lunes, 9 de septiembre de 2024

Dejen de reírse de la gente, por favor.

Escribo esta dolorosa columna, otra más en los últimos (y no tan últimos) tiempos, sin la intención de hacer extensivo lo que siento tras la parodia de ayer a lo que puedan pensar otros aficionados del Pontevedra CF.

Cada aficionado, abonado o no, accionista o no, asiduo de Pasarón o no pero seguidor, en definitiva, del Pontevedra CF tendrá su visión acerca de lo que sucedió ayer en el estadio del Compostela.

Yo tengo la mía y tengo también grabadas a fuego las sensaciones desagradables que me hizo experimentar mi equipo, al que veo cada vez más parecido a un “meme” sin demasiada gracia y dejado de la más absoluta mano de Dios.

A la deriva, sin timonel en los despachos, en el banquillo y en el césped, deteriorando cada vez más una imagen que otrora fue señera y ahora se debate entre lo esperpéntico y lo ridículo.

Disputó el Pontevedra en el día de ayer unos 20 primeros minutos en los que pareció que volvía el conjunto de la primera vuelta de la pasada Liga.

Pasó por encima de su rival, llegó con fluidez al área contraria y concretó dos de las tres o cuatro ocasiones que generó en ese corto periodo de tiempo.

Protagonizó, en suma, un inicio de partido a la altura de lo que se espera de un equipo que no pinta nada ( o eso creía yo aunque cada vez tengo más dudas) en 2RFEF y que debe tener como único e insoslayable objetivo quedar primero para dejar de faltarle al respeto a su historia, a su escudo y a su afición.

El resto de la primera parte no fue tampoco nada mala. No se llegaba con tanta fluidez pero se tocaba el balón con inteligencia para que el Compostela corriera tras él sin orden ni concierto y desgastara sus fuerzas persiguiendo sombras.

Nada auguraba en ese momento lo que pasaría después porque un rival que ya no contaba en su convocatoria con el ariete fichado en verano, veía como el otro “9” se rompía en el 43 y otro jugador importante también se lesionaba minutos antes.

La segunda parte empezó casi como la primera, es decir, con solo un equipo sobre el terreno de juego que llegaba y llegaba, especialmente por la autopista que encontraba continuamente por su banda derecha ofensiva y que seguía sin encontrar oposición real en el equipo capitalino.

Sin embargo, ese “casi” utilizado al comienzo del anterior párrafo adquiría cada vez más importancia a medida que transcurría el segundo tiempo.

La gran diferencia existente con relación al primer tiempo es que esas llegadas nítidas y claras del Pontevedra no se traducían en contundencia, eficacia y diligencia a la hora del remate sino en constantes fuegos de artificio al concluir las jugadas con una inocencia impropia de un equipo que se supone (es mucho suponer) está hecho para el ascenso.

No se puede gozar de 6 o 7 ocasiones y llegadas tan expeditas en los primeros 15 minutos del segundo tiempo y no convertir ninguna. Sencillamente, no se puede si lo que se pretende es salir de una vez por todas de esta categoría.

Dalisson tres o cuatro veces, Chiqui, Novo… todas marradas, todas terminadas de manera ingenua… y fue en ese momento cuando el que esto escribe empezó a torcer el gesto.

Llegó otra fase del juego en la que la exuberancia ofensiva del Pontevedra se frenó pero en el que todavía no pasaba gran cosa. El Compostela aún no se lo creía y el Pontevedra no había iniciado su “hara kiri”.

Llegaron los primeros cambios granates y con ellos otra demostración palpable de los errores reiterados y negligentes de la nula dirección deportiva de la entidad.

Xabi Domínguez (que ya estuvo gris frente al Valladolid) fue colocado en la izquierda en lugar de un Novo que había alternado ambas bandas (aún sin ser un jugador para acostarse en ninguna de ellas). La diferencia entre ambos fue enorme.

Mi mayor decepción llegó con el otro integrante del doble cambio, Carlos López.

Salió el de Ares por un Rufo que hizo un gol y que se mató a correr y pelear contra la defensa santiaguesa.

Sostengo desde hace tiempo que el Pontevedra necesita apostar por la llegada de un delantero joven y con categoría que otorgue mayores opciones ofensivas al equipo a lo largo de la temporada.

