martes, 24 de octubre de 2023

"Memento mori"

En la Antigua Roma, cada vez que un general al mando de sus legiones conseguía un gran triunfo militar sobre las “hordas bárbaras” que aguijoneaban alguna de las fronteras del Imperio, o sobre ejércitos de otros territorios que eran conquistados, la costumbre dictaba que ese comandante fuera recibido con un fastuoso y multitudinario desfile celebrado en la gran capital imperial, Roma.

Detrás del caudillo al mando de las legiones triunfantes, muy cerca (quizá solo a unos pasos a su espalda) se colocaba un siervo con la única misión de trasladarle al oído en varias ocasiones durante el recorrido una sola frase: “memento mori”, lo que venía a significar, más o menos, “recuerda que morirás”.  

Algunos estudiosos apuntan que la frase era algo más larga y que vendría a ser traducida como “Mira tras de ti. Recuerda que solo eres un hombre.”

Sea cual fuere la frase repetida por ese disciplinado sirviente cada vez que un general se bañaba en los aplausos y aclamaciones de los habitantes de Roma, la finalidad de la misma parecía clara y no era otra que recordar al vencedor su condición mortal y en consecuencia finita. Lograr así que la soberbia y el ego desmedido no campasen a sus anchas por su cerebro y le hicieran recordar la obligatoriedad del cumplimiento del derecho romano y descartar veleidades o tentaciones golpistas, que como a buen seguro los lectores conocen, eran bastante habituales entre los “corrillos” más selectos del Imperio.

Escuchando a lo largo de la semana a Yago Iglesias (incluso en la rueda de prensa posterior al partido de anteayer), me he imaginado varias veces al entrenador y al resto de su cuerpo técnico, susurrando quedamente a cada uno de sus futbolistas consignas como las de que “solo somos un equipo de 2RFEF”; “podemos perder en cualquier momento si no salimos como es debido” o “no hemos hecho nada aún, hay que mejorar.”

Porque lo cierto es que después de meterle seis a unos, cinco a otros o cuatro al líder en su propio territorio de combate que hasta ese instante resultaba invulnerable para todo ejército que intentaba ocuparlo, la tentación de sentirse omnipotente o invencible podría calar de forma inconsciente y preocupante no ya entre la afición (cuyo derecho a soñar es incuestionable) sino en el propio vestuario lo que sí podría afectar de manera negativa a la trayectoria magnífica que se estaba y se está llevando.

Y el primer ejemplo de la conveniencia de esos avisos o advertencias (que quizá se hayan producido o no por parte de Iglesias) llegó el pasado Domingo en forma de un ordenado, defensivo y correoso Oviedo –Vetusta que llegó a crear incertidumbre en algún tramo de la segunda parte sobre el resultado final del partido.

Se presentó el filial “azul” con las ideas claras y una línea bien definida de cinco atrás y tres medios por delante que trataron de dificultar por todos los medios el juego principalmente de Mayo, Yelko y Dalisson así como las salidas de nuestros centrales con sus dos hombres más adelantados que no tenían complejo alguno en correr lo que hiciera falta para presionar la salida granate desde atrás.

Aún así, el Pontevedra CF se hizo con el mando total de la situación a lo largo de toda la primera parte.

 Sin la fluidez de otros días, sin esa velocidad de balón, sin alaharacas en su juego pero estando casi todo el tiempo en campo rival y buscando los caminos para hacer daño.

No creo que sea casualidad que esta temporada estemos viendo muchos lanzamientos a puerta desde lejos por parte de nuestros futbolistas.

Entiendo que es otra orden o recomendación vertida desde el banquillo pues a falta de espacios para combinar, con equipos hundidos cerca de su área, intentarlo desde fuera no es que resulte conveniente sino que es incluso necesario.

Lo había intentado ya el propio Mayo minutos antes con un disparo desde fuera del área que se marchó fuera. Minutos después, en su segundo intento, el balón entró en la portería asturiana como un obús y el espigado mediocentro sumaba a las virtudes que ya ha enseñado a lo largo de estas semanas,la de ser capaz de hacer goles de esta manera para seguir enamorando un poco más si cabe a los seguidores granates.

También en el primer tiempo, a falta de la magia de Yelko o Dalisson bien tapados por el rival, apareció Chiqui en dos ocasiones.

La primera tras un pase en largo maravilloso de Churre hacia la izquierda que el ex coruxista controló de manera primorosa orientando la pelota con ese mismo control hacia el interior del área. Su lanzamiento tras la incursión en zona de castigo fue repelido en gran parada por un portero oviedista que causó gran impresión en Pasarón.

La segunda, ocupando una posición más centrada y cediendo a Rufo que ocupaba su lugar en la izquierda un buen balón para que el “pelado” se la devolviera en casi un pase de la muerte al que no llegó por pocos centímetros para empujar a puerta vacía.

La peor fase del partido llegó después, en el segundo tiempo.

Salió el Pontevedra al campo algo parado, contemplativo e incluso dubitativo.

El Oviedo todavía no cambiaba nada y seguía bien armado y los nuestros dieron la impresión de no saber exactamente qué actitud tomar en ese momento.

Fueron minutos en los que se siguió teniendo el control de la posesión pero en los que se abusó quizá demasiado del balón largo sin sentido y en los que apenas se llegó con intención al área contraria.

La incertidumbre subió cuando, ya avanzada la segunda parte, el rival sí decidió dar un paso más con los cambios y tratar de tener más presencia cerca de Edu.

Cambiaron a un sistema con cuatro defensas y tampoco el Pontevedra pareció entender bien la forma en la que meterle el diente al Oviedo y terminar definitivamente con el choque.

Es cierto que ellos tampoco crearon demasiadas ocasiones en nuestra portería(la más clara fue nuestra en un lanzamiento de Yelko repelido de manera muy meritoria por el guardameta). 

Tuvieron dos llegadas peligrosas, una por banda, en la que decidieron mal en la primera y nuestros centrales estuvieron bien en la segunda para enviar a córner.

De hecho, su único remate a puerta llegó a través de una falta muy escorada a la izquierda en la que Edu tuvo que recular unos pasos para desviarla con algún apuro tras dar la impresión de que esperaba el centro y no el remate directo.

Aún así fueron minutos en los que me vino a la memoria esos desfiles aludidos al principio de esta columna.

Minutos en los que resultó patente que somos un buen equipo, sí, pero un buen equipo de 2RFEF que es sometido a estudio por los cuerpos técnicos de los contrincantes y que a pesar de acumular muchas virtudes también cuenta con defectos que tratarán de ser puestos a la vista por los demás.     

Que hay que mejorar siempre. Tener los pies en el suelo y saber que en cualquier recoveco del camino pueden llegar los problemas. Recordar, en definitiva, que somos “mortales”; que podemos perder y que la humildad sigue siendo fundamental.

La incertidumbre (no tanto el peligro pues como se ha dicho no fue mucho el creado por el Oviedo) se acabó con una jugada maravillosa, realmente extraordinaria, a raíz de la cual llegó el 2-0 sobre el minuto 87.

Enésimo robo por anticipación de Samu Mayo esta vez con un solo toque de tacón hacia Yelko, este también de primeras asiste a Toño que llegaba por delante. Toño ve la carrera en profundidad de Jaichenko y, otra vez de primeras, le filtra un pase precioso en el momento justo al canterano para que este (otra vez, sí, de primeras) superara con elegancia la salida del guardameta asturiano.

Cuatro toques, cuatro, y la jugada, que comenzó a cuarenta metros de la portería algo escorada, terminó con el balón en las redes visitantes tras la elaboración de una acción colectiva relampagueante y plena de calidad.

En mi opinión, uno de los mejores goles que se han visto en Pontevedra en bastante tiempo.     

Hubo tiempo, además, para que, ya en la prolongación, una asistencia de Yelko fuera aprovechada por Carlos López para controlar, irse en velocidad y conectar un zurdazo inapelable que significó el tercer tanto pontevedrés.

Ojalá este bonito gol permita al punta de Ares coger confianza y fuerza para seguir esperando su momento pues creo que llegará esa fase de competición en la que ayudará con mucho más protagonismo al ataque granate.  

Se completaba así un partido gris pero en el que durante la mayor parte del tiempo el Pontevedra tuvo controlada la situación.

Aparecieron dudas, esa incertidumbre ya mencionada, algún rumor de una grada algo más poblada pero extrañamente más callada que otras veces y al final la sentencia con esos goles a la contra que incluso pudo ser uno más al enviar un balón al poste Alex González en la última acción del encuentro.

Es normal, insisto, que tengamos problemas en partidos y que haya que desenredar madejas que no se desenrollen de manera fácil en algunas ocasiones.

Aún así ya me gustaría que llegaran más partidos no brillantes en los que al final se acabe ganando por 3 a 0, es decir, goleando.

Me temo que no será así y que habrá que apretar los dientes muchas veces y mostrar esa otra faceta que el equipo debe aprender a dominar.

Esa que dicta que cuando no salen las cosas tan bien en ataque, si pueden salir en defensa, estando unidos pasando los malos ratos y en espera de poder meter el cuchillo al final.

No olvidemos nunca  que “solo somos un equipo”  y que en algún momento, si no hacemos las cosas bien, “podemos morir sobre el césped”.

       

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