Vaya por delante que el que esto escribe es de esos que entiende que en el fútbol ganar es lo más importante (en realidad, casi lo único que importa).
De esos que si su
equipo genera quince ocasiones de gol y las falla una tras otra para empatar a
cero, al final se marcha para casa con un “cabreo” monumental y nulas ganas de
ver más fútbol.
De esos, en definitiva,
que salen del estadio o de cualquier otro lugar en el que ha visto el partido,
más sereno y con más ganas de vivir si su equipo ha acabado ganando aunque haya
dado una imagen lejana de la que en verdad piensa que debería ofrecer.
Claro que esas
sensaciones más intensas y cercanas al partido que acaba de terminar duran lo
que duran, unas horas en el caso de que se trate de un simple partido de Liga.
Después llegan las
otras. Aquellas que se aposentan cuando los ecos del choque ya han cesado por
completo y te inclinan a pensar si el camino que ese día ha recorrido el equipo
es lo suficientemente sólido, al margen del resultado, para llegar a logar el
objetivo final marcado a principios de temporada.
Ayer el Pontevedra ganó
el primer partido de Liga en casa frente al Valladolid Promesas 1-0 y de
penalti.
Y lo cierto es que esa
frase, 1-0 y de penalti, viene al pelo de lo que realmente fue un encuentro en
el que el equipo casi nunca se acabó de encontrar cómodo contra un rival
asequible y acabó pidiendo la hora para que ya el primer día no acabase en gran
chasco.
De entrada (al margen
de la baja sorpresa que ya es tradicional en la gran parte de las convocatorias
pontevedresas de los últimos tiempos y que en esta ocasión tuvo como
protagonista a Fontán por unas molestias que casi nadie conocía) la ubicación
de algún jugador decidida por Iago Iglesias ya llevó a parte del personal a una
cierta perplejidad.
Mientras la portería y
la defensa eran idénticas a las de la pasada campaña (con la sola novedad de
Hector Hernández en el lateral izquierdo) y los “tres del medio” también eran
los mismos, lo novedoso vino en los hombres encargados de jugar por bandas por
delante de los laterales.
En la derecha actuó
Chiqui.
Es cierto que en esta
pretemporada, al menos en el Luis Otero contra el Lugo, esta prueba ya se
realizó durante aproximadamente media hora de aquel partido.
También es verdad que
no se usó esta variante en ningún momento de la temporada pasada.
Es Chiqui un jugador
que aporta profundidad, desborde pero también ciertas dosis de desconcierto.
La Liga pasada,
actuando a pierna cambiada, su acción favorita era la de tratar siempre de
desbordar para ir perfilándose hacia adentro y tratar de disparar o centrar con
su pierna “buena” que es la derecha.
Ayer, en cambio, jugando
a pierna natural, gozó de las dos oportunidades más claras del primer tiempo
que se fueron al limbo por querer acomodarse el esférico para chutar con la izquierda
cuando en ambas acciones (una en la que recortó cuando no debía y ni tiró y otra
en la que sí disparó) lo que procedía era “reventarla” con la derecha.
Sorpresa todavía mayor
fue encontrarnos a Novo en la banda izquierda.
Evidentemente, al ex
del Langreo hay que conocerlo mucho más todavía porque acaba de llegar pero
quien más quien menos entiende que este futbolista ha desplegado siempre sus
virtudes en una zona más centrada del campo en la que pueda explotar su visión
de juego, pase y creatividad.
El caso es que con un
Chiqui que seguía empeñado en meterse hacia adentro a pesar de ubicarse en la
derecha y un Novo que a pesar de intentar cosas estaba semi desaparecido en la
otra banda, el tapón que se formó por el medio no fue menor y el Valladolid
Promesas (que con la salvedad de dos o tres jugadores) no era un equipo con
demasiada envergadura y presencia sobre el césped no tenía demasiados problemas
en abortar los intentos granates por crear peligro en ataque.
Yelko y Dalisson (a
pesar de que este sí pudo en alguna ocasión sacar a relucir su calidad en el
recorte) estaban bien vigilados y Samu (que no tuvo su mejor día) también
encontraba por delante un mar de piernas en el que resultaba muy complicado flotar.
A todas estas
cuestiones se unía otra que ya conocemos de la segunda vuelta pasada y que
desgraciadamente volvió a aparecer ayer, un ritmo de juego lentísimo.
El líneas generales (a lo
mejor potenciado por el escaso juego por las bandas y el atasco por el centro)
el Pontevedra volvió a jugar a paso de tortuga en grandes fases del choque que
ayer sí dio para ganar (1-0 y de penalti) pero que no será suficiente para
salir de una vez por todas de esta categoría.
Jugar andando fue
suficiente para sacar los 3 puntos en casa contra un equipo fogoso pero ingenuo
como el Valladolid Promesas pero darse estos paseos en gran parte de los
partidos no llegará para lo trascendente, lograr el ascenso.
Y no es excusa para
ello que estemos en la primera jornada de Liga ni pretextos de “todo a cien”
por el estilo.
El Pontevedra debería
estar obligado (de hecho lo está) a dotar su juego al menos en alguna fase del
partido de la velocidad, energía, agresividad y ritmo suficiente para crear problemas
a su rival y eso no pasó en el debut liguero.
