martes, 23 de enero de 2024

Algo más que matices

Lleva advirtiendo Iago Iglesias desde hace algún tiempo a través de las diferentes ruedas de prensa que ofrece ya antes de los partidos ya después de los mismos, que el equipo trabaja para adoptar diferentes registros según las circunstancias del encuentro que se tenga que afrontar.

No se trataría según el técnico granate de cambiar el estilo de juego de su equipo, marcado por la posesión y jugar mucho tiempo en campo contrario sino de dotar de algunos detalles adicionales a esa forma de juego pensada y concebida en torno a la tenencia del cuero.

Sin embargo, en partidos como el del pasado Domingo (y no es la primera vez que salí con esa impresión tras ver al Pontevedra CF) parece que los matices rivalizan demasiado con el estilo primario y más que enriquecer este con esos detalles de adaptación a una situación puntual, parece que los mencionados matices acaban por comerse la idea original de juego.

Es mejor ir por partes.

En la primera mitad del choque y sobre una césped de Pasarón más parecido a un camino de cabras sin piedras o a un trozo de hierba dedicado al pasto del ganado vacuno, el Pontevedra trató y consiguió ser dominador a pesar de las evidentes dificultades que encuentra con este estado tan deplorable del campo.

El equipo acaparó pelota, no fue inquietado casi nunca por un rival joven pero veloz y con buena calidad técnica y acabó por encontrar el primer tanto en una buena jugada por la izquierda en la que un buen desdoblamiento de Zabaleta terminó en un centro de éste que fue desviado sin querer a la red por un defensa vallisoletano.

Había sido una primera media hora no brillante, desde luego, pero sí convincente de un Pontevedra que ejercía autoridad sobre un rival cuyos datos fuera de casa apuntaban peligrosidad y cautela.

Ya desde los minutos siguientes al 1-0 empezaron a aparecer los "matices" y el Pontevedra dio medio paso atrás para dejar que fuera el Valladolid quien se peleara más con el "césped" y tratara de llegar hacia nuestro área tratando de tener la pelota.

Fueron minutos extraños en los que no se sufrió pero en los que empezaron a vislumbrase las intenciones de cara al segundo tiempo.

No obstante, en una jugada rápida en la que Chiqui volvió a exponer lo que mejor hace con diferencia, (entrar con velocidad desde la izquierda hacia dentro rebasando rivales y encarando portería con su pierna buena), el Pontevedra encontraba un 2-0 tranquilizador y se marchaba a los vestuarios con una buena renta en el marcador.

Tras el descanso, pasaron varios minutos ya con el Valladolid B y el trió arbitral sobre el campo hasta que los jugadores granates hicieron su aparición para afrontar la segunda parte.

No sé si el motivo de la demora fue que alguno se había quedado dormido en el vestuario o cualquier otra circunstancia imprevista pero el caso es que el Pontevedra CF salió al césped medio dormido y en menos de un "decir Jesús" vio como el rival acortaba distancias en una acción preñada de pasividad por parte de todo el conjunto granate y culminada por un reverso de un delantero pucelano, en cuyo amago  cayeron con una ingenuidad preocupante tanto Eneko como Mario Gómez. 

A partir de ese momento, con casi toda la segunda parte por delante, los matices acabaron por comerse al estilo y el Pontevedra decidió entregar voluntariamente el balón al Valladolid B para tratar de hacer daño a la contra y acabar con la resistencia visitante.

Fueron los minutos siguientes al 2-1 algo inquietantes pues nada más marcar ese gol, el rival volvió a llegar con facilidad al área granate pero enviando un remate en buena posición bastante desviado.

El fútbol, sin embargo, a veces es caprichoso y cuando mejor parecía estar el Valladolid, uno de sus defensas comete un error garrafal y despeja un balón de manera deficiente para dejárselo a placer a Rufo que no desaprovechó el regalo para volver a poner tierra de por medio con el 3-1.

No cambió el guión a pesar de ese tercer tanto.

El Pontevedra siguió replegado y el Valladolid teniendo la pelota casi todo el tiempo. 

Pudo estrecharse otra vez el marcador si el árbitro no hubiera anulado un gol visitante por fuera de juego pero es cierto que tras el tanto de Rufo, sino cerrado, el partido parecía bastante más controlado que antes del error grave vallisoletano. 

Dice también en ocasiones Iago que hay veces que es el rival el que cambia cosas y te obliga a mudar de forma de jugar y meterte más atrás para buscar transiciones rápidas que hagan daño al contrario.

Es indudable que eso es así pero también lo es que ante los cambios tácticos de ese rival se pueden hacer movimientos propios que traten de contrarrestar las intenciones del otro y reafirmen las tuyas.

