martes, 29 de octubre de 2019

De interinidades eternas, personalidades múltiples y una remontada anhelada.

Mas de 1.400 días. Sí, más de 1.400 días uno detrás de otro han tenido que pasar para que el Pontevedra CF volviera a remontar el resultado de un encuentro jugado fuera de casa.

Desde que aquella lejana tarde de Diciembre de 2015 los goles de Campillo, Queijeiro y Kevin Presa contrarrestaran el inicial tanto del Valladolid B en los Anexos de Zorrilla, el Pontevedra no había vuelto a ser capaz de voltear un marcador instalado lejos de Pasarón.

Y lo hizo de esa manera tan extraña e incluso  absurda que ya se está volviendo casi costumbre esta temporada sobre todo a domicilio: haciendo una primera parte muy mala y subiendo el nivel en una segunda en la que acabó por ser muy superior a su rival en los últimos 20 minutos.

Hace ya mucho tiempo que en este mismo blog, a cuenta de los malos resultados que el Pontevedra cosechaba fuera, se describía la situación del equipo como la de ese personaje literario llamado Dr. Jekill que descubría una pócima secreta que le convertía en el abominable Mr. Hyde que se divertía sembrando el pánico por las calles oscuras de Londres.

En esa época (que se va superando poco a poco, es cierto) el Pontevedra adoptaba en casa la flemática pose del amable Doctor; elegante, serio y efectivo que sacaba adelante su trabajo con eficiencia y buenos resultados.
Por contra, cada vez que el autobús granate rebasaba los límites de la ciudad, esa imagen correcta y ponderada se iba a tornando a medida que se consumían los kilómetros en la desaliñada, anárquica y cada vez más terrible del Dr. Hyde hasta empezar el encuentro de turno en el que el equipo era incapaz de dar una a derechas y terminaba perdiendo la mayoría de las veces.

En esta temporada 19/20 quizá estemos asistiendo a una segunda versión de dicha obra en la que la terrible conversión no se produce cada vez que salimos fuera sino en el propio vestuario del Estadio en el que en pocos minutos saldremos a jugar.
Es como si esa pócima hubiera acelerado sus efectos y transformara al Pontevedra CF en las primeras partes en un conjunto ramplón, muy inseguro atrás e incapaz de generar demasiado juego ofensivo. 
No obstante, los efectos de la pócima parecen más cortos en el tiempo que en la primera versión de la obra y por lo general se diluyen en el momento de saltar al campo tras el descanso lo que provoca que el equipo en esas segundas partes ya se parezca a ese conjunto más fuerte que nos habían vendido.

Es verdad que dada la absoluta dejación de funciones que la ingesta del brebaje conlleva en la mayoría de las ocasiones la derrota ya resulta inevitable dadas las facilidades otorgadas pero en días como el pasado Sábado no resultó así y se pudo lograr esa remontada que necesitaba el Pontevedra como el comer.

Y es que el partido en su primera mitad volvió a resultar decepcionante. 
El primer susto nos lo llevamos ya en el calentamiento con la lesión de Nacho y el segundo con el clásico regalo del minuto 1 que esta vez no fue aprovechado por el rival que envió la pelota fuera (obsequio, por cierto, que no pudimos ver los espectadores de la televisión debido a que la tvg no tuvo a bien conectar hasta bien entrado el segundo minuto de partido).  

Después es cierto que no se dieron tantas facilidades atrás como en el campo del Castilla o en Ferrol pero el error siempre acaba llegando y casi siempre por el mismo lado. 
Es verdad que en la jugada del gol vigués, Bueso ya estaba roto y no pudo llegar al remate de Apeh pero también es cierto que ese centro desde la izquierda llega por una permisividad excesiva por nuestra parte en defensa.

En ataque? Casi nada. Un remate de cabeza alto de Bustos y poco más.

Ya sin los efectos del brebaje victoriano se inició la segunda parte y lo cierto es que a este atribulado bloguero no pudo recordarle más a la disputada en Valdevebas hace algunas semanas.

Sin demasiadas alharacas, el Pontevedra sí pareció desde el principio tener algo más de intención con la pelota, luego al igual que en Madrid (en aquella ocasión la pelota fue al larguero) el rival cuenta con una "contra" de manual que acaba con un paradón de Edu Sousa (muy valiosa dado lo que pasó después) que evita que nos vayamos a la lona.

Y a partir de ahí todo lo que sucedió en el encuentro nos vino cada vez mejor. 
Desde la lesión de Yeboah que estaba haciendo daño y que podría haber dado mucho trabajo a Figueroa en banda derecha, pasando por la intolerable actitud del tal Manolito Apeh que debió ser expulsado hasta en dos ocasiones y que para evitar tentar la suerte una vez más fue relevado por su entrenador dejando a su equipo huérfano en ataque  y, sobre todo, por un manejo de balón más rápido y con más sentido por parte del Pontevedra.

Todos estos ingredientes fueron preparando un cocktail que sustituyó a la asquerosa poción de efectos ya disipados y motivó que en los últimos 20 o 25 minutos de partido solo existiéramos nosotros.

Llegó la gran volea de Pazos (que había sustituido a un Pedro otra vez demasiado apagado) que fue rechazada en gran parada por el portero, el gol del empate, otra gran intervención del guardameta a precioso tiro de Bustos, penetraciones en el área sin remate pero con mucho peligro y sobre la hora ese pase filtrado de Bustos a  Rivera y el remate de este algo escorado y con la izquierda para remontar el choque y provocar la alegría de jugadores, técnicos y esa afición que en buen número acudió a Barreiro ridiculizando con su presencia esa tontería de la soledad esgrimida por el Director Deportivo que quizá confunda su propia situación con la de un equipo al que jamás su gente le ha dejado solo.

Con esa jugada tan parecida a la del Domingo pasado frente al Getafe en la que el palo repelió el lanzamiento de Bustos para evitar el 3-3, se rompía por fin una racha insoportable de casi cuatro años sin remontar fuera y es posible que se terminara por derribar la última barrera psicológica a domicilio que esta serie de resultados adversos sin duda conlleva.

La victoria es importantísima por todo. Por acabar con esa racha, por producirse frente al Celta (este atribulado bloguero aunque cada vez más solo sigue viendo rivalidad especial cada vez que nos enfrentamos a este equipo y suspira por hacer lo de nuevo contra el primer equipo celeste) y por supuesto por la mala situación clasificatoria que arrastramos y que en ningún caso se ha solventado por la consecución de estos tres puntos.

Precísamente por ello, porque queda todavía mucho trabajo y complicado por hacer es por lo que el Consejo de Administración no debería engañarse una vez más.

Un proyecto serio, una meta a la que aspirar tan importante como salir de este pozo más pronto que tarde no puede depender de un resultado por positivo que este haya sido.

Si en rueda de prensa se dice querer apostar por un entrenador experto, con conocimiento de la categoría y que ya haya ocupado banquillos de equipos relevantes de la categoría no se puede dar otro giro de 180 grados y por una victoria cambiar otra vez de rumbo y apostar por la prolongación de interinidades que podrían otorgar algo de pan para hoy pero mucha hambre para mañana.  

El Pontevedra CF no está para perder más tiempo. Las interinidades indefinidas no tienen ningún sentido y se necesita un entrenador definitivo para hoy mejor que para mañana.

Si se coge el timón de la nave con fuerza se coge hasta el final de la singladura y en ningún caso se debe aflojar por haber superado una tormenta en medio del recorrido.


  

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