Debemos bucear hacia uno de los capítulos más conocidos de las historia de Roma en la península ibérica para entender el significado de la expresión “defensa numantina”.
Allá por el siglo II
antes de Cristo, la ciudad de Numancia resistió durante muchos años los embates
del todopoderoso imperio romano rechazando con éxito todos los intentos de
asalto llevados a cabo por la maquinaria de guerra más potente de la época.
Tras acumular muchos
fracasos a la hora de tomar la villa, el Senado romano decidió encargar la
misión que hasta ese momento parecía imposible a Escipión Emiliano, quien fuera
nieto adoptivo del legendario Escipión el Africano, cuya vida fue llevada con
maestría a la literatura española por Santiago Posteguillo a través de una gran
trilogía.
Emiliano, según cuenta
la historia más inteligente y racional que alguno de sus antecesores encargados
de la ardua tarea de rendir Numancia, decidió que había que cambiar de táctica.
Si los asaltos no valían, si la estrategia agresiva y ofensiva había resultado
infructuosa, lo que tocaba era un consistente, duradero y pétreo bloqueo de la
ciudad.
Decidió cortar todas
las vías de suministro del pueblo numantino. Dejarles sin comida y sin agua y rendirles
por pura inanición y desesperación.
Tras más de un año
ejecutando el plan, repeliendo los intentos desde dentro para romper el bloqueo,
por fin Emiliano Escipión consiguió la capitulación de una Numancia azotada por
el hambre y la enfermedad.
Era tal el orgullo de
la gente de Numancia que cuando la entrada en la ciudad por parte de Roma ya
era inevitable, prefirieron quemar e incendiar todo y quitarse la vida antes de
que el Imperio pudiera disfrutar de sus casas, de sus cuerpos y lo poco que
pudiera quedarles.
Más de dos mil años
después y en un escenario que a priori no se presentaba de esa forma, los
herederos de aquella recia población numantina mudaron su condición de
asediados por asediadores futbolísticos de otra pequeña ciudad llamada
Pontevedra que en esta ocasión sí resistió el empuje del invasor y terminó por
ganar una batalla cuyo destino puede acabar resultando decisivo para lograr el
objetivo del ascenso directo.
Fue un partido dotado con ese revestimiento
especial fabricado para una categoría superior.
Dos equipos a los que
la 2RFEF se les queda pequeña por muchos motivos; con una gran entrada que
volvía a demostrar la ambición y ganas de la afición pontevedresa de dar
decididos pasos hacia adelante y vivir fútbol más acorde con el contexto;
buenos jugadores; tensión por la importancia de los puntos.
Partido, en definitiva,
grande.
La sorpresa en la
alineación granate la ponía Dalisson y su titularidad y fue precisamente Dali
el que aprovechando un buen pase de Brais colocaba mediado el primer tiempo el
1-0 en el marcador y acercaba al Pontevedra hacia la consecución de la
victoria.
Se vivía una primera
parte de poder a poder. Con un Numancia intenso, agresivo, poderosísimo en lo físico
y desaprovechando dos o tres ocasiones muy claras que podían haberlo cambiado
todo.
Las dos primeras
oportunidades todavía con 0-0 y en la misma jugada.
En opinión del que esto
escribe precedidas de una falta sobre Héctor Hernández no pitada por un
colegiado mediocre que permitió demasiada dureza en forma de empujones,
agarrones y empellones y cuya forma de pitar fue mejor entendida por un
Numancia que no estaba dispuesto a dar concesiones.
Apareció un gran Edu
Sousa en dos intervenciones decisivas y la falta de acierto soriano al enviar
un rechace de aquel por encima del larguero.
Surgió también la
capacidad granate para contrarrestar la fuerza y el juego directo contrario
para hacerse con la pelota y jugar más tiempo en campo visitante.
