lunes, 25 de marzo de 2024

Regalo, fútbol e indulto masivo

El Marino de Luanco apenas rebasó la línea de medio campo a lo largo de la segunda parte en dos o tres ocasiones y quizá haya sido generoso en el cálculo.

EL Pontevedra CF dominó de cabo a rabo esa segunda mitad, monopolizó como en los mejores tiempos de la primera vuelta la posesión de balón y generó las suficientes ocasiones de gol como para haber igualado o incluso superado aquellos seis tantos endosados al Langreo.

Ahora, siendo ciertas las dos aseveraciones anteriores, el Pontevedra no fue capaz de sentenciar el partido antes del pitido final del árbitro a pesar de que su superioridad resultó tan abrumadora como incontestable.

Vayamos por orden.

Para empezar el equipo volvió a encontrarse con el marcador en contra y muy pronto en su propia casa.

Córner botado en los primeros minutos por los visitantes y remate en la más completa soledad en el corazón del área por un jugador asturiano.

Este detalle no se puede soslayar en ningún momento pues hacerlo no sería responsable.

En los últimos 4 encuentros ( por no remontarnos más atrás), el Pontevedra ha recibido tres goles a balón parado que rayan en lo inexplicable y si se me apura en lo intolerable.

Tanto aquel segundo gol del Oviedo -Vetusta en el Requexón como el primer tanto logrado por el Rayo Cantabria hace ocho días y este logrado por el Marino ayer, son situaciones que no deberían producirse en un equipo que "lucha a brazo partido" con otros dos rivales por ascender de manera directa. Es una lucha sin apenas cuartel. con una puntuación muy alta y que ni perdona ni va a perdonar en el futuro muchos más deslices como los que el Pontevedra acumula en su propio área. 

Es cierto que de esos tres partidos citados, solo el de Santander supuso pérdida de puntos aunque el día del Vetusta nos obligó a pasar un último cuarto de hora poco apto para arterias atascadas.

El que esto escribe lleva ya muchas semanas advirtiendo que estos regalos absurdos nos pueden llegar a costar muy caro en este tramo de competición en el que ya no hay apenas margen para la reacción y pensando, sobre todo, en el decisivo partido ante el Ourense que cada vez está más cerca, las veleidades defensivas que a veces cometemos no niego que aumentan bastante mi preocupación.

Después del obsequio no hubo más que un equipo sobre el terreno de juego y ese fue el Pontevedra.

El Marino se "olvidó" de cualquier intención atacante y los granates agarraron la pelota y penetraron a través de la pobladas líneas defensivas rivales con personalidad y mucho peligro.

Llegaron las ocasiones y las paradas del portero del Marino hasta que en una brillante jugada colectiva, Garay cedía a Dalisson que sobre la misma línea de fondo enviaba un centro preciso para el remate a placer de Chiqui.

El propio Chiqui, un par de minutos después, fallaba una ocasión de aquellas que parece más difícil mandar fuera que a las redes anticipando lo que llegaría en la segunda parte pero Carlos López ponía la calma sobre la hora rematando un precioso y medido centro de Batos por la derecha.

Ochot jornadas consecutivas, ocho, lleva marcando este futbolista de Ares que ha pasado de estar claramente infrautilizado a romper todos los récords goleadores habidos y por haber en Pontevedra en lo referente a jornadas seguidas "mojando".      

Qué decir de la segunda parte?

El Pontevedra la afrontó como debe hacerlo aunque vaya ganando. 

Teniendo el balón, defendiéndose con la posesión y no entregándosela al rival para inmiscuirse en facetas del juego que no domina tan bien.

Es cierto, sin embargo, que mi impresión es que en el día de ayer el Marino no habría querido el balón ni aunque el Pontevedra se lo hubiera cedido perfectamente envuelto en papel de regalo y rodeado de caramelos brillantes.

La actitud del equipo asturiano no sé si por las bajas, algunas de ellas como Lora y Cuesta vitales para ellos, o por qué razón, se limitó a acularse en su zona de castigo sin manifestar voluntad o intención alguna de salir de ella en ningún momento.

Y los minutos empezaron a pasar con el Pontevedra fallando ocasiones por doquier.

