lunes, 25 de febrero de 2019

Un "ataque" de finales de primavera

Todavía estamos en invierno pero la tarde de ayer apareció disfrazada de final de primavera. 

A aquellos que nos gusta el fútbol y sobre todo vivimos al compás de unos colores determinados el clima primaveral no solo nos revuelve el espíritu como a cualquier hijo de vecino sino que nos aguijonea el estómago en advertencia de que llega el momento de jugarse la temporada. 
Los días ya se han hecho más largos, la brisa acaricia suavemente las mejillas y en los días soleados el calor se empieza filtrar por los intersticios de esos abrigos que todavía no han sido abandonados "de la mano de Dios" al fondo de unos armarios que los expulsaran de nuevo hacia afuera cuando regresen los fríos de otoño.

Es cierto, insisto, todavía falta casi un mes para la primavera pero ayer por la tarde parecía que Abril tocaba a su fin y que Mayo se preparaba para extender su reino por la Boa Vila.
Cielo azul y luminoso, temperatura "alta para la época" que dirían los clásicos y sobre todo partido "grande" a la ribera del Lérez en el que el Pontevedra CF se iba a batir el cobre contra un rival cualificado.
Por eso, aunque el calendario indicaba el día 24 de Febrero, a muchos de los que en Pasarón nos congregamos en algunos instantes nos pareció vivir con dos meses de adelanto los partidos cruciales de final de Liga en los que no hay más remedio que "matar" sino se quiere "morir sin remisión".

Y en lucha este atribulado bloguero con el calendario de su teléfono móvil que tozudo seguía empeñado en indicar una cosa y el hormigueo incesante de su tripa revuelta que señalaba otra,  salieron los dos conjuntos al césped para dirimir un encuentro que se presumía de enjundia.

Esa importancia del choque, además de un evidente respeto entre los protagonistas, fueron los principales responsables de que la primera parte estuviera contenida aunque con mucha tensión como una de esas ollas exprés cuya tapa es golpeada por el contenido del recipiente pero que se niega a saltar por los aires respondiendo así a la finalidad buscada por su inventor.

Los dos equipos se medían con tiento pero también se entregaban con denuedo en cada balón aéreo, cualquier pelota dividida o en esos lances del juego en que ganados por el rival veinte centímetros a base de sacar tierra con las uñas había que recuperar el terreno devolviendo toda esa tierra a su lugar de origen.
El Pontevedra CF, sin la presencia de Romay, optó por alinear a Berrocal como vértice más retrasado de un triangulo que completaban Borja Domínguez y Kevin Presa que incluso a veces desplegaban sus posiciones a una altura cercana a los hombres de banda que no eran otros que Bustos y Pedro Vázquez. El elegido arriba fue Arruabarrena y la defensa que ya nos sabemos de memoria formaba la primera línea protectora de Edu Sousa.

En ese escenario contenido; de lucha sin cuartel pero de disciplina táctica espartana presidido por un esfuerzo físico innegable por ambas escuadras, quien más quien menos sabía que cometer un error era una condena de muy difícil enmienda posterior y que el partido no iba a entender de frivolidades sin sentido.

He aquí, no obstante, que ese error en el primer tiempo lo cometieron los nuestros. Al filo de la media hora, un despiste evidente en el saque de una falta lateral y lejana permitió a un jugador rival ganar el área con una facilidad pasmosa y ofrecer un "pase de la muerte" ( la tarde estaba para más clásicos) que su compañero a escasos dos metros de la línea de gol no pudo cristalizar por la presencia gigantesca de un Edu Sousa que sacó una pierna prodigiosa más de balonmano que de balompié para salvar al equipo de un 0-1 cuyas consecuencias habrían podido ser casi devastadoras.
Fue una jugada aislada producida entre el rigor que hasta ese momento presidía el partido y que el Fuenlabrada para alivio de los allí presentes no fue capaz de aprovechar.

El Pontevedra también tuvo la suya en la última jugada de la primera parte. Esta vez no fue por un error rival sino a consecuencia de una pelota rechazada hacia la frontal del área que fue  conectada en preciosa volea por Borja Domínguez enviándola a escasos centímetros de uno de los palos de la portería madrileña.

Con ese subidón de adrenalina por ver tan cercano el gol local, se acababa una primera parte no pródiga en fútbol alegre o combinativo pero sí entretenida por el ahínco empleado por los 22 protagonistas y esa importancia que rezumaba por todas las esquinas del encuentro.

Se acuerdan cuando hace ya unas cuantas líneas de esta columna hablaba de la olla exprés y de esa tapa que testaruda se mantenía firme sin dejar escapar ni una gota de su contenido?  Bueno, pues ahora imaginen esa tapa saltando por los aires y dejando escapar todo el liquido furioso y efervescente del interior.

Y háganlo porque eso es lo que pasó en el minuto 3 de la segunda parte que es cuando se produjo el error del equipo visitante. 
Pérdida absurda en medio campo que propicia una contra que empieza en Borja continúa en Bustos, pasa por Kevin y un rechace del portero y termina con el balón en las botas de Pedro Vázquez que a puerta vacía y en posición correcta no perdona el 1-0.

En ese momento se tocó arrebato. 
Esa contención, ese respeto mutuo, esa red en la que parecía contenido el partido desapareció por completo para dejar su espacio a un fútbol más a tumba abierta en la que las cartas ya se habían puesto boca arriba y la ventaja la llevaba el Pontevedra. 