Chiqui penetró algunas
veces y en una de ellas pudo ser objeto de penalti que el colegiado decidió no
señalar. Brais y Dalisson, aún apretados, consiguieron aparecer y girarse en
tres cuartos y generar peligro en algunas acciones hasta que llegó el gol.
Fue en una acción de
las denominadas “fronterizas” y susceptibles en el fútbol llamado profesional
de ser analizada por el VAR durante minutos
interminables.
Lo único cierto, lo que
demuestran las imágenes que se han podido ver, es que en el momento en el que
el balón sale de la bota de Brais hacia Dalisson, el hispano-brasileño puede
estar habilitado por el lateral derecho del Numancia.
El ángulo no es el
mejor. No se puede asegurar que la posición sea legal pero tampoco aseverar lo contrario.
Esa es la realidad y no otras alternativas que han aparecido después.
Con ese toma y daca,
con esa intención por parte de ambos contendientes de imponer su estilo sobre
su rival terminaba una primera parte digna de lo que estaba en disputa y jugada
de poder a poder.
Tras el descanso el
escenario cambió.
El Numancia,
exactamente igual que al comienzo del choque, empezó mejor la segunda parte con
algunas piezas cambiadas ya por su entrenador.
A diferencia de lo que ocurrió
en el primer tiempo, el Pontevedra no pudo en ningún momento hacerse con la
posesión en la que basa habitualmente su juego.
El empuje soriano iba a
más cada minuto que pasaba y el Pontevedra era incapaz no ya de alternar alguna
posesión larga que hiciera frenar el impulso numantino sino tampoco de hilvanar
alguna contra que pudiera coger descolocado a su rival y crearle dudas a la
hora de empujar con todo.
Y fue en ese momento en
el que el Pontevedra se refugió en su campo a defenderse del asedio de los que
antaño tuvieron esa condición y ahora se convertían en asediadores en busca de
ese tanto que les diera más vida en el partido y en la clasificación.
Optaron, eso sí, por la
táctica errónea romana de hace tantos siglos. No apostaron por un juego más
pausado, combinativo y elaborado para rendir a su contrincante por hambre o
falta de agua sino que decidieron marchar decididamente al asalto con balones
directos, duelos terriblemente físicos y acciones que en algunos casos excedían
claramente del reglamento.
Posiblemente eligieron
esa alternativa porque es aquella para la que están más preparados y la que
practican habitualmente.
A este atribulado
bloguero el Numancia le pareció un equipo con escasa propuesta de juego
trenzado pero fortísimo en ese plan de fútbol directo y rápido que pudo verse
en el segundo tiempo.
Y lo cierto es que esa
manera de buscar el derribo del contrario por fuerza y “aplastamiento” no suele
ser bien digerida por el Pontevedra CF.
Y ahí llegó la sorpresa
positiva del partido.
Si ya resultó
sorprendente la nula capacidad que tuvo el equipo para retomar el mando del
encuentro con el ingrediente imprescindible para hacerlo que no era otro que el
balón, más asombro causó la adaptación del Pontevedra a la problemática deriva
que había tomado el enfrentamiento.
En un escenario de
choque continuo, pelotas directas, balones aéreos en contra, el conjunto
granate supo sobrevivir con un volumen de esfuerzo y sufrimiento notable y un
triángulo inexpugnable que dio fuerzas al resto del grupo para contener a las
tropas asediadoras.
Edu, en su sitio en
todo momento e incluso viendo peligrar su estado físico por una acción
temeraria de un atacante soriano y los dos centrales fueron baluartes que
sostuvieron la muralla a pesar del bombardeo al que estaba siendo sometido.
De Pelayo puede
esperarse esta actuación pues nos enamoró a todos desde el primer momento en
que le vimos en acción pero si para un jugador el partido del miércoles se
convirtió en un examen trascendente, fue para Igor Irazu.
El vasco aguantó en
pié, despejó todo lo que le llegó por abajo y por arriba hasta conformar una
actuación impecable que debería provocar que su futuro fuese especialmente
cuidado por una entidad nada proclive, por desgracia, a blindar el futuro de
sus jugadores jóvenes con proyección.
