lunes, 3 de octubre de 2022

No es la derrota, es el mensaje.

Que la política de comunicación social del Pontevedra CF SAD deja mucho que desear creo que es una afirmación con la que la gran mayoría de los seguidores granates podría estar de acuerdo.

En la ofrenda religiosa que se lleva a cabo todos los años en la víspera del comienzo de temporada ya comprobamos como el objetivo real para esta campaña no quedaba demasiado claro en las palabras pronunciadas ese día por la Presidenta.

Apelaba aquel mediodía Murillo, por una parte, a la "estabilidad" como meta "ya sea consiguiendo la permanencia, un play off o un ascenso" y, por otra parte, a la ayuda de la Virgen Peregrina "que nos ayuda tanto como esa tan querida estabilidad".

El caso es que utilizando el sentido común (lo que a veces no resulta tan frecuente), lo lógico es pensar que todo lo que sea esta temporada no dar un paso atrás y evitar el descenso a la segunda planta del sótano en la que residimos el año pasado, sería suficiente cara a seguir poniendo cimientos (si es que esto es posible con el actual Consejo) para buscar en un futuro próximo el asalto al fútbol profesional.

Habrá quien tilde de poco ambicioso este objetivo y piense que contamos con plantilla para no sufrir en absoluto e intentar movernos por los puestos de arriba de la tabla. Esa es una opinión respetable y seguro que quienes las sostienen cuentan con argumentos que fortalezcan su postura.

La mía no es esa. 

La mía, es que una cosa es recurrir a la tan manida frase "soñar no cuesta dinero" o a esta otra "no renunciamos a nada" y otra es creer de verdad que el Pontevedra 22/23 está para grandes empresas.

Ojo¡. Nada me haría más feliz que equivocarme y que el equipo con su trabajo dentro del césped consiga unos resultados que con el paso de los partidos haga que la meta de la permanencia se quede obsoleta y pueda dar rienda suelta a esos sueños de intentar desde ya "colarse" entre los mejores.

Digo lo anterior, porque al que esto escribe no le sorprende demasiado que el equipo a estas alturas esté dando ciertas muestras de debilidad y empiece a instalarse en la mitad baja de la clasificación acercándose poco a poco a los puestos de peligro.

Es verdad que el Pontevedra, en mi opinión, "soltó" un partido más que notable frente al Alcorcón el primer día y una segunda parte ilusionante en Riazor hace apenas dos semanas.

Es posible que no sea casualidad que los mejores momentos hasta ahora en Liga de los nuestros se hayan protagonizado en partidos disputados contra conjuntos obligados a estar arriba y cuya forma de juego no se basa precisamente en una defensa numantina a la espera de salir en estampida aprovechando errores del contrario.

Cuando nos hemos topado con equipos así, el equipo ha sufrido, no ha encontrado caminos para hacer ocasiones y ha terminado claudicando (salvo el día del Talavera) sobre el terreno de juego.

Tanto Sanse como Mérida nos han ganado jugando a la "contra". 

Simplemente esperando el error en la circulación para encontrar el robo y encontrar a un equipo muy abierto y desprotegido atrás.

Y eso ha pasado con 0-0 en el marcador, no a raíz de un primer tanto conseguido de otra manera. Si vemos por tv los primeros goles de Matapiñoneras y Mérida veremos como son acciones realmente parecidas.

Sin embargo (aunque perder siempre es preocupante y no le gusta a nadie), a este atribulado bloguero, convencido de que en esta Liga es muy posible que nos toque sufrir y mucho, le empiezan a preocupar lo mismo o incluso más que estas derrotas el mensaje que empieza a deslizarse desde fuera del campo en las ruedas de prensa tras los choques.

Y mira que me gustaron las palabras de Antonio tras ganar al Talavera en el sentido de que no le habían gustado muchas cosas ese día y que el resultado enmascaraba algunos defectos.

Por contra, en las últimas semanas sus palabras ya no me han gustado tanto.

