lunes, 26 de noviembre de 2018

Sufrimiento absurdo

El fútbol está lleno de frases. 

Algunas con sentido, otras sin él. Todas forman parte, no obstante, de ese mundo regido por un balón y poblado por las ilusiones de aficionados de todos los equipos que sueñan con vivir éxitos deportivos de esos colores a los que prestan fidelidad eterna a veces incluso sin saber bien el porqué.

Una de esas máximas preñadas de significado y verdad entre todas las que forman el vocabulario futbolístico es esa que dice "quien perdona lo paga". 
En esas cuatro palabras así ordenadas se encierra la circunstancia muy común en el balompié consistente en todas aquellas victorias que se van al limbo por no saber aprovechar las oportunidades propias para marcar y conceder solo una al rival que una vez transformada cambia el resultado de un partido que debió terminar indudablemente con otros guarismos.

Ayer el Pontevedra CF "no pasó por encima" del Coruxo. No dispuso de "tropecientas" ocasiones para hacer gol ni encandiló con su juego a su cada vez más menguada y callada parroquia. 

No, es cierto. 
Más también es verdad que hasta el minuto 70 aproximadamente de partido fue tremendamente superior a su rival y gozó de suficientes opciones para marcar como para haber dejado finiquitado el choque y no pasar los momentos de agobio de los últimos minutos en los que cualquier tontería podía haber echado por tierra un trabajo diligente y ordenado realizado sobre el maltrecho césped de Pasarón.

Esa circunstancia, el agobio del último cuarto de hora, se debió principalmente a la incapacidad del equipo para sentenciar ya el marcador en la primera parte y a esa desquiciante falta de gol que por segunda temporada consecutiva padece la plantilla pontevedresa.

Como tristemente viene siendo habitual en los últimos encuentros, el ambiente al comienzo del partido no era precísamente el más animado en las gradas del ex vetusto campo granate. 
La tarde negra, la lluvia persistente y las gradas demasiado vacías y silenciosas evocaban nostalgias de tardes más gloriosas y este atribulado bloguero no pudo sino volver a preguntarse como tantas veces lo ha hecho en las últimas temporadas como es posible que nada se haga para recuperar un Pasarón más nutrido, más presencia joven en las gradas y esa paz social que por lo menas permita que desde el fondo Norte se vuelva a animar sin fatiga al equipo y se eviten estos silencios que permiten incluso escuchar las voces de los protagonistas sobre la hierba.

Sea como fuere, el Pontevedra salió al campo decidido a ganar el encuentro y sin hacer nada del otro mundo encontró pronto caminos para inquietar la defensa "verde" y empezar a inclinar el choque hacia el territorio de juego vigués.
Los primeros minutos, esa vía se halló por nuestra banda derecha por la que primero Nacho (sólo unos minutos hasta que esas dichosas molestias le obligaron a retirarse), luego Campillo (su sustituto) y siempre Pedro Vázquez lograban penetrar por su banda y crear inquietud al equipo de Montes.
Solo el desacierto precísamente de Pedro a la hora de colocar buenos centros o elegir cual era la mejor opción para la jugada impedían que las ocasiones claras empezaran a llegar a la portería contraria.

A este jugador, Pedro Vázquez, le ve el que esto escribe algo mejor que en los primeros partidos en casa; con más ritmo y determinación a la hora de jugar pero le sigue faltando mucho acierto a la hora de crear verdadero peligro en sus acciones de ataque. Ayer, ni en la primera parte donde llegó muchas veces a línea de fondo ni en la segunda pudo sacar provecho a esa velocidad y mayor energía que empieza a mostrar en los últimos encuentros.

Aún así, el peligro empezó a llegar también por la otra banda. Por ese lado, como ya es habitual, Castro y Alex (aunque a este último le costó algo más en el día de ayer entrar en juego) comenzaron a hilvanar jugadas y darle un quebradero de cabeza más un Coruxo que no era capaz de superar la presión local y no aparecía ni de lejos por los dominios de Edu.

Javi Pazos (que ya había contado con una ocasión anterior en la que su disparo algo flojo fue atrapado por el portero rival) dispuso a continuación de dos ocasiones muy claras de las que normalmente habría que aprovechar al menos una.
La primera llegó tras un buen centro de David Castro que le encontró algo desequilibrado a la hora de rematar de cabeza marchándose el balón cerca de un poste vigués. 
La segunda, de haberse transformado, habría significado sin duda el gol hasta ahora de la temporada.  Alex inicia su clásico avance en ziz zag en dirección al área contraria, encuentra a Romay con un bonito pase al espacio y el jugador coruñés (que sigue creciendo) ante la salida de Alberto deja con el tacón una asistencia de lujo a Pazos que a portería vacía envía el balón por encima del larguero.

