lunes, 24 de octubre de 2022

Sin alma, sin corazón... y sin botas.

Hay veces que los debates sobre cuestiones estrictamente futbolísticas deben quedar en un segundo plano.

Que si Brais debe moverse por todo el ataque y no encasillarse en la izquierda; Que si Alex pierde mucho actuando de lateral y se necesita que arranque desde más arriba; Que si debe entrar Borja en el equipo cuanto antes; Que si Charles o Rufo, los dos juntos o ninguno... etc etc.

Todos ellos son debates legítimos, sanos cuando se realizan con educación y que admiten varias respuestas o razonamientos que pueden ser válidos.

Ahora, esas cuestiones pasan a ser secundarias y pierden parte de su importancia cuando la impronta que deja un equipo sobre el campo no es ya la de un conjunto que no puede o que no sabe sino que transmite la duda de si a todo esos "que no es" hay que añadirle el "que no quiere".

Y la sombra de este último "que no ", es decir "que no quiere" sobrevoló la actuación del Pontevedra CF a lo largo de casi todo el partido pero especialmente de toda la primera mitad.

No se puede hacer peor. 

Insisto no ya en lo táctico, técnico o incluso físico sino en la imagen ( hablemos esta vez en esta columna de la famosa imagen) de aparente dejadez y conformismo más desesperante que el Pontevedra CF "regaló" a todos sus aficionados que a buen seguro esperaban otra versión (una versión siquiera decente) de su equipo en León.

Sí, es cierto que eso de que el equipo "no quiere" es un recurso que se utiliza cuando las cosas ya se tuercen de manera casi definitiva y que ningún equipo sale a hacerlo mal a drede a un terreno de juego.

Y es verdad, o supongo que será verdad. 

Pero tan verdad es aquella que dice que a buen seguro los jugadores granates intentaron hacerlo lo mejor posible en León como que lo hicieron tan rematadamente mal, de manera tan deficiente, que la impresión final del partido es que se habían dado un paseo muy agradable por la ciudad legendaria de León y que además habían disfrutado durante los primeros 45 minutos de una simpática lección de patinaje sobre hielo con resultados, por cierto, bastante lamentables.

Y ese es el problema real que tiene el Pontevedra ya con solo 9 partidos disputados. Que esa tan recurrida "imagen" ofrecida en el "Reino" no pudo ser más floja y se une a la ya muy preocupante ofrecida ante el Celta B.

El Pontevedra CF fue el Sábado un equipo sin alma, sin corazón, sin coraje y lo único que manifestó sobre el césped fue impotencia, una inferioridad enorme respecto a su rival y un falta total de convicción sobre lo que se está haciendo o hacia la meta a la que quería llegar el presunto plan de juego diseñado para el partido.

No se puede salvar a nadie porque la actuación colectiva fue tan desastrosa y el equipo pareció tan desnortado y desamparado desde el principio que el cáos afectó a todo el mundo.

Si llamó la atención el terrible comienzo de encuentro de Victor Vázquez "Churre" que "perpetró" un primer cuarto de hora inexplicable.

Llamó también la atención el desacierto constante de Alex, Román no es ni la sombra del jugador que nos tenía maravillados, Oier en modo desaparecido, Yelko perdiéndose en giros, conducciones y acciones estériles, Rufo (al que le tocó el boleto este Sábado para jugar 60 minutos en vez de 30) inoperante y hasta Brais estuvo completamente sumido en la más absoluta de las mediocridades ofrecidas por el equipo ante la Cultural.

Los cambios de la segunda parte tampoco mejoraron casi nada la situación y ni Borja (que esta vez contó con 45 minutos) ni Ortiz ni Charles, por ejemplo, contribuyeron a cambiar demasiado un panorama general de un partido que acabó por decidirse en el inicio del segundo tiempo tras otro córner en el que al equipo "le comieron la tostada" y en el que nuestro primer tiro entre los tres palos llegó (al igual que siete días atrás) en el minuto 88, tras un pseudocabezazo de Bakero en falta botada por Borja.

Lo único medio positivo del partido fue la reaparición de Seoane que jugó con el mismo acierto que el resto de sus compañeros, es decir ninguno, toda la primera mitad en su lateral derecho (Bastos actuó en el izquierdo en esa primera parte) pero cuya vuelta constituye una buena noticia primero por él y luego por alguna posibilidad más que otorga al equipo a la hora de componer la defensa.

Como colofón o estrambote final a un partido del que deberían sacarse bastantes conclusiones y tomarse algunas decisiones (aunque casi todo el mundo sabe que ninguna sacarán aquellas personas con capacidad para tomar esas decisiones dentro de la entidad), no se puede dejar de citar en este escrito el tema de los constantes resbalones durante el primer tiempo de todos los jugadores granates sobre la hierba, desde el portero hasta el delantero centro.

Es que resultó completamente descorazonador.

