lunes, 26 de febrero de 2024

Reflexión, tranquilidad y mucha, mucha confianza.

 Ya he escrito en más de una ocasión que ser seguidor del Pontevedra CF no resulta fácil. 

Son demasiadas décadas alejados del mal llamado, en la era moderna, fútbol profesional y el sueño de volver a ver algún día a esta entidad ocupando un espacio que dejó de tener hace ya mucho tiempo, se ve jalonado por numerosos disgustos, frustraciones, enfados y desalientos que incluso hacen dudar, a veces, de la conveniencia de seguir sufriendo este daño interno que llega en días como ayer al fondo del corazón.

A cambio de tanto desaliento y sensación de vacío, las alegrías de verdad son muy escasas y parecen pequeños oasis en medio de la interminable superficie de un desierto ardiente y caluroso.

Por qué este atribuladísimo bloguero, como tantos otros aficionados, continúa bebiendo de esa escasa agua y sigue creyendo que alguna vez se podrá llegar a un lago de aguas cristalinas en el que dejar de lado el calor del día y el intenso frío de la noche para disfrutar de un clima suave y estable?

 La respuesta es complicada. 

Hablo por mí.

Ayer salí de Pasarón cabreado, jodido, triste y preocupado. Ver al Pontevedra en la cuarta categoría del fútbol de este país me resulta harto complicado y la necesidad personal que tengo de ver al equipo, al menos, en primera federación es acuciante.

Es por ello que las victorias a veces se rebozan de una ilusión desmedida ante la posibilidad de escapar de este sótano sin ventanas y por ello también las derrotas, sobre todo las claves como las de ayer, se reciben como un puñetazo en el rostro que te hace tambalear durante un rato largo de tiempo.

Luego, al llegar a casa y una vez apagados por completo los ecos del partido, empieza la labor de rearme, de volver a creer, de tratar de explicar el golpe y, en especial, de mirar al futuro con confianza y seguir pensando en que este equipo (que todavía tiene el ascenso directo en su mano) no se va a venir abajo y aprenderá de una vez de los errores que desde hace ya demasiado tiempo viene cometiendo.

El partido ya empezó de manera accidentada con media hora de retraso por la inundación que sufría toda la banda de tribuna y de la cual se hablará al final de esta columna.

Por qué perdió el Pontevedra CF ayer? Es posible que todos y cada uno de los 2.600 seguidores que ayer se dieron cita en el estadio tengan su diagnóstico.

El mío es que se volvieron a cometer errores y ofrecer regalos en defensa que acabaron por decidir el choque.

Lo venía comentando en las últimas semanas.

Si tú te relajas atrás y entregas ventajas en el marcador a filiales como el Fabril o el Valladolid Promesas o a equipos como el Cayón o el Coruxo (con todo el respeto a estos humildes pero muy dignos equipos) es muy posible que consigas salir a flote tanto por el fútbol que generes en aquellos tramos del partido en el que de verdad te conectes como por los errores que el equipo contrario puede cometer.

Eso fue lo que pasó contra todos esos rivales citados. No solo contra el Coruxo que regaló 2 goles y medio de los tres que hicimos para remontar sino también el Valladolid que regaló literalmente el tercero, el Cayón que vio como hasta tres de nuestros goles llegaban tras rebotar en sus jugadores o el Fabril que dio muchas facilidades en los dos primeros goles granates.

Ya se argumentó en este blog y en el podcast que lleva su mismo nombre, que si se seguían cometiendo errores defensivos que cuestan goles, en los partidos contra los dos rivales directos se acabarían pagando muy caro y, por desgracia, a si ha acabado sucediendo.

El Pontevedra sin hacer nada del otro mundo acumuló hasta tres ocasiones de gol en los primeros veinticinco minutos del partido de ayer. Es cierto que el Zamora no le hacía ascos al balón a lo largo de ese primer tiempo y lograba trenzar alguna posesión larga para desactivarnos pero la verdad es que el equipo no sufría en defensa.

Hasta que en el minuto 39, una jugada gestada por nuestra banda derecha defensiva acababa con un centro hacia el corazón del área que era rematado por el delantero centro rival haciendo el 0-1 en el marcador.

Lo que yo me pregunto todavía a estas alturas es como en una acción, que no se correspondía con un contragolpe o una pérdida peligrosa nuestra sino con un ataque más o menos organizado, era Alex González el jugador más cercano a Cañizo (bastantes centímetros no solo más alto sino también más ancho) y no cualquiera de los dos centrales.   

El caso es que un Zamora que apenas había inquietado se veía 0-1 arriba a raíz de un gol perfectamente evitable.

El regalo mayor, no obstante, llegó justo después del descanso y no es la primera vez que nos ocurre.

Pérdida absurda en medio campo entre Garay y Churre, equipo desorganizado y desubicado en defensa y contra del rival para poner un 0-2 que sentó como una navajada trapera en el costado del maltrecho cuerpo del Pontevedra.

No se debería cometer esa pérdida nunca pero menos en un partido vital y ante uno de los dos contrarios de enjundia del grupo.

Luego sí. 

Tras ese 0-2 que lo ponía todo tan difícil, el Pontevedra rompió a jugar ante un Zamora ya en ese momento dedicado por entero a defender su parcela y tratar de aprovechar al contragolpe otro error que pudiera cometer su rival.

El equipo encontró en Chiqui (que había sustituido a Toño en el descanso) un filón para desequilibrar por la izquierda y el ex del Coruxo por fin fue capaz de percutir con regularidad (y no a base de chispazos aislados) en muchas ocasiones generando opciones para sus compañeros.

Mayo creció mucho también por el medio y colaboró a empujar más hacia su área a un Zamora que ya tenía lo que quería y tampoco se vio demasiado molesto por defender con todo cerca de su portero.

