lunes, 20 de septiembre de 2021

De derrotas dolorosas y sonrojantes linchamientos.

Hay días en los que resulta inevitable preguntarse si merece la pena seguir enganchado a una causa que parece irremisiblemente perdida. 

Son momentos en los que llegan las dudas y acabas pensando si no sería mejor dar un paso atrás, coger distancia, bajar la intensidad de un sentimiento o de una pasión que proporciona escasas alegrías y si muchos enfados y desilusiones.

Los interrogantes se acrecientan si esa afición, si esa adhesión a una lucha preñada de innumerables decepciones, pertenece a la esfera de tu ocio; de tu entretenimiento; en definitiva, de esa recóndita parcela de la vida en la que quieres sumergirte para encontrar consuelo o alivio ante la verdadera cara del día a día y sus problemas, sus sinsabores y preocupaciones.

En el caso de este más que nunca atribulado bloguero, la última vez que recuerdo haberme sentido tan hundido y tan agitado interiormente como ayer por causa de este Pontevedra que lejos de despegar sigue chocando contra paredes, fue hace casi siete años.

Transcurría la cuarta temporada consecutiva en 3ª división. 

La intención era que de una vez por todas fuera la última y se saliera de un pozo que carcomía los cimientos de la entidad desde hacía casi un lustro.

Ya había un Consejo de Administración con "mando en plaza" desde el principio y la excusas se habían acabado.

Sin embargo, a finales de Septiembre de aquel año 2014 llegó el X. Sanxenxo y destrozó al Pontevedra venciendo por 0-1 provocando el enésimo ridículo granate en aquella travesía por la 3ª.

Salí aquel día con el organismo revuelto, pensando que esto no tenía solución alguna y que lo más probable era que los poquísimos que seguíamos siendo habituales en Pasarón nos estábamos equivocando al seguir creyendo en algo que no tenía remedio alguno.

Que era absurdo seguir acudiendo al estadio; que no tenía sentido dejar de pasar horas de Domingo con tú niño (por aquel entonces con dos años y pico); que era mejor distanciarse, apoyar si acaso en la medida de los posible sacando el abono pero dejar de pasar por esta sesiones de "tortura" que aquellos que se identifican mucho con un club de fútbol saben que se pueden sufrir si le ves zarandeado tan brutalmente por las circunstancias.

No hice nada de eso y seguí cruzando el río cada 15 días para ver al equipo. Finalmente esa temporada se subió e incluso las dos campañas siguientes la imagen del equipo volvió a parecerse un poco a la de un conjunto serio y con alguna posibilidad real de emerger hacia la élite de nuestro fútbol.

Luego se volvió a las andadas y la extraña y caótica Liga pasada nos devolvió al un pozo situado debajo de otro pozo. En un lugar en el que ver alguna luz diurna futbolística se hace imposible y desde el que podemos presenciar como muchos equipos (sin las posibilidades potenciales que tiene este) nos miran de reojo desde una posición más elevada.

Ayer volví a sentir algo parecido a lo de aquella tarde de 2014.

Volví a experimentar esa desazón e incluso nerviosismo interior al ver al equipo dirigirse sin remedio hacia otra derrota inexplicable ante un equipo que jamás debería  ganar aquí con tanta facilidad.

No se trata ya de la derrota de ayer sino que a ella se le suman las constantes desilusiones de las últimas temporadas en las que el Pontevedra ha sido incapaz de encontrar un rumbo fijo y una ruta por la que transitar, siquiera de forma lenta pero segura, hacia la consecución de los éxitos.

Ayer el equipo fue otra vez el de siempre en los últimos tiempos.

Perdonó un gol muy claro en la primera jugada y regaló al rival el primer tanto en un fallo en cadena que alguno (especialmente el entrenador) ha querido convertir en puntual de un jugador.

Después la impotencia para crear ocasiones de verdad con 11 jugadores; la expulsión de Alex Glez en un error grave que por lo menos al que esto escribe le duele especialmente por tratarse de un jugador que en muchas ocasiones nos sacó de atolladeros importantes.

Tras el descanso, los 2 cambios que provocan que se juegue prácticamente sin bandas aún teniendo dos rematadores sobre el césped; otro regalo en forma de 0-2 en cuya jugada el posicionamiento del equipo no podía ser más deficiente; más faltas o corners que el rival remataba en soledad y que no acababan en gol de puro milagro (o sí en el caso del anulado); ese tanto logrado por Rufo que daba esperanzas y ese lanzamiento desde la frontal de Pino que nos dio la última esperanza para sacar algo y finalmente la derrota, la primera de esta Liga pero especialmente dura por la forma en la que se produce y y el rival contra la que se cosecha.