Casi todos los jugadores gozaron de opciones pintiparadas para sentenciar pero ninguno de ellos fue capaz de meter la bolita entre los tres palos y acabar de una vez por todas con un partido que si bien parecía muerto sobre el césped no lo estaba en un marcador que seguía muy corto.

Sufrió el Pontevedra? Insisto, no. Imposible sufrir cuando tu rival no pisa tu propio campo más que en contadísimas ocasiones.

Sufrió este atribulado bloguero? Pues la verdad es que algo sí.

Y lo hice porque mientras Carlos y luego Rufo, Chiqui y luego Gueye, Yelko, Borja, Alex etc etc fallaban goles cantados, los minutos pasaban y la "cosa" no acababa de cerrarse y que un gol en contra se puede encajar por cualquier tontería o balón parado mal defendido.

Es cierto también que el que esto escribe pensaba que la actitud desconcertante del Marino, que perdía tiempo en cada acción a pesar de ir por detrás, podría encontrar justificación en su intención de pegar un arreón en los últimos 10 minutos que empezara a acelerar las pulsaciones del personal pero nada más lejos de la realidad.

Ni en el 80, ni en el 85 ni en el 90. El Marino siguió igual, cada cambio que realizaba ponía sobre el escenario a jugadores aparentemente noveles y carentes de envergadura y el Pontevedra siguió tocando y fallando oportunidades hasta que llegó ese final del partido que certificaba la consecución de tres puntos de oro y una nueva ventaja de dos sobre el Ourense que no pasó del empate en Langreo.

En un partido raro como el de ayer no se puede dejar de comentar otra "rareza".

Y es que a lo largo de buena parte del primer tiempo pudimos ver a Bastos en los escasos momentos en los que el Pontevedra no tenía la pelota incrustado en el medio centro haciendo una marca individual a un centrocampista rival.

Escuché con atención la rueda de prensa posterior de Iago Iglesias pero no se hizo alusión a este insólito hecho, casi tan insólito como ver a un equipo que iba perdiendo tomarse todo el tiempo del mundo para sacar de banda o de fondo.

Otro detalle del encuentro, este ya no raro pero sí digno de mención, es que Borja Domínguez parece haberle ganado el puesto a Samu Mayo.

La verdad es que en el partido de ayer con un contrario totalmente metido en defensa y sin la necesidad de correr para atrás en ningún momento, Borja estuvo cómodo llevando el peso de la dirección del centro del campo y contribuyó a ese dinamismo y velocidad en el juego que propició la remontada ya antes del descanso pero lo cierto es que a mí, insisto por lo menos a mí, me extraña la suplencia de un Mayo que antes de sufrir ese golpe en Oviedo no había manifestado bajón alguno en su rendimiento.

El caso es que tras un ejercicio de funambulismo innecesario, primero por encajar un gol otra vez cuasi imperdonable y después por no dedicarse a machacar como es debido la portería contraria por querer rizar el rizo de una forma desquiciante, el equipo afrontará con ese margen de dos puntos su visita al colista del grupo.

Si alguien cree que en Aranda nos van a recibir con oropeles y pancartas de bienvenida creo que se equivoca y mucho.

Es más, estoy casi convencido que si el Pontevedra vuelve a hacer el tonto en defensa es muy posible que no volvamos con una victoria que muchos dan por hecha.

No se gana un partido en esta categoría si no se expone personalidad, seguridad y contundencia.

De la última cualidad la verdad es que vamos bien pues fallar tanto en ataque como ayer no es lo normal.

Las otras dos cualidades, personalidad y seguridad, deben aparecer mucho más fuera de nuestro estadio.

Personalidad para tratar de imponer nuestro estilo la mayor parte del tiempo, sino todo y no tratar de jugar a algo a lo que no sabemos o sabemos menos, últimamente alguna tontería en ese sentido hemos hecho.

Y seguridad para tratar de no encajar goles evitables. Si te meten un gol como al que le han metido al Orense este Domingo en Langreo con un lanzamiento al ángulo desde la frontal pues bueno, fastidia pero aplaudes y sigues.

Ahora, que te metan goles como los de Santander, el de Oviedo o el de ayer pues ya es otra cosa. Es más muestra de desconcentración o despiste que otra cosa y en este momento de la Liga, a 6 partidos del final, lo que no se puede mostrar es eso sino todo lo contrario: confianza, hermetismo atrás y sangre en los ojos en ataque.

Veremos que pasa. 

  

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