase nada en la ubicación del resto de piezas.

Sin embargo, Yago optó por Chiqui provocando ello que Dalisson se corriera a banda izquierda y Carlos López ocupara, más o menos, el puesto de aquel.

El Pontevedra siguió atacando y llegando a las inmediaciones del área visitante pero lo cierto es que no encontró nunca a Carlos López como sí encontraba a veces a Dalisson en tres cuartos y además dio la impresión que el hispano brasileño se diluyó algo en esa posición más cercana a banda.

Esos son los dos únicos cambios que Yago decidió efectuar y debo confesar también que en algún instante de la segunda parte me hubiera parecido interesante haber probado con Alex más arriba sacando a Zabaleta o a Hermelo en el lateral para que el capitán tratará de llegar con más frescura arriba e incluso en los últimos minutos, con un Samu Mayo amonestado y el rival sacando contras peligrosas, creí que se decidiría contar con el empuje y piernas frescas de Toño, algo que tampoco sucedió.

Que la plantilla granate es corta lo sabemos todos y así parece haber sido buscado por la dirección deportiva pero es posible que parezca más menguada en efectivos si los cambios, a veces, brillan por su ausencia.

Todas estas cuestiones son conjeturas porque lo cierto es que el Pontevedra jugó lo suficiente al fútbol con cambios o sin ellos para haber ganado el partido y haberlo hecho con soltura en el marcador.

Lo que pasa es que el fútbol es caprichoso y de lo que pudo ser una victoria cómoda que se estaba convirtiendo en un empate a cero goles, se corrió el riesgo enorme de haberse producido la derrota en dos contras clarísimas de las que disfrutó el R. Cantabria en los últimos minutos del partido.

Ambas fueron conducidas de manera exuberante por un delantero potente que salió en las postrimerías del choque. Sin embargo, en la resolución de las mismas, actuó como un juvenil.

En la primera ocasión, en la que se fue junto a un compañero para encarar a Edu, ni disparó cuando pudo hacerlo ni pasó cuando debía, desbaratando una oportunidad que no podía ser más clara y en la segunda vio como en el último momento aparecía Churre, en acción defensiva soberbia, para arrebatarle limpiamente el balón.

Después de fallarlo todo, de marrar ocasiones enormes, el Pontevedra acabó salvando un punto en esas dos jugadas en el que el castigo pudo ser mayor.

Y eso que Rufo en el último minuto de la prolongación tuvo la suya para evitarnos el disgusto pero remató de manera inocente y deficiente un balón suelto que le cayó en su cabeza cuando tenía toda la portería para él.

Me agrada bastante cada vez que escucho a Yago Iglesias o a los jugadores en las ruedas de prensa concedidas a lo largo de la semana, apelar constantemente a la necesidad de mejorar cada día y ser mejor equipo cada jornada, no puedo estar más de acuerdo.

En partidos como este el punto en el que hay que incidir para que se produzca esa mejora está claro, la eficacia y el acierto ante la portería rival. No desbaratar tantas ocasiones que luego te llevan a perder puntos muy dolorosos.

Eso es lo evidente.

Pero yo propongo dos facetas más en las que se puede mejorar bastante lo realizado el pasado Domingo.

La primera, la calidad de los centros una vez has llegado con ventaja a las bandas.

Como ya viene siendo habitual por la derecha, ni Bastos ni luego Jaichenco aportaron la lucidez suficiente en las bastantes veces que pudieron conectar esos centros en zonas de peligro hacia Rufo primero y hacia el madrileño y “Charly” después.

Tampoco llegaron esos buenos centros por la izquierda aunque eso sí suene a algo más excepcional por no ser frecuente que Chiqui y sobre todo Alex no encuentren ese toque adecuado para convertir esos pases en medio goles.

El Domingo, especialmente en el segundo tiempo, llegó a ser frustrante observar la cantidad de veces que se llegaba por las bandas sin conseguir efectividad alguna de esas llegadas.

La segunda cuestión a la que me refería es el balón parado en ataque.

No sé cuantos corners se sacaron hace dos días pero fueron muchos y tan solo en uno de ellos Mario Gómez pudo rematar en buena posición marchándose el balón cerca de un poste.

Creo que ahí sería bueno también hacer hincapié, mostrar más colmillo y más intención en los saques pues cuando el balón no quiere entrar fruto de jugadas bien elaboradas, el recurso del balón parado siempre puede sacarnos de más de un atolladero.  

Esos puntos que se salieron del capazo lastiman mucho. Lo hacen porque en casa hay que amarrar siempre los tres en disputa. Lo hacen porque el Pontevedra fue mejor y debió vencer con holgura. Lo hacen porque ya nunca más volverán.

Ahora, la herida del empate cicatrizará con el paso de los días y lo realmente importante, lo mollar, es que el equipo no acumule dudas.

Es clave que los futbolistas no se “rompan la cabeza” con los 4 de ventaja del Zamora o el gran inicio del Ourense que ya está por delante.

El camino a seguir está marcado y lo raro, de seguir jugando así, es lo que pasó el Domingo. Que no acabes ganando a pesar de tenerlas de todos los colores.

Mejorar en la definición, en el último pase, en el balón parado. Sí.

Continuar en esa línea de juego sin merma alguna de confianza y seguir creyendo a pie juntillas en que lo normal es que entre alguna de las muchas que se sigan generando, también.

Frente al Marino de Luanco, cuyos números dejan bien a las claras que es un equipo bien armado defensivamente, la paciencia y la mejora en el acierto ante el gol serán fundamentales para poder volver a la senda de las victorias.            

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