lunes, 5 de diciembre de 2016

Un anfitrión despiadado, una pareja letal y un silencio edulcorado

Es el Pontevedra CF 2016/2017 un equipo que recibe a sus visitantes con buena cara, una sonrisa agradable y unos modales exquisitos que no hacen otra cosa que presagiar una velada tranquila y acogedora para todos aquellos que recalan en su casa.
No obstante, este anfitrión granate esconde tras esa excelente educación unas intenciones aviesas e incluso asesinas contra todo aquel que le pide hospitalidad y ayer volvió a demostrar que una cosa es coger el abrigo y el sombrero a su visita e incluso ofrecerle unas pastas sabrosas junto a un buen café y otra muy diferente es permitirle ganar la partida de cartas, ajedrez o tres en raya que ambos mantendrían tras el ágape de entrada.
Y eso que en el día de ayer el Pontevedra alargó más de la cuenta la conversación mantenida mientras se degustaban esos alimentos y sostuvo esa camaradería aparente hasta que llegó el descanso de la partida y los contendientes pasaron por el baño.

Al regreso del excusado todo cambió. Los buenos gestos se tornaron en agitados ademanes y en la mesita donde reposaban las galletas aparecieron en su lugar pequeños alfileres que se fueron clavando en el estómago del forastero hasta hacerle vomitar la merienda y provocar el regreso a su domicilio con mal semblante y penando por una cama.

En efecto. Durante los primeros cuarenta y cinco minutos el Pontevedra pareció esperar aletargado el paso del tiempo y protagonizó una primera parte soporífera y exenta casi por completo de emociones. Con un sistema 4-2-3-1 en el que Presa y Alex Fernández ocupaban el medio campo (Trigo oficiaba de central junto a Bruno), Añón se movía por derecha, Jacobo por izquierda y Mouriño por detrás de Barco, el equipo granate  encontró a un rival plantado con tres centrales y no consiguió a penas crear peligro ni encontrar la fluidez suficiente en el juego para inquietar en demasía al equipo blanquiazul.
Y eso que todo pudo cambiar bien pronto pues en los primeros minutos un pase precioso de Jacobo al espacio provoca que Barco se vaya por velocidad de su par y encare algo esquinado al portero Guillén. El cancerbero ex ourensanista le derribó con claridad cuando el "9" intentó el regate largo para quedarse a puerta vacía y el árbitro decidió amnistiar al arquero castigando la acción con una tarjeta amarilla. 
Bueno es recordar en este punto que la norma de la ocasión manifiesta de gol ha cambiado para los porteros si los derribos se producen dentro del área pero sigue (o eso dicen) igual para los lances producidos fuera de aquella pero ya se sabe que en este deporte cualquier modificación absurda de una norma absurda lo que puede provocar y de hecho provoca es situaciones absurdas y contradictorias.

Pero fuera como fuere lo cierto es que tras esa jugada el partido cayó en un aburrimiento importante en el que ambos conjuntos no lograban llegar con gran peligro a la portería contraria.
El Boiro no movía mal la pelota cuando Romay y Cano contactaban con ella e incluso tuvo una buena ocasión en pies de un bastante desafortunado Rubén Rivera que en buena posición tardó horrores en decidirse a lanzar y cuando lo hizo ya sus posibilidades de encontrar el gol eran practicamente nulas.

Por su parte, el Pontevedra encontró dos opciones en jugadas llegadas por banda derecha. En la primera Barco no llegó por muy poco a un centro de Añon y en la segunda una buena combinación de este con Loureiro acaba con un centro del lateral que alguien peina hacia el segundo palo para que Jacobo desaproveche un regalito que le venía medido a su pierna izquierda mandando el cuero por encima del larguero.

La primera parte se acabó consumiendo con esos breves retazos de peligrosidad e incluso Jimmy, lateral izquierdo del Boiro, se encontró en los estertores de ese primer tiempo con una pelota que conectó dentro del área pero que se marchó desviada del marco de Edu. 

Tras el descanso Luisito volvió a darle una vuelca de tuerca necesaria a su equipo haciendo dos cambios de entrada y cambiando el sistema por completo.
Mateu y Abel salían al césped en sustitución de Jacobo y Mouriño.

Con estas sustituciones, el técnico de Teo adoptó de nuevo la defensa de tres centrales pero con la importante novedad de colocar a Alex Fernández de tercer central. En el medio centro pasaba a jugar Abel al lado de Kevin Presa con los laterales adelantados completando una línea de cuatro. Añon, ejercería de media punta y Mateu y Barco jugarían en punta.

Y lo cierto es que desde el primer momento el guión pareció cambiar en favor de los intereses granates. Antes, en la primera jugada tras la reanudación, el Boiro se acercó con mucho peligro sin que Cano lograse por poco llegar a un centro desde la izquierda. Se está convirtiendo en habitual que el Pontevedra salga dormido de los vestuarios y el contrario goce de alguna ocasión nada más empezar y ayer esta situación volvió a producirse.

