lunes, 11 de febrero de 2019

Tropiezo tan grave como doloroso

No se pude negar que el refranero español es rico y prolijo en expresiones de frecuente aplicación a nuestro desempeño en la vida cotidiana.
Hay uno muy conocido que recomienda encarecidamente "no vender la piel del oso antes de cazarlo" y este atribulado bloguero debe confesar que antes del partido disputado ayer contra el Inter de Mardid ya tenía no vendidas pero sí casi comprometidas grandes partes del gigantesco cuerpo del rey de los plantígrados.
La buena marcha del equipo en casa así como los datos no muy halagüeños del rival en lo que respecta a los goles encajados (tercero por la cola en esa estadística del juego), provocaron que camino al Estadio de Pasarón mi confianza en la consecución de la victoria fuera demasiado elevada.
Es cierto, no obstante, que ya en las inmediaciones del campo (y previa consulta a las redes sociales) la baja en el once inicial de David Castro hizo que se me torciera un tanto el gesto no por la obligatoriedad de la presencia del de Cuntis para ganar el partido pero sí por el alto coste que se tuvo que pagar en el partido de ida de la sempiterna y poco agradecida Copa Federación. 

El caso es que el encuentro comenzó con más o menos la misma poca gente de los últimos tiempos y ese silencio más propio de un teatro o salón de cine que de un espectáculo deportivo que no sea de tenis.
Y con el inicio del choque (sobre este césped que los protagonistas tienen que padecer semana tras semana) también pudo comprobarse desde muy pronto que la "cosa" no iba a resultar sencilla y que el equipo no había salido como otras veces en casa.
Después de una buena penetración de Nacho López casi al principio por la derecha, el juego cayó en una monotonía bastante desesperante en el que el Pontevedra no encontraba los caminos para generar peligro y el contrario vivía tranquilo sin amenazar arriba pero sin sentirse agobiado por la presión pontevedresa.  
En la única buena jugada combinativa granate del primer tiempo pudo marcar Borja tras cesión bonita de Romay pero en líneas generales el aburrimiento y la apatía presidían el partido en el que el Inter se manejaba plácidamente.

Esta situación empezó a cambiar, en primer lugar, gracias al colegiado del encuentro.

Es cierto que pitar no es fácil (y más sin el Var aunque en los últimos tiempos tengamos dudas de si algunos miembros de esa Sala arbitral están en su interior o en la del bar más cercano) y que decidir en segundos jugadas conflictivas conlleva un margen de error que debemos comprender todos.
Ahora bien, una cosa es equivocarse en alguna jugada polémica y que como tal exige una reacción inmediata y otra es realizar una labor arbitral sin tener en cuenta uno de los principios (sino el que más) en los que debe basarse un arbitraje que no es otro que la igualdad de criterio a la hora de juzgar a los dos contendientes.
Y es en esa faceta tan importante en la que el "trencilla" del día de ayer dejó mucho que desear y motivó el nerviosismo no ya de los jugadores locales sino también de una afición que no entendía muchas de las decisiones disciplinarias que el juez estaba tomando.
Es cierto que la amarilla mostrada a Nacho López es justa pero las dos sacadas a Alex González vinieron derivadas de unas entradas prácticamente iguales a varias efectuadas por jugadores madrileños que no recibieron el mismo castigo.

Esa fue ayer, a mi juicio, el gran e importante error del colegiado no aplicar el reglamento por igual a los dos equipos en acciones que no requerían una decisión instantánea sino un criterio ecuánime sea cual sea la línea de arbitraje que se haya decidido llevar.

El caso es que con el inicio de la deriva del árbitro se empezó a agitar un poco el partido y más se movió con la llegada de los goles.
El 0-1 tras corner mal defendido por nuestra defensa y portero y el 1-1 tras remate de Romay salvado por una mano de un jugador del Inter pero que el propio jugador de Malpica pudo cristalizar tras recoger el rechace.

A pesar de ese "movimiento" final en los últimos diez o quince minutos del primer tiempo, la conclusión a la que este bloguero llegó es que el equipo no había estado nada bien, no había logrado dotar de un mínimo de continuidad y ritmo al juego pero que de lograr enlazar una buena fase en el segundo tiempo el encuentro era totalmente ganable.

He aquí, no bstante, que ese guión imaginado no tardó ni un minuto y medio en saltar auténticamente por los aires.
Una jugada en medio campo, otro grito interminable de un jugador visitante y segunda amarilla para un Alex González que hizo realmente poco para acabar expulsado de esa manera tan arbitraria.

A este respecto me gustaría hacer una reflexión en forma de pregunta.

¿Es necesario para influir en la decisión de un árbitro lanzar un alarido cual explorador atacado por león gigantesco cada vez que un contrario te hace una falta? 
Es evidente que ayer funcionó y estos "espasmos de tenor de cuarta categoría" dieron su fruto con una expulsión cuanto menos discutible dadas las acciones que provocaron la misma.

El partido, por tanto, pasó a ser otro.

El Pontevedra dejó la iniciativa al Inter que agarró la pelota por obligación y la movió sin demasiado sentido dilapidando con remates muy inocentes las escasas veces que logró llegar con algo de peligro a la portería de Edu. 

