Escribo esta dolorosa columna, otra más en los últimos (y no tan últimos) tiempos, sin la intención de hacer extensivo lo que siento tras la parodia de ayer a lo que puedan pensar otros aficionados del Pontevedra CF.
Cada aficionado,
abonado o no, accionista o no, asiduo de Pasarón o no pero seguidor, en
definitiva, del Pontevedra CF tendrá su visión acerca de lo que sucedió ayer en
el estadio del Compostela.
Yo tengo la mía y tengo
también grabadas a fuego las sensaciones desagradables que me hizo experimentar
mi equipo, al que veo cada vez más parecido a un “meme” sin demasiada gracia y
dejado de la más absoluta mano de Dios.
A la deriva, sin
timonel en los despachos, en el banquillo y en el césped, deteriorando cada vez
más una imagen que otrora fue señera y ahora se debate entre lo esperpéntico y lo
ridículo.
Disputó el Pontevedra
en el día de ayer unos 20 primeros minutos en los que pareció que volvía el
conjunto de la primera vuelta de la pasada Liga.
Pasó por encima de su
rival, llegó con fluidez al área contraria y concretó dos de las tres o cuatro ocasiones
que generó en ese corto periodo de tiempo.
Protagonizó, en suma,
un inicio de partido a la altura de lo que se espera de un equipo que no pinta
nada ( o eso creía yo aunque cada vez tengo más dudas) en 2RFEF y que debe
tener como único e insoslayable objetivo quedar primero para dejar de faltarle
al respeto a su historia, a su escudo y a su afición.
El resto de la primera
parte no fue tampoco nada mala. No se llegaba con tanta fluidez pero se tocaba
el balón con inteligencia para que el Compostela corriera tras él sin orden ni
concierto y desgastara sus fuerzas persiguiendo sombras.
Nada auguraba en ese momento
lo que pasaría después porque un rival que ya no contaba en su convocatoria con
el ariete fichado en verano, veía como el otro “9” se rompía en el 43 y otro
jugador importante también se lesionaba minutos antes.
La segunda parte empezó
casi como la primera, es decir, con solo un equipo sobre el terreno de juego
que llegaba y llegaba, especialmente por la autopista que encontraba
continuamente por su banda derecha ofensiva y que seguía sin encontrar
oposición real en el equipo capitalino.
Sin embargo, ese “casi”
utilizado al comienzo del anterior párrafo adquiría cada vez más importancia a
medida que transcurría el segundo tiempo.
La gran diferencia
existente con relación al primer tiempo es que esas llegadas nítidas y claras
del Pontevedra no se traducían en contundencia, eficacia y diligencia a la hora
del remate sino en constantes fuegos de artificio al concluir las jugadas con
una inocencia impropia de un equipo que se supone (es mucho suponer) está hecho
para el ascenso.
No se puede gozar de 6
o 7 ocasiones y llegadas tan expeditas en los primeros 15 minutos del segundo
tiempo y no convertir ninguna. Sencillamente, no se puede si lo que se pretende
es salir de una vez por todas de esta categoría.
Dalisson tres o cuatro
veces, Chiqui, Novo… todas marradas, todas terminadas de manera ingenua… y fue
en ese momento cuando el que esto escribe empezó a torcer el gesto.
Llegó otra fase del
juego en la que la exuberancia ofensiva del Pontevedra se frenó pero en el que
todavía no pasaba gran cosa. El Compostela aún no se lo creía y el Pontevedra
no había iniciado su “hara kiri”.
Llegaron los primeros
cambios granates y con ellos otra demostración palpable de los errores
reiterados y negligentes de la nula dirección deportiva de la entidad.
Xabi Domínguez (que ya
estuvo gris frente al Valladolid) fue colocado en la izquierda en lugar de un
Novo que había alternado ambas bandas (aún sin ser un jugador para acostarse en
ninguna de ellas). La diferencia entre ambos fue enorme.
Mi mayor decepción
llegó con el otro integrante del doble cambio, Carlos López.
Salió el de Ares por un
Rufo que hizo un gol y que se mató a correr y pelear contra la defensa
santiaguesa.
Sostengo desde hace
tiempo que el Pontevedra necesita apostar por la llegada de un delantero joven
y con categoría que otorgue mayores opciones ofensivas al equipo a lo largo de
la temporada.
Ahora, si hay una forma
de luchar contra esa idea, de reivindicarse en el terreno de juego, es correr,
pelear y por supuesto marcar que es lo que ha hecho Rufo en estos dos partidos.
Y lo contrario a ello
es salir al campo y no dejarse la vida detrás de cada balón (tengas acierto o
no) y no ayudes a oxigenar a tu equipo que afrontaba el tramo final del
partido.
Eso es lo que no hizo
ayer Carlos López al que me he cansado de defender en este blog pero cuya
actuación me causó la más profunda de las decepciones.
No, nos confundamos.
De la debacle que
llegaría a continuación no es más culpable Carlos que los demás porque para que
ocurran catástrofes futbolísticas deben fallar muchas cosas en el aspecto
colectivo y además, como desgraciadamente sabemos, no es ni la primera ni la
segunda vez.
Si pongo de manifiesto
la muy mala actuación de Carlos López o Xabi o la igualmente intrascendente
labor de Fontán y de Cambil que salieron después, es para poner de manifiesto
que esta plantilla ni es más larga que la de la temporada pasada ( por mucho
que Presidenta y entrenador se hayan llenado la boca hablando de profundidad de
banquillo y “doblaje” de posiciones”) ni creo que tenga la misma calidad.
No olvidemos en ningún
caso que el Pontevedra cuenta de manera increíble, intolerable e indignante con
una ficha senior libre y ha dejado cuatro sub 23 sin ocupar.