Pero a partir de ese instante el juego de ataque granate empezó a funcionar. Y empezó a hacerlo porque jugar a la vez con Barco y Mateu de delanteros natos le da al Pontevedra CF unas posibilidades enormes de crear pánico en las defensas rivales. Son dos hombres a los que se les puede enviar balones largos aéreos que gestionarán con acierto tanto en el remate directo a portería como en dejadas venenosas a sus compañeros pero también son dos delanteros que saben jugar el balón con los pies y tirar paredes de primera o aguantar el momento justo de ofrecer esas pelotas a la segunda línea.
En definitiva, el peligro no tardó en aparecer por el área boirense y ya a los tres minutos un centro de Añón es buscado con ansia de goleador por Barco para conectar la cabeza y estrellar el cuero contra el brazo extendido de Catú. Penalti claro y diáfana transformación de Bonilla para el 1-0.
Con el marcador a favor el Pontevedra esperó el adelantamiento de líneas del Boiro y diez minutos después una bonita jugada iniciada por Abel, desemboca en un centro algo bombeado de Bonilla que Barco remata en acrobática postura sorprendiendo tanto al portero del Boiro que ya esperaba recoger la pelota entre sus manos como a una afición local que celebró con alborozo este nuevo golazo del nuevo ídolo de la parroquia lerezana.

A partir de ahí el Pontevedra siguió esperando pero con demasiada relajación defensiva propiciando que el equipo visitante llegase reiteradamente y con excesiva facilidad al área de Edu. Allí morían casi todas sus intentonas por falta de claridad y contundencia aunque si dispuso de un par de buenas opciones que de haber sido transformadas habrían propiciado la creación de dudas y nervios al conjunto granate.
Los ataques visitantes se iniciaban sobre todo por su banda derecha y más después de que Fredy decidiera dar entrada a Marcos Alvárez que sorprendentemente no fue de la partida desde el principio.   
Luisito apreció esta circunstancia y dando otra muestra de lo camaleónico que pueda llegar a ser su equipo volvió a cambiar el sistema para reforzar la banda izquierda en defensa. Pasó de un 3-4-1-2 a un 5-3-2 enviando a Añon al medio campo por la izquierda para tapar más esa banda a costa de desequilibrar un poco el dibujo del conjunto en banda derecha.

Pero lo cierto es que si bien el Pontevedra permitía demasiadas llegadas a su área que finalmente no quedaban más que en acercamientos sin pegada, en ataque taladraba siempre que podía a la defensa rival con unos extraordinarios Barco y Mateu, un de nuevo eléctrico Añón que parece haber olvidado su lesión y un genial Abel Suárez que encontraba casi siempre el pase perfecto para sus compañeros.
Guillén realizó tres paradas muy buenas (dos a Mateu y otra a Añon), el árbitro se tragó un penalti clamoroso sobre el ex del Somozas tras magistral pase al espacio de Abel y el mismo jugador canario se quedó solo delante del portero en otra ocasión cediendo el cuero a Añón para que marcara siendo anulado por fuera de juego inexistente un tanto que en ese momento habría sido el tercero. Incluso el propio Abel pudo hacer un gol de bandera tras ver adelantado a Guillén y enviarle una vaselina desde más de cuarenta metros.

Pero como fin de fiesta si llegaron al final dos goles más para redondear el resultado y en honor a la verdad hacerlo algo más abultado de lo que merecía el partido. Primero con un balón largo que Mateu medio peina hacia atrás chocando con un defensa y que deja solo a Alex Gonzéz que había salido en sustitución de Mario Barco para que el pequeño asturiano alojase el cuero en las mallas con un tiro por alto. 
El último tanto llegó tras un meritorio desmarque de Presa en el tiempo de descuento que recibe dentro del área y centra para que Abel pare, vea y coloque el balón pegado al palo izquierdo de la portería del Boiro.

Se había ganado 4-0. Resultado contundente y sin paliativos pero sin que el Pontevedra hubiese hecho ni mucho menos el mejor partido del año. 
El de ayer fue otra muestra de que esta temporada no necesitamos jugar muy bien para ganar partidos (por lo menos en casa) y los números en Pasarón son realmente asombrosos. Junto a los 27 de 27 se da la circunstancia de que acumulamos 24 goles a favor y sólo 4 en contra en estos nueve partidos.

Tras la jornada de ayer se ha abierto un hueco importante con el sexto clasificado (la peligrosa Ponferradina que ya está a siete puntos) y sólo el enrachado Valladolid B nos inquieta en la cuarta plaza.

Será otra semana de alegría y también de esperanza de cara a encontrar la mejoría fuera y sacar provecho en Aranda de Duero y más sabiendo que el filial pucelano jugará en León contra la Cultural.

No quería terminar este escrito sin mencionar el merecido homenaje dispensado ayer por la entidad a Filipe Machado fallecido en ese terrible accidente de avión acaecido en Colombia.

Sólo me gustaría dejar una reflexión. 
Pocas cosas hay más emocionantes que un minuto de silencio en silencio. Sin lugar a dudas el club (no es el único pues es una moda desde hace tiempo en el fútbol) introduce música con la mejor intención pero insisto no hay nada más emocionante y sentido que ese minuto de homenaje en verdadero silencio. Sin estridencias "megafónicas" que pueden llegar hasta a irritar y sin otra clase de edulcorantes que no sean ese brutal silencio y la ovación posterior de los allí presentes.    


    


     

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