lunes, 13 de marzo de 2023

Penumbras, esperanzas e inesperados regresos.

Muchos años hace ya desde que este atribulado bloguero tenía el hábito de salir los fines de semana por partida doble.

El Sábado era el día de probar el hígado con la introducción de brebajes sin marca en un maravilloso tugurio sito en la calle Isabel II en el que empezábamos la tarde noche entre vodkas con lima y triple secos ardientes.

Algunos amigos y el que esto escribe nos pasábamos allí horas y horas viendo como algún que otro gato pululaba cerca de las raciones de patatas bravas y la máquina de pinball te daba "calambre" cada vez que tocabas sus mandos en los días de lluvia.

Luego un par de locales más, algún que otro pub lleno de gente y humo que empezaban a cambiarte el humor y como colofón, ya con el cuerpo pidiendo a gritos algo de comer que compensase las imprudencias anteriores con una nueva imprudencia, la estancia furtiva (y torpemente simulada con una cortina oscura) en un famoso establecimiento ya desaparecido, como el anterior,  en el que te llevabas a casa un perrito  caliente(como mínimo) repleto de mostaza o mayonesa que engullías con desesperación canina en aquellos lejanos tiempos en los que el estómago funcionaba todavía con esa precisión mecánica de los 20 o 25 años.

El Viernes era otra cosa.

Como preludio a una noche en la que dormiría un número de horas seguidas que en la actualidad no es que me parezcan obscenas sino completamente imposibles, solía ir con un número más reducido de amigos a un conocido en su época ( porque tampoco existe ya) café concierto ( o como se llamara) al que se entraba bajando unas escaleras en espiral y cuyo ambiente venía presidido por una luz no demasiado potente sino tenue que resultaba ideal para después de pasar allí un par de horas de conversación agradable, llegar a tu cama y abandonarte al sueño como solamente se puede hacer cuando no has llegado todavía a la tercera década.

El pasado Sábado, mientras asistía desde mi asiento al calentamiento previo de los futbolistas y veía una de las torretas de Pasarón con tan solo dos focos encendidos, me acordé de aquel local de la calle Naranjo en el que tan feliz fui durante un tiempo entre la penumbra genialmente creada por sus dueños y las conversaciones siempre agradables e interesantes de aquellos a los que tengo el placer de llamar amigos.

Quizá no se trate de tener encendidas todas las luminarias del estadio, quizá no se trate siquiera de hacer funcionar las 3/4 partes de las mismas). Ahora, quizá también sería recomendable jugar los partidos con un poquito más de luz para que los miopes o los que sufran de algún otro problema ocular no se pasen todo el partido tratando de identificar a aquellos que tocan el cuero.

Cuestión de respeto al abonado no accionista, al abonado accionista e incluso al accionista no abonado.

Ganó el Pontevedra y eso es lo único que importa.

Ganó su partido y eso le permite seguir soñando alguna semana más con una remontada que debe ser de tal calibre que a día de hoy todavía parece muy improbable.

Jugó el equipo una primera parte aceptable en la que Borja Domínguez se pareció bastante al Borja que conocimos una vez y mejoraba cada pelota que le llegaba a los pies. En la que a excepción de una jugada a balón parado, bien salvada a última hora por Churre, apenas sufrimos atrás y en la que volvimos a demostrar el poco veneno que tenemos a la hora de definir las jugadas en la portería contraria.

Existió buena circulación de pelota; llegadas por banda, especialmente esta vez por la derecha porque extrañamente no apareció la mejor versión del capitán por la izquierda y bastante contundencia atrás (aunque con algunos problemas sobre todo a la espalda de nuestro flanco derecho defensivo).

Sobre esa contundencia, no me resisto a hablar de Victor Vázquez Churre.

Está siendo la temporada del central de Marín algo extraña.

En ocasiones, me cuesta reconocer al corajudo Churre y sus errores me han dolido como creo a cualquier aficionado que conoce la ya cada vez más larga trayectoria del jugador aquí.

Otras veces, en cambio aparece ese Churre expeditivo al cruce, pegajoso en la marca, rápido a la hora de cubrir a sus compañeros, experto a la hora de forzar faltas al delantero rival, en suma, ese central de garantías que muchas veces hemos podido disfrutar sobre la hierba.    

El pasado sábado esta última versión, la fetén, fue la que se vio de Churre y como otras ocasiones en la que ha aparecido, el equipo lo agradece de tal forma que ojalá (es posible que no sea así por esos dichosos problemas físicos que forzaron su cambio muy cerca del final) siga en esta línea de seguridad pues resulta vital para sus compañeros.

La segunda parte empezó como tantas otras veces en casa, mal.

Y por ello el Algeciras contó con la primera de sus dos grandes ocasiones pocos minutos después de la reanudación en una acción que Alex no pudo parar pues habría significado su expulsión pero en la que faltó después contundencia y firmeza para abortarla antes de que un atacante mandara un peligroso remate que se fue rozando uno de los postes de la portería de Cacharron.

De ese comienzo dubitativo y preocupante que ya se está convirtiendo en tradición en Pasarón, nos salvó la jugada del gol del partido.

Saque de puerta, peinada de cabeza, balón a Charles que filtra un pase genial al desmarque de Brais y remate con fortuna aunque con picardía del atacante que nos ponía por delante en el marcador.

Y luego, al menos a juicio de este atribulado bloguero, llegaron los minutos en los que menos me gustó el equipo.