Fueron minutos en los que el Pontevedra llegó muchas veces pero no encontró el remate definitivo. Minutos en los que "casi" se llegaba a un buen centro, en los que "casi " se remataba un gran pase y en los que "casi" se empujaba este o aquel balón.

El siguiente cambio fue el de Gueye por Garay (cambio que explica más cosas de las que parece sobre nuestor mercado de invierno) pero el senegalés con un Zamora muy metido atrás y con pocos espacios no logró darle al Pontevedra lo que sí conseguía Chiqui, con la ayuda de Alex, por la otra.

Carlos López no salió al campo hasta el 73.

Destaco esto porque por lo menos para el que esto escribe la infrautilización de este futbolista le genera una incredulidad que aumenta cada jornada que pasa.

Ayer, en ese cuarto de hora que jugó, marcó un gol de bandera, envió otro lanzamiento fuera por muy poco y le proporcionó un gol cantado tras dejada preciosa de cabeza a Churre cuando el partido moría justo antes de que el Zamora pusiera la anécdota del 1-3.

Ya no entro en el hecho de que parezca algo prohibido que desde el principio puedan jugar juntos Carlos y Rufo. Ahora, lo que parece claro en este tramo de Liga, es que el primero está en racha de cara al gol y que además hace más cosas que rematar balones a portería.

Si perdiendo 0-2 en casa un partido trascendental no se le saca hasta el minuto 73 es que se me escapa algo o no entiendo demasiado la razón.

El caso es que a pesar del acoso al que el Pontevedra sometió al área del Zamora desde el 50 hasta el 94, mi opinión es que el partido no se pierde en esa zona del campo sino en nuestra parcela defensiva.

Al Pontevedra (que en la primera vuelta apenas encajaba en Pasarón) le están metiendo goles todos los equipos que pasan por aquí y muchos de esos goles son fruto, más que del acierto rival, de nuestra relajación y flojera defensiva.

Ayer se perdió por eso y no por otra cosa.

El fútbol que desplegó el Pontevedra tanto en los primeros 25 minutos como, sobre todo, en la segunda parte le llevaría a ganar cualquier partido de esta Liga siempre y cuando se empiece a minimizar al rival con el 0 en nuestro marcador en contra.

Con 0-2 no es que no se gane al Zamora, como así pasó, es que tampoco nos dio para empatar al menos contra el Torrelavega en el debut liguero.

Ahí y no en otra faceta del juego es en la que el Pontevedra debería incidir, reflexionar, entender y finalmente cambiar para sacar esto adelante.

Hay un factor de la derrota de ayer que no podemos controlar ahora y es el subidón de moral que ha experimentado un Zamora que de haber perdido se habría visto casi fuera de la lucha y que con la victoria se mete de lleno en la pelea.

No obstante, hay otro factor sobre el que sí podemos ejercer ese control y que resulta verdaderamente primordial saber manejar, nuestro propio estado emocional tras el gran palo de ayer.

Cono se acaba de comentar, el cuerpo técnico y la plantilla deben reflexionar con tranquilidad sobre lo que ocurre sobre todo en casa en nuestra propia zona defensiva.

Deben hacerlo, insisto, con calma y carácter constructivo.

Además, ese proceso de reflexión debe verse acompañado de manera obligatoria por el equilibrio mental que debe imperar en situaciones como esta.

Ayer había una ocasión inmejorable para alejar al Zamora y seguir en lo más alto.

Por contra, el Zamora se ha puesto a la par y el Orense por delante.

Pero quedan 10 partidos, 10, y el Pontevedra sigue dependiendo de sí mismo para acabar primero y volver a escapar de esta maldita categoría.

El equipo puede porque ya ha demostrado que puede. Ahora, lo más importante junto al análisis de los errores propios del juego es no decaer, no venirse abajo, no entrar en dudas y tener más confianza que nunca.

La plantilla y el entrenador deben saber que no están ni mucho menos solos.  

Que todos los aficionados estamos detrás y que esta familia granate está acostumbrada a navegar en medio de las aguas procelosas de las derrotas inesperadas, la igualdad máxima y los momentos complicados del equipo.

La afición no decaerá y lo importante es que los futbolistas tampoco lo hagan y demuestren en Oviedo que no están dispuestos a ceder ni ante el Zamora, ni ante el Ourense ni ante nadie.

No puedo terminar esta columna sin hablar, siquiera brevemente, de los prolegómenos de ayer.

No nos engañemos.

Que la banda de tribuna estuviera inundada de esa forma no se justifica por la lluvia continuada de las 12 horas anteriores. Esto se debe a una construcción lamentable y a unos defectos que existen desde el mismo día que se inauguró el estadio.

Definitivamente, la operación que realizó el club en verano ha fracasado y el mayor responsable de esta verguenza se codea ahora con otros Presidentes Territoriales y se permite el lujo de hablar de labores de mantenimiento y otras chorradas.

Al margen de ello, la imagen que ha dado la entidad con el Consejero económico, el Manager general y el consejero para todo, achicando agua con escobas ha sido lamentable.

No se trata de no agradecer a estos directivos su labor "escobera" sino dejar claro que no contar con una bomba de agua, por modesta que fuera, o con otro personal que pudiera hacer esa labor " a mano", vuelve a dejar claro que estamos a años luz de una gestión profesional de todo esto y que los pequeños pasos que se están dando en ese sentido son eso, muy pequeños.

Relamete, solo faltó la Presidenta con las katisukas.     

Termino con la única palabra que debe preocupar al equipo de aquí al próximo Domingo: Oviedo, Oviedo y Oviedo.

  




          

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