Se frustraba así una ocasión de las que nunca se deben perdonar; lo suficiéntemente clara como para hacer buena la frase recitada al comienzo de este escrito y que evitaba, además, que una jugada tan bonita y que en gran parte justifica el precio de una entrada acabara sin el máximo premio.

Con esa sensación de haber sido más equipo y haber gozado de oportunidades más que suficientes para haber al menos encarrilado el partido se acababa una primera parte en la que se volvía a poner de manifiesto que tenemos muchas dificultades para encontrar el camino del gol.

Por fortuna, en la segunda mitad ese tanto llegó pronto. Kevin recogía un balón en la frontal y lo estampaba contra un poste de la portería del Coruxo para que Pazos sin que nadie le molestara y controlando el balón  previamente (en un segundo que a más de uno se nos hizo eterno) alojara mansamente el cuero en el fondo de las mallas.

Y a pesar de ese gol el partido no cambió demasiado de guión. El Pontevedra siguió mandando y rondando el área sobre un césped cada vez más deteriorado y pesado que dificultaba la evolución de los jugadores y el Coruxo seguía como encogido incapaz de llegar al área de un hasta ese instante casi inédito Edu.

Así se llegaba a los últimos veinte minutos en los que el partido si bien no cambió completamente de dueño sí que experimentó un giro suficiente como para crear inquietud en la parroquia granate.
Todo empezó con una indecisión defensiva que permitió a Trigo cabecear en buena posición en área granate mandando el balón fuera y en un error absurdo de posicionamiento defensivo del Pontevedra que permitió a un delantero rival encontrar un autopista de tres carriles por el centro de la retaguardia y dilapidar esa ocasión con un lanzamiento algo inocente fuera.

A esta situación de incertidumbre no ayudó (siempre en mi opinión) las decisiones de Luismi desde el banquillo. No tanto por los hombres que decidió introducir (Mouriño y Pibe) sino por los dos que decidió sustituir.   
El primero un Manuel Romay que volvió a demostrar que va para arriba y que le habría venido muy bien al equipo en ese último cuarto de hora para tener un poco más el balón y frenar los desesperados intentos del Coruxo. 
Y el segundo a falta de nueve minutos, Kevin Presa, a cuyo cambio no encuentro todavía explicación pues con un marcador ajustado a favor le ofrece al equipo un trabajo, un equilibrio y una presencia que compensa cualquier cansancio que pudiera sufrir.
Incluso pareció ponerse el Pontevedra con ese último cambio en defensa de tres (Campillo de tercer central) con Pibe de carrilero derecho largo. Digo parece porque no quedó del todo claro si la intención con esa sustitución era mudar el sistema pues después de un par de minutos el Pontevedra pareció volver a la defensa de cuatro. 

A todo esto se unió una inusual circunstancia como la de cierta inseguridad de su mejor defensa hasta ahora, Victor Vázquez, que mostró ciertas dudas en lances en los que se suele desempeñar con mayor contundencia y arrojo.

Pudo aún así el Pontevedra marcar el segundo en otra de esas acciones casi "infallables" en las que por partida triple ni Pedro ni Alex ni Pibe lograron convertir y el partido entraba así en unos minutos finales en los que apareció Edu en un despeje a corner y en los que el Coruxo disfrutó de varios saques de esquina afortunadamente bien defendidos por el equipo.

Al final, en un partido que se debió ganar con más margen y sin esas apreturas, el silbato del árbitro puso fin al sufrimiento granate y permitió al Pontevedra CF sumar tres puntos importantes sin que el Coruxo hubiera encontrado esa jugada afortunada que nos hubiera mandado a casa a todos con un "cabreo del quince". 

Deja este partido en opinión del que esto escribe además de lo más importante, la victoria, otros detalles para la esperanza.
El primero no es otro que volver a dejar la portería a cero lo que ya se ha demostrado como condición casi imprescindible para sumar "de a tres".
Y el segundo (más en el aspecto individual y dado que la calidad técnica no es algo que abunde en esta plantilla ) el crecimiento constante de un Romay que aporta otra solución ofensiva al conjunto y ofrece una alternativa diferente a esa chispa y desborde incesante de Alex González que hasta ahora estaba demasiado solo a la hora de generar peligro a los equipos contrarios.

Viene ahora el partido de Bouzas. 

En mi opinión, será un choque muy complicado. El Rápido desde que Michel se ha puesto al mando puntúa con regularidad y en su casa se hará fuerte sin duda alguna.

Vital será no encajar pues de lo contrario el partido se puede acabar en el primer cuarto de hora tal y como pasó el año pasado en el que salimos dormidos y a los quince minutos ya nos habían metido dos goles.
No somos un equipo goleador y a medida que avanza la competición tenemos más pruebas de ello.

En el Baltasar Pujales habrá que tener la misma actitud de ayer en el choque, la segunda jugada, el balón dividido y todos esos lances que determinan que en un campo como ese se pueda salir airoso o no.

Veremos como sale. 
     

                

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