Los granates, en cambio, parecían dejar pasar los minutos apostando la posibilidad de triunfo a alguna opción aislada que parecía complicada pues apenas se intentaba llegar al área rival.
A falta de unos veinte minutos Luismi decidía por fin mover ficha y daba entrada a Alvaro Bustos por un Pibe voluntarioso pero sin demasiada suerte  en el día de ayer.

Y poco después llegó una de las poquísimas veces que el Pontevedra intentó presionar más arriba al Inter y fruto de ella la llegada de un córner.
Era tan raro el partido que de ese saque de esquina peinado por Berrocal y rematado en el segundo palo por Pazos más de medio campo ya cantó el gol granate.

El que esto escribe no fue una excepción. 
No sé si el efecto óptico, el sol que pegaba en ese momento en esa zona o por qué otra extraña razón provocó que muchos de nosotros celebrásemos ya el tanto mientras la jugada seguía y Alvaro Bustos enviaba esta vez sí (sin nadie que pudiera decir lo contrario) el balón al fondo de las mallas tras buen remate con la zurda.

Se había hecho lo más difícil o en términos de navegación se había superado la fase más aguda de la tormenta y ahora solo hacía falta afrontar los estertores del temporal con tranquilidad y esperando la llegada de la orilla.

De hecho ,tras el tanto el Pontevedra siguió bien asentado en el césped. Bustos se crecía y desbordaba por su banda provocando (por fin) una tarjeta al Inter de Madrid; Borja se hacía grande y en una conducción preciosa enviaba un balón venenoso al corazón del área que un rival casi convierte sin querer en el 3-1.  
Y atrás apenas se sufría con un Churre en su línea y un León que tenía uno de esos días en los que realmente no se entiende como puede cometer los errores de otros encuentros.

Nada hacía presagiar que el partido que unos minutos antes pintaba tan mal podría escaparse después del 2-1... pero se escapó.

Minuto 90, falta en contra muy centrada y lejana, mala salida y peor despeje de Edu y remate en parábola de un delantero madrileño que acabó con la pelota dentro de nuestra portería tras un recorrido lento y bombeado en el que por unas décimas de segundo este atribulado bloguero pensó que uno de los postes podría ser nuestro salvador.
No era el día y como no lo era ese balón tras rozar un poco en la madera acabó dentro del marco cercenando de un tajo la ilusión de las consecución de una victoria que era importantísima.

Esa sensación de disgusto e incredulidad que se apoderó de Pasarón tras el empate visitante se hizo quizá algo mayor por haber llegado producto de un error de alguien que casi nunca los comete.
Entre las pocas certezas que en los últimos tiempos tenemos muchos de los seguidores granates es que si las cosas vienen mal dadas es muy posible que nuestro portero nos rescate muchas veces como esta temporada ya ha hecho en varias ocasiones.

Esta vez la situación se dio la vuelta y a Edu Sousa le tocó padecer en primera persona los efectos de una acción desafortunada.
Este bloguero no duda de que la personalidad y cualidades del portero titular del Pontevedra CF le harán salir de este trance todavía con más fuerza y que sabrá sacar las conclusiones oportunas de esta situación para mejorar y tratar de que el próximo error (que vendrá pues el fútbol es un deporte de errores y aciertos) llegue dentro de muchos partidos.

El caso es que el tono de Luismi en rueda de prensa era indicativo de que el empate había dolido sobremanera en el vestuario por llegar después de haber remado mucho y además por venir precedido por un error nuestro y no de una jugada meritoria del rival.

Lo cierto es que no se puede negar que no ganar al Inter en casa es un tropiezo inesperado y que dada nuestra errática trayectoria fuera nos resta claras opciones de seguir con confianza peleando por entrar en la fase de ascenso.

Ahora bien, esa confianza que se haya podido perder; ese indudable golpetazo que ayer nos llevamos todos solo se arregla apretando bien los dientes y rebelándose ante una situación que todavía tiene mucho remedio.  

¿Qué nos dicen  (entre ellos este pesado bloguero) que fuera no hacemos casi nada? Pues vamos a salir el Domingo a "cerrar bocas" y a recuperar los puntos que ayer se marcharon tan lastimosamente.

"La ocasión la pintan calva." 

Llega el partido contra el Celta B al que no ganamos hace demasiado tiempo y que nos pone por delante una oportunidad pintiparada para recuperar el ánimo a la par que ganar a un rival que como no me canso de repetir no es un rival cualquiera.

Ahí delante, en solo seis días, tiene el equipo esta gran oportunidad para reivindicarse y recoger los boletos para meterse arriba que ayer se cayeron al suelo tras el dichoso empate del Internacional.

Ganar en Vigo, no hay mejor antídoto contra la mordedura de veneno que inesperadamente recibimos ayer.  
  
   

    


1 comentario:

  1. Añadir a tu acertado análisis mi sorpresa por la tardanza en entrar al partido de Arruabarrena. Desconozco si tenía problemas físicos que justificasen la decisión del técnico,pero laa virtudes de Mikel nos habrían venido bien antes para tratar de bajar y mantener la pelota además de ayudar en la defensa del juego aéreo.

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