Fueron los minutos siguientes al gol de Pedro aquellos en los que el equipo sufrió más, acusó un desconcierto absurdo cuando menos se debía y fue ese el tramo del partido en el que el Fuenlabrada estuvo realmente cerca de empatar.
Duraría unos quince o veinte minutos (desde el gol hasta la entrada de Alex González al campo)y en ellos el líder cambió el sistema, se vino arriba y aprovechó ese nerviosismo pontevedrés para poner la incertidumbre en el campo de Pasarón.

En esa fase del choque al equipo parecía quemarle el balón y se limitaba a sacudírselo de encima sin contemplaciones en lugar de tratar de protegerlo más en su posesión e incluso de dormir un partido que nosotros mismos parecíamos contribuir a dotar de muchas revoluciones.
También fue el momento en el que más apareció Randy con varias intervenciones cerca del área muy peligrosas o Cedric que tuvo la mejor ocasión en un cabezazo que se marchó lamiendo el poste izquierdo de Edu. León estuvo felino (perdón por la "gracieta") en otra llegada del Fuenlabrada e incluso en otra falta otro cabezazo puso el peligro en la portería de Edu.

Todo empezó a calmarse con el primer cambio del Pontevedra CF. Un Bustos extenuado después de haber hecho un trabajo sin brillo pero útil para el equipo dejaba su sitio a poco más de veinte minutos para el final a Alex González que poco tardó en hacerse notar sobre el césped.

En esos casi veinte minutos transcurridos desde el 1-0 hasta el cambio el Pontevedra apenas había conseguido salir en contraataque: No sé si algo sorprendido por el innegable empuje del Fuenlabrada tras verse por detrás y también por ese nerviosismo vivido tras el gol, el Fuenlabrada vivía cómodo en campo granate y no tenía porque correr hacia atrás pues el Pontevedra no hilvanaba contra alguna que a ello le obligase.

Con Alex esto empezó a cambiar y en dos cabalgadas de las suyas por la izquierda ya empezó a contribuir a que el partido se descongestionase; que no se jugara siempre en nuestra parcela y que el Fuelabrada que debía arriesgar se encontrara con muchos más problemas en retaguardia.

No fue el cambio la única razón del progresivo cambio de panorama. El Pontevedra también se tranquilizó, empezó a contener mejor a su rival y en esa labor en la que todos los jugadores se emplearon a fondo destacaron los tres del medio, Borja, Kevin (inmenso toda la tarde) y Berrocal que supo estar en su sitio en más de una ocasión haciendo coberturas e incluso cometiendo una falta de amarilla que había que cometer si o sí. 

Ya cerca del final Arruabarrena se marchaba para dejar algunos minutos a Javi Pazos en un momento del choque en el que se intuía que el equipo podía enganchar esa jugada que nos ahorrase el sufrimiento producido por lo corto del marcador.
El propio Pazos pudo crear mucho peligro en un lance en el que no se hizo bien un autopase que le habría dejado mano a mano con el portero. 

Sin embargo, poco después llegó el éxtasis.

Robo en el medio de Borja, balón a Javi Pazos; este manda a la derecha para Pedro Vázquez que envía un pase perfecto para dejar a Alex ante el portero que dudó y mucho a la hora de salir y que cuando reaccionó ya tenía al rubio cántabro encima para fusilarle sin remisión y sentenciar un partido apasionante. 

Aún había más y en otra jugada de contraataque de libro Borja Domínguez colocaba un pase maravilloso y pleno de categoría a un Kevin Presa pletórico al que parecía incluso faltarle campo para expresar su indomable fuerza que delante otra vez de Biel Rivas le batía con tiro cruzado llevando el delirio a las gradas del ex vetusto.

La victoria (aunque es verdad que el partido no era de 3-0 en cuanto a la superioridad mostrada ante el rival) reúne un mérito innegable y enorme. 
El Fuenlabrada venía con 13 goles sólo en contra y a pesar de que en la segunda parte tenía que arriesgar no es ni mucho menos sencillo hacerle tres a un conjunto como este. 
Constituye en mi opinión el partido de ayer otra prueba más de que el Pontevedra CF no es inferior a nadie esta temporada en su grupo y que todos los escenarios están abiertos de cara a estos doce partidos finales de la Liga.

Porque sí. Quedan doce partidos (36 puntos) todavía por disputarse. 

Ayer parecía Mayo pero no lo era. 

Tras el encuentro, ya en casa más tranquilo y recuperada la perspectiva de la totalidad de la competición, volvía a caer en la cuenta a medida que caía la noche y se acentuaba la sensación de frío que estamos en Febrero y que todavía queda mucho terreno por recorrer.

Eso sí, la imagen de equipo fuerte, importante dentro de la categoría ofrecida ayer nos debe alegrar y sobretodo hacer confiar en que el Pontevedra CF parece estar volviendo de nuevo tras una temporada pasada digna de una película de terror.

Espero que este regreso sea más estable, más enraizado en la fortaleza de nuestra historia y más sólido de cara al futuro.

Por ahora, toca que los jugadores descansen, entrenen con normalidad durante la semana y aguarden la batalla de El Toralín.

Allí espera un rival herido, posiblemente con dudas y al que habrá que domar con la misma disciplina, entrega, tesón y fútbol, ingredientes con los que fuimos capaces de someter al líder de la competición.


   
   

     

1 comentario:

  1. Este domingo tenemos una gran oportunidad de dejar a un rival directo como la Ponferradina al borde del KO, ojalá que el equipo salga a por la victoria y los puntos vengan a Pontevedra

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