lunes, 19 de septiembre de 2016

Ni era un partido más ni valen excusas peregrinas

No ha acabado siquiera el mes de Septiembre. Sólo se llevan disputadas cinco jornadas de Liga y el Pontevedra CF tiene sus opciones intactas para tratar de lograr la mejor clasificación posible. Vaya lo anterior por delante para aquellos que confundan las críticas puntuales por partidos tan infames como el del Sábado pasado con opiniones catastrofistas que ya apunten a que la temporada terminará en fracaso.
No es esa (caminar por la vía catastrofista) la intención de este artículo pues absurdo sería pensar que a estas alturas algún objetivo haya podido quedar descartado y teniendo en cuenta además que la campaña pasada a estas alturas contábamos con tres puntos menos.

Ahora bien, una cosa es esa y otra no decir bien a las claras que hay derrotas que molestan que joroban ( y podría utilizar ese otro verbo que suena todavía más contundente) más incluso de lo que ya fastidia cualquier partido en el que se regresa de vacío.

Para una institución como el Pontevedra que fue referente indiscutible del fútbol gallego en los años sesenta y un club importante también en los setenta, no es fácil sino todo lo contrario sufrir esta lenta agonía que parece interminable a lo largo de la cual sólo hemos jugado una temporada en segunda división de las últimas treinta y nueve (que se dice bien y pronto).

A lo largo de estas casi cuatro décadas han sido pocas, muy pocas, las veces en que hemos podido enfrentarnos en partido oficial al primer equipo del Celta de Vigo. La última en Liga en esa temporada en segunda (2004/2005) con una victoria de mérito en el partido jugado en casa por tres tantos a uno. En ese encuentro, por cierto, el Pontevedra se quedó con un jugador menos cuando el marcador reflejaba un empate a un tanto. Repito, al final 3-1 para los granates.

Además de ese doble enfrentamiento liguero, hemos coincidido en contadas ocasiones en Copa del Rey. Algunas veces a un solo partido como en la temporada del ascenso a segunda en la que sólo una pareja tan impresentable como Iturralde González y su célebre asistente Rafa Guerrero privaron a nuestro equipo de una clasificación histórica al anular un gol legal en el último minuto de la prórroga al gran José Luis Sánchez Capdevila.

Otras, hace más tiempo, a doble vuelta como una eliminatoria en los ochenta en la que tras empatar a uno en Balaidos la cosa se torció a la ribera del Lérez.

Todos esos encuentros los pude vivir "in situ" y fueron partidos recios jugados de manera intensa y en los que el Pontevedra daba la cara en todo momento ante la indiscutible rivalidad de los choques.

Por desgracia, esa rivalidad (que ahora muchos niegan en nuestra propia ciudad lo que me parece especialmente penoso) no ha podido expresarse más que en esas escasas oportunidades dando paso a los enfrentamientos entre nuestro primer equipo y el segundo del conjunto vigués.

Hay algunos aficionados granates bienintencionados que opinan que dotar al partido contra el filial celeste de la categoría de derby nos hace de menos pues nuestro derby debería disputarse con el primer equipo. Quizá tengan algo de razón, no lo niego ni voy a discutir ese razonamiento. 

Simplemente voy a exponer el mío.

Y el mío es que pocas cosas resultan más humillantes que el hecho de que ya que no se puede jugar contra el Celta de Vigo, llamésmole A, no se tome el partido contra el B de la manera rigurosa, seria y especial como debería tomarse y seamos pasto de las chanzas de los aficionados vigueses que se descojonan a estas horas y con razón del lamentable espectáculo ofrecido por los nuestros en el dichoso campo de Barreiro. 

Porque jugar contra el Celta ya sea A,B, F, M o W no debe resultar nunca rutinario para el Pontevedra CF y esos encuentros hay que jugarlos con el cuchillo entre los dientes y en caso de salir derrotados debemos  antes provocar que el rival sude lágrimas y sangre para vencernos cosa que parece no haber sucedido hace dos días.

Y eso me lleva a una reflexión que ya efectúe en alguna otra ocasión acerca de la gigantesca ausencia en la entidad desde hace mucho tiempo de alguien que le explique a el entrenador a que equipo está entrenando y a los jugadores en que equipo están jugando.
Si nos tomamos como algo normal que a lo largo de toda la semana aquellos jugadores que han sido entrevistados hayan aludido al encuentro "como a un partido más" y que al entrenador lo único que le haya preocupado es que se jugase el Sábado por la tarde es que algo se está haciendo mal en la casa granate respecto al escrupuloso respeto que se le debe guardar al escudo que portan estos chicos en el pecho cada vez que salen a un campo de juego.

Hablar del horario del partido o de esa horrorosa "copa garrafón" jugada entre semana como excusas para justificar el "paseo" que se han dado en Barreiro sobre todo en la segunda parte no hace sino aumentar la sensación de desamparo que a algunos aficionados nos queda en el cuerpo tras actuaciones tan inexplicables como la del Sábado.

Y desde luego no ayuda a ahuyentar esa sensación desagradable ese nuevo espectáculo (supongo que para el regocijo de la tvg) ofrecido por el técnico en rueda de prensa.

