lunes, 28 de marzo de 2022

Caos, lucha, fútbol y la sonrisa de un mito.

Más gente en las gradas. 

Norte rugiendo y enarbolando banderas. 

Las siete de las tarde, horario de play off. 

Tarde soleada y con cierto calor, ese que condena cazadoras a butacas contiguas e incluso aconseja brazos arremangados a la altura de los codos. 

Hierba verde, brillante, casi provocadora de la que resulta difícil apartar la mirada.

Rival rocoso que lidera la tabla y al que hay que ganar de cualquier manera para seguir aferrados al objetivo de acabar primeros.

Partido grande. Nervios, tensión, ambiente teñido de color granate y el recuerdo de un mito, que en otra época (que parece otra vida) capitaneó a un equipo de leyenda, reinando en la mente de todos aquellos que pudieron verle sobre el césped y también en la de aquellos que crecieron y soñaron con las hazañas del "3" y  de su gente.

De entrada, sorpresa.

Posiblemente el jugador más importante no ya de nuestro grupo (eso creo que no arroja duda alguna) sino de toda la categoría, tendría que esperar en el banquillo.

Arriesgada decisión? Seguro. Equivocada? Probablemente.

El Adarve empuja primero hasta que el capitán en 2022 que no lleva el "3" pero sí el "7" conecta un zurdazo imponente que casi revienta el larguero madrileño metiendo al Pontevedra en el choque.

Como un presagio de lo que minutos después pasaría, el Adarve conseguía en cada balón en largo desde su portería, imponerse por arriba a nuestro mediocentro y centrales provocando cierto peligro en esas peinadas de cabeza que creaban cierta inseguridad en la zaga.

Aún así, el Pontevedra tocaba rápido y tocaba bien bajo la sinfonía de un Yelko que por fin recuperó su "k" y además mayúscula.

La pelota llegaba con asiduidad a las bandas con ventaja. Por la derecha Rubio y Seoane se las arreglaban para en ocasiones enganchar centros decentes que creaban peligro al contrario. Por la izquierda Alex hacía daño igualmente pero Araújo (esfuerzo probado al margen) volvía a desesperar con centros deficientes que hacían un poco más fuerte al Adarve.

Y llegó el 0-1. De una forma primitiva, o paleolítica, si lo prefieren.

Pelotazo desde la zona defensiva, anticipación de cabeza de un rival a Soto y desatención de Churre en la marca que permite encarar a un atacante a Cacharrón y batirlo con contundencia.

Lo peor que creíamos podía pasar, sucedió. El Adarve por delante y el tiempo que se haría cada vez más escurridizo jugando en contra del Pontevedra.

Y el intento de "mensajerización" del partido por parte del líder no se hizo esperar.

Hombres al suelo, desvanecimientos súbitos, calambres tempraneros etc etc.

A pesar de ello, el equipo no se abatió. Siguió desplazando el balón con solvencia y llegando al área madrileña con notable asiduidad.

Pero el gol no llegaba. No lo hizo ni en un par de ocasiones de Brais (una de ellas muy clara) ni en otra de Seoane que no conectó bien una volea en posición envidiable.

El giro de guión, sin embargo, llegó sobre la bocina de esa primera mitad.

En un nuevo intento "mensajerizador" del Adarve, uno de sus jugadores ya amonestados desplaza con total descaro una pelota que ya se había ido fuera por encima de la valla de la unión del fondo norte con tribuna.

Fue en ese momento cuando el árbitro separó su actuación de la de aquel colega de infausto recuerdo del último playoff de ascenso a 2ªB. 

Ni corto ni perezoso se dirigió hacia el "listo" infractor y le sacó la segunda amarilla ante la algarabía de un público que al igual que nuestros jugadores supieron presionar en ese momento al "trencilla" para que no tuviera más opción que echarle.

Tras el descanso salió Charles, como todo el mundo preveía y la situación requería, por un Araújo al que se insiste no se le discute su esfuerzo pero sí su acierto.

Se empató pronto. 

Todo el peligro que no se creó por banda izquierda en toda la primera mitad, fue compensado en tan solo cinco minutos por Alex que envió un bonito centro al área que fue rematado hasta por dos veces por Charles que no tardó en hacerse notar. La primera con la cabeza, la sacó el portero. La segunda también con la cabeza, la rechazó un defensa pero la tercera con el pié y de Rufo acabó en las mallas.

Si la "mensajerización" en la primera parte fue notable, tras ese empate volvió a protagonizar la actuación del U.Adarve.

Fue ese momento el primero en el que el Pontevedra entró en el juego de provocaciones del rival y en una trifulca Charles vio una tarjeta amarilla por esa costumbre que por desgracia tiene a meterse donde no debe pero que en esta ocasión no acarreó más consecuencias que esa amonestación.

Y el panorama volvió a torcerse cuando menos se esperaba.

Una falta lejana a favor del Adarve acaba con un estrafalario despeje en semi fallo de Cacharrón en el que se lleva medio por delante a un compañero y a un rival.

