lunes, 11 de abril de 2022

Dos calvos, un Calvillo y un calvario "happy end".

 El Pontevedra CF es líder de su grupo de 2RFEF.

La frase consta de pocas palabras y se escribe muy deprisa pero todavía alcanza más velocidad a la hora de leerse.

Sin embargo, le ha costado 29 jornadas de "vía crucis" al Pontevedra CF (aprovechando la época es posible que esta no sea la única mención en esta columna a la Semana Santa, eso sí, escritas desde el más respetuoso de los agnosticismos) alcanzar la tan anhelada y decisiva primera plaza que lleva directamente a la categoría superior.

29 jornadas, o lo que es lo mismo, siete meses de competición persiguiendo al dichoso U.Adarve que a veces parecía que caería como fruta madura y otras que no sería "enganchado" de ninguna forma por el equipo granate.

Pues sí. Al final (o casi al final, para ser exactos) lo hemos cogido y sobrepasado en una clasificación que todavía se encuentra muy apretada.

Y lo cierto es que ayer Domingo no está muy claro si gran parte de la afición granate (y me da la impresión que también el equipo); no está muy claro, decía, si jugaron un solo partido o dos.

Por la mañana consultando internet a cada momento desde las 12 de la mañana aquellos que no tenían acceso a las imágenes del partido del Adarve y viendo dicho encuentro los que sí tenían la posibilidad de hacerlo.

Yo era de los primeros. 

Confieso que a medida que pasaban los minutos y el "derbi" madrileño llegaba a su final, me imaginé de mil maneras ese gol a balón parado tras saque de banda del en ese momento todavía líder en el minuto 93.

"Lo van a marcar, está claro", me decía con solo ese convencimiento que puede acarrear tantos y tantos fatalismos vividos con el Pontevedra.

Pues no, miren. No lo marcaron y después de dejarme varios dedos refrescando sin descanso un conocido portal de internet, comprobé aliviado como la palabra "final" aparecía debajo del empate a 0 goles entre mostoleños y "adarveros".

"Ahora queda lo nuestro", seguí diciéndome en silencio. "A ver si esta tarde no hacemos una que valga por veinte", repetía mientras disfrutaba una cerveza que sabía a ángeles benditos.

Y lo cierto es que la papeleta no era tan fácil como se podía pensar.

Primero por el propio rival, el Real Avilés Industrial, un equipo de los de más "cartel" del grupo y con muy buenos y veteranos jugadores en sus filas con capacidad para estar bastante más arriba en la tabla.

Después por el hecho de que lograr el liderato ya solo dependía a partir de las 14.00 h de lo que hiciéramos nosotros. De no fallar. De ganar, vamos.

Las gradas presentaban como el día del U.Adarve mejor aspecto que en el resto de la competición y la primera "china" en el zapato llegó con el sorteo de campos. Monedita para el Avilés y cambio de campo para tratar de descentrar a nuestros jugadores.

No sé si al equipo eso le molesta mucho, poco o nada pero ya que estamos de confesiones, yo reconozco que esa circunstancia me agría un poquito el gesto y me pone en guardia ante lo que viene, que me "jode" bastante, vamos (perdón por la expresión soez).

Ya desde los primeros minutos de juego hizo su aparición estelar el primer calvo del día.

Sergio García, conocido por ser veterano en esas batallas de la antigua 2B en varios equipos, empezó a dar un recital de como descomponer él solito a toda la defensa pontevedresa.

Ayudado por otros veteranos ilustres como Natalio o Iago Díaz, el calvo García desestabilizó desde el principio a nuestra defensa y dejó bien a las claras que lo que se nos venía encima iba a ser una "procesión de dolores".

Pronto se aprovechó nuestro primer protagonista de nuestra falta de contundencia defensiva en banda derecha para marcharse como "perico por sus casa", mandar un buen pase hacia el área y comprobar como esa falta de contundencia granate se extendía por todas partes para facilitar en gran medida la llegada del 0-1.

A partir de ahí, presión ordenada asturiana, más diabluras del calvo García y nervios, nervios, muchos nervios en un Pontevedra CF que no se encontraba a sí mismo y veía tapados sus caminos hacía la portería visitante.

De manera inteligente, el Avilés acumuló mucha gente por el medio para cegar todo lo que pudieran las fuentes de fútbol de Yelko o Brais, sabedor a su vez que en las bandas Seoane no estaba en la derecha y Araújo  sí estaba en la izquierda. Por lo que si algún balón caía por los costados poca peligrosidad acabarían por llevar.

Fueron minutos duros.

Para los jugadores porque veían como el rival era mejor y se crecía sobre el césped y para la grada porque asistía impotente a ese manojo de nervios y desesperación que era su equipo.

He aquí, no obstante, que cuando menos se esperaba llegó el gol del empate. Fue a raíz de un balón parado en el que el rival permite que hagamos varios toques en el área y finalmente el cuero llegue a Churre para meterlo en la red.

La explosión de júbilo fue grande porque quien más quien menos entendía que ese gol nos rescataría de ese dominio y superioridad avilesina y dotaría al Pontevedra de más tranquilidad y empaque sobre el césped.

Fue una ilusión, por supuesto.

Y lo fue porque solo un minuto después del empate permitimos que surgiera una jugada a la que todavía este atribulado bloguero le está buscando explicación pero que acaba con un simple pase en medio campo con dos jugadores visitantes encarando a nuestro portero con la sola oposición de Araújo, que no se sabía muy bien qué hacía por ahí. 

