A veces, escribiendo en mi blog, confieso detalles de mi vida que no dudo sería mejor que se quedasen guardados en ese cajón situado al fondo del cerebro, cerrado bajo veinte llaves.
El caso es que hace
muchos años, muchos la verdad, me puse a ver con mi siempre añorada abuela
materna una telenovela venezolana titulada Cristal.
Con esa capacidad cuasi
infinita que otorga la juventud, trufada ella con mi inveterada manía de antaño
de embarcarme en aventuras de amor platónico con la primera actriz o cantante
que me llamase algo la atención, me encandilé de Jeanette Rodríguez y todas las
desventuras vividas por su personaje llamado Cristina Expósito, luego bautizada
como Cristal una vez llegaron los éxitos en la pasarela.
Su enamoramiento de
Luis Alfredo siempre amenazado por la intrigante mujer de este llamada Victoria
que en realidad, aunque no lo sabía, era la madre de la propia Cristal y todas
esas circunstancias adyacentes que se dan en los culebrones como el embarazo de
la pobre Inocencia o la paternidad de un sacerdote carcomido por los avatares
de su vida...
Veías un capítulo y ya
podías estar doce o catorce más sin ver la novela que cuando la retomabas te
enganchabas casi en el mismo momento de la “trama” pues casi nunca pasaba nada
y si pasaba lo hacía a velocidad de tortuga.
Mi bobalicón enamoramiento
de Jeanete Rodríguez que duraría hasta el mismo instante en que la vi presentando
el mismo programa en el que Jesús Gil aparecía en bañador metido en un jacuzzi
con varias “marichicho”, (traumático fin, sin duda, para una historia de amor
vivida intensamente en silencio dentro de mi atribulada cabeza), todavía
crecería más cuando la vi en otra telenovela entre cuyos creadores se hallaba
el mismísimo Boris Izaguirre.
Se trataba de “La dama
de Rosa” en la que una muy joven Gabriela Suárez quedaba prendada del
acaudalado y atractivo Tito Clemente (encarnado al igual que Luis Alfredo por
aquel actor, que un día también quiso ser cantante, llamado Carlos Mata, lo que
dotaba de más sensación de inmovilidad, de repetición en bucle a todo lo que
pasaba en cada episodio).
El caso es que la joven
Suárez, enamorada inocente y profundamente de su galán, terminaba por una serie
de circunstancias ajenas a ella metida en la cárcel en la que se pasaría un
buen puñado de años.
Ya fuera de prisión, con un cambio
de color de pelo y lentillas en los ojos, resurgía como la gran Emperatriz
Ferrer y se adentraba en la vida de Tito Clemente para conseguir su venganza
pues estaba convencida, erróneamente,
que él era el culpable de sus desgracias.
Otra vez episodios a
cámara lenta, otra vez frases repetidas y la sensación de que no pasaba gran
cosa aunque a veces pasasen.
Episodios parecidos,
bucles incesantes pero Jeanete compensando todo delante de las cámaras.
El Pontevedra CF lleva
desde el mes de Diciembre de 2023 pareciéndose mucho más a un culebrón
venezolano de finales de los 80 que a un equipo de fútbol fuerte, serio,
autoritario y dominante en una categoría en la que debería por obligación sacar
a la luz todas esas cualidades.
La primera parte del
partido de ayer fue la misma primera parte que tantas y tantas otras en las que
lo único que se impone es el bostezo, en el que se juega a ritmo de tortuga
con reuma, en la que se desespera a la gente con gambeteos incesantes, con
giros más propios del salto de trampolín pero sin agua, en la que apenas se
tira a portería (dos remates en el mismo minuto, el segundo a la salida del córner
propiciado por el primero). En el que no se ve ni un solo ápice de mejora en
un conjunto que volvió a jugar con 10 futbolistas del año pasado más Iago Novo, que nada está demostrando pero al que tampoco creo beneficia en nada tirarse
muchos minutos acostado en una banda derecha que el Pontevedra (salvo cuando
recurre a Dalisson) tiene completamente inutilizada.
Fue otra vez una
primera parte insoportable, lenta, tediosa y desesperante en la que Cristal o
Gabriela Suárez se pasaban minutos y minutos viendo a Luis Alfredo o Tito
Clemente en planos cortos mientras ambos se confesaban de manera interminable
su amor imposible por las circunstancias.
Insisto, la primera
parte no tiene perdón de Dios, se repite con demasiada asiduidad y echa
literalmente a la gente de las gradas.
Ni siquiera el hecho de
haber ganado hace 7 días fuera de casa manteniendo la portería a 0 ( no se
lograba desde Enero) propició que se diera continuidad al “once”.
En este caso Yelko
volvió para dar banquillo a Cambil y el que apareció en ataque fue Carlos en
lugar de Rufo.
Si con eso se intentó
dotar de algo más al equipo, ni se consiguió ni se atisbó por donde iban los
tiros.
La segunda parte fue
algo mejor, claro. Faltaría más.
Incluso en los
culebrones citados existen episodios donde pasan cosas. La entrada en la cárcel
de Gabriela; el descubrimiento impactante de Victoria de su maternidad respecto
a Cristal.
Era imposible jugar más
lento que en los primeros 45 minutos. Por un mínimo de vergüenza profesional
había que hacer algo más tras el descanso. Y algo más se hizo.