El Pontevedra no ganaba un duelo individual en el partido, no vencía una carrera a ningún jugador local, no hilaba dos o tres pases seguidos con un mínimo de racionalidad y además aderezaba todo este plato intragable con continuos resbalones (cada cual más grotesco) por no contar con unas botas adaptadas al agua acumulada en alunas zonas del campo de la Cultural.

Insisto, fue totalmente frustrante y aumentó todavía más la sensación de sonrojo e indignación, que al menos el que esto escribe, experimentó a lo largo de todo el partido pero sobre todo de una primera parte impropia de un equipo que quiera ser algo en una categoría como la 1ªFederación.

Tenemos, por tanto, a un equipo que en el aspecto colectivo no juega a casi nada y cuya imagen (sí, imagen) se va deteriorando irremisiblemente con el paso de los partidos.

Un equipo que ha ganado solo un partido de nueve y contra un equipo con diez hombres desde el primer cuarto de hora y que debutaba ese día en la temporada.

Un equipo que si bien en las cifras de goles encajados no está demasiado mal, no le mete un gol al arco iris pero sobre todo NO CREA OCASIONES para meter la "pelotita" por debajo de los colores rojo, amarillo, azul, etc.      

Un equipo, cuyos jugadores ya considerados en el aspecto individual, parecen cada vez más lejos de la mejor versión que por lo menos de algunos de ellos (bastantes) hemos podido disfrutar en el pasado.

Y un equipo que ya es tercero por la cola y que a diferencia de otros que transitan por la zona baja y que apuntan a reacción (Majadahonda, Celta o incluso Linense), va cuesta abajo y sin frenos jugando cada día que pasa un poquito peor.

No pasará nada y los lectores de este blog lo saben.

Un Consejo de Administración que protagonizó tamaño sainete ( y no es el primero, precisamente) en verano para decidir quien entrenaría al equipo, que puso "barra libre" a las renovaciones confundiendo una buena idea que era tratar de mantener a los buenos del curso pasado con dejar pocos huecos para refuerzos seniors y que ha fichado a 8 jugadores (3 de ellos sub 23) de los que solo uno, repito, UNO juega de titular, no parece que ahora vaya a empezar a tomar decisiones sensatas y sobre todo dotadas de ese sentido profesional que una categoría como la que disputa el Pontevedra CF requiere.

Es probable que nos sigamos hundiendo (ojalá no). Es posible que la distancia con la salvación se agrande (ojalá no pase) y se seguirá sin hacer nada.

Es lo que pasa cuando la propiedad maneja una entidad tan importante y tan legendaria como el Pontevedra CF como una especie de juguete. 

Cuando da la impresión de que es más importante para dicha propiedad figurar como Presidente o dueño de la institución por el hecho de serlo que por la verdadera intención de tratar de profesionalizarlo (siempre dentro de las posibilidades económicas que existan) y volver a incrustarlo en la sociedad pontevedresa y su comarca para que vuelva a supurar ese granatismo en las calles, en las plazas y en las casas de los que un día se identificaban con esto. 

Posiblemente, cuando la situación sea ya mucho más difícil de revertir, se tomarán esas decisiones y dará la impresión de que se toman para que la gente "deje de dar la murga con el tema".

Como se hacía en la antigua Roma, "para contentar al populacho" y no porque realmente se crea ni un ápice en lo que se hace.

Y ojo. 

Si las cosas no se enderezan en las próximas semanas y Antonio acaba cayendo, que nadie crea que el equipo ya va a salir hacia arriba cual "ave fenix" y el problema se habrá terminado.

No. Los problemas de auténtico fondo del Pontevedra continuarán y la plantilla será la misma a la espera de que en el mercado de invierno se hagan las cosas mejor, algo en que confío poco. 

Lo que pasa es que el fútbol es y ha sido siempre así y la cuerda más fina siempre es la del entrenador pues es más fácil echarle a él que a 5 o 6 jugadores, o a alguno que está por encima y por supuesto más asequible que el hecho de que la propiedad reconozca su incapacidad y comience el proceso de echarse a un lado.

En fin, el siguiente capítulo de esta serie será en nuestra casa y contra el San Fernando de Salva Ballesta.

Ha que ganar, evidentemente. Hay que ganar ya.

Para eso tendremos que mejorar mucho, muchísimo respecto a lo que hemos hecho en las últimas semanas.

Vi a los andaluces frente al Deportivo en Riazor y me parecieron un equipo aguerrido en defensa y rápido en ataque. 

No son aditamentos de un rival que le vengan bien al Pontevedra, es cierto, pero llega un momento en que el contrario ya empieza a ser lo de menos.

Lo de más eres tú mismo. Tus argumentos para ser mejor, tus ganas de vencer, tu rebeldía ante una situación que cada vez coge peor color.

A ver que Pontevedra vemos. 

      

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