martes, 15 de febrero de 2022

TODO SALDRÁ BIEN

Siempre que se pierde un partido de manera inesperada y más si el choque resulta trascendente, lo único que me sale, lo único que me pide el cuerpo, es quedarme sentado en la butaca mientras las gradas (ya de por sí demasiado vacías durante el juego) se van quedando completamente huérfanas de aficionados.

Al mismo tiempo que los seguidores se marchan, elevo la mirada del suelo y veo a los futbolistas abandonar cabizbajos el "césped" tras recibir algunos aplausos de una afición que ni siquiera reaccionó a la derrota con música de viento o exhibiciones de tenor frustrado.

No. Esta vez, la gente se marchó del estadio más en silencio que nunca. 

Preocupada, algo sorprendida y, creo, preguntándose si otra vez más se nos iba a caer el equipo en la fase más importante de la temporada.

Hasta hace un par de jornadas nos ilusionábamos con un equipo que sin enamorar con su juego, ganaba los partidos con más o menos solvencia y parecía haber desterrado por completo los fantasmas de un comienzo de Liga errático y desalentador.

El que esto escribe, más atribulado esta vez que nunca, no entiende demasiado bien las razones por las que nuestro Pontevedra ha disputado dos partidos seguidos en los que al margen de no conseguir marcar (solo había pasado una vez en los primeros 19 partidos ligueros), ni siquiera ha disparado entre los tres palos apenas una vez en Leganés y otra hace un par de días frente al Bergantiños.

Después del partido jugado en Butarque, la sensación con la que terminé es que el equipo no había sido él mismo. Que no se había encontrado, que no había alcanzado ese ritmo de pelota con el que muchas veces acaba por desbordar a los rivales.

"Era en Madrid", me decía- y ya sabemos lo atolondrado que sale el Pontevedra en la capital ya juegue a las 11 de la mañana o a las ocho de la tarde.

"Un partido malo puede llegar en cualquier momento"- me repetía mientras ni imaginaba el sorprendente resultado que el Palencia- Cristo AT iba a cosechar al día siguiente en el campo del Adarve y que a la postre nos consoló, al menos en parte, de nuestro naufragio en Leganés.

Lo más importante de lo ocurrido frente al filial blanquiazul no había sido la derrota sino nuestra incapacidad para hacerles daño jugando contra 11 y luego contra 10 y eso era lo que no podía volver a repetirse.

No voy a decir, porque no me ajustaría a la verdad, que el Pontevedra mereció perder contra el Bergantiños.

Ahora. Podría decir con total convencimiento que mereció ganar el partido por lo demostrado a lo largo de los 90 minutos? Sinceramente, tampoco podría afirmar tal cosa.

Y eso que la primera parte no fue demasiado mala.

El equipo sí encontró los caminos sobre una hierba destrozada para alcanzar el área carballesa en numerosas ocasiones y evitar que el contrario nos llegase con verdadero peligro a nuestra zona de castigo.

Y eso que el choque ya venía con sorpresa desde el comienzo por las ausencias imprevistas de Araújo y, sobre todo, de David Soto.

Aún así, en defensa, el equipo no sufrió demasiado en la primera parte y Pacheco que debutaba (tampoco estaba citado Santos) cumplió con el cometido que tenía, aún a pesar de un par de indecisiones que él mismo pudo resolver.

Decía algo más arriba que el Pontevedra lograba llegar con asiduidad al área del Bergantiños pero posiblemente su torpeza y su oscuridad en esa zona crucial del campo pudo constituir la primera razón para el mazazo que vendría al final.

No se puede llegar con superioridad tantas veces a una zona tan peligrosa y desbaratar todas las acciones, una por una, por estar rematadamente mal en centros aparentemente asequibles; o por hacer un control de más cuando lo que tocaba era lanzar a portería; o por perderse en florituras o regates absurdos antes de ser concretos y machacar al rival cuando realmente está siendo superado.

En esa primera parte el Pontevedra fue claramente mejor y solo su negación y su querencia (no es la primera vez) a perderse en filigranas o, dicho vulgarmente, por querer meterse con la pelota dentro de la portería como cuando éramos niños, impidió que algún gol subiera a su casillero y facilitara en gran parte su labor.

A pesar de esa desesperante actuación en los últimos 20 metros de campo, la primera parte no presagiaba todavía el desenlace final y por lo menos el que esto escribe, pensaba que en alguna acción tras el descanso nos dejaríamos de zarandajas y "caralladas" varias y lograríamos marcar ese gol salvador.

Me equivoqué.

La segunda parte, con un Bergatiños replegado y esperando su oportunidad, ya empezaba con la entrada en el césped por parte carballesa de dos de sus mejores hombres en ataque, Cano y un Escobar que desde el primer instante ya dio muestras de su peligro y su saber hacer en el cuerpeo con centrales y protección de balón.  

No sufría, sin embargo, atrás todavía el Pontevedra pero tampoco llegaba ni mucho menos con la fluidez del primer tiempo a las proximidades del área rival.

Se forzaron algunos córners que pusieron de manifiesto nuestra escasa peligrosidad en ese lance, se intentó penetrar en la defensa rival pero la mayoría de esos intentos morían sin demasiados problemas en un entramado defensivo bien organizado por el equipo de Lemos.

Con el paso de los minutos llegaron nuestros cambios que lejos de mejorar, empeoraron al equipo.

Se fue Rufo (no estuvo bien el "9" pero no sé si se ganaba más "protegiendo" su físico durante los veinte minutos que restaban que es lo que se hizo, que aguantándole en el campo por si de una vez por todas llegaba ese centro decente que pudiera encontrarle) y entró Diz que nada aportó salvo un lanzamiento flojísimo en el 83 que constituyó la única vez que el portero rival tuvo que coger una pelota.