Se crearon ocasiones
suficientes para ganar que fueron falladas desesperantemente por los delanteros
y por los que no son delanteros.
Se produjeron dos
jugadas muy polémicas en las que desde la grada pareció que se habían cometido
dos penaltis que un árbitro muy pagado de sí mismo, muy estiloso en sus “correres”
y gestualidad pero tan malo como la 2RFEF, decidió no pitar.
A cambio, en la única
jugada que el Marino (que jamás había ganado aquí, otro éxito de la gestión
Murillo) pasó de medio camponi estuvimos atentos, ni coordinados, ni serios y encajamos un gol
evitable que nos llevaría en última instancia a una derrota humillante.
Se sacaron multitud de
saques de esquina y no se remató prácticamente ninguno (ya sabemos que habría
pasado si fuera al revés).
Con un resultado que no
era el que se quería se decide quitar a un delantero (por desacertado que
estuviera ante el gol) por un hombre de banda con lo que los minutos en los que
los dos únicos puntas que tiene el equipo jugaron juntos fueron escasos en un
partido en casa ante un rival asequible al que no se estaba ganando.
Alex volvió a ser la
mejor solución ofensiva aún a pesar de tener que arrancar 25 o 30 metros más atrás
de lo recomendable por tener que estar en el lateral.
Lo mismo de siempre, lo
mismo pero además con ese 0-1 lamentable en el marcador ante un rival que no
acababa de creerse que estaba ganando en el campo de Pasarón.
Indefendible, intolerable
y además con esa sensación recorriendo el ambiente de que no se mejora nada.
Que el equipo juega cada vez el mismo partido. Que se hace aguas atrás, que se
falla demasiado delante, que no hay agresividad, que no hay ritmo alto de
juego, que no hay nada de nada.
Esa sensación de
culebrón venezolano que el equipo ofrece en el campo raya ya lo kafkiano en
rueda de prensa.
Es que escuchando a
Iago ayer al que esto escribe se le caía el alma a los pies.
Que si el Marino jugó
muy atrás cuando no suele hacerlo y eso es “mérito” nuestro que hacemos cambiar
a los equipos rivales; que si tenemos margen de mejora; que sí no hacemos “el
otro fútbol”; que si el rival había perdido mucho tiempo (mi sensación no fue
esa); que sí queremos crecer cada semana.
Lo de siempre. Palabras,
palabras y palabras que luego casi nunca se reflejan sobre el terreno de juego.
El Pontevedra CF no
debe perder nunca un partido como el de ayer.
El Pontevedra CF no
puede “entregar” de manera lastimosa una primera parte en la que se limitó a
andar por el césped y luego estar luchando contra el reloj en la segunda parte.
Que ya se ganó al
Fabril aquí de milagro y en la última jugada.
Que no.
Que no se puede seguir
así.
Que es una vergüenza que
el equipo tenga una ficha senior libre.
Que es una vergüenza que
una vez más los sub 23, todos, parecen estar de relleno y no aporten minutos de
calidad.
Que es una vergüenza que
dos de los fichajes estén en el dique seco desde el comienzo de Liga (por
cierto, me gustaría saber si en lo de Fontán tiene algo que ver haber jugado
los 90 minutos contra el Depor con solo 5 días de pretemporada).
Que es una vergüenza que
tengamos peor plantilla que la del año pasado.
Que es una vergüenza que
en las ruedas de prensa del entrenador ni haya autocrítica casi nunca ni se
diga que perder ayer no es de recibo.
Que es una vergüenza que
ni la Presidenta, ni el coordinador técnico (o como se llame el cargo de
Maestre), ni el secretario técnico (o como se llame el de Charles) ni el “hombre
en la sombra” que siempre se marcha para nunca irse, salgan en días como el de
ayer a pedir disculpas, a decir que esto no puede seguir así y que el
Pontevedra, por mucha tranquilidad que digan que se respira, no puede seguir
arrastrándose de esta forma.
En las telenovelas que
he citado en esta columna siempre hay un final feliz.
Cristal acaba feliz con Luis Alfredo;
Emperatriz Ferrer vuelve a convertirse en Gabriela Súarez y se casa con su
queridísimo Tito Clemente una vez desenredada la madeja de sus desencuentros.
Acaba bien Topacio,
Rubí, Betty la fea etc etc.
El Pontevedra no va a
acabar bien de esta forma.
La gestión desde arriba
cada vez es más calamitosa, más desapegada de la realidad, más contraria a los
intereses deportivos de una entidad que va camino de ser uno más nada menos que
en 2RFEF.
Aquí no hay un
guionista como Delia Fiallo o Boris Izaguirre que diseñan su historia para que
los protagonistas acaben felices y comiendo perdices.
Aquí el dueño de la
serie, el productor, el guionista, el director y los protagonistas van camino
de estrellarse una temporada más.
Estamos en Octubre, a
tiempo de rectificar aunque con las lagunas y cortedad de la plantilla no será
fácil.
A pesar de ello,
mantenemos el rumbo.
Aquí no pasa nada y si
pasa se le saluda.
El Numancia con 6 de
ventaja y subiendo pero da igual.
"Estamos en
construcción", nos sobran jugadores por eso dejamos plazas vacías y toda va
genial entre suspiros de calma, de tranquilidad y de suficiencia.
Patético.
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