lunes, 9 de mayo de 2022

De hecatombes, Pitágoras y realidad virtual.

 La jornada era tan diabólica que existían hasta cinco versiones diferentes del final del capítulo.

A diferencia de lo que ocurre con muchas de las series con las que disfrutamos últimamente cuyos creadores ruedan varios de esos finales de los últimos episodios y luego escogen cuales de ellos emitir, en este caso solo se rodaría uno y se haría sobre la marcha, según se fueran produciendo los acontecimientos en los dos escenarios en los que se ambientaba el espectáculo, Pontevedra y Luanco.

Cabía la posibilidad de que el final elegido para la penúltima entrega fuera el más funesto, el peor para nuestros intereses, el que nos colocase otra vez detrás de nuestro rival y sin poder ser dueños de nuestro destino en el último acto de esta temporada.

Existían las opciones intermedias que nos situarían con la necesidad imperiosa de ganar o por lo menos empatar en Palencia para salirnos con la nuestra. Estas eran dos alternativas dotadas de suspense, es evidente, pero que todavía nos dejaban con los naipes ganadores en las manos. 

La cuarta vía era la soñada, la maravillosa, la que tanto se anhelaba por estos lares y que haría innecesario el último episodio de la dichosa serie. Nosotros ganábamos, ellos no lo hacían y el ascenso se convertía en matemático, inapelable, a salvo incluso de hecatombes futbolísticas no conocidas desde el "maltazo" del 83. 

Pero había una quinta posibilidad, la más "random" , la más acorde con los tiempos convulsos en los que vivimos. "El ascenso no ascenso"; "El sí pero todavía no". "El me ha dicho que me ama, que vive el mundo a través de mis ojos pero que se tiene que ir de viaje una semana por trabajo y no me abrazará ni besará hasta dentro de 7 días".

Esa combinación que solo podía darse si el Pontevedra empataba y el Adarve perdía.

La que nos dejaba con 3 puntos de margen y 15 goles de diferencia en el golaverage general (al perder por 2 el equipo madrileño en Asturias).

Es decir, la situación rocambolesca de que estoy ascendido pero en la que existe todavía la posibilidad de la tragedia, de la catástrofe, de la quimérica mezcla de una derrota propia en Castilla y una goleada "remalterizada" del Adarve en su casa.

Qué hago si se da esa opción estrafalaria que te pone en 1RFEF al 99,90 % de posibilidades en el último capítulo que, ahora sí, tendrá que emitirse? 

¿Celebro mucho, celebro poco, celebro " a medias"? 

El equipo decidió celebrar bastante y en mi opinión hizo bien.

Con el pitido final del choque y el Pontevedra sacando córners en corto en el descuento sabedor de lo que estaba pasando en Asturias, los jugadores saltaron alborozados como saltarían aquellos que saben que su objetivo está consumado por mucho que las matemáticas se esforzaban por decirles que todavía no y que existía esa posibilidad de hecatombe.

Los aficionados que eran muchos, muchísimos en las gradas de Pasaron, elevaron sus brazos al viento y una vez abandonado el terreno de juego por el trío arbitral, se animaron incluso en buen número a saltar al césped para abrazar a futbolistas y miembros del cuerpo técnico.

La rueda de prensa posterior al choque fue la propia de un ascenso consumado, la fiesta en la zona vieja en las horas posteriores con la presencia de jugadores y entrenador, también lo fue aunque sin ese toque institucional de ofrendas o visitas a diferentes sedes políticas que a buen seguro se producirá la semana que viene.

Y es que ese +15 en el average hace impensable, que si se mantienen las formas y la dignidad futbolística por todos los protagonistas, la situación pueda dar un vuelco.

A mayores, se da la circunstancia adicional de que nuestro rival, el Palencia Cristo At, necesita solo un punto para asegurar su presencia en el play off de ascenso y que la diferencia entre quedar cuarto o quinto (los violetas podrían aspirar a ese cuarto puesto) es mucho menor que la que existe entre quedar quinto y sexto, circunstancia que se daría si el Pontevedra les gana y el Coruxo y el Bergantiños sacasen adelante sus duelos.

Cómo se llegó a la combinación que convierte nuestro ascenso en virtual y todavía no en oficial? En Luanco no sé pero en Pontevedra a través de un partido que el Pontevedra pudo sentenciar en el primer tramo pero que se fue complicando como muchos de los partidos que hemos jugado últimamente, sobre todo por no ser contundentes en defensa.

Los primeros minutos fueron vibrantes. 