Ahora, si hay una forma de luchar contra esa idea, de reivindicarse en el terreno de juego, es correr, pelear y por supuesto marcar que es lo que ha hecho Rufo en estos dos partidos.

Y lo contrario a ello es salir al campo y no dejarse la vida detrás de cada balón (tengas acierto o no) y no ayudes a oxigenar a tu equipo que afrontaba el tramo final del partido.

Eso es lo que no hizo ayer Carlos López al que me he cansado de defender en este blog pero cuya actuación me causó la más profunda de las decepciones.

No, nos confundamos.

De la debacle que llegaría a continuación no es más culpable Carlos que los demás porque para que ocurran catástrofes futbolísticas deben fallar muchas cosas en el aspecto colectivo y además, como desgraciadamente sabemos, no es ni la primera ni la segunda vez.

Si pongo de manifiesto la muy mala actuación de Carlos López o Xabi o la igualmente intrascendente labor de Fontán y de Cambil que salieron después, es para poner de manifiesto que esta plantilla ni es más larga que la de la temporada pasada ( por mucho que Presidenta y entrenador se hayan llenado la boca hablando de profundidad de banquillo y “doblaje” de posiciones”) ni creo que tenga la misma calidad.

No olvidemos en ningún caso que el Pontevedra cuenta de manera increíble, intolerable e indignante con una ficha senior libre y ha dejado cuatro sub 23 sin ocupar.

Que ayer Fontán, lateral derecho clásico, salió para jugar por delante de Garay (Bastos bis); que Xabi Dominguez es el primer recambio tanto para la banda derecha como para la izquierda y que además Novo está teniendo que salir de titular acostado en alguna banda cuando la zona en la que más puede brillar no es en ningún caso esa.

Y por supuesto que ya en la segunda jornada Alex está jugando de lateral por obligación en un error que ya por reincidente no sé si lleva más a la risa que al llanto.

Pero volvamos al campo y a la vergüenza que al menos a este atribulado bloguero le hizo sentir su equipo a lo largo del último cuarto de hora.

Recordemos de nuevo en primer lugar que el Compos no podía contar con Cinta, perdió a Barreiro antes del descanso y a un par de jugadores más por lesión a lo largo del partido.

Todo ello no impidió que al borde del 75, un balón colgado hacia la zona izquierda de nuestra defensa no fuera despejado como tendría que haber sido y un jugador local se anticipara de cabeza dirigiendo el balón hacia nuestro área; que Alex rompiera el fuera de juego al estar algún metro más atrasado que el resto de defensas y propiciara que el único punta que le quedaba al Compostela pudiera recibir habilitado; que nuestros dos centrales, especialmente Mario, que veían la jugada de cara estuvieran más lentos que el caballo del malo en un western para llegar a corregir el desbarajuste colectivo y que luego llegara el remate que acortaba distancias.

Hay más, por supuesto.

A partir de ese momento el Pontevedra CF entra en pánico, shock, catalepsia grupal o como se le quiera llamar aunque yo prefiero denominarlo ausencia completa de personalidad sobre la hierba.

Nos olvidamos de tocar la pelota, de tratar de defendernos con ella pues no sabemos hacerlo sin ella, de demostrar a la gente que los vodeviles de la Liga pasada habían terminado, en definitiva, nos olvidamos otra vez de la camiseta que llevamos, del objetivo que tenemos y de que no se puede hacer más el ridículo por los diferentes campos de España.

Sin llegada ya en ataque, sin esa pausa para mover el balón, todo quedaba a expensas de que el rival que se limitaba a bombear pelotas mal defendidas en todos los casos por el Pontevedra, no acertará con algún remate para amargarnos el día.

Sobre el 90, el autor del primer gol, e insisto, único delantero que le quedaba al Compostela no puede aguantar los calambres y deja a su equipo con 10 al haber efectuado los 5 cambios con anterioridad.

Ni así.

La jugada del empate a dos pone de manifiesto por enésima vez que este equipo solo tiene un plan. Solo sabe mover la pelota, algunas veces con más velocidad otras con menos, y no tiene la menor idea de cómo resguardarse en aquellos momentos en los que a lo largo de una Liga llegan “temporales” más o menos virulentos alrededor de su área.