También se fue Rubio (objeto de un penalti claro en la primera parte) y al que en absoluto mejoró un Oier completamente desdibujado. Y tambíén se marchó un Yelko incapaz de encontrar resquicios en el embudo planteado por el "Bergan" en la segunda parte, al que sustituyó Romay que apenas apareció en el cuarto de hora final.

Lo peor es que el rival ya enseñaba algo sus uñas con el paso de los minutos y un extraordinario hasta en dos ocasiones Churre tuvo que intervenir para evitar dos acciones de muchísimo peligro elaboradas a la contra por el Bergantiños.

Hasta que llegó ese minuto 90. Ese balón largo que esta vez sí se come Churre y ese choque de trenes entre Rey (que jugaba atrás desde la entrada de Román por Pacheco) y Escobar. Pelean, cuerpean, los dos se van al suelo pero el punta visitante se levanta con mucha más velocidad y agilidad para hacerse con el cuero, fusilar a Cacharrón y dejarnos completamente fríos y en silencio.

Tras el varapalo he leído a gente que sabe de esto tratar de argumentar alguna causa táctica o estrictamente futbolística para encontrar razones a este bajón.

Uno de esos argumentos es que el Pontevedra CF juega mejor con un punta que con 2. Puede ser cierto pero también es verdad que a principios de la Liga ya jugábamos con un punta y el equipo no arrancaba hasta que precísamente pasó a jugar con dos delanteros.

Otro es la posición más retrasada de Alex debido a la baja de Araujo y que le quita chispa y profundidad al conjunto.

También puede ser verdad pero lo cierto es que tras las 5 primeras decepcionantes jornadas el "sacrificado" fue el propio Araújo y Alex pasó a ocupar el lateral de la banda izquierda. Y con él en esa ubicación el equipo también fue capaz de empezar a ganar partidos.

Que si Brais debe tener más libertad (aparatoso, por cierto, el vendaje con el que el ex compostelanista jugó la primera mitad y que deja entrever que es posible que no pase por su mejor momento físico) y no anclarse en banda izquierda.

Y también es razonable opinar así aunque el Domingo pasado, en la segunda parte, ya no estuvo Brais tan fijo en esa posición sino abarcando más espacio de ataque y tampoco surtió efecto.

Todas esas razones que tratan de explicar estos 15 días de pesadilla cuenta, insisto, con la lógica y credibilidad suficiente como para quizá estar colaborando al bache pero, en mi opinión, la razón más poderosa, la que nos ha lastrado en exceso en estos dos choques es posible que esté más en el "coco" que en las piernas o el lugar que ocupa cada futbolista sobre el campo.

Hace dos días, la impresión que generó el equipo desde el comienzo de la segunda parte fue la de un grupo con exceso de nervios y precipitación cuando quizá tocaba usar la cabeza para encontrar el modo de derribar el muro contrario.

Al no tener un equipo demasiado punzante y peligroso a balón parado y no contar, además, con espacios de ningún tipo por causa de la tupida y bien engranada defensa visitante, el Pontevedra chocó su cabeza contra ese muro una y otra vez estrellándose casi siempre en la malla que por el centro urdió acertadamente el Bergantiños.

Apenas intervino Seoane, que reaparecía, y cuyas asistencias desde la derecha han sido una fuente importante de beneficios para la cabeza de Charles en partidos anteriores.

Esa posesión más pausada que a veces desespera si no se hace con sentido es a lo mejor lo que sí habría resultado más lógica en la segunda parte del otro día.

No una posesión "sobadora" sin sentido y sin pretensión de ningún tipo pero sí un manejo de balón inteligente para encontrar esas vías de entrada por las bandas conseguidas a base de "picar piedra" con la pelota el tiempo que hiciera falta y que ya hemos visto otras veces en las que el rival se nos ha encerrado atrás.

Faltó, creo, paciencia y sobró ansiedad y tener siempre en la cabeza el empate del Adarve y que se iba otra posibilidad de recortar puntos.

Al final, ocurrió lo contrario y en dos partidos en los que el Adarve sumó un solo punto, su diferencia con respecto a nosotros ha subido de 5 a 6, al margen de que el Compostela nos vuelve a apretar por detrás.

Es hora de que el equipo se tranquilice. Que piense, que reflexione y que todos sus miembros en conjunto se rearmen y encuentren la reacción que debe ser inmediata.

No creo que a día de hoy lo que proceda sean los reproches o la desesperanza por nuestra parte.

Preocupación? Claro, faltaría más. Pero confianza en que el equipo cuenta con mimbres suficientes para recuperar la senda correcta, toda la del mundo.

Una vez mi hijo de 10 años me comentó su inquietud por un examen que tenía al día siguiente y sobre el que albergaba alguna duda sobre su desempeño en el mismo.

Había estudiado como siempre pero afirmaba que iba a ser muy complicado y que estaba nervioso.

Le contesté como mis propios padres habían hecho conmigo hace varias décadas cuando estaba en la misma situación que mi pequeño: Has trabajado como siempre, eres inteligente y por ello al final todo saldrá bien.

Esa frase, TODO SALDRÁ BIEN, es la que me gustaría decirles a los jugadores si tuviera la oportunidad de conocerles.

Calma, trabajo y confianza en que su fútbol volverá y los partidos caerán otra vez de nuestro lado.

Es cierto que la reacción debe ser inmediata porque los partidos se van agotando pero sigo insistiendo en que no podemos ni debemos caernos una temporada más. 

Que podemos hacerlo, que lo tenemos ahí y que todo acabará saliendo bien.    



   

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