Antes del 2, ya había cogido la pelota Oier, avanzado con ella cosida al pie ganando a rivales por velocidad y dejándose a la derecha a Rufo para que este mandase un centro pasado que fue rematado a gol de manera acrobática y brillante por el capitán que los manda.

El campo se venía abajo, lo mejor que nos podía pasar, sucedía. Un gol rápido que nos daría tranquilidad y llenaría de dudas al rival.

Alex Glez estaba desatado y poco después de marcar casi repite con un lanzamiento en parábola desde más de 40 metros que no se fue fuera por demasiado y que de haber entrado habría colocado a Pasarón del revés.

El equipo empujaba y quería algo más pero pronto el Salamanca se asentó y comenzó a llegar con más intención y peligro a nuestra zona de retaguardia.

Allí apareció Cacharron para hacer una gran parada y evitar el empate y dejar claro que el arreón inicial del equipo se había calmado y que el partido entraba en otra fase.

Y esa fase ya la conocemos de otras veces. Es esa fase en la que transmitimos bastante inseguridad defensiva y en la que al no ser lo suficientemente contundentes parece que la pirámide se tambalea un poco.

Se sufrió en varias llegadas salmantinas aunque sin que se generasen opciones claras de gol e incluso el Pontevedra pudo aumentar su ventaja en un lance poco habitual este año, el balón parado.

Dos remates, uno de Churre y otro de Soto, tras sendos corners estuvieron a punto de doblar el resultado a nuestro favor.

Qué decir de la segunda parte? 

Pues que antes de los diez minutos se cantaba con estruendo por el fondo norte un gol que no fue nuestro pero que lo pareció. Era el primero del Marino.

Y que ni dos minutos después de esa algarabía que nos puso los corazones a mil llegaba el gol del Salamanca en otra de las múltiples acciones en esta campaña en la que nos cogen "en las patatas" tras un balón parado en contra. En esa ocasión, un balón despejado hacia la frontal en la que un rival recibe solo y conecta un zapatazo esquinado que Cacharrón no es capaz de despejar.

Ese corazón que estaba "a mil" tras el gol asturiano pasaba "a casi cero" en tiempo récord con ese empate a traición salmantino que volvía a ponernos las orejas muy tiesas.    

Creo que fue en ese momento del partido en el que el equipo charro se equivocó.

Mi sensación es que el Pontevedra notó el golpe y atravesó un pequeño mar de dudas tras el gol encajado y veía además como primero Seoane y luego Rufo se rompían definitivamente después de estar un tiempo renqueantes sobre el terreno de juego.. y no estaba Charles para acudir al rescate.

Y ese error salmantino, a mi juicio, consistió en volver a dar un paso atrás en su posicionamiento y no seguir acogotando al Pontevedra en busca de la remontada en el marcador.

Esa actitud visitante terminó por serenar al Pontevedra al que ayudó también el segundo tanto del Marino que consolidaba la derrota del Adarve y hacía muy pero que muy jugoso el empate.

Aún así, el Pontevedra volvió a encontrarse y acarició el segundo gol en una doble ocasión en la que ni Brais primero ni Romay después encontraron el gol que habría convertido el ascenso en matemático según las reglas de Pitágoras.

Hubo tiempo también para el susto cuando en otra acción en la que volvimos a pecar de blandos el rival se acercó con mucho peligro a nuestro área pero fue señalado un fuera de juego que enfadó mucho al Salamanca.

Luego el Pontevedra ya lo tuvo claro. Los últimos minutos del tiempo reglamentario y los 5 de añadido se jugaron con los granates contemporizando muy bien, sacando córners en corto y desquiciando a un rival al que las prisas le entraron muy tarde y acabó el partido con 10 por protestas reiteradas al colegiado. 

Con el final lo que ya se ha contado antes.

Euforia, emoción, celebración y toma de conciencia de que el ascenso es virtual pero también real, insisto, si las cosas marchan por el único camino por el que deberían ir; la normalidad, la decencia y la deportividad. 

El que esto escribe, que como los lectores saben, vive en continuo atribulamiento y desasosiego, cree también que estamos ascendidos pero prefiere dejar balances, valoraciones e incluso sentimientos profundos que le genera este ascenso hasta dentro de unos días.

Eso días en los que ya se haya emitido el último capítulo de la serie.

En los que el final haya sido el esperado y no uno lleno de catástrofes, tornados y desgracias varias.

Es que uno es como es... y no puede evitarlo. 

 


   

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