Aprovechando el escaso
ritmo que imprimía el Pontevedra a su fútbol, el Valladolid avisó antes del
descanso a través de un cabezazo que no acabó en gol por la extraordinaria
intervención de Edu que rechazó la pelota a corner.
Debió gustarle la
primera parte a Iago pues siguieron los mismos jugadores y en las mismas posiciones
al comienzo del segundo tiempo.
Y pronto llegó el gol
del triunfo.
No lo hizo a través del
juego colectivo sino en una acción brillante de Dalisson que recortó con clase
a un defensa que terminó por derribarle tan ingenua como claramente dentro del
área de castigo.
A pesar de haber
fallado una pena máxima en el Luis Otero, Rufo cogió el balón y lo introdujo en
la portería vallisoletana con un disparo potente desde los 11 metros.
Y en ese momento, con
35 minutos todavía por jugar se vio otra vez ese viejo vicio del año pasado que
resulta extremadamente desquiciante e indignante.
En vez de apretar
siquiera unos minutos más para zarandear a un Valladolid muy joven con el
objetivo de sentenciar el partido, apareció de nuevo el “gilijuego”.
No encuentro otra forma
de llamar a esta actitud (claramente buscada y querida desde el banquillo) de
olvidarse de la portería rival una vez conseguido el primer tanto.
Lo hemos visto demasiadas
veces ya la Liga pasada (bastantes de ellas con funestas consecuencias en el
marcador, especialmente fuera) para que ya esta temporada desde el principio se
advierta que ese no es el camino.
A partir del gol, el
Pontevedra llevaba el balón a banda en ataque y consciente y deliberadamente lo
retrasaba poco a poco para que después de pasar por el medio campo, llegará a
la defensa y finalmente al portero.
Daba igual que en
varias de esas opciones nuestros futbolistas se encontrasen en ventaja de efectivos
para penetrar y generar daño en área rival. Lo que se hizo fue retrasar el
balón, tocar el mismo sin intención alguna y pasar de jugar de ritmo de veterano
a hacerlo de jubilado y así se podrán ganar partidos pero en ningún caso se
podrán lograr ascensos.
Fueron minutos
incomprensibles, mimetizados con los de la segunda vuelta de la campaña
anterior y que trajeron como consecuencia la misma que en el pasado, es decir,
que un rival tocado y dispuesto a irse al suelo con decoro al siguiente golpe,
se viera amnistiado y decidiese dar un paso adelante para contrarrestar la
hospitalidad mal entendida de su anfitrión.
Pasaron más cosas
además de esta forma de jugar rayana en lo inexplicable.
Salió Alex al campo por
Novo y duró como exterior “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the
rocks” (Sabina dixit).
Ni un minuto después de
su salida al campo, Héctor se rompía y el capitán se condenaba de nuevo al
lateral, saliendo Xabi Dominguez al césped.
La lesión de Héctor
Hernández (que parece seria y no precisamente para un par de jornadas) es un
infortunio, está claro, pero no olvidemos que este futbolista de 33 años
llevaba sin jugar toda la temporada 23/24, no por lesión, pero sí por no haber
encontrado un equipo que colmase sus aspiraciones y volver a competir siempre
es complicado.
Esta baja, sin duda,
nos hace daño porque al no haber otro lateral izquierdo la alternativa más
plausible es la de colocar ahí a un Alex que acabó muy “zurrado” la Liga pasada
y que aporta mucho más en posiciones de ataque.
Otra opción sería la
del canterano Marqués que actuó ahí en pretemporada aunque en el juvenil jugaba
de extremo izquierdo.
Volviendo al partido de
ayer, con un Valladolid cada vez más envalentonado por la incomprensible
actitud de su rival, llegó otro vicio del pasado, sufrir a balón parado.
Por suerte, tras una
serie de rebotes, el remate con el pié de un atacante (recordemos que al
Pontevedra no hace falta rematarle de cabeza para crearle peligro en los
corners) volvió a ser contestado con otra gran parada por Edu que evitaba tener
que ir a toda prisa a romper los cristales de los extintores.
También es verdad que
en ese lance del juego, el balón parado, el Pontevedra enseñó alguna jugada
bien elaborada en ataque que acredita que se está trabajando en la estrategia
para aprovechar, entre otras cosas, que jugamos con un central de 1,90.
Después de ese susto
del corner, de que Xabi Dominguez no estuviera demasiado afortunado en alguna
acción por la derecha y de que Carlos López fallara un gol cantado en el 88
para poner más trecho en el marcador, el partido llegaba a su fin con esta
victoria que nos otorga los tres primeros puntos de la competición aunque la
impresión hubiera sido que más que el primer partido de la Liga 24/25 se había
visto otro más de la segunda vuelta de la 23/24.
Ganar es lo más
importante, sí. Pero sinceramente creo que con esta manera de jugar tan
exasperantemente lenta, sin ninguna intención de ir a degüello a por el rival
una vez le has hecho la primera herida seria, en resumen, sin aprender los que
nos “mató” el año pasado, va a resultar muy complicado no volver a sufrir como
en el pasado reciente.
Ojalá me equivoque
aunque creo que al Pontevedra CF se le debe exigir mucho más de lo que enseñó
ayer en el Estadio Municipal de Pasaron.
Ahora a Santiago.
Me da la impresión que
para ganar allí (algo que ya no pudimos hacer hace unos meses) tendremos que
poner bastante más sobre la hierba.
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