No obstante, por desgracia, el "espectáculo" ofrecido sobre el terreno de juego tuvo su segunda parte en la rueda de prensa posterior al choque.

Ya la semana pasada, Angel Rodríguez habló en Mostoles de actitud diferente en una parte que en otra y en "dejadez" en la jugada del segundo gol mostoleño.

En el día de ayer, el técnico volvió a "obsequiar" a la parroquia con una sesión de "linchamiento" y "señalización de errores individuales" que por lo menos a mí me llevó hasta el sonrojo.

Vaya por delante que un jugador como Alex Glez, experto y muy identificado con esta camiseta, no puede cometer el error de ayer y ser expulsado de esa manera.

No se trata de exculpar la acción de un capitán que ayer no estuvo afortunado pero de ahí a repetir en más de una ocasión en esa rueda de prensa lo irresponsable de su comportamiento va un trecho.

Eso de que la "ropa o los  trapos se lavan en casa" no va mucho con este entrenador que ayer no solo repitió el tema de la expulsión en más de una ocasión públicamente sino que se atrevió a decir que posiblemente Alex estaba alterado por su error de marca que da lugar al 0-1.

Yo de Alex solo puedo decir que a lo largo de estos 5 años que lleva portando este escudo jamás había cometido un error así; que en innumerables ocasiones a lo largo de este tiempo ha sido de lo mejor del equipo en entrega y juego (especialmente en aquella temporada 17/18 en la que sus actuaciones fueron clave para no vernos con los huesos en 3ª) y que asumiendo como abonado del Pontevedra CF que acciones como las de ayer no pueden volver a repetirse y perjudican al equipo, creo firmemente que el brazalete de capitán está maravillosamente representado por el rubio jugador cántabro y que no se merece la rueda de prensa "dedicada" ayer por Angel Rodríguez.

Por cierto, el 0-1 es un fallo en cadena del equipo en defensa.

No se puede permitir que ese balón llegue al segundo palo y un atacante lo ceda con la cabeza con esa facilidad pasmosa (ahí Alex no estaba, míster) y luego efectivamente sea rematada a placer por un compañero una vez perdida la marca que según Rodríguez era de Alex.

Ese mismo error ya se cometió en el 1-0 de Mostoles donde un rival peina con libertad la pelota esta vez en el primer palo y hace más complicado que dichas marcas se mantengan para parar los remates posteriores.

Sí, Alex falló gravemente en su expulsión y al parecer en seguir la marca en el 0-1 de ayer.

Ahora bien, quien es el responsable de que cualquier balón aéreo sobre el área granate sea pasaporte expedito para un remate del contrario?

¿Existe la posibilidad de que el posicionamiento del equipo en esas acciones sea también responsabilidad del entrenador o el siguiente señalado será Soto o Seoane o el que sea que coja por banda el micrófono?

¿Puede existir la posibilidad, por remota que esta sea, que en el posicionamiento defensivo de Mostoles en la jugada del 2-2 y de ayer en el 0-2 tenga algo de responsabilidad el técnico o señalamos exclusivamente a Churre (por cierto, mal comienzo de Liga del de Marín) a  Araujo o al que coja por banda el micrófono?

¿Sería posible para el futuro no hacer todavía más amarga la derrota sufrida sobre el césped con estas sesiones de atribuciones de culpas individuales de futbolistas y casi una total exención de responsabilidad propia?

En definitiva, las 3 primeras jornadas de Liga no han podido resultar más descorazonadoras.

Si bien frente al Compostela, al menos en la primera mitad, se vio a un equipo alegre y generando peligro en ataque con ocasiones que no pueden ni deben perdonarse, ayer frente al Leganés B volvieron a vivirse sensaciones parecidas a las de la pasada Liga.

Salí de Pasaron absolutamente hundido; continué desarmado escuchando la dantesca rueda de prensa de Angel Rodríguez y me fui a dormir pensando en si tiene sentido todo esto, si merece la pena seguir creyendo en que llegará el día en que seremos de nuevo fuertes y respetados. 

Como hace 7 años, pensar en mí Pontevedra CF me produce dolor y preocupación. Cada vez menos alegría y confianza en el futuro.

Supongo que pasará el tiempo y volverá poco a poco la ilusión.

Supongo, solo supongo.  



 

 

 


   

  

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