El penalti puede entrar claramente en la categoría de "raritos" pero lo que volvió a poner de manifiesto es la cantidad ingente de problemas que tiene el equipo para defender esas acciones.

Con el 1-2, a pesar de la superioridad numérica, el partido no pudo ponerse más peligroso pero al igual que la acción del penalti resultó sorprendente y no se correspondía con lo que estaba pasando en el césped, también resultó una sorpresa muy agradable la capacidad que tuvo el Pontevedra de seguir moviendo el balón con inteligencia y aprovechando el exagerado bloque bajo que adoptó el rival en muchas fases del partido.

Se tocó el balón de un lado a otro pero volvió a ser desde la izquierda dónde se encontraron las pepitas de oro.

Centro de Brais desde ese sector aunque con su pierna derecha y llegada desde atrás de Charles para conectar una de sus botas con el balón y alojarlo en la red.

Sin casi tiempo para respirar, otra jugada de Alex por la izquierda. Otro centro notable al corazón del área y esta vez Yelko llegando desde atrás protagonizaba un precioso remate que nos ponía por delante y volvía loco a todo el que en Pasarón estaba presente.

En ese momento parecía que el Pontevedra, de seguir atacando, podría haber sentenciado el partido con otro tanto.

Sin embargo, los últimos quince minutos de juego, constituyeron el segundo momento en el que el equipo pareció entrar en el juego del rival e introducirse en una guerra de guerrillas de la que podríamos haber salido bastante mal parados.

Es cierto que Brais pudo hacer el cuarto en un lanzamiento que se fue rozando el palo pero la realidad es que el Pontevedra, a raíz de un triple cambio del Adarve, entregó voluntariamente el balón al rival y entró en ese riesgo de permitir algún corner o falta lateral en la que la superioridad numérica pierde toda importancia.  

Como viene siendo habitual los cambios llegaron tarde, solo para perder tiempo y no tratar de volver a coger la batuta del juego y minimizar las posibilidades del rival.

No estoy diciendo que no se tenga oficio que claro que hay que tenerlo y hay que ver como lo echamos de menos en Coruxo, sin ir más lejos.

Ayer el Pontevedra sí paró el partido y mostró más experiencia que otras veces. 

De lo que hablo es de que, al menos este atribulado bloguero, sigue añorando que desde el banco se tomen decisiones que mejoren al equipo sobre el césped, más allá de la incuestionable decisión de meter a Charles por Araújo tras el descanso.

No entendí muy bien como con los problemas que manifestaba Seoane desde hacía minutos, el segundo cambio en el 89 sea el de Oier por Brais y a renglón seguido tenga que hacerse el del exjugador del Racing cuando ya volvía a estar en el suelo antes de ese cambio y la demora nos costó jugar con diez durante unos segundos preciosos.

Después dos cambios más en el 90 y esa sensación de improvisación. De que esas sustituciones se hicieron para parar el crono pero no para buscar un plan coherente de juego con el que acabar el partido.

En los casi 10 minutos que prolongó el árbitro, la situación no era la de control del partido sino la de temor ante la posibilidad de que llegara una acción aérea del rival que echara por tierra una victoria que se había merecido con creces.

Acabamos, por ejemplo, con tres centrales y Oier de lateral largo por la derecha, sí, Oier que tiene muchas virtudes pero entre ellas no se encuentra precisamente una atención defensiva especialmente férrea. 

Llegó ese córner postrero para el rival tras un lanzamiento desde lejos que tocó en un defensa y no salió demasiado lejos de la portería. Ese córner lo sacó Charles de cabeza y todos respiramos.

Llegó otro lanzamiento, eso sí muy flojo e igualmente lejano, que atrapó Cacharron sin problemas y finalmente escuchamos el silbido final del coleigiado que ponía punto y final a un partido que merecimos ganar pero en el que jugamos con fuego confundiendo un poco ese oficio con volverse un poco locos.

El Pontevedra ganó un partido clave y lo hizo con justicia.

Volvió a mostrar esa frescura y esa chispa con la pelota que ya apareció en O Vao y de cuya continuidad va a depender muchísimas de las opciones que todavía tenemos para ascender directamente.

Demostró, además, personalidad y coraje en muchas fases del partido en la que los problemas en forma de goles del contrario no fueron obstáculo para seguir percutiendo y terminar por derribar a este Adarve tan correoso.

Dicen los que vieron jugar a Cholo que la brega, el esfuerzo y el corazón no eran ingredientes que el lateral zurdo pontevedrés negociase nunca en su carrera.

Había que jugar bien al fútbol pero también había que sudar, que correr y que honrar el escudo y la camiseta que para él fueron tan importantes.

En un día triste en el que el mayor referente de la mejor época de la entidad nos ha dejado, me reconforta haber visto a un Pontevedra "tocón" como en él es habitual pero también rebelde ante la adversidad, incansable en el esfuerzo y convencido en todo momento de la victoria.

Es posible que el gran capitán si hubiera tenido la oportunidad de ver el partido hubiera ensayado una sonrisa y se hubiera sentido satisfecho porque por encima de todo el esfuerzo no se negocia.   

       

     

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