No debía estar contrariado, no obstante, Iago con el guión de esa segunda parte cuando mediada la misma decidió hacer un doble cambio que manifestaba su conformidad con ese estado de cosas y con la entrega del balón al Valladolid B.

No tanto por el relevo de Jaichenko pro Bastos (que, por cierto, estaba haciendo un buen partido) que no cambiaba demasiado sino por la sustitución de Danilsson (al que por lo menos el que esto escribe vio mejor que en los últimos partidos) por Toño Calvo.

Toño siempre cumple cuando sale y el Domingo pasado no fue una excepción pero a estas alturas de Liga ya sabemos que es un jugador de ida y vuelta, potente y bregador cuya presencia resulta más efectiva en escenarios como el que en ese momento se daba, es decir, seguir aguantando y tratar de sorprender con velocidad.

No cambió, por tanto, el transcurso del partido y el Valladolid siguió intentándolo con cada vez menos picante e intención y un Pontevedra más asentado en defensa.

Sí fueron diferentes los últimos minutos del partido.

A falta de poco más de 10 minutos, el Pontevedra efectuó otro doble cambio que tácticamente tampoco cambiaba nada. Carlos López por Rufo (9 por 9) y Borja por Yelko Pino.

Sin embargo, entre que el rival bajaba cada vez más los brazos y que los espacios eran un poco mayores, ese tramo final del choque si se jugó mucho más cerca del área visitante y el Pontevedra disfrutó de varias ocasiones para redondear todavía más el marcador.

Borja pudo marcar tras un lanzamiento desde fuera del área, Toño obligó a una buena estirada del portero, Carlos López estuvo muy cerca pero un rival sacó el balón cuando ya se colaba...

Incluso tuvo tiempo de debutar unos minutos la última incorporación con ficha del primer equipo, Azael García,  que dio descanso a un Chiqui que, en mi opinión, debe alcanzar todavía una mayor regularidad en su juego aunque disputó una notable primera mitad.  

Esta tendencia que muestra el Pontevedra en los últimos tiempos, cuando el resultado acompaña, de echarse más atrás y tratar de aprovechar los espacios a la espalda que deje el contrario no tiene que resultar ni mucho menos mala siempre que se defienda bien sin balón, faceta en la que no estoy seguro que el Pontevedra domine todavía a la perfección.

Lo que también creo es que el estado tan lamentable de la hierba de nuestro estadio, que mostraba un aspecto tan diferente en el mes de Septiembre y mediados de Octubre hasta que empezaron a caerse los cielos, puede estar influyendo en esta decisiones del cuerpo técnico.

No es la primera vez, insisto. En la segunda parte frente al Arandina se vio a un Pontevedra completamente replegado y aquel día, además, sin demasiado acierto a la hora de contragolpear.

Muchas fases de la segunda parte contra el Deportivo Fabril también fueron así y a diferencia del partido contra el colista, el rival nos creó ocasiones que nos pudieron hacer mucho daño y también nosotros encontramos esas contras que acabaron por aumentar la diferencia en el marcador.

Lejos queda aquel encuentro, por ejemplo, contra el Oviedo Vetusta en el que con un resultado corto hasta los últimos minutos, el Pontevedra trató de defenderse con la pelota y jugar el mayor tiempo posible en campo asturiano.

Puede influir, insisto, el "camino de cabras" en el que se ha convertido el campo (y que nadie vea en esto un ataque a la persona o personas que tratan de cuidar el césped pues este problema sigue siendo estructural a pesar de la operación que sobre aquel se realizó el pasado verano y que parece ha fracasado en su intento de mejora permanente), o puede ser porque en la segunda vuelta las bromas deben ser las justas pues el margen ante posible fallos cada vez es más estrecho.

No lo sé. El caso es que en los últimos partidos en casa (a excepción del jugado frente al Compostela que se rompió al quedarse el rival con 9 jugadores faltando bastante) el Pontevedra cuando obtiene ventaja ofrece otra cara diferente sobre el terreno de juego.

Ni mejor, ni peor (los resultados aquí a fin de cuentas siguen siendo buenos) pero sí diferente y los matices, a veces, parecen convertirse en el estilo.

Ojo al próximo desplazamiento pues en Langreo (que está en la zona alta) querrá legítimamente obtener revancha de la goleada de la ida y demostrar que es un buen equipo. 

No deberíamos caer en la siestas del inicio del partido contra el Fabril o el comienzo de la segunda parte ante el Valladolid B.

Hay que estar en el partido los 90 minutos y tratar, además, de cortar esa racha de 4 partidos seguidos encajando.

Si eso se logra, con la dinamita que seguimos teniendo en ataque se facilitaría mucho el trabajo.

      

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