Natalio encara a Cacharron y otra cosa no, pero calidad la tiene este hombre de sobra para levantarle el balón por encima y dejarnos a todos con cara de esa palabra que no hace falta escribir.

De todas formas, antes del descanso, hizo su aparición el segundo calvo protagonista de esta historia.

Fue al borde del final cuando surgió la mejor y más bonita jugada del equipo en todo el partido. Combinación preciosa entre Yelko y Alex para que este le ponga el balón a Rufo para solo empujarla.

Por desgracia no llegó ese toque salvador para hacer un nuevo empate y el descanso acabó llegando dejando un sabor de mucha preocupación en el ambiente.

Como suele ser habitual cuando las cosas no salen, creo que nadie dudaba que no solo se haría el primer cambio antes de la reanudación sino cual sería ese cambio.

Efectivamente, Charles por Araújo.

La segunda parte empezó mejor y fruto de ello llegó otra buena jugada por la izquierda y otro balón aparentemente sencillo llegó a Rufo en boca de gol pero el remate del "9" se acabó marchando por encima del larguero entre el desconcierto de la parroquia local.

A Rufo se le quiere mucho en Pontevedra y con razón. Sus goles antes de la covid 19, su brega , su lucha, los goles de esta misma temporada, su identificación con la causa son razones más que suficientes para querer mucho al "pelao". 

Ahora, no sería demasiado justo si no escribiese que un jugador de su categoría debe meter sino las dos, al menos una de esas dos grandes oportunidades.

Pero como el fútbol siempre te da más opciones y te rehabilita constantemente si buscas con ahínco tu destino, otra pelota desde la banda izquierda servida por Yelko encontraba al propio Rufo en área pequeña en inmejorable posición para que esta vez sí, el ariete madrileño colocara su cabeza y batiera al portero asturiano logrando el empate a 2 tantos.

Más de media hora por delante, el partido recién igualado y el Pontevedra con más juego y aplomo que en el primer tiempo. ¿Qué podría salir mal?

Pues sí. Las cosas empezaron a torcerse de la forma más insospechada.

Otra vez aparecieron los nervios en determinadas acciones "llevándose la palma" una de Cacharrón en la que incomprensiblemente agarró con la mano una pelota claramente fuera del área de castigo.

Por suerte, el árbitro dejó la jugada en amarilla( creo que con acierto) y la peligrosísima falta se sacó sin consecuencias pero lo cierto es que el equipo volvió a entrar en una dinámica de cierto histerismo y atascamiento absoluto de la que solo parecían libres Alex Glez y Brais Abelenda que fueron sendos salvavidas a los que se agarró el Pontevedra durante esa casi media hora de dudas y excesivos nervios.

No se sufrió tanto atrás por que el rival acusó algo el esfuerzo y además el primer calvo, Sergio García, ya no estaba en el campo pero la sensación era de que desfilábamos por un precipicio y que o bien podíamos caernos o bien encontrar una cueva amplia en la pared en la que refugiarnos.

Se fueron sucediendo los cambios (esta vez sí hizo el técnico los 5) y en uno de ellos se dio con la tecla.

Fue en el más ofensivo. Una de esas sustituciones dio con Santi Figueroa en el banquillo y con Oier Calvillo en el césped para jugar de medio lateral (primero por detrás de Rubio y luego de Diz).

Y Oier Calvillo demostró ayer lo que casi todo el mundo aquí sabe o intuye después de ver algunas de sus acciones la temporada pasada, que tiene una calidad enorme y que es una pena que no se esté encontrando o no le estén encontrando el interruptor de la regularidad y la confianza.

Ya se había marchado antes en alguna cabalgada por la derecha creando dudas al Avilés en defensa pero al filo del 87 volvió a progresar por banda y con su pierna izquierda envió un centro pasado al segundo palo para que Charles apareciendo como un Mesías Salvador conectara un "hombrazo" tremendo mandando el balón al fondo de la portería avilesina.

El par de minutos que faltaba y la prolongación no trajeron más sustos a los ya excesivamente cicatrizados corazones granates y el partido terminó con ese balsámico 3-2. 

Alegría desmedida, alivio, jolgorio, respiraciones relajadas... Ese gol acababa con el calvario que se estaba sufriendo sobre la hierba y colocaba al Pontevedra en esa primera posición que tanto trabajo ha costado alcanzar y que posiblemente mucho trabajo cueste todavía mantener.

Lo importante a partir de ahora es no relajarse ni un milímetro y pensar que el Adarve va a claudicar y que todo será más cuesta abajo.

Ya el próximo fin de semana trae un órdago tremendo para el Pontevedra CF.

Partido en Villagarcía con un Arosa al límite y sin casi margen para el fallo si no quiere irse a 3RFEF y con ganas, además, de rehabilitarse ante los suyos tras el duro varapalo sufrido en Salamanca.

Será imprescindible mostrar personalidad, empaque y no dejarse llevar por los nervios.

Viviremos un choque intenso, pasional y con muchísimas cosas en juego. 

Sin duda el equipo está ante otra gran ocasión de mostrar madurez y saber estar sobre la hierba. Esos ingredientes que quizá faltaron ayer en demasiados pasajes del partido.

Ya he utilizado esta frase en alguna otra entrada de este blog sobre todo cuando las cosas empezaron a no marchar demasiado bien hace un par de meses.

Si no olvidamos quienes somos y lo que podemos hacer todo saldrá bien. Y yo creo firmemente en que, efectivamente: 

Todo saldrá bien.


 

     



 


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