Tras empatar con el Linense, afirmó que la primera parte había sido la mejor que habíamos disputado hasta ese momento, aseveración con la que no estoy demasiado de acuerdo. Lo peor, no obstante, fue después de la derrota del Sábado en Mérida.

No es por perder, insisto, pues esta Liga es difícil y complicada y que íbamos a pasar por dificultades a lo largo de la misma es algo con lo que se contaba a no ser que se tenga una ingenuidad u optimismo desmesurado.

Ahora, luego de jugar 90 minutos en los que se crea una ocasión real de gol en el 92, en la que se volvió a tener la posesión pero no se logró con ella incomodar de verdad al contrario o en la que se concede un primer gol evitable, no encontrar más autocrítica resulta un tanto decepcionante.

Que el equipo ya desde la campaña pasada ha apostado por un juego basado en tener la pelota y tratar de defender lo más lejos posible de nuestra portería es algo fuera de toda duda y que me parece legítimo.

No obstante, apostar por el balón no es moverlo horizontalmente cual parabrisas de un vehículo, no es sobarlo y conducirlo en zonas inofensivas sin verdadera intención y, sobre todo, no es arriesgarlo innecesariamente para que te lo quiten, te pillen descolocado y te hundan el partido.

El camino está claro que ni es la segunda parte del Linense (la primera no fue una maravilla precisamente pero vamos a salvarla), ni el partido frente al Sanse, ni el del Talavera ni el de Mérida.

Una cosa es que el día del Alcorcón el equipo lograse durante 65 minutos una profundidad y una intensidad de juego maravillosa. Está claro que eso es complicado y no en todos los partidos se va a conseguir durante tanto tiempo conseguir que el balón fluya casi de primeras y llegar constantemente y de verdad a la portería rival.

Pero una cosa es esa y otra muy distinta es diluirse con la pelota hasta acabar "ahogados" por nuestra propia infructuosa posesión que acaba por cubrirnos de agua hasta la coronilla por no ser capaz de sacar réditos con ella.

No hablo en esta columna ni de cambiar estilos, ni personalidades cuando hace dos semanas la mostrada en A Coruña me pareció muy esperanzadora pero no sé sí  a lo mejor sería ya prudente hacer ajustes en el juego que traten de que se recupere esa frescura claramente perdida con la pelota y nos hagan a la vez más resistentes en defensa fuera de casa.

Ignoro si esos ajustes deben incluir cambios de jugadores (estos mismos, insisto, nos encantaron un par de veces ya en esta Liga) pero sí llama la atención que los denominados "refuerzos" no estén reforzando nada, a excepción de Bastos, e incluso algunos de ellos permanezcan inéditos en Liga.

Debo confesar que tampoco me gustó nada la alusión directa de Antonio en Mérida a Alex Glez en la jugada previa al segundo tanto emeritense.

Si lanzar una falta a portería cuando se había planteado colgarla al área es excusa suficiente para que el Mérida haya cogido al equipo "en pelotas" en la contra del segundo tanto... No sé. No me cuadra y sigo opinando que una cosa es que aficionados hablen de este o de aquel jugador, o si fulanito no ha estado bien o les gusta más menganito y otra es que desde dentro se lancen esta clase de "mensajitos" que van en contra de la máxima de cualquier vestuario por lo menos hacia fuera: "Ganamos todos y perdemos todos".   

Luego ya en el primer entrenamiento que tengas, sí quieres, te acuerdas de sus ascendientes y le lees la cartilla pero creo que fue un mal colofón a una mala tarde del Pontevedra CF en Mérida tanto dentro del campo como delante del micrófono.

Llega ahora otro desplazamiento consecutivo y nada menos que al estadio de uno de los colíderes y en cuyo campo acumula números impresionantes.

Pinta mal pero no olvidemos que, a mi juicio, los dos mejores partidos del Pontevedra han sido contra equipos con aspiraciones claras de estar arriba.

Ojalá el equipo cuando tenga el balón le meta un poco más de cicuta a la hora de circularlo y, sobre todo, se cuide muy mucho de no perderlo donde y cuando no debe. Las facilidades otorgadas al rival deberían ser las mínimas posibles.

 

   

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