No hay muestra más fidedigna de
lo vergonzosa que está siendo la temporada del Pontevedra CF que los elogios
que se han vertido hacia el mediocre y desesperante juego que el equipo volvió
a desempeñar en el campo del Fabril Deportivo.
En el fondo es normal.
Han sido tantos los ridículos,
tantos los esperpentos indignos que esta campaña hemos tenido que soportar, que
ver al equipo jugar una primera parte correcta y más o menos seria el pasado
Sábado nos parece ya algo digno de reseñar e incluso de destacar.
Lo cierto, no obstante, es que el Pontevedra volvió a ser un conjunto
completamente romo en ataque que disfrutó tan solo de una clara ocasión
dilapidada por Marcos Alvarez en el minuto 3 de encuentro y que no volvió a
aparecer con peligro real ante la portería rival hasta el minuto 89 en una
acción aislada mandada al limbo incomprensiblemente por Adrián Mouriño.
¿Qué a lo largo de la primera
mitad se contuvo en defensa a un Fabril por otra parte no demasiado agobiado
sabedor de que su rival acabaría por equivocarse más pronto que tarde?. Pues
sí.
¿Qué no se fue inferior? También.
¿Qué eso justifica una nueva
segunda parte intolerable, humillante y más propia de un equipo ya sentenciado
que de otro rebelde ante sus circunstancias y con ganas de evitar el desastre?
Por supuesto que no.
El Pontevedra fue tras el
descanso y particularmente tras encajar el gol en los primeros minutos del
segundo tiempo una auténtica caricatura de equipo, una especie de “banda” en la
que daba verdadera vergüenza observar como un par de juveniles sin experiencia
y con muchas limitaciones achicaban agua por todas partes a base de continuas
carreras mientras que los consagrados (sorprendentemente rehabilitados algunos
de ellos para la causa en otro “bandazo” inexplicable del cuerpo técnico)
pululaban por el césped como noqueados por el tanto deportivista e incapaces de
justificar una vez más el privilegio de portar la camiseta granate.
Y a esa sensación de pérdida
total de rumbo del equipo en la segunda mitad que ya se pudo apreciar
desgraciadamente frente a la Ponferradina se unió un cuerpo técnico cada vez
más desnortado, confuso y con menos capacidad de reacción.
Esa confusión de Luismi no sólo
se manifiesta en los cambios de timón contradictorios que en estas dos últimas
semanas ha experimentado con respecto a dos o tres jugadores (o están por la
labor o no lo están pero lo que está claro es que si lo están lo estarán
siempre o nunca) sino también por su nula capacidad de reacción enseñada el
Sábado en A Coruña.
Resulta absolutamente
incomprensible que encajando el gol en el 55 no se efectúe el primer cambio
hasta más de un cuarto de hora después y por obligación debido a los problemas
físicos de Kevin. Y más espeluznante resulta que los dos últimos cambios no se
produzcan hasta el minuto 81 cuando el Pontevedra ya se manejaba a esas alturas
más como un boxeador noqueado que como un competidor digno.
Si a estas alturas de competición
Prosi o Añón están para competir 81 minutos y Alex González 9 y Alex Fernández
0 es que el único loco es el que esto escribe y el resto es el que está
amparado por la cordura.
Que todos nuestros rivales a
excepción de la Segoviana hayan ganado sus partidos (alguno de forma totalmente
inesperada) no hace sino aumentar la sensación de que la “cosa” no tiene
remedio y que uno de los descensos más humillantes (quizá el que más) de la
historia de esta institución es solo cuestión de unas semanas.
Y ello no precisamente por esas
victorias de los otros equipos sino por la penosa y lamentable singladura de nuestro
Pontevedra CF que provoca que sea de auténtica ciencia ficción creer en la
posibilidad de obtener la victoria en cinco de los siete encuentros restantes.
Eso sí.
Que nadie se preocupe. Que nadie
se altere. Que nadie se disguste. Que nadie ose venirse abajo.
¿La razón?
SOMOS FINALISTAS DE LA COPA
GARRAF… COPA FEDERACION
Estamos ante la oportunidad
histórica de lograr nuestra segunda “orejona”
(¿CÓMO?, ¿no se acuerdan de que ya tenemos una?) que vendría acompañada
de unos suculentos 90. 000 € que le servirán al Consejo de Administración (al
que supongo emocionado y sin dormir ante la final con el Onteniente) entre
otros menesteres para pagar los bocadillos del año que viene en los
desplazamientos a jugar contra el Silva, el Villalbés, el Choco y quien sabe si
contra el mítico Bande.
Como primer paso para preparar
esta final histórica, el partido de Liga frente al Talavera se jugará el
próximo Jueves Santo. Hay que descansar y mucho para afrontar el trascendental
partido de ida y que menos que seis días para concentrarse y poner los cinco
sentidos en esta cita que empalidece sin duda alguna el resto del palmarés
acumulado por el club.
¿El Jueves? Pues nada. Si se gana
bien y si no, no pasa nada. ¿Cree alguno de ustedes que si de verdad importara
no se hubiera aceptado la dimisión del anterior técnico precisamente en
Talavera, día en el que acusó a sus jugadores de falta de ganas y se declaró
sin fuerzas para seguir? ¿Cree que si de verdad importara no se hubiera traído
un entrenador que tratara de poner orden de verdad en ese vestuario y aportar
sus conocimientos o por lo menos no se hubiera revestido de autoridad al
técnico actual con un acto de presentación oficial en el club como Dios manda?
¿Cree que si de verdad importara no se hubiera completado un mercado de
invierno a la altura de esta institución y no el disparate que realmente se
efectuó?
Lo siento. Pero me imagino a
gente celebrando dentro de dos semanas en Pasarón la consecución de este título
cuando el descenso es posible que ya sea incluso virtual y no puedo sino volver
a preguntarme hasta adónde habremos llegado para que la imagen y la exigencia
de este Pontevedra pueda caer a límites tan lastimosamente bajos.
Luismi está totalmente perdido y es incapaz de reconducir la situación.que a estas horas siga al frente del equipo a pesar de sumar 2 puntos de 15 posibles es inexplicable,salvo que la directiva ya haya arrojado la toalla y se resigne al descenso.
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