Que ayer Fontán,
lateral derecho clásico, salió para jugar por delante de Garay (Bastos bis);
que Xabi Dominguez es el primer recambio tanto para la banda derecha como para
la izquierda y que además Novo está teniendo que salir de titular acostado en
alguna banda cuando la zona en la que más puede brillar no es en ningún caso
esa.
Y por supuesto que ya
en la segunda jornada Alex está jugando de lateral por obligación en un error
que ya por reincidente no sé si lleva más a la risa que al llanto.
Pero volvamos al campo
y a la vergüenza que al menos a este atribulado bloguero le hizo sentir su equipo
a lo largo del último cuarto de hora.
Recordemos de nuevo en primer
lugar que el Compos no podía contar con Cinta, perdió a Barreiro antes del
descanso y a un par de jugadores más por lesión a lo largo del partido.
Todo ello no impidió
que al borde del 75, un balón colgado hacia la zona izquierda de nuestra defensa
no fuera despejado como tendría que haber sido y un jugador local se anticipara
de cabeza dirigiendo el balón hacia nuestro área; que Alex rompiera el fuera de
juego al estar algún metro más atrasado que el resto de defensas y propiciara
que el único punta que le quedaba al Compostela pudiera recibir habilitado; que
nuestros dos centrales, especialmente Mario, que veían la jugada de cara
estuvieran más lentos que el caballo del malo en un western para llegar a
corregir el desbarajuste colectivo y que luego llegara el remate que acortaba
distancias.
Hay más, por supuesto.
A partir de ese momento
el Pontevedra CF entra en pánico, shock, catalepsia grupal o como se le quiera
llamar aunque yo prefiero denominarlo ausencia completa de personalidad sobre
la hierba.
Nos olvidamos de tocar
la pelota, de tratar de defendernos con ella pues no sabemos hacerlo sin ella,
de demostrar a la gente que los vodeviles de la Liga pasada habían terminado,
en definitiva, nos olvidamos otra vez de la camiseta que llevamos, del objetivo
que tenemos y de que no se puede hacer más el ridículo por los diferentes
campos de España.
Sin llegada ya en
ataque, sin esa pausa para mover el balón, todo quedaba a expensas de que el
rival que se limitaba a bombear pelotas mal defendidas en todos los casos por
el Pontevedra, no acertará con algún remate para amargarnos el día.
Sobre el 90, el autor
del primer gol, e insisto, único delantero que le quedaba al Compostela no
puede aguantar los calambres y deja a su equipo con 10 al haber efectuado los 5
cambios con anterioridad.
Ni así.
La jugada del empate a
dos pone de manifiesto por enésima vez que este equipo solo tiene un plan. Solo
sabe mover la pelota, algunas veces con más velocidad otras con menos, y no
tiene la menor idea de cómo resguardarse en aquellos momentos en los que a lo
largo de una Liga llegan “temporales” más o menos virulentos alrededor de su
área.
Primero Edu echa el
balón fuera pensando que el Compostela lo devolvería en la penúltima acción del
partido. Si el Compostela decide pasarse por el arco del triunfo la elegancia
de devolver esa pelota no es cosa nuestra. Lo nuestro es utilizar la cabeza y
saber que a esas alturas la caballerosidad iba a brillar por su ausencia.
Después se deja
progresar a un jugador, se le deja centrar al segundo palo, no se defiende esa
zona y se les deja efectuar una dejada de cabeza y luego se permite que haya un
futbolista solo para conectar ese disparo que nos enviaba directamente a la
lona.
No es ya, por tanto, un
problema individual de este o aquel.
De lo que se trata en
realidad es que este equipo sigue sin saber defender si balón.
No sabe qué hacer
cuando el rival quema cartuchos, adelanta líneas y cuelga pelotas.
No las sabe defender. Carece
de agresividad en ataque (por eso falla las que falla ayer) y en defensa.
Es incapaz de ganar balones divididos por todo
el campo cuando el partido se torna áspero y en los momentos que hay que poner
mucho más que el toquecito a dos metros.
Es un auténtico
desastre y un disparate y la sensación que me embargaba ayer al final del
choque es que se habían reído descaradamente en mi jeta sin ningún tipo de
escrúpulos.
Me da igual que estemos
en la segunda jornada, que quede mucho y todas esas excusas de mal pagador que
es posible que se escuchen estos días.
El Pontevedra CF si de
verdad quiere subir; si de verdad es consciente de que no puede estar más en
2RFEF; si de verdad tiene vocación de volver al fútbol profesional, no puede
dejar en ningún caso que le empaten un partido como el de ayer, en ningún caso.
No se lo merece la
afición, o para que no se me acuse de hablar por otros, no se lo merecen
aquellos que sintieron la misma vergüenza y desamparo que sentí yo al final del
partido y que sé que no son pocos.
Esto no puede seguir
así.
Es insostenible e
intolerable.
No hay rumbo, repito,
ni en el despacho más elevado, ni en los despachos intermedios, ni en el despacho
del hombre sin sombra, ni en banquillo y desgraciadamente tampoco sobre el
césped en el que no hay nadie que de un grito y ponga a todos firmes para que
ridículos como el de ayer no se sigan repitiendo.
Estos puntos ya se han
ido. Son puntos que eran nuestros, que jamás deberían haberse escapado y que
nunca volverán.
Lo que sí permanece es
el escarnio, el sentimiento de indignación e incluso de impotencia de ver como
este equipo permite que le roben la cartera una vez más y se desgaje una parte
más de su no sé si existente orgullo
Así no se va a ninguna
parte.
Dejen todos (desde
arriba hasta abajo) de reírse de la gente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario