martes, 2 de mayo de 2023

Entre tanta tristeza, sonó la flauta.

Leía hace unos días en la red social twiter un dato escalofriante a la par que esclarecedor que ofrecía la cuenta Datos PCF, especializada en ofrecer estadísticas acerca del Pontevedra CF, sus resultados, goleadores, etc.

Informaba dicha cuenta en los días posteriores a la derrota en San Fernando, que había que remontarse a 2003 para encontrar la última vez que el Pontevedra había recibido 9 goles en dos partidos consecutivos.

Esos partidos de 2003 fueron los dos últimos del play off de ascenso a segunda división de aquella campaña 2002/2003 en la que los dos equipos en liza, Pontevedra y Baracaldo nada se jugaban ya, al haber perdido todas las opciones de subir en los primeros cuatro encuentros de la promoción.

El equipo venció 3-4 en Euskadi y luego, en un partido más cercano a una pachanga veraniega que otra cosa, perdió nada menos que 5-6 ante el conjunto vasco en el Estadio Municipal de Pasarón al más puro estilo J. Aurelio Gay, sobre todo, en aquellas fechas en las que nada había en juego.

Encajar 9 goles en dos encuentros seguidos nunca es bueno y tampoco serio pero si te juegas poco o nada existe la circunstancia atenuante de la intrascendencia clasificatoria, atenuante que se convierte en agravante si esos 9 tantos los recibes jugándote literalmente la vida en la tabla.

Así, afrontaba el Pontevedra CF el partido del pasado Domingo ante el Sanse. Después de sufrir una humillación en toda regla en su propia casa ante el Mérida y volver a ser un desastre como equipo en defensa en la villa gaditana de S. Fernando.

La incógnita (por lo menos para el que esto escribe) era comprobar cómo iba a afrontar el Pontevedra este nuevo partido en casa con la clasificación tan cuesta arriba que cualquier tropiezo ante los madrileños, siquiera en forma de empate, podría convertir el descenso en virtual.

La primera circunstancia que llamó la atención tanto de este atribulado bloguero como la de ese par de amigos que todavía comparten conmigo el vicio de acudir regularmente a Pasarón, fue el evidente aislamiento de Yelko no ya de los titulares que se afanaban en el calentamiento previo al choque sino del resto de suplentes que hacían rondos o charlaban entre sí con aparente normalidad.

Por contra, el jugador vigués (único convocado que portaba impermeable por encima de la sudadera) caminaba solitario contemplando las gradas sin compartir palabra alguna con otro ser viviente.

"Me parece que hoy tampoco lo veremos jugar", concluimos en ese instante e incluso ratificamos ese pensamiento tras volver a verle en el descanso ajeno por completo a los ejercicios con balón del resto de los suplentes.

 Como es sabido, nos equivocamos pero presenciar eso, sobre todo antes del partido, no hizo sino volver a recordarnos lo opaco que resulta este club y lo extremadamente extraña y "random" que está resultando esta temporada.

El caso es que con el comienzo del partido lo que más me llamó la atención y volvió a colmarme (lo reconozco) de bastante indignación y hartazgo, fue la sensación de apatía, de lentitud exasperante y nulo ritmo de juego que empezó a ofrecer el equipo.

Por encima de que Señor volvió a optar por los tres centrales (con Araujo de central izquierdo); por encima de que las bandas aparecían abiertas para Bastos (que volvió) y Alex; por encima de que Brais volviera a jugar por dentro junto a Borja y Román por detrás e incluso por encima de jugar con dos puntas, con Casais acompañanado a Charles.

Por encima, insisto, de todos esos detalles tácticos lo que aparecía sobre el césped era un equipo que aparentaba por completo carecer de espíritu o de garra, que jugaba andando y del que se desprendía una sensación de tristeza y resignación con la situación que vive absolutamente desesperante.

Y a consecuencia de lo anterior pasó lo único que podía pasar, que el rival se fue imponiendo, fue ganando la gran mayoría de duelos existentes en el partido y empezó a acumular llegadas hasta que logró adelantarse en el marcador.

Pudo hacerlo pronto pero lo evitó Cacharrón en un uno contra uno contra el punta madrileño. Pudo hacerlo después en otro desajuste defensivo en el que no supieron aprovechar la clara ventaja que habían sacado dando tiempo a la defensa a achicar agua. Y acabaron haciéndolo en un saque de banda, que pareció un córner,  y que provocó un mal despeje de Alex González que como es habitual estaba siendo la única excepción al juego plano de sus compañeros. 

El balón acabó por llegar a un jugador visitante que con tres granates encima (incluido un Román que lleva algunos partidos que no parece él mismo) se las arregló para hacerse hueco y fusilar a Cacharrón.

Todo esto pasaba mientras los espectadores que allí estábamos presenciábamos el partido entre un silencio atronador y diversos cánticos contra el Consejo que llegaban del fondo Norte.

Un ambiente de descenso de manual que hacía juego con la imagen penosa y desprovista por completo de rebeldía que el equipo estaba dando en la hierba.

Para completar el desastre, Brais debía abandonar el campo tras un golpe en la cabeza con un rival y Rubio ocupaba su puesto.

Todo iba cuesta arriba hasta que sobre el minuto 45 una arrancada del de siempre acaba con un balón que pierde por querer encarar a un rival en el uno contra uno (algo que no abunda demasiado ahora mismo en nuestra plantilla), el balón tras rechace y pase de un compañero le vuelve a llegar a Alex que conecta un disparo rápido con su zurda que sorprende a un guardameta que pudo hacer algo más en ese lance.      

El caso es que el empate llegaba al marcador casi de manera inexplicable y esa vela (las de dar luz, no las de los barcos que ya están rasgadas hace muchos meses) volvía a coger un poquito de llama cuando estaba a punto de apagarse del todo.

Nada más comenzar el segundo tiempo (y como es ya tradición de la casa) el rival casi hizo el segundo en un balón que debió despejarse antes pero que acabó con un disparo en buena posición de un jugador madrileño que se marchó fuera.

Pero lo cierto es que después de esa jugada el equipo mejoró e hixo sus mejores diez o doce minutos de la tarde. 

Se ganó algo (un poquito, no exageremos) de dinamismo, Borja se acordó que cuenta con calidad para mover la pelota y sobre todo Alex apareció por esa banda izquierda, asociándose bien con Casais que caía por esa zona, y crear peligro aunque sin premio en el marcador.

Cuando mejor estaba el equipo y por fin se daba la sensación de poder marcar de nuevo, llegó un doble cambio que no mejoró al Pontevedra pero que por esas cosas que tiene el fútbol acabó por resultar decisivo.

Rufo sustituía a un gris y bastante desaparecido Charles y Yelko relevaba a un Casais que en ese momento del partido estaba siendo importante y cuyo cambio (por lo menos a mí) extrañó un poco.

Con esos cambios el Pontevedra no fue a más y las llegadas sobre el área rival fueron espaciándose de nuevo.

No obstante, al rival empezó a notársele algo cansado y sobre todo con las dudas que provoca su situación clasificatoria. Con el paso de los minutos se fueron arrinconando más en su parcela y el Pontevedra, aunque sin peligro, rondaba el área contraria en busca de un golpe de suerte.

Y esa fortuna llegó en forma de claro penalti de un defensor sobre Yelko cuando este trataba de controlar un balón dentro de la zona de castigo. El jugador del Sanse lanzó su pierna y en vez de pelota encontró al cuerpo del menudo jugador granate que en el día de su reaparición protagonizaba esta jugada tan importante.

No estaba Charles y el turno debía ser obligatoriamente para Rufo  y lo fue.

El "pelado" cogió la pelota, aguantó las triquiñuelas de los contrarios para retrasar el lanzamiento y transformó la pena máxima con aparente tranquilidad engañando por completo al meta rival.

Quedaba un cuarto de hora y había que aguantar como fuera.

El público que había recibido por lo menos algo de su equipo en el segundo tiempo. Que había visto que por lo menos se quería morir en área contraria y no disolverse sobre el césped como un azucarillo, ayudó también lo suyo para presionar y alentar a sus jugadores y ese tramo final terminó sin que el Sanse fuera capaz de generar ocasiones claras.

Fueron minutos en los que Rufo (quizá venido arriba por el gol) supo aguantar y forzar alguna falta en campo contrario que daban vida; en los que Alex siguió corriendo, luchando e incluso sacando balones en defensa; en los que los defensas no se quebraron y se mostraron firmes con la ayuda en los últimos instantes de un Derik que por fin se hizo fuerte por arriba; minutos, en definitiva, en los que pareció otra vez que el equipo creía, siquiera un poquito, en que el milagro todavía es posible.

Por cierto, mira si fue un error descomunal de Señor dar entrada a Gueye con 1-5 el día del Mérida provocando con ello al personal que ayer, con un partido en los últimos minutos más acorde a las características del africano, no lo metió en el campo.

El error no lo cometió el Domingo Señor, el error lo cometió hace 15 días. 

Muy elocuentes fueron, por otra parte, los gestos y actitudes de los futbolistas una vez el árbitro señaló el final del partido.

Se les notaba más hundidos y desesperados por la derrota a los visitantes que contentos y confiados a los nuestros por la victoria, todo ello insisto, externamente.

El caso es que sonó la flauta.

Esa flauta que suena muy pocas veces cuando un equipo no hace demasiados méritos para ganar pero acaba haciéndolo. 

Si el equipo sale al campo como lo hizo frente al Sanse será muy complicado, complicadísimo, que esa flauta vuelva a sonar en Talavera el próximo Domingo.

Da igual que los talaveranos estén virtualmente ya en 2RFEF. Da igual que acaben de recibir la friolera de 7 goles en casa en su último partido. 

Da igual todo eso.

Si el Pontevedra vuelve a salir a un campo a deambular, a andar, esa flauta muy posiblemente permanecerá muda.

Lo hicimos (caminar por el campo) frente al Mérida y nos "cayó la del pulpo".

Lo hicimos anteayer a lo largo de la primera parte pero el flautista de Hamelín hizo sonar su instrumento.

Vuelvo a las interesantísimas estadísticas de Datos PCF.

Hemos perdido las ocho salidas en 2023. Y así no podemos seguir. Es imposible hacer nada sin revertir este dato en Talavera y Badajoz

Repito. 

O salimos de otra manera en el Municipal de El Prado o no habrá absolutamente nada que hacer y el descenso será ya virtual. 



 

 

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