lunes, 2 de septiembre de 2024

Victoria entre viejos vicios.

Vaya por delante que el que esto escribe es de esos que entiende que en el fútbol ganar es lo más importante (en realidad, casi lo único que importa).

De esos que si su equipo genera quince ocasiones de gol y las falla una tras otra para empatar a cero, al final se marcha para casa con un “cabreo” monumental y nulas ganas de ver más fútbol.

De esos, en definitiva, que salen del estadio o de cualquier otro lugar en el que ha visto el partido, más sereno y con más ganas de vivir si su equipo ha acabado ganando aunque haya dado una imagen lejana de la que en verdad piensa que debería ofrecer.

Claro que esas sensaciones más intensas y cercanas al partido que acaba de terminar duran lo que duran, unas horas en el caso de que se trate de un simple partido de Liga.

Después llegan las otras. Aquellas que se aposentan cuando los ecos del choque ya han cesado por completo y te inclinan a pensar si el camino que ese día ha recorrido el equipo es lo suficientemente sólido, al margen del resultado, para llegar a logar el objetivo final marcado a principios de temporada.

Ayer el Pontevedra ganó el primer partido de Liga en casa frente al Valladolid Promesas 1-0 y de penalti.

Y lo cierto es que esa frase, 1-0 y de penalti, viene al pelo de lo que realmente fue un encuentro en el que el equipo casi nunca se acabó de encontrar cómodo contra un rival asequible y acabó pidiendo la hora para que ya el primer día no acabase en gran chasco.

De entrada (al margen de la baja sorpresa que ya es tradicional en la gran parte de las convocatorias pontevedresas de los últimos tiempos y que en esta ocasión tuvo como protagonista a Fontán por unas molestias que casi nadie conocía) la ubicación de algún jugador decidida por Iago Iglesias ya llevó a parte del personal a una cierta perplejidad.

Mientras la portería y la defensa eran idénticas a las de la pasada campaña (con la sola novedad de Hector Hernández en el lateral izquierdo) y los “tres del medio” también eran los mismos, lo novedoso vino en los hombres encargados de jugar por bandas por delante de los laterales.

En la derecha actuó Chiqui.

Es cierto que en esta pretemporada, al menos en el Luis Otero contra el Lugo, esta prueba ya se realizó durante aproximadamente media hora de aquel partido.

También es verdad que no se usó esta variante en ningún momento de la temporada pasada.

Es Chiqui un jugador que aporta profundidad, desborde pero también ciertas dosis de desconcierto.

La Liga pasada, actuando a pierna cambiada, su acción favorita era la de tratar siempre de desbordar para ir perfilándose hacia adentro y tratar de disparar o centrar con su pierna “buena” que es la derecha.

Ayer, en cambio, jugando a pierna natural, gozó de las dos oportunidades más claras del primer tiempo que se fueron al limbo por querer acomodarse el esférico para chutar con la izquierda cuando en ambas acciones (una en la que recortó cuando no debía y ni tiró y otra en la que sí disparó) lo que procedía era “reventarla” con la derecha.

Sorpresa todavía mayor fue encontrarnos a Novo en la banda izquierda.

Evidentemente, al ex del Langreo hay que conocerlo mucho más todavía porque acaba de llegar pero quien más quien menos entiende que este futbolista ha desplegado siempre sus virtudes en una zona más centrada del campo en la que pueda explotar su visión de juego, pase y creatividad.

El caso es que con un Chiqui que seguía empeñado en meterse hacia adentro a pesar de ubicarse en la derecha y un Novo que a pesar de intentar cosas estaba semi desaparecido en la otra banda, el tapón que se formó por el medio no fue menor y el Valladolid Promesas (que con la salvedad de dos o tres jugadores) no era un equipo con demasiada envergadura y presencia sobre el césped no tenía demasiados problemas en abortar los intentos granates por crear peligro en ataque.

Yelko y Dalisson (a pesar de que este sí pudo en alguna ocasión sacar a relucir su calidad en el recorte) estaban bien vigilados y Samu (que no tuvo su mejor día) también encontraba por delante un mar de piernas en el que resultaba muy complicado flotar.

A todas estas cuestiones se unía otra que ya conocemos de la segunda vuelta pasada y que desgraciadamente volvió a aparecer ayer, un ritmo de juego lentísimo.

El líneas generales (a lo mejor potenciado por el escaso juego por las bandas y el atasco por el centro) el Pontevedra volvió a jugar a paso de tortuga en grandes fases del choque que ayer sí dio para ganar (1-0 y de penalti) pero que no será suficiente para salir de una vez por todas de esta categoría.

Jugar andando fue suficiente para sacar los 3 puntos en casa contra un equipo fogoso pero ingenuo como el Valladolid Promesas pero darse estos paseos en gran parte de los partidos no llegará para lo trascendente, lograr el ascenso.

Y no es excusa para ello que estemos en la primera jornada de Liga ni pretextos de “todo a cien” por el estilo.

El Pontevedra debería estar obligado (de hecho lo está) a dotar su juego al menos en alguna fase del partido de la velocidad, energía, agresividad y ritmo suficiente para crear problemas a su rival y eso no pasó en el debut liguero.

Aprovechando el escaso ritmo que imprimía el Pontevedra a su fútbol, el Valladolid avisó antes del descanso a través de un cabezazo que no acabó en gol por la extraordinaria intervención de Edu que rechazó la pelota a corner.

Debió gustarle la primera parte a Iago pues siguieron los mismos jugadores y en las mismas posiciones al comienzo del segundo tiempo.

Y pronto llegó el gol del triunfo.

No lo hizo a través del juego colectivo sino en una acción brillante de Dalisson que recortó con clase a un defensa que terminó por derribarle tan ingenua como claramente dentro del área de castigo.

A pesar de haber fallado una pena máxima en el Luis Otero, Rufo cogió el balón y lo introdujo en la portería vallisoletana con un disparo potente desde los 11 metros.

Y en ese momento, con 35 minutos todavía por jugar se vio otra vez ese viejo vicio del año pasado que resulta extremadamente desquiciante e indignante.

En vez de apretar siquiera unos minutos más para zarandear a un Valladolid muy joven con el objetivo de sentenciar el partido, apareció de nuevo el “gilijuego”.

No encuentro otra forma de llamar a esta actitud (claramente buscada y querida desde el banquillo) de olvidarse de la portería rival una vez conseguido el primer tanto.

Lo hemos visto demasiadas veces ya la Liga pasada (bastantes de ellas con funestas consecuencias en el marcador, especialmente fuera) para que ya esta temporada desde el principio se advierta que ese no es el camino.

A partir del gol, el Pontevedra llevaba el balón a banda en ataque y consciente y deliberadamente lo retrasaba poco a poco para que después de pasar por el medio campo, llegará a la defensa y finalmente al portero.

Daba igual que en varias de esas opciones nuestros futbolistas se encontrasen en ventaja de efectivos para penetrar y generar daño en área rival. Lo que se hizo fue retrasar el balón, tocar el mismo sin intención alguna y pasar de jugar de ritmo de veterano a hacerlo de jubilado y así se podrán ganar partidos pero en ningún caso se podrán lograr ascensos.

Fueron minutos incomprensibles, mimetizados con los de la segunda vuelta de la campaña anterior y que trajeron como consecuencia la misma que en el pasado, es decir, que un rival tocado y dispuesto a irse al suelo con decoro al siguiente golpe, se viera amnistiado y decidiese dar un paso adelante para contrarrestar la hospitalidad mal entendida de su anfitrión.

Pasaron más cosas además de esta forma de jugar rayana en lo inexplicable.

Salió Alex al campo por Novo y duró como exterior “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks” (Sabina dixit).

Ni un minuto después de su salida al campo, Héctor se rompía y el capitán se condenaba de nuevo al lateral, saliendo Xabi Dominguez al césped.

La lesión de Héctor Hernández (que parece seria y no precisamente para un par de jornadas) es un infortunio, está claro, pero no olvidemos que este futbolista de 33 años llevaba sin jugar toda la temporada 23/24, no por lesión, pero sí por no haber encontrado un equipo que colmase sus aspiraciones y volver a competir siempre es complicado.

Esta baja, sin duda, nos hace daño porque al no haber otro lateral izquierdo la alternativa más plausible es la de colocar ahí a un Alex que acabó muy “zurrado” la Liga pasada y que aporta mucho más en posiciones de ataque.

Otra opción sería la del canterano Marqués que actuó ahí en pretemporada aunque en el juvenil jugaba de extremo izquierdo.

Volviendo al partido de ayer, con un Valladolid cada vez más envalentonado por la incomprensible actitud de su rival, llegó otro vicio del pasado, sufrir a balón parado.

Por suerte, tras una serie de rebotes, el remate con el pié de un atacante (recordemos que al Pontevedra no hace falta rematarle de cabeza para crearle peligro en los corners) volvió a ser contestado con otra gran parada por Edu que evitaba tener que ir a toda prisa a romper los cristales de los extintores.

También es verdad que en ese lance del juego, el balón parado, el Pontevedra enseñó alguna jugada bien elaborada en ataque que acredita que se está trabajando en la estrategia para aprovechar, entre otras cosas, que jugamos con un central de 1,90.

Después de ese susto del corner, de que Xabi Dominguez no estuviera demasiado afortunado en alguna acción por la derecha y de que Carlos López fallara un gol cantado en el 88 para poner más trecho en el marcador, el partido llegaba a su fin con esta victoria que nos otorga los tres primeros puntos de la competición aunque la impresión hubiera sido que más que el primer partido de la Liga 24/25 se había visto otro más de la segunda vuelta de la 23/24.    

Ganar es lo más importante, sí. Pero sinceramente creo que con esta manera de jugar tan exasperantemente lenta, sin ninguna intención de ir a degüello a por el rival una vez le has hecho la primera herida seria, en resumen, sin aprender los que nos “mató” el año pasado, va a resultar muy complicado no volver a sufrir como en el pasado reciente.

Ojalá me equivoque aunque creo que al Pontevedra CF se le debe exigir mucho más de lo que enseñó ayer en el Estadio Municipal de Pasaron.

Ahora a Santiago.

Me da la impresión que para ganar allí (algo que ya no pudimos hacer hace unos meses) tendremos que poner bastante más sobre la hierba.

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