Primero Edu echa el balón fuera pensando que el Compostela lo devolvería en la penúltima acción del partido. Si el Compostela decide pasarse por el arco del triunfo la elegancia de devolver esa pelota no es cosa nuestra. Lo nuestro es utilizar la cabeza y saber que a esas alturas la caballerosidad iba a brillar por su ausencia.

Después se deja progresar a un jugador, se le deja centrar al segundo palo, no se defiende esa zona y se les deja efectuar una dejada de cabeza y luego se permite que haya un futbolista solo para conectar ese disparo que nos enviaba directamente a la lona.

No es ya, por tanto, un problema individual de este o aquel.

De lo que se trata en realidad es que este equipo sigue sin saber defender si balón.

No sabe qué hacer cuando el rival quema cartuchos, adelanta líneas y cuelga pelotas.

No las sabe defender. Carece de agresividad en ataque (por eso falla las que falla ayer) y en defensa.

 Es incapaz de ganar balones divididos por todo el campo cuando el partido se torna áspero y en los momentos que hay que poner mucho más que el toquecito a dos metros.

Es un auténtico desastre y un disparate y la sensación que me embargaba ayer al final del choque es que se habían reído descaradamente en mi jeta sin ningún tipo de escrúpulos.       

Me da igual que estemos en la segunda jornada, que quede mucho y todas esas excusas de mal pagador que es posible que se escuchen estos días.

El Pontevedra CF si de verdad quiere subir; si de verdad es consciente de que no puede estar más en 2RFEF; si de verdad tiene vocación de volver al fútbol profesional, no puede dejar en ningún caso que le empaten un partido como el de ayer, en ningún caso.

No se lo merece la afición, o para que no se me acuse de hablar por otros, no se lo merecen aquellos que sintieron la misma vergüenza y desamparo que sentí yo al final del partido y que sé que no son pocos.

Esto no puede seguir así.

Es insostenible e intolerable.

No hay rumbo, repito, ni en el despacho más elevado, ni en los despachos intermedios, ni en el despacho del hombre sin sombra, ni en banquillo y desgraciadamente tampoco sobre el césped en el que no hay nadie que de un grito y ponga a todos firmes para que ridículos como el de ayer no se sigan repitiendo.

Estos puntos ya se han ido. Son puntos que eran nuestros, que jamás deberían haberse escapado y que nunca volverán.

Lo que sí permanece es el escarnio, el sentimiento de indignación e incluso de impotencia de ver como este equipo permite que le roben la cartera una vez más y se desgaje una parte más de su no sé si existente orgullo

Así no se va a ninguna parte.

Dejen todos (desde arriba hasta abajo) de reírse de la gente.  

   

      

lunes, 2 de septiembre de 2024

Victoria entre viejos vicios.

Vaya por delante que el que esto escribe es de esos que entiende que en el fútbol ganar es lo más importante (en realidad, casi lo único que importa).

De esos que si su equipo genera quince ocasiones de gol y las falla una tras otra para empatar a cero, al final se marcha para casa con un “cabreo” monumental y nulas ganas de ver más fútbol.

De esos, en definitiva, que salen del estadio o de cualquier otro lugar en el que ha visto el partido, más sereno y con más ganas de vivir si su equipo ha acabado ganando aunque haya dado una imagen lejana de la que en verdad piensa que debería ofrecer.

Claro que esas sensaciones más intensas y cercanas al partido que acaba de terminar duran lo que duran, unas horas en el caso de que se trate de un simple partido de Liga.

Después llegan las otras. Aquellas que se aposentan cuando los ecos del choque ya han cesado por completo y te inclinan a pensar si el camino que ese día ha recorrido el equipo es lo suficientemente sólido, al margen del resultado, para llegar a logar el objetivo final marcado a principios de temporada.

Ayer el Pontevedra ganó el primer partido de Liga en casa frente al Valladolid Promesas 1-0 y de penalti.

Y lo cierto es que esa frase, 1-0 y de penalti, viene al pelo de lo que realmente fue un encuentro en el que el equipo casi nunca se acabó de encontrar cómodo contra un rival asequible y acabó pidiendo la hora para que ya el primer día no acabase en gran chasco.

De entrada (al margen de la baja sorpresa que ya es tradicional en la gran parte de las convocatorias pontevedresas de los últimos tiempos y que en esta ocasión tuvo como protagonista a Fontán por unas molestias que casi nadie conocía) la ubicación de algún jugador decidida por Iago Iglesias ya llevó a parte del personal a una cierta perplejidad.