Tras una acción
impropia del Bonilla que conocimos en Pasarón teatralizando hasta lo imposible
una acción en busca de la expulsión de Dalisson, llegó la famosa jugada de
Yelko en el 94.
La acción se inicia, en
opinión del que esto escribe, con una falta clara del Numancia cerca de su área
no pitada. El balón lo coge un Góngora exuberante en lo físico que rebasa por
velocidad a un par de jugadores granates hasta plantarse a la altura del
banquillo del Pontevedra, es decir, a unos 35 o 40 metros de la portería de Edu
y en una banda.
Una vez ahí, Yelko que
estaba fuera del área técnica y muy cerca de la línea de banda siguiendo el
juego, es medio empujado por un asistente que como es lógico debe seguir la
jugada y ello provoca que entre dentro de los límites del campo pero con la capacidad
de salirse antes de chocar con Góngora o tocar la pelota, circunstancias que no
se dan en ningún momento.
La jugada es cortada en
gran cruce por Pelayo que venía con ventaja y habría sido cortada por el
asturiano aunque Yelko no hubiera estado en ese lugar. La influencia para el
marcador no existió en ningún momento.
Otra cosa es reconocer
y decir que Yelko no debía estar ahí. Por mucha que fuera la intensidad del
choque, que era enorme, Yelko debía estar metido dentro de la zona técnica a la
altura de su entrenador, eso es indiscutible y no se puede negar.
Ahora, la acción está
bien arbitrada pues se señaló falta a favor del Numancia y tarjeta amarilla
para el infractor y eso es lo que pone y a lo que obliga el reglamento.
A pesar de que el
Numancia, está en su derecho, haya amplificado sobremanera esta acción con unas
declaraciones post partido indefendibles y lamentables de su entrenador y un
recurso por apropiación indebida sin asidero legal serio que ya ha sido
rechazado en primera instancia deportiva por el comité de competición, la
acción no debe pasar de ahí.
No estamos ante un caso
ante el que si pudiera utilizarse la palabra “escándalo”( que tan alegremente
ha sido utilizado en esta ocasión por medios “besasotanas” y anfitriones de
terraplanistas, o diarios” de todas las aficiones”) como si un jugador
sustituido hubiese entrado deliberadamente al campo a echarse una carrerita y
evitar un gol del contrario cuando el balón estuviera a punto de entrar o a
derribar a un atacante que encarase solo a un portero. Ni de lejos.
Yelko no debería haber
estado ahí, vale. A Yelko debería dársele un toque desde los despachos (no se
hará), vale, pero es una acción que no es decisiva ni de lejos para el
resultado y que ha sido juzgada según rezan las normas.
El partido terminó por
fin, después de más de nueve minutos de prolongación, con ese 1-0 que otorga al
Pontevedra CF tres puntos de oro.
Hay mucho que hacer
todavía, desde luego, pero la situación granate ahora a efectos clasificatorios
es muy buena y se debe gestionar esta ventaja como procede.
Fue un partido, insisto,
de otra categoría. No es fácil ahogar al Pontevedra como lo hizo tras el descanso
el Numancia y casi todo el mundo que estuvo en las gradas de Pasaron salió con
la impresión de que ambos equipos deberían estar la próxima temporada en 1RFEF.
Lo que toca ahora es
descansar y recuperar bien para afrontar en buenas condiciones la siguiente
prueba que será el Coruxo otra vez en casa el próximo domingo.
El Pontevedra deberá recuperar
su imagen habitual de equipo mandón y avasallador con la pelota. El rival
querrá explotar el posible cansancio local y el posible mal estado del césped
por las lluvias que están cayendo y que no pararán el fin de semana.
Estamos cerca pero
queda trabajo.
La afición debe volver a
jugar su papel dentro de un par de días.
De aquí no debe
marcharse ni un solo punto.
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