Y fue así porque como ya ocurrió con los anteriores entrenadores (léase Majadahonda con Antonio o Ceuta con Toni), el Pontevedra fue incapaz de aplomarse con el marcador a favor y dotar al juego de la pausa y la interrupción que requería el nuevo escenario.

Los minutos siguientes al gol de Brais fueron un correcalles en el que el rival nos llegaba con demasiada facilidad a las inmediaciones del área sin que lográsemos mantener el control del juego.

El colmo llegó sobre el minuto 70 en el que tras un lanzamiento nuestro de una falta en las cercanías del área contraria, nos construyen una "contra" tremenda en la que un jugador andaluz se planta solo delante de "Cacha" salvando este el empate tras intuir la vaselina del delantero y sacar un brazo salvador.

En la situación en la que estamos, ganando 1-0 y con una falta a unos metros del área visitante, no nos pueden hacer nunca esa jugada. Resulta realmente casi inadmisible y es de esperar que Juan Señor haya tomado nota del asunto.

A parar ese "correcalles" no contribuyó tampoco el primer doble cambio del equipo (Diz y Rufo por Rubio y Charles) pues seguimos después del mismo sin recuperar el rumbo del juego e incluso Señor modificó la posición de Brais, incrustándolo más en medio campo para tratar de frenar la circulación del Algeciras.

Minutos después, el propio Brais abandonaba el campo para dar entrada a Robles y el que esto escribe pensó por un instante sino habría resultado más interesante haber incluido a Robles en vez de Diz en el primer cambio mandando a Brais a la derecha y luego dar entrada a Diz por el propio jugador de Val de Dubra.     

Sea como fuere, el Algeciras no encontró más ocasiones claras  e incluso el Pontevedra CF pudo vivir un final mucho más plácido si Rufo hubiera transformado una ocasión clarísima de gol que de haberla fallado Bakero hubiera puesto el campo patas arriba y no precisamente de emoción.

El equipo también necesita mucho a Rufo, mucho. Ojalá el madrileño recupere el gol porque para hacer el "porrón" de puntos que se necesita para obrar el milagro, que el "pelado" este "on fire" resulta primordial.

Como dato a destacar de los últimos minutos es la seguridad mostrada por arriba en algunos córners y faltas que tuvo el Algeciras en los últimos minutos del choque. El propio Rufo ayudó mucho en ese sentido y colaboró con sus despejes a que el corazón ya muy baqueteado del que estas líneas escribe volviera a bombear sangre con normalidad.

El caso es que felizmente se ganó el partido.

Es una victoria. Nada más que una victoria por imprescindible que resulte.

El primer paso antes de crearse falsas expectativas e ilusionarse en demasía es conseguir ahora algo que no se ha hecho en toda la Liga, ganar dos partidos seguidos de esta competición.

Y el caso es que se nos da la posibilidad de hacerlo en nuestra casa y ante un Linares actualmente lejos de arriba y de abajo y con números en cuanto a goles a favor y en contra no demasiado diferentes a los del Algeciras.

Toca centrarse ahí, en el próximo Sábado y no ver más allá. Ganar dos partidos seguidos por vez primera y luego ya se verá.

Tras el partido frente al conjunto algecireño nos enteramos que nuestro jugador mundialmente conocido Libasse Gueye nos había hecho el honor no solo de regresar a la ciudad (que abandonó a finales de Diciembre) sino de presenciar el partido embozado en una amplia capucha  en el fondo sur.

En la rueda de prenda posterior al choque se le preguntó por ello a Señor que abrió la posibilidad de contar con él como uno más (madre mía) y a Charles de cuyas prudentes palabras se deduce que el tema no va a ser tan fácil con un vestuario que sí ha estado al pie del cañón desde el primer día y sufriendo por la pésima clasificación que tiene el equipo.

Viendo a Charles recordé aquella serie americana de finales de los 80, Cosas de Casa, en la que un entrañable Carl Winslow se desesperaba con el peculiar Steve Urkle y ensayaba su particular remedio para acumular paciencia profiriendo la frase "Un, dos,tres,cuatro,cinco,seis yo me calmaré todos lo veréis" hasta  que en un nuevo acceso de ira provocado por alguno de los dislates de Urkle, acaba en el hospital tras fracasar su "remedio casero".

Espero que no se juegue demasiado más con la paciencia de ese vestuario que lo último que necesita ahora es que nos volvamos a dar un tiro en el pié y se desestabilice por esta circunstancia. 

A la hora de escribir esta columna, lo único que se sabe es que la entidad lanzó un comunicado oficial sobre las 11 de la mañana informando que a lo largo de la mañana se mantendrían reuniones con el jugador tras su regreso para  tomar decisiones.

Es decir, mandar un comunicado para "comunicar que comunicaremos luego".

Resulta casi imposible pensar que el club no sabía que Gueye estaba aquí desde hace unos días pero la gestión de este asunto ha sido tan rocambolesca y absurda por parte del Consejo que no se puede descartar hasta que les haya cogido por sorpresa el regreso, lo que sería auténticamente alucinante

Como ya se ha escrito más arriba, por favor, señores del Consejo: Respeto al resto de los jugadores, respeto a los abonados, respeto a los accionistas y respeto a la camiseta, al escudo y a la historia de esta entidad que no se merece que sea otra vez pisoteada.

Ustedes verán.



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