Con ese semblante de malo de spaguetti western como queriendo decir "a ver que me preguntas que a la mínima te mando una ráfaga de tiros con mi colt 45" Luisito ofreció una fugaz comparecencia en la que se quedó a medias entre nuestro Rey emérito con rostro contrito y un cura de pueblo golpeándose con la mano en el pecho.
Entre el "perdón, me he equivocado" y el "por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa" el de Teo despachó la rueda de prensa no sin antes aclarar que el gol del rival llegó en un fallo garrafal de la defensa (fallo que él no pudo cometer pues no se encontraba en el césped y que matiza en gran parte su pretendida asunción de responsabilidades).   

Tantas veces se echó la culpa el entrenador que si lo hubiera hecho solamente una vez más alguien habría podido pensar que ante tal ejercicio de flagelación culpabilística había más de obra de teatro de las malas para orejas tribuneras que una real intención de asumir culpa alguna.

Sea como fuere, lo que a mi me hubiera gustado que explicase el de Teo es el porqué del hundimiento del equipo tras quedarse en superioridad sobre el césped. 
Vaya por delante que un partido en el que se juega durante tiempo con un jugador más puede torcerse. El hecho de jugar contra diez no garantiza la victoria y ni siquiera el empate pero eso es una cosa y otra es tener que leer con asombro y un punto de indignación las declaraciones de los jugadores al día siguiente en prensa afirmando sin sonrojo que "se vinieron abajo a raíz de la expulsión". Un lector desinformado o a quien esto le traiga al pairo podría colegir de tal argumentación que la roja la había visto un jugador granate pero la realidad es, como sabemos, muy diferente.

¿Por qué entonces este "hundimiento" general del equipo al verse con uno más? ¿Sabe el Pontevedra CF jugar contra un equipo que se encuentre en inferioridad?

La semana pasada el Pontevedra CF disputó frente el Palencia 75 minutos bastante buenos, siendo superior y mereciendo marcar más goles pero una jugada aislada acarreó una expulsión esta vez a un jugador nuestro y ese último cuarto de hora fue un "totum revolutum" en el que se pudo ensanchar el resultado pero también se pudo empatar un partido por no saber mantener el orden atrás. ¿Tampoco sabemos jugar con un jugador menos sobre el césped?

También me hubiera gustado que Luisito explicase en esa rueda de prensa rodada  en el polvoriento y caluroso desierto de Almería entre miradas retadoras y revólveres prestos a entrar en acción si le parece comprensible que teniendo en el campo a dos notables jugadores en el arte del balón parado como Mouriño y Jacobo debe seguir siendo Bonilla quien efectúe todo lanzamiento habido y por haber sea el minuto que sea y sea la ubicación en el campo que sea. ¿Estamos trabajando el balón parado en los entrenamientos o toda la estrategia se basa en que el ex de Leioa patee todo de cualquier manera y en todo momento? Si es así no debe olvidarse que a la altura de la rodilla es dificil que Barco, Ferrer, Capi o Portela cacen un balón colgado. Podría haber explicado igualmente que tiene Portela que no tenga Campillo (aunque en esto no debería ser el único en dar respuesta) o si le sigue pareciendo bien cubierto el lateral derecho del equipo.

No estaría de más tampoco que hubiera explicado (simplemente para tratar de entender lo que se buscaba) el porqué esta vez sí procedía sacar a los dos nueves al principio (al margen de la posición en que luego los ubique ya que Mateu empezó el encuentro tirado a la izquierda) y otras veces no, teniendo en cuenta además que con Añón también sobre el césped no quedaba delantero alguno para hipotéticos cambios o el porqué de la suplencia de Jacobo tras ser el mejor frente al Palencia.

Pero al margen de estas últimas cuestiones que son opinables y que seguro encontrarían respuestas lógicas en Luisito (dicho esto sin ninguna ironía) sigo pensando que lo peor y lo más inexplicable y que ha quedado sin respuesta es esa actitud general del equipo pusilánime, frustrante e impotente que le impidió incluso no sólo dejar la portería a cero sino crear un mínimo peligro ante la portería del Celta B.

Como ya dije al principio de esta columna, el Pontevedra está muy vivo (a pesar de que en Barreiro pareció morirse a la media hora de juego) y la posibilidad de realizar una gran temporada persiste sin lugar a dudas.
En casa se han sacado adelante los dos partidos y hacerse fuerte en Pasarón es clave para equilibrar "gambadas" tan tristes como la del pasado Sábado y coger seguridad para ofrecer otra imagen en los siguientes partidos fuera.

Pero es que este artículo no va de eso. Estas líneas van de no arrojar más porciones de orgullo por Galicia adelante. Va de entender ( insisto una vez más) que contra el Celta hay que dar el 150 % y que no vale arrastrarse como nos hemos arrastrado durante sesenta y cinco minutos en Barreiro. Va de entender de una vez por todas que perder se puede pero siempre dejando la última gota de sudor sobre el campo para que el color granate de la camiseta no destiña la prenda y cubra la hierba de rojo oscuro. Va, en definitiva, de que para recuperar la grandeza y volver a ser alguien en el panorama de la segunda B el esfuerzo no debe negociarse nunca y más allá del acierto debe verse en todo momento a un Pontevedra comprometido, entero y sin complejos de ningún tipo. 



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