Mientras la portería y la defensa eran idénticas a las de la pasada campaña (con la sola novedad de Hector Hernández en el lateral izquierdo) y los “tres del medio” también eran los mismos, lo novedoso vino en los hombres encargados de jugar por bandas por delante de los laterales.

En la derecha actuó Chiqui.

Es cierto que en esta pretemporada, al menos en el Luis Otero contra el Lugo, esta prueba ya se realizó durante aproximadamente media hora de aquel partido.

También es verdad que no se usó esta variante en ningún momento de la temporada pasada.

Es Chiqui un jugador que aporta profundidad, desborde pero también ciertas dosis de desconcierto.

La Liga pasada, actuando a pierna cambiada, su acción favorita era la de tratar siempre de desbordar para ir perfilándose hacia adentro y tratar de disparar o centrar con su pierna “buena” que es la derecha.

Ayer, en cambio, jugando a pierna natural, gozó de las dos oportunidades más claras del primer tiempo que se fueron al limbo por querer acomodarse el esférico para chutar con la izquierda cuando en ambas acciones (una en la que recortó cuando no debía y ni tiró y otra en la que sí disparó) lo que procedía era “reventarla” con la derecha.

Sorpresa todavía mayor fue encontrarnos a Novo en la banda izquierda.

Evidentemente, al ex del Langreo hay que conocerlo mucho más todavía porque acaba de llegar pero quien más quien menos entiende que este futbolista ha desplegado siempre sus virtudes en una zona más centrada del campo en la que pueda explotar su visión de juego, pase y creatividad.

El caso es que con un Chiqui que seguía empeñado en meterse hacia adentro a pesar de ubicarse en la derecha y un Novo que a pesar de intentar cosas estaba semi desaparecido en la otra banda, el tapón que se formó por el medio no fue menor y el Valladolid Promesas (que con la salvedad de dos o tres jugadores) no era un equipo con demasiada envergadura y presencia sobre el césped no tenía demasiados problemas en abortar los intentos granates por crear peligro en ataque.

Yelko y Dalisson (a pesar de que este sí pudo en alguna ocasión sacar a relucir su calidad en el recorte) estaban bien vigilados y Samu (que no tuvo su mejor día) también encontraba por delante un mar de piernas en el que resultaba muy complicado flotar.

A todas estas cuestiones se unía otra que ya conocemos de la segunda vuelta pasada y que desgraciadamente volvió a aparecer ayer, un ritmo de juego lentísimo.

El líneas generales (a lo mejor potenciado por el escaso juego por las bandas y el atasco por el centro) el Pontevedra volvió a jugar a paso de tortuga en grandes fases del choque que ayer sí dio para ganar (1-0 y de penalti) pero que no será suficiente para salir de una vez por todas de esta categoría.

Jugar andando fue suficiente para sacar los 3 puntos en casa contra un equipo fogoso pero ingenuo como el Valladolid Promesas pero darse estos paseos en gran parte de los partidos no llegará para lo trascendente, lograr el ascenso.

Y no es excusa para ello que estemos en la primera jornada de Liga ni pretextos de “todo a cien” por el estilo.

El Pontevedra debería estar obligado (de hecho lo está) a dotar su juego al menos en alguna fase del partido de la velocidad, energía, agresividad y ritmo suficiente para crear problemas a su rival y eso no pasó en el debut liguero.

Aprovechando el escaso ritmo que imprimía el Pontevedra a su fútbol, el Valladolid avisó antes del descanso a través de un cabezazo que no acabó en gol por la extraordinaria intervención de Edu que rechazó la pelota a corner.

Debió gustarle la primera parte a Iago pues siguieron los mismos jugadores y en las mismas posiciones al comienzo del segundo tiempo.

Y pronto llegó el gol del triunfo.

No lo hizo a través del juego colectivo sino en una acción brillante de Dalisson que recortó con clase a un defensa que terminó por derribarle tan ingenua como claramente dentro del área de castigo.

A pesar de haber fallado una pena máxima en el Luis Otero, Rufo cogió el balón y lo introdujo en la portería vallisoletana con un disparo potente desde los 11 metros.

Y en ese momento, con 35 minutos todavía por jugar se vio otra vez ese viejo vicio del año pasado que resulta extremadamente desquiciante e indignante.

En vez de apretar siquiera unos minutos más para zarandear a un Valladolid muy joven con el objetivo de sentenciar el partido, apareció de nuevo el “gilijuego”.

No encuentro otra forma de llamar a esta actitud (claramente buscada y querida desde el banquillo) de olvidarse de la portería rival una vez conseguido el primer tanto.

Lo hemos visto demasiadas veces ya la Liga pasada (bastantes de ellas con funestas consecuencias en el marcador, especialmente fuera) para que ya esta temporada desde el principio se advierta que ese no es el camino.

A partir del gol, el Pontevedra llevaba el balón a banda en ataque y consciente y deliberadamente lo retrasaba poco a poco para que después de pasar por el medio campo, llegará a la defensa y finalmente al portero.

Daba igual que en varias de esas opciones nuestros futbolistas se encontrasen en ventaja de efectivos para penetrar y generar daño en área rival. Lo que se hizo fue retrasar el balón, tocar el mismo sin intención alguna y pasar de jugar de ritmo de veterano a hacerlo de jubilado y así se podrán ganar partidos pero en ningún caso se podrán lograr ascensos.

Fueron minutos incomprensibles, mimetizados con los de la segunda vuelta de la campaña anterior y que trajeron como consecuencia la misma que en el pasado, es decir, que un rival tocado y dispuesto a irse al suelo con decoro al siguiente golpe, se viera amnistiado y decidiese dar un paso adelante para contrarrestar la hospitalidad mal entendida de su anfitrión.

Pasaron más cosas además de esta forma de jugar rayana en lo inexplicable.

Salió Alex al campo por Novo y duró como exterior “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks” (Sabina dixit).

Ni un minuto después de su salida al campo, Héctor se rompía y el capitán se condenaba de nuevo al lateral, saliendo Xabi Dominguez al césped.

La lesión de Héctor Hernández (que parece seria y no precisamente para un par de jornadas) es un infortunio, está claro, pero no olvidemos que este futbolista de 33 años llevaba sin jugar toda la temporada 23/24, no por lesión, pero sí por no haber encontrado un equipo que colmase sus aspiraciones y volver a competir siempre es complicado.

Esta baja, sin duda, nos hace daño porque al no haber otro lateral izquierdo la alternativa más plausible es la de colocar ahí a un Alex que acabó muy “zurrado” la Liga pasada y que aporta mucho más en posiciones de ataque.

Otra opción sería la del canterano Marqués que actuó ahí en pretemporada aunque en el juvenil jugaba de extremo izquierdo.

Volviendo al partido de ayer, con un Valladolid cada vez más envalentonado por la incomprensible actitud de su rival, llegó otro vicio del pasado, sufrir a balón parado.

Por suerte, tras una serie de rebotes, el remate con el pié de un atacante (recordemos que al Pontevedra no hace falta rematarle de cabeza para crearle peligro en los corners) volvió a ser contestado con otra gran parada por Edu que evitaba tener que ir a toda prisa a romper los cristales de los extintores.

También es verdad que en ese lance del juego, el balón parado, el Pontevedra enseñó alguna jugada bien elaborada en ataque que acredita que se está trabajando en la estrategia para aprovechar, entre otras cosas, que jugamos con un central de 1,90.

Después de ese susto del corner, de que Xabi Dominguez no estuviera demasiado afortunado en alguna acción por la derecha y de que Carlos López fallara un gol cantado en el 88 para poner más trecho en el marcador, el partido llegaba a su fin con esta victoria que nos otorga los tres primeros puntos de la competición aunque la impresión hubiera sido que más que el primer partido de la Liga 24/25 se había visto otro más de la segunda vuelta de la 23/24.    

Ganar es lo más importante, sí. Pero sinceramente creo que con esta manera de jugar tan exasperantemente lenta, sin ninguna intención de ir a degüello a por el rival una vez le has hecho la primera herida seria, en resumen, sin aprender los que nos “mató” el año pasado, va a resultar muy complicado no volver a sufrir como en el pasado reciente.

Ojalá me equivoque aunque creo que al Pontevedra CF se le debe exigir mucho más de lo que enseñó ayer en el Estadio Municipal de Pasaron.

Ahora a Santiago.

Me da la impresión que para ganar allí (algo que ya no pudimos hacer hace unos meses) tendremos